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El sueño americano por Ignacio Martínez

El sueño americano por Ignacio Martínez
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La administración Trump trabaja en varios frentes. Entre otros, está haciendo grandes esfuerzos por terminar con el programa que permite que inmigrantes que llegaron a EEUU siendo niños, sean expulsados hoy a sus países de origen. Este programa (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, DACA en inglés) fue una iniciativa de Obama en el año 2012, que no pretende otorgar ciudadanía, pero sí proteger a cientos de miles de jóvenes indocumentados aún, que, de ser deportados, estarían sometidos a destinos inciertos, poniendo en riesgo, incluso, la seguridad de sus vidas. Trump quiere declararlo ilegal y dejarlo sin efecto. La Suprema Corte paró esta nefasta iniciativa votando 5 a 4 a favor de continuar con la protección para hijos de inmigrantes quienes han sido pilares fundamentales para la construcción del actual país del norte, como los mismos abuelos paternos de Trump, que eran inmigrantes alemanes.

A los jóvenes acogidos a ese programa se los llama “dreamers” (soñadores) pero seguramente ninguno contó entre sus sueños estar sometido a las presiones de un gobierno que quiere terminar literalmente con ellos.

Casi simultáneamente se produjo el asesinato de George Floyd en Minesota, como parte de una expresión racista que pareciera estar acuñada en la esencia misma de una parte de la población estadounidense. Viejas prácticas del tráfico de esclavos, del Ku Klux Klan, de prédicas religiosas principalmente evangelista de la “supremacía blanca”, están detrás de estas prácticas reiteradas.

En ese marco, dos hombres negros, Robert Fuller y Malcolm Harsch, fueron hallados ahorcados en árboles en California. Este nuevo hecho se produjo justo en medio de crecientes protestas contra el racismo a lo largo y ancho del país. La policía no tuvo vergüenza y declaró que se trataba de suicidios, pero una inspección meramente ocular, da cuenta de que no pudo ser posible, porque no se encontró ni siquiera un objeto, caja, taburete o lo que fuera, sobre el cual pararse para ejecutar la acción de ahorcamiento.

Mientras ocurrían estos desastres, expresiones de una sociedad carcomida por dentro, el corona virus campea por el país. Se están acercado a los casi dos millones de contagiados y a más de cien mil muertos por una enfermedad que fue subestimada por el mismísimo presidente, confirmando una vez más, que el país tiene un sistema sanitario desigual, basado en el mercado, en la empresa privada, donde “según cuánto tenés será cómo te atendés”.

La verdad desnuda y terrible del “sueño americano” es que en EEUU alrededor de 40 millones de personas viven en la pobreza, más de 18 millones padecen condiciones de pobreza extrema y más de 5 millones sobreviven al borde de la indigencia (Fuente BBC mundo, A. Bermúdez).

Esta realidad es, sencillamente, el resultado de un sistema basado en la gula y la avaricia de los poderosos que condenan a la miseria a cada vez más poblaciones del mundo y de los propios EEUU.

La ideología ha hecho lo suyo. Se ha inculcado la idea entre la población de que son un país siempre amenazado y que hay que defenderse de quienes los quieren atacar.

En el 2019 Trump definió un presupuesto militar para la Defensa de 716 mil millones (716.000.000.000) de dólares, 10 veces más que el destinado para la educación. (Instituto Internacional de Investigación para la Paz, de Estocolmo – SIPRI, por su acrónimo en inglés).

Ese despropósito presupuestal explica, entre otras razones, la crisis económica, política y moral, del sistema capitalista que se derrumba encima de las desgracias de la Humanidad. Al mismo tiempo, sin embargo, tiene recursos para reinventarse y procurar perdurar sobre la base de la dominación de los pueblos y la obsecuencia de gobiernos que ofician como agencias para el sometimiento, determinando la educación, aplicando políticas privatizadoras, ejerciendo la sujeción financiera y, si fuera necesario, hasta el sojuzgamiento militar. Para muchos el sueño americano no ha sido más que una pesadilla. Parecería que lo único que nos queda es despertar.

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