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El mercado de las pulgas por Luis Nieto

El mercado de las pulgas por Luis Nieto
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Las últimas elecciones en Rusia tuvieron lugar el 18 de marzo de 2018, bajo la presidencia de Vladimir Putin, por un período de seis años. Fueron unas elecciones muy discutidas, dentro de una institucionalidad que intentaba reinventarse tras 74 años de hegemonía soviética.

Mijail Gorbachov, en 1985, intentó reformar el régimen. Su primer traspié lo tuvo cuando impulsó su política para combatir el alcoholismo, causante del descenso en las expectativas de vida, del 67 al 62% entre 1965 y 1985. Además, el alcoholismo, produjo la pérdida de 125.000 millones de horas de trabajo sólo en 1983. El 31.8% de las muertes registradas en 1984 fueron causadas por el consumo de alcohol, desde cirrosis hepática hasta accidentes automovilísticos. Este fue el panorama que llevó al PCUS a apoyar las propuestas de Gorbachov, que llegaba, como un aire fresco, a la Secretaría General del Partido, y, posteriormente, a la Presidencia de la Unión Soviética.

Pero, a medida que se implementaban medidas para estimular el descenso del consumo de alcohol, crecía la venta de alcohol producido ilegalmente, y bajaba la popularidad de Gorbachov, acosado por manifestaciones que exigían eliminar las medidas restrictivas, hasta que su imagen, a fines de los ochenta, eran las de un ser extraño al pueblo ruso. El historiador Alexander Puchenkov afirma que Gorbachov perdió su primera gran batalla interna cuando la mayoría de la población concluyó que “no era uno de los suyos”.

Sus reformas más ambiciosas, las llamadas Perestoika y Glasnost, fueron resistidas por el ala más conservadora del PCUS. Esa parte del gobierno, apoyado por la KGB, los días  19, 20 y 21 de agosto de 1991, intentó desplazar a Gorbachov, fracasando a los tres días de cabildeos y enfrentamientos con la población afín a los cambios, que dejaron una herida abierta en el Partido y las instituciones soviéticas.

El hundimiento del Estado Soviético, tal como estaba concebido, era la imagen de un gigante que se tambaleaba en medio de la oscuridad. La URSS se mantuvo unida sólo por el uso de la fuerza. Su desmembramiento fue la consecuencia de una profunda descomposición interna, que devolvió a las repúblicas sometidas su independencia. Las cuatro que se mantuvieron fieles a Moscú fueron: Rusia, Bielorrusia, Kazajistán y Uzbekistán.

Este proceso implicó que casi todo lo que hubiese construido, incluyendo su penetración ideológica en todo el planeta, también se derrumbará. Sólo quedaron en pie la crisis generalizada, y la dependencia de un Estado que se resquebrajaba cada día en un pedazo más. Esa era la percepción de los rusos de sí mismos. No podían comprender un sistema de gobierno que le pertenecía a su enemigo histórico: el capitalismo. Si algo tuvo de icónico el 9 de noviembre de 1989 fue que tras el muro de Berlín se pudo ver hacia el otro lado de la gigantesca grieta en que estaba dividido el mundo.

El 1 de diciembre de 1991, Ucrania realizó un referéndum para ratificar su independencia de la URSS, que fue aprobado por el 90% de la población habilitada para votar.

Vladimir Putin consigue abolir la prohibición de la reelección electoral, de tal modo que el actual presidente podrá mantenerse, “legalmente” en el poder hasta 2036, en caso de resultar electo presidente en las próximas elecciones de marzo de 2024.

Cuenta Ludmila, la ex mujer de Putin, cuando éste estaba asignado a la oficina de la KGB, en Dresde, Alemania, que su vecino, agente de la Stasi, pasó una semana llorando, tras la caída del muro. El principal contacto de Putin en la Stasi, era el Mayor General Horst Boehm. Los manifestantes lo humillaron, pero aquellos eran los ciudadanos que la Stasi mantenía bajo vigilancia y amenaza. Podrían haberlo colgado de alguna columna, tal vez eso fuese lo que el jefe de la Stasi en Dresde más temía. ¿Dónde ir si el omnipresente régimen se había derrumbado? Putin se lo cuenta a su biógrafo alemán, Boris Reitschuster, en su libro “Primera persona”. El Mayor General Boehm no pudo soportar el resto de la historia y se suicidó. Putín volvió a San Petesburgo, también humillado pero por otra razón: sus compañeros de la Stasi, a modo de regalo de despedida, le dieron una vieja lavadora, cuenta Masha Gessen, otra biógrafa de Putin. Poca cosa por tanto desvelo en el cumplimiento de su misión. Putin cuenta que su pasaje por Alemania fue determinante en su formación profesional, seguramente más como parte del mundo opaco del socialismo real que como abogado.

En su última campaña presidencial, Putin aseguró a los rusos que les devolvería la dignidad perdida utilizando los conocimientos que hicieron fuerte su industria de armamentos. Seguramente está convencido que va por buen camino, cueste lo que cueste llegará al final.  Parecía que la humanidad estaba arribando a conclusiones diferentes, y que el Derecho Internacional tenía algo para hacer.

Hasta los osos polares se dan cuenta, y quizás no pase mucho tiempo antes que los veamos deambular por las calles de cualquier ciudad europea. Todos menos Putin, que apuesta a la guerra y el pillaje. Sin embargo, Ucrania, su víctima, como pequeño país, no lo favorece en nada publicitariamente. No todos son Maduro en estas tierras. Le erró cuando abandonó su carrera de abogado en beneficio de la carrera de tira. Le volvió a errar cuando no tuvo en cuenta que un país invadido, aunque infinitamente más chico y con menor capacidad militar, era capaz de dar vuelta las cosas, y su gobierno merecedor de recibir el apoyo imprescindible de sus ciudadanos. En estos días le vuelve a errar cuando pone a la venta lo mejor de su armamento entre países amigos, como en una especie de mercado de las pulgas. Al menos en este barrio no le resultará fácil. Quien le ofreció ser la puerta de entrada en América Latina está tocando fondo, y no existe la más remota posibilidad de que la Argentina de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner pueda estabilizar su economía. Es posible que Putin esté pensando en otro tipo de cliente, con menos requerimientos legales.

Ensayando cohetes contra una central nuclear muestra de qué lado de la responsabilidad está este personaje. Tal vez entre las enseñanzas de la Stasi hoy recuerde el final del Mayor General Horst Boehm cuando vio que su mundo se derrumbaba, y los crímenes de la Stasi saldrían a la luz. ¿Putin estará pensando en algo parecido para el día en que los rusos empiecen a darle la espalda, cuando se percaten de un aislamiento mayor al que tenían en la época soviética?

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