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El nuevo imperialismo de los recursos naturales por Fernando Zinola

El nuevo imperialismo de los recursos naturales por Fernando Zinola
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El repetir historias es algo que parece seguir aplicándose en la vida. Si bien se decía hace unos años “el pueblo tiene memoria”, parece ser que lo que estamos viviendo es más bien que la memoria es frágil. Hay pequeños títulos políticamente correctos que permiten la entrada de grandes ideas y de grandes cambios. Como el público ya no lee mucho y lo que lee son encabezados o frases resaltadas en “negrita”, siempre es bueno leer la letra chica.
Estamos volviendo al pasado y parece que no comprendimos nada, y la necesidad tiene cara de hereje o de tránsfuga. El robo o la compra de las fuentes de energías renovables o sustentables de países subdesarrollados es la pieza central de los Tratados Verdes, Pactos Verde, etc. para limpiar la “mugre industrial” de países del 1er. Mundo. Esos tratados involucran el apoderarse de recursos naturales de otras zonas poco explotadas invocando la necesidad de limpiar a la Tierra por medio de un cambio de la matriz energética basada en combustibles fósiles a nuevas formas sin emisiones de carbono. Esta situación se entiende como un nuevo colonialismo anulando a los pocos emprendimientos de países en desarrollo y condenándolos a zonas de servicio en base a un discurso de “salvar al planeta”.
El “ensuciar” a nuestros países para “limpiar” a los que contaminan es algo que nunca termina bien, ya hemos tenido nuestra tradición. Sin pensar en nosotros solamente, se están olvidando que la tierra es un todo en sí mismo y que se les volverá tarde o temprano en su contra. Esa depredación de la naturaleza es cíclica e irreversible por lo que tarde o temprano terminará con esas energías propias transformando a la Tierra en un hábitat inhóspito por completo sin poder moderar estas transformaciones.
La transición energética, impulsada por grandes empresas, fundaciones y gobiernos poderosos contra los intereses de países emergentes y sureños, hacia energías «limpias» establece una dirección unívoca de producción de combustibles sustentables en desmedro de los recursos de estos países pobres. Para que dichos países avancen hacia la desfosilización, se crean nuevas zonas de inmolación de recursos en las periferias del mundo para que ellos sigan creciendo y agotando a la naturaleza. Un ejemplo claro es la extracción de litio desde las saleras para la producción de baterías en coches eléctricos que irá en desmedro del “triángulo del litio” en América Latina y norte de África. Otro ejemplo es el agotamiento de los acuíferos naturales para que los países nórdicos ahorren dinero en electrodesalizanización y fabricar hidrógeno más barato. La creciente demanda de madera liviana en el Amazonas para la construcción de aerogeneradores acotándose a las normas de estos países dominantes destruye ese rico pulmón del mundo. Los megaproyectos de paneles solares, turbinas en plataformas marinas aumenta aún más el acaparamiento de tierras cultivables necesarias para la alimentación. Este proceso está empezando a ser acreditado en las organizaciones activistas y en la ciencia ambiental, como «colonialismo energético»: una nueva dinámica de extracción y apropiación capitalista de materias primas, agotamiento de fuentes naturales y mano de obra barata con el propósito de llevar a cabo la transición energética verde en zonas que están contaminando. Y hay algo peor que se los haremos llegar en más detalle en otro artículo, si bien el anhídrido carbónico favorece el efecto invernadero, el vapor de agua que podría obtenerse del uso desmedido de la combustión electroquímica o común del hidrógeno también contribuye a ese efecto y sus consecuencias no son ni conocidas ni previsibles.
El imperialismo de los recursos naturales surge por una necesidad a consecuencia de una guerra no esperada que no pudo ser contenida y que de buenas a primeras cortaron el suministro de confort y de energía a los países poderosos. Esa Europa naif y socialista fue diezmada por una anulación de recursos que le permitía tener ese standard de vida y de confort. La búsqueda de la aplicación de nuevos combustibles estudiados por la academia desde hace muchos años y puestos en funcionamiento a pequeña escala, se pretende ahora que sea masivo y global, o al menos en esos países. En ese sentido se pretende fabricar en los países con recursos adecuados del 3er. Mundo el hidrógeno “verde” para ser trasladado a los otros (sea de la manera que sea). Ya allí hay un error de partida, los que estudiamos toda la vida esta tecnología sabemos que no fue concebida para uso centralizado sino distribuido. Pero como ello resulta más sencillo y con la bandera de combatir el calentamiento global y la crisis energética se “autorizará” el agotamiento de las fuentes de litio, agua, madera, etc., en ese beneficio, pero con una bandera insignia de “limpiar el planeta”.
Es hasta imposible de aceptar el discurso elegante de estimular una transición energética hacia una total electrificación del consumo y confort desmedido sin mirar de donde viene esta transformación (ver dibujo). Primero porque los que se beneficiarán serán otros países y no los nuestros y segundo porque nosotros mismos lo podemos hacer (Proyectos BID OPP 2008, UTE 2003, ANCAP 2009, Verne 2017, etc.). Siempre que propusimos el uso de otros combustibles modificados y sintéticos a los gobiernos de turno nos dijeron que era “económicamente inviable”. Pero ahora parece que esa misma gente dice que ahora si es viable, pero porque lo venderemos, pero al bajo precio de la necesidad, ya que el precio lo fijan esos países y no nosotros.
Se dice “el que contamina paga” pero se usarán recursos de países en crecimiento que se están “sacrificando” por ese axioma ya que realmente en estos países no hay prácticamente industrias que contaminen. Sin embargo, más que proteger el planeta se contribuye a su destrucción, perpetuando desigualdades sociales, exacerbando la explotación de recursos naturales y eternizando el modelo capitalista de mercantilización de la naturaleza. Lo más gracioso es que lo “verde” domina y es buen visto y políticamente correcto. Pero cuando se vio que los números aún no daban y que algunos países del viejo eje europeo perdían su hegemonía lo verde pasó a otros colores como el “rosado” de la energía nuclear. Así Francia le está aguando la fiesta al tratado entre los Reyes de España y Holanda, o sea la producción y transporte del hidrógeno verde del puerto de Algeciras al de Rotterdam. Francia sigue con su energía nuclear y Europa le va a pagar los hidrogenoductos de su gas hidrógeno “rosado”, el único económicamente redituable. Entonces, ahora lo verde es “verde-rosado” y estamos todos felices.

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