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El portentoso retrato de la caída de los dioses Por: Martín Imer

El portentoso retrato de la caída de los dioses Por: Martín Imer
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TÁR (2022, EE.UU) Guion y dirección: Todd Field. Música: Hildur Gudnadóttir. Fotografía: Florian Hoffmeister. Montaje: Monika Willi. Con Cate Blanchett, Nina Hoss, Noémie Merlant, Sophie Kauer. CALIFICACIÓN: Excelente.
Lydia Tár es una conductora de orquesta que ha logrado un descomunal éxito en su área, convirtiéndose en una figura internacional de gran prestigio y ganadora de muchísimos premios. Sin embargo, así como disfruta de las mieles del triunfo profesional, se ve constantemente amenazada por una extraña mujer, Krista, que parece querer acercarse a ella de cualquier forma. Mientras está grabando un álbum de música clásica que supone el reto artístico más importante de su carrera, esta persona se suicida, lo que comienza a despertar rumores en su ambiente. Y conocemos que se trataba de una antigua alumna, a quien Lydia parece haberle cerrado todas las puertas en todos los lugares en donde podría trabajar. Y también que su asistente la conocía y, al parecer, eran muy amigas. Y que más mujeres obtuvieron puestos en la orquesta a cambio de favores sexuales, varias de las cuales sufrieron el mismo destino que Krista al negarse. La vida de la artista comienza a verse profundamente afectada por las acusaciones, cada vez más contundentes, mientras intenta borrar todas las pruebas que la relacionen directamente con la fallecida, aunque las decisiones de su pasado eventualmente terminen poniéndola en un punto en donde no pueda escapar de la realidad de su vida.
El director Todd Field, ausente de la pantalla grande desde Secretos íntimos en 2006, regresa con un tema de actualidad: la cancelación del público a las figuras públicas luego de descubrirse actos de abusos, acosos o conductas inapropiadas en el ámbito privado. El punto de la polémica, y el de interés en Tár, es poner el foco en un lugar distinto al de otras películas que trataron este tema, ya que aquí la protagonista es una mujer, lesbiana, exitosa, y la película está narrada desde su punto de vista, siendo la agresora (y el público) quienes ven como ese mundo se cae a pedazos. Y si el lector se pregunta si esta no es una manera peligrosa de jugar con un tema así, ya que se puede caer en la victimización o, peor aún, en la justificación de los actos del perpetuador, el realizador tiene su gran acierto en la construcción de una historia que simplemente se limita a mostrar los hechos sin emitir comentario al respecto, dejando que sean los acontecimientos de la trama los elementos suficientes para que el público pueda entender la gravedad de la situación y la posición que tienen que tomar ante lo que sucede.
Ese punto de vista del cineasta es puramente cinematográfico, ya que en vez de luchar por remarcar un mensaje, simplemente permite que fluya a través de lo que vemos en pantalla, gracias a escenas de sutiles pero poderosos significados. En una de ellas, tal vez la más evidente en lo que respecta al mensaje de la cinta y cómo lo decide reflejar para el público, vemos una clase en la que la protagonista está hablando de Bach, y discute con un estudiante, pansexual y de color, ya que el chico sostiene que, por su condición, no está interesado en “la música de un hombre blanco cis hetero”, mientras que Tár defiende que hay que mirar más allá de eso y concentrarse simplemente en la música del artista, argumento que puede ser valioso hasta que observamos la forma en la que se dice: la mujer no solo aprovecha su poder como profesora para exponer al alumno en frente a toda la clase, sino que además termina enarbolando una defensa que lo insulta. Esa escena expone tanto la ambivalencia del personaje (la validez del argumento viene acompañada de la crueldad de la persona, y una no quita a la otra) como su forma de manipular o jugar con los demás. A lo largo de las más de dos horas y media de película – que, sin embargo, no se sienten pesadas – la historia va revelando las capas de un ser que maneja patrones de control y poder que permiten que los demás sigan sus juegos y, además, puedan ser fácilmente descartables, mientras ella sigue con su vida sin problemas, razonamiento que comparten las personas que han sido expuestas por movimientos como el MeToo.
La película se mueve a un ritmo pausado, pero con una tensión creciente, mostrando de forma visual como el mundo de la protagonista se desmorona y el miedo comienza a estar presente, cada vez más cerca, de forma fantasmal o animal, llevando al drama por momentos por el camino del thriller y hasta el cine de terror. Cuenta con una fotografía interesante, que refleja el universo de su protagonista, en donde el orden y el control se ven en todos sus entornos, además de unos colores apagados que ayudan a crear una atmósfera angustiante, y está coronada con una interpretación descomunal de Cate Blanchett, actriz que dota al personaje de seducción, magnetismo y fuerza, lo necesario para entender su encanto ante los demás y los secretos que puede ocultar. Una película poderosa y que abre camino a una discusión que puede abordarse desde muchos frentes, algo que no suele verse en el cine estadounidense, y que fue recompensada con varias nominaciones al Oscar, siendo esta tal vez la más interesante de las nominadas, al menos desde lo conceptual.

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