¿El Partido Colorado resiste?
La interna de los colorados se puso al rojo vivo. Todos se llaman batllistas y buscan perfilarse como la mejor opción en el partido. La reaparición de Sanguinetti movió el avispero, frente a un Ernesto Talvi que surgía como la renovación partidaria. ¿Es positivo electoralmente el regreso del ex presidente? ¿Podrá sobreponerse al retiro de Pedro Bordaberry? ¿Se quedó sin ala izquierda con la partida de Amado y su grupo? ¿Es un dinosaurio que resiste su extinción? ¿Compite en el espacio político con Novick? ¿Son los herederos de la tradición batllista o la perdieron con el Frente Amplio? ¿Hay lugar aún para los batllistas dentro del partido? ¿Hay que hacer una alianza previa para derrotar al Frente Amplio con partidos con quienes existe mayor familiaridad ideológica? ¿Serán el partido bisagra para el próximo gobierno?
Vive y lucha por Luis Hierro López
Tras la derrota de 2004, el partido Colorado vivió un proceso hegemónico con el liderazgo de Bordaberry que, más allá de las circunstancias personales de ese candidato, imponía límites a su recuperación. La historia colorada y la evidencia de los otros partidos, demuestra que el juego de alas y la sana competencia entre sectores diversos es lo que mejora el comportamiento electoral. Interpreto en ese sentido que la reforma constitucional de 1997, imponiendo el candidato presidencial único – lo que en sí mismo no está mal – perjudicó severamente al Partido Colorado, históricamente acostumbrado a la suma de sectores y de candidaturas. Las alas son imprescindibles en los partidos grandes; las hegemonías son contraproducentes.
Ahora estamos en una situación diversa. Hay tres corrientes parejas, cada una desarrolla sus campañas y sus enfoques; hay combinaciones adecuadas de renovación y de certezas, de candidatos probados y nuevos, de historia y de porvenir.
¿Qué ofrece hoy el Partido Colorado? Experiencia de gobierno, equipos técnicos de primer nivel, capacidad para hacer alianzas, destreza para hacer funcionar coaliciones. Los gobiernos de 1985, 1995 y 2000 así lo prueban. El Partido Colorado supo dialogar e instrumentar en acuerdos concretos los consensos políticos. Para los tiempos que vienen, eso es muy valioso.
¿Y qué proponemos? Superar la situación actual de estancamiento económico y de caída social. Los proyectos socialistas en boga han recurrido a las recetas conocidas y fracasadas: más gasto público, más impuestos, más intervención del Estado, hipotecándonos con más deuda y con un déficit que se hace insoportable. Sin embargo, hay un Estado ausente o fallido en muchas áreas. Ni la sociedad ni las empresas tienen hoy fuerza y dinámica. Tenemos que ir a una sociedad de los incentivos, del conocimiento, de la libertad. En el gobierno o desde una coalición del gobierno, el Batllismo impulsará sus concepciones de integración social y de integración entre el capital y el trabajo, dando lugar a una movilidad social ascendente, que dependa de la generación de empleos de calidad. Las políticas sociales no serán asistencialistas, sino formativas. Debemos pensar otro país y otra economía, basada en los avances tecnológicos y en la innovación. Para ello, la reforma sustancial de la Enseñanza es pieza clave. El Partido Colorado ya declaró su coincidencia general con las propuestas de Eduy21 – es el único partido que lo hizo – pero además tiene propuestas sobre las Universidades On Line y la accesibilidad masiva de las personas al conocimiento. Debemos vincular la producción y la enseñanza a los grandes centros universitarios y científicos del mundo, exactamente como hizo Batlle y Ordóñez hace más de cien años. Cuando alguien dice que estamos preparando una reacción conservadora, respondo que no hay nada más reaccionario que haber admitido pasivamente el enorme y dramático retroceso en la educación. En todos esos sentidos, el Partido Colorado es garantía de los cambios de rumbo y de gestión que el país necesita.
Partido Colorado en crecimiento por Fitzgerald Cantero
A lo largo de su rica historia, el Partido Colorado ha tenido luces y sombras, como cualquier organización de más de 180 años.
Quienes tenemos obligaciones partidarias, debemos mirar el futuro como un desafío a construir día a día.
En lo que va del siglo, nuestra colectividad pagó los costos de ser gobierno en la primera crisis financiera de esta centuria. Hoy, hasta quienes nos criticaban y se aprovechaban de esa debilidad para hacer política, reconocen que la salida que encontró el gobierno liderado por Jorge Batlle, fue el correcto.
Luego de los malos resultados electorales, hubo dirigentes que se pasaron a otros partidos. Son esas restas que suman en política. A ellos les decimos: no aceptamos devoluciones.
También hubo valiosos correligionarios que se han alejado de la actividad partidaria, a quienes les decimos: los vamos a ir a buscar.
A su vez, se supo actuar con rapidez y contundencia, en casos reñidos con la ética. Se sancionó sin dudar. No todos los partidos pueden alegar lo mismo.
Que falta camino por recorrer, para poner a nuestra organización en el lugar que deben estar los partidos modernos en la actualidad, tampoco hay duda.
Más allá de la próxima contienda interna, de la oferta electoral que le brindemos a la ciudadanía en octubre -que estoy convencido tiene que ser variada- y que el próximo período nos tendrá como protagonistas, deberemos modernizar la estructura partidaria y poner a nuestra organización a la vanguardia.
Será fundamental que pongamos al servicio del país a nuestros mejores representantes, con las soluciones que los uruguayos necesitamos. Pero también será imprescindible no descuidar la vida partidaria y ponerla en línea con el siguiente objetivo: los gobiernos departamentales.
El Partido va a mejorar su votación en la elección nacional próxima. Ese crecimiento deberá mantenerse en las elecciones departamentales de mayo de 2020.
De ese modo, el viejo Partido de la Defensa, seguirá siendo en el siglo XXI la Colectividad necesaria para el Uruguay de las oportunidades que necesitamos.
Hay mucho por hacer, y ya empezamos a hacerlo!
Una herencia gloriosa que se mantiene latente por Valentina Gonçalvez
Con la inminente llegada de las elecciones, la interna colorada se activó. Existen idas que duelen, como la de Pedro Bordaberry, que en cualquier cargo que le ha tocado desempeñar ha demostrado su capacidad y vocación de servicio. Su partida no sólo afecta a sus correligionarios, sino a todo el sistema político, que pierde a un gran legislador. Su carácter demócrata y republicano se encuentra en el ADN mismo del Partido Colorado. Aún así, creer que el Partido, que trasciende individualidades, se desplomará por su ausencia es desconocer su rica historia.
También existen alejamientos, que con ellos se llevan la chicana twittera que pretende pasar por política y un batllismo vacío que no se condice con votar un artículo en la rendición de cuentas que perjudicó a trabajadores (muchos siguen en procesos judiciales) y le dio discrecionalidad al Estado para dilatar el pago de sus deudas, desconociendo fallos judiciales.
Al hablar de la interna debemos referirnos a la irrupción del Dr. Julio M. Sanguinetti, uno de los políticos más influyentes del país y autoridad indiscutible, que domina el juego político y genera hechos de relevancia, que trascienden las fronteras partidarias.
Por otro lado, aparece en el escenario el Economista Ernesto Talvi, que se presenta como la renovación. Si bien no maneja de la misma forma la contienda política, se planta fuerte con sus ideas y propuestas claras en puntos cruciales para la evolución social y el desarrollo del Uruguay. Quien lo conoce no puede dejar de entusiasmarse por el proyecto de país que propone y la defensa acérrima de los más humildes, inherente a la tradición colorada.
El batllismo tiene una fuerte raigambre en la colectividad colorada y hay algo que es indudable: el Frente Amplio no acompaña esa tradición batllista ya que hay un punto esencial en la ideología que los separa. Y ese punto es la Libertad. Batlle y Ordóñez jamás se habría aliado a sectores totalitarios y que profesen el odio entre clases; propagaba la integración social y no la segregación. Ya lo decía Pepe Batlle: “se puede ser colorado sin ser batllista, pero no se puede ser batllista sin ser colorado”.
El Partido Colorado se perfila como la opción para las próximas elecciones, destacándose por sus propuestas en áreas sensibles para la sociedad. Los acuerdos con otros partidos deberán estar presentes en el próximo período, si se configura un panorama sin mayorías parlamentarias. Pero eso viene después. Y será la ciudadanía quién decida si se posiciona como bisagra. Lo que es seguro es que los colorados trabajaremos para que ello ocurra. Y que el Partido vive y lucha.
Reverdecimiento del historial colorado por Max Sapolinski
Superado el momento de desconcierto generado sin duda por el anuncio del próximo retiro de la lucha electoral de Pedro Bordaberry, quien se constituyera en el líder indiscutido del Partido Colorado en los últimos diez años, el viejo partido fundacional parece haber retemplado el ánimo y encara con otro nivel de optimismo los días por venir.
Las distintas corrientes partidarias ofrecen las alternativas que la ciudadanía dispondrá en el seno de la divisa colorada. Por un lado, las tradicionales agrupaciones de la Lista 15 y el Foro Batllista se han reformulado en “Uruguay Batllista” y “Batllistas”, liderados por el Senador José Amorin y el expresidente Julio María Sanguinetti respectivamente. Por el otro, surgió “Ciudadanos”, una corriente de renovación liderada por el Ec. Ernesto Talvi.
La dinámica que dichas corrientes vienen impregnando al acontecer político, sumado a la especial coyuntura que se viene vislumbrando, permiten predecir el reverdecimiento del historial colorado.
Es bueno, en ese sentido, comprender que la sociedad está entendiendo que el modelo político del Frente Amplio, en el gobierno desde hace tres administraciones, se vino agotando inexorablemente. Jaqueado, por sus confrontaciones internas y por un avance de la corrupción como no se conocía en nuestra historia, su posición se agravó aún más cuando los ciclos económicos regionales y mundiales empezaron a virar luego del más prolongado período de bonanza que las condiciones externas le ha brindado a nuestro país. El fortalecimiento del Partido Colorado es condición necesaria para que se pueda operar un cambio en la administración y dirección de Uruguay. Para ello, este Partido ofrece los viejos valores, siempre vigentes, de convicciones republicanas, defensa del Estado de Derecho y en particular, obsesión por la justicia social. Todos ellos menospreciados en los últimos tiempos por distintos acontecimientos que fueron impactando en la opinión pública.
El triunfo cultural que ha tenido en las últimas décadas la tergiversación histórica de diversos hechos, no sólo debilitó al Partido Colorado sino que intentó hurtarle sus banderas, entre ellas, principalmente la custodia del ideario batllista.
Sin embargo, el notorio fracaso de las políticas asistencialistas como único medio de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos que aplicaron las últimas administraciones, realza el verdadero sentir que el batllismo ha significado en la sociedad uruguaya, protagonizando el más grande proceso reformista que en democracia se haya logrado en el mundo a principios del siglo XX.
Ese batllismo es el que se acuna en el Partido Colorado. El que por encima de todo, sostiene que la igualdad de oportunidades es el objetivo que un gobernante debe trazarse y no ampararse en populistas discursos que incentiven la igualdad hacia abajo, el pobrismo, el desprecio por el ideal del trabajo.
Por estos días, la unanimidad de opiniones de quienes no están cegados por el fanatismo, han reconocido los méritos de Jorge Batlle. Entre tantas predicciones acertadas, es bueno recordar una más. Aquella que vaticinaba que después de la crisis sobrevendrían quince años de gobiernos frenteamplistas, pero a la larga éstos fracasarían.
El Partido Colorado parece reconocer esta realidad y para ello poco a poco vuelve a constituirse en una opción válida.
Instancias difíciles y auspiciosas por Carolina Ache
Claro que resiste; resiste porque tiene raíces nobles, resiste porque tiene raíces fuertes. El Partido Colorado está organizado hace mas de 180 años bajo ciertas banderas que trascienden a las personas y que lo identifican. La libertad, la democracia, la tolerancia, la justicia social y a observancia fanática de estado de derecho.
La mayoría de los analistas coinciden en que no importa quién gane las próximas elecciones, no lo hará con mayorías parlamentarías. Esto implica que se deberá construir una coalición de gobierno. Por tanto entendemos que luego de elecciones internas, cuando los candidatos de los partidos están definidos, deberá tener lugar en la oposición un acuerdo programático sobre algunos temas centrales y dar así una señal clara a la ciudadanía en cuanto a que existe un compromiso de gobernabilidad y de defensa de cuestiones fundamentales.
Los colorados tenemos por delante internas que se vislumbran efervescentes y competitivas, y eso es bueno, ya que la historia nos dice que cuando tuvimos competencia real los buenos resultados acompañaron. A esto debemos sumarle que contamos con protagonistas de primer nivel. Estamos llamados a no perder, en el fervor de la competencia, la visión de lo esencial, estamos llamados a estar a la altura ya que la historia también marca que sin un partido colorado fuerte ese cambio tan necesario no es posible.
Tenemos mucho para hacer con la convicción de que somos representantes de un legado que representa la salida racional y pacífica para que el Uruguay se encause nuevamente en la senda de la vigencia plena de la libertad, la movilidad social basada en la educación y la plenitud del derecho.
Se abren ante nosotros instancias difíciles y auspiciosas, nuestras ideas, los principios que defendemos están siendo cercados cada vez más por la prepotencia en el poder y como bien decía Jorge Batlle, la política no se trata solo de los resultados electorales sino más bien de los ideales que se persiguen.
Las bisagras son para las puertas por Miguel Manzi
Los partidos bisagra, o las minorías decisivas, son aquellos que, en un sistema de “dos mitades” más o menos parejas, desempatan una elección, o una votación legislativa, o un período de gobierno, inclinándose para uno u otro lado según las circunstancias. Si dentro de un año todo sigue aproximadamente como ahora, el Partido Colorado, con el más/menos 10% del electorado, sería la minoría decisiva de la próxima elección. No podría, en cambio, serlo del próximo gobierno, porque mucho antes habría de asegurar su apoyo a cualquiera que sea la opción opositora al régimen frenteamplista, sin devaneos ni vacilaciones. Sería fatalmente así, tanto en virtud de la ejecutoria gubernamental del oficialismo, como de la prevalencia en el Frente Amplio de sectores y partidos marxista-leninistas (aunque en versiones posmodernas): el MPP (los viejos y los nuevos tupas), el PCU (con votos o sin ellos), el PS (hambriento de poder) y grupos marginales que siguen la corriente principal y encallan gustosamente en los bancos parlamentarios. Con este Frente Amplio, el de Mujica, el de Placeres, el de Sendic, el de Bonomi, el de Arismendi, el de Venezuela, el de la regasificadora, el de los 70 mil funcionarios públicos adicionales, el de la deuda récord, el del déficit crónico, el de 7 de cada 10 uruguayos que no terminan secundaria, el de la ley de medios, el de las 160.000 personas en asentamientos, el de la mugre montevideana, el de la fractura social, el del fogoneo y la mentira como sistema; con este Frente Amplio, digo, no hay bisagra posible. Las bisagras son para las puertas, y el período del Uruguay frenteamplista hay que cerrarlo a cal y canto. Por cierto, esa obra de bien no puede concretarse sin el concurso del Partido Colorado. Ocurre que, para gobernar, primero hay que ganar, y el Partido Nacional no puede hacerlo solo. En efecto, tras caer sobre el Partido Colorado todo el peso de la crisis del 2002, el Partido Nacional no pudo ganar ni en 2004, ni en 2009, ni en 2014; ni con Juan, ni con Pedro, ni con Diego. La mala noticia es que, para encolumnar a todos los colorados (que a todos se necesita) tras una fórmula opositora en un balotaje, no alcanza con el arreglo de cúpulas, ni con un acuerdo programático a las apuradas: la fórmula tiene que ser multipartidaria (como lo es la fórmula frenteamplista), fruto de una coalición integral. La buena noticia es que para ello no hay que renunciar a las identidades históricas (de lo que el F.A. es prueba viviente), sino que basta con votar bajo un lema común en las elecciones internas. La coalición que se insinúa “para gobernar”, hay que construirla de antemano para ganar. No debería llamar demasiado la atención: es la coalición opositora que funciona de hecho hace 15 años, la de los partidos que comparten la matriz liberal, republicana y democrática, hoy tan degradada por la coalición oficialista.
Conflicto entre la tradición y la renovación por Juan Andrés Fernández
Todo indica que el ciclo electoral que comienza el próximo año será un punto de quiebre para el sistema político nacional. No solo porque por primera vez en más de una década hay incertidumbre sobre el resultado. También porque, apremiado por la biología, el sistema político está obligado a procesar la renovación en su dimensión generacional y, debido a las particularidades de la época de cambio en que vivimos, también en el plano ideológico y programático. Esta situación se expresa de diversas maneras y con distinta intensidad en los tres partidos principales. En el Partido Colorado, históricamente el principal actor del sistema, es donde el conflicto entre la tradición y la renovación, de figuras y de ideas, resulta más evidente. En el próximo ciclo electoral el partido deberá tomar decisiones que tendrán consecuencias decisivas sobre su futuro.
Luego de una década de intentar infructuosamente la renovación, el viejo partido de la Defensa vuelve a enfrentar el desafío de reformularse para recuperar su papel histórico. El último liderazgo partidario fracasó en ese intento, pues no logró distanciarse de las prácticas y de los posicionamientos que redujeron al partido a su mínima expresión. Durante la década de los 90 el partido ganó elecciones, pero se alejó progresivamente de las grandes mayorías. En el ejercicio del gobierno se fagocitó el funcionamiento interno, y si bien se alcanzaron conquistas importantes, acumuló gestos que lo distanciaron de su electorado y lo posicionaron cada vez más a la derecha del espectro político. Ahora, la colectividad afronta nuevamente la disyuntiva de optar por la tradición, encarnada por el líder partidario más influyente de los últimos treinta y cinco años, o la renovación, representada por la candidatura de Ernesto Talvi.
El desafío del partido es muy grande pues sus responsabilidades con el país son muy importantes. Obligados a articular con el resto de la oposición para conformar una alternativa de gobierno, los colorados debemos fortalecer nuestra identidad dentro del bloque opositor, en vez de diluirla. En la campaña y en un eventual gobierno de coalición, consecuente con su rol histórico, el partido debe garantizar que las políticas sociales continuarán y mejorarán, y que la reforma de la educación pública se desarrollará, con sensibilidad social y perspectiva de futuro. En este sentido está dirigida la propuesta de Talvi, que encara las principales emergencias que el país tiene hoy. En las elecciones internas de junio, los colorados decidiremos entre la evocación nostálgica y estéril de un tiempo que pasó o la construcción de un partido que, fiel a la tradición del batllismo, enfrente los retos del siglo XXI.
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