La anécdota de Pan o Circo es sencilla, Roxy, Stella y Bello son tres artistas itinerantes que sobreviven dando funciones pueblo a pueblo con su pequeña compañía circense. En la primera escena seremos el público de una función del circo, en particular del último número, un enfrentamiento entre Stella y Bello representando dos elementos de la naturaleza: el fuego y el agua. La lucha estará pautada por la interacción con la platea, que aplaude y alienta, azuzada en forma constante por la referi-narradora que encarna Roxy. En realidad esa primera escena cumple, luego de terminado el “espectáculo”, el rol de introducir a la platea en el mundo que habitan estos personajes. Un mundo precario, en el que apenas logran sobrevivir, pero también un mundo solidario, en el que comparten sueños que, al menos en el plano de las ilusiones, trascienden la estrechez material.
Si bien hay un pliego metateatral, la totalidad del espectáculo está construido en clave de clown. Parte del equipo de Pan o Circo se formó con el director Mario Aguerre, quien trajo a nuestro país un tipo de arte escénico, aprendido en la escuela de Jacques Lecoq en París, que era casi desconocido en nuestra ciudad en los años ochenta. En los noventa Aguerre forma la Escuela de Acción Teatral Alambique, en donde, en sus palabras: “La formación era muy técnica, pero trabajamos sobre el alma. El alma del clown, lo que piensa el bufón con su mente retorcida. Que encontraran también sus lados oscuros”. Importan estas palabras para tener pistas sobre las características de los personajes de Pan o Circo. Si bien en la primera escena prima el comportamiento ingenuo y la transparencia de sentimientos (incluyendo breves e hilarantes arranques de ira de Bello), con el correr de las escenas la emoción de los personajes se irá oscureciendo.
Retomando la historia, luego de la función, y de la magra recompensa económica, el elenco del circo despierta rodeado por el agua. Un “diluvio” parece haber arrasado con la vida en el planeta y la desolación se apodera del equipo hasta la aparición de Michelle, un presentador de circo que parece encontrar explicación para los hechos y, principalmente, la solución permanente a la situación. Es en este punto en que aparece la disyuntiva del título de la obra, una disyuntiva que representa, como continúa el propio Aguerre: “dos experiencias que son antagónicas. Por un lado está el consumismo, la vida cómoda y el confort. Por otro está la vida al borde del precipicio, viendo si saltás o no saltás.”
El molde bíblico de Pan o Circo no abandona ni la referencia a las aves que son un signo de que hay vida más allá. Pero el mandato en este caso no parece ser la “reconstrucción” de la humanidad, sino el aferrarse a un confort inconducente. Ese es el debate en el que se ve envuelta la compañía circense, y esos vaivenes pautarán el espectáculo hasta el final.
Más allá de la historia, la médula de Pan o Circo es el trabajo del elenco. Es imprescindible entrar en el juego, creerle a los personajes para vivenciar la disyuntiva a la que están expuestos. Y vale señalar que el elenco hace alarde de un virtuosismo extremo. En el transcurso del espectáculos los personajes luchan, nadan (y casi se ahogan), pasan hambre y frío, se ilusionan con el futuro y se resignan frente presente. Pero todo es transmitido merced al trabajo físico y a la gestualidad, nunca mediante mecanismos “psicológicos”. Esto parece mucho más fácil escribirlo que hacer que se haga carne en un grupo de acores y actrices. Quizá la mayor señal de la capacidad del elenco sea indicar que, en las dos funciones que vimos Pan o Circo, la platea estaba integrada tanto por personas adultas como por niños y niñas. Y el registro de la actuación fue capaz, en ambas funciones, de incluir y captar la atención por igual de la platea en conjunto. Seguramente esta sea una de las virtudes de esta forma de arte escénico tan poco explorada en nuestro país (L’Arcaza quizá sea un caso excepcional). La de hablarle por igual a un público diverso.
Por último vale señalar otros dos elementos constitutivos del espectáculo. Por un lado la nariz de payasos, que con solo desaparecer de un rostro parece modificar a quienes las portan (trabajo gestual mediante por supuesto). Esa misma nariz, en el final, aparecerá como símbolo de ese salto a dar para romper con el conformismo cotidiano. Por otro lado, el carro diseñado por Valentina Gatti y construido por Eduardo Delgado es definitivamente un personaje clave de Pan o Circo. Quedan pocas funciones, no se lo pierdan.
Pan o Circo. Texto: Marcel Sawchik Monegal y Gerónimo Pizzanelli. Dirección: Mario Aguerre. Elenco: Rossana Tocoli, Verónica San Vicente, Martín Bonilla y Eduardo Delgado. Asistencia de dirección: Eduardo Delgado. Ambientación sonora: Fernando Ulivi. Diseño de luces: Andrés Guido. Diseño de escenografía: Valentina Gatti. Diseño de vestuario: Valentina Gatti y Evana Frid. Fotografía: Tania Casares. Producción y difusión: Antonella Fontanini Firpo.
Funciones: sábados 21:00 horas. Espacio Palermo (Espacio Palermo 1631).
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