El Uruguay que se viene
Pasó la elección y tenemos nuevo presidente. ¿Cómo analiza el resultado del balotaje? ¿Qué expectativas tiene del nuevo gobierno? ¿Qué papel va a jugar la oposición? ¿Se avizora un futuro conflictivo? ¿Será posible implementar políticas de Estado? ¿Qué rol tendrán las organizaciones sociales?
Esperando un buen gobierno por Marcel Vaillant
Hace tiempo que me resisto a responder estas convocatorias de Voces. Un enojo que me duró más de lo debido y que ya dejé atrás. Pero esta vez claudiqué por dos motivos. El primero un reconocimiento. Muchas de las columnas habituales hechas por gente de la casa de Voces, en este mes de noviembre, tuvieron un tono y un fondo que fue muy constructivo. Básicamente orientadas a entender lo que significa la alternancia de partidos en el gobierno en una democracia republicana. Simplemente esto. El segundo motivo es la oportunidad que da este periódico plural de resumir miradas distintas en este momento tan especial para el futuro de la República. Necesitamos que este sea un buen gobierno que mantenga los logros, que reforme en los fracasos, y que gobierne hacia el perfeccionamiento en aquellos temas que no pueden ser catalogados ni de logros ni de fracasos porque mezclan elementos de ambos. No hay que fundar la Patria de nuevo es necesario tener una visión de continuidad para poder seguir avanzando.
Escribo esta nota el sábado a la tarde y no sé el resultado del ballotage. Conjeturo que mañana ganará la candidatura de Lacalle y Argimón que fue la que voté. Prefiero escribir hoy con el velo de la incertidumbre. No creo que cambie mucho mi decir si mi conjetura es incorrecta. Seguramente cambiarían mis temores que destaco al final de la nota. El resto sería más o menos lo mismo.
Fui coordinador de programa del Partido Independiente y tuve este rol en esta campaña. El Partido Independiente tuvo un fracaso electoral rotundo, pero no es el momento ni el lugar para referirme a él. Simplemente digo que los asuntos de programa han ocupado mi atención y será sobre los que centraré mi aporte.
Creo que hay cuestiones que hacen a la macroeconomía de corto plazo (política fiscal, política monetaria y política de ingresos) en donde el gobierno de la coalición multicolor deberá establecer el rumbo y la responsabilidad sobre sus resultados. Pero particularmente el sector mayoritario de la coalición que es el Partido Nacional que sin duda tiene la responsabilidad de gobierno sino exclusiva fundamental. En estas áreas el gobierno requiere tiempo para implementar el rumbo que anunció. También incluyo en esta categoría todos los asuntos referidos a la seguridad ciudadana en donde el Partido Nacional debería mostrar si la implementación de su propuesta permite alcanzar una mejora en este tema tan complejo.
En el tema de la integración social se requieren acciones urgentes. Es necesario señalar claramente que no hay ajuste de prioridades de recursos, sino reorientación de las políticas para mejorar su desempeño. Será necesario recurrir a una perspectiva amplia que permita que la coalición exprese la fortaleza de la pluralidad y que los mejores recursos humanos y las mejores propuestas avancen. La oposición del Frente Amplio debería cooperar si desea que no haya borrón y cuenta nueva, y ayudar a sostener lo que debe ser sostenido.
Por último, hay asuntos en donde no será deseable, ni en muchos casos posible, avanzar si no se consiguen consensos políticos suficientemente fuertes que incluyan a la oposición, sino a toda a parte de ella. Se requiere asegurar la continuidad de reformas en una ventana de tiempo larga. Se trata del problema político más complejo. Me refiero a todos los aspectos estructurales que están limitando nuestro desarrollo económico y social: reforma educativa; reforma del estado y de las empresas públicas con su forma de gobierno; reforma de la seguridad social; política de inserción internacional. Mencioné el consenso político como un requisito para asegurar la continuidad, pero además para vencer las resistencias corporativas que estas reformas desatan. Hay una ventaja y es que ya existe un sentido común a nivel técnico sobre el rumbo y contenido de las mismas. Alejados de los tiempos electorales es posible producir los insumos requeridos para que las reformas se inicien. Es más, muchos de esos contenidos ya están hechos o tienen un grado de avance importante.
Con honestidad debo decir que tengo dos tipos de temores sobre el futuro. Por un lado, el conjunto de acciones de gobierno que usando una terminología deportiva pueden caer en lo que se llama errores no forzados. Sus orígenes son diversos, apegarse de forma excesiva sin un análisis estricto costo beneficio a todas las promesas de campaña. En particular en las que se sustentan en motivos estrictamente ideológicos. Por ejemplo, bajar tarifas de servicios públicas antes que los fundamentos para bajarlas hayan cambiado (dependencia fiscal y eficiencia de las empresas públicas). Luego está el conjunto de medidas menores que no tienen un gran impacto, pero generan conflictividad. El gobierno debe tener presente una restricción difícil de medir, pero tan real como la disponibilidad de recursos para gastar, que es la restricción de recursos políticos. La estabilidad política es un valor en sí mismo y tiene inmediatas consecuencias económicas.
Mi segundo temor es Cabildo Abierto y en particular su líder Guido Manini Ríos ¿Cuál será su rol en el gobierno y cómo evolucionará? ¿Qué capacidad tendrá de ir adaptándose a un discurso y unas acciones alineadas con el funcionamiento de una democracia representativa y republicana? Su accionar en el mes de noviembre alientan una preocupación dado que sus discursos amenazantes y su falta de respeto al resto de los miembros de la coalición son preocupantes. La minoría mayor del país es el Frente Amplio. Seguramente la candidatura de Martínez y Villar obtendrá más del 40% de los votos, quizás bastante más. Ponerle el freno a las fuerzas que no tienen un claro compromiso democrático, o conducirlas hacia él, es tarea de todas las fuerzas democráticas. Eso no se consigue empujando a la coalición multicolor hacia la derecha sino ayudándola a mantenerse centrada.
El futuro depende de nosotros y como dijera Artigas (que no es propiedad de nadie), “nada podemos esperar sino de nosotros mismos”.
Contradicciones por Gonzalo Abella
Confieso que mi interés por el ballotage no estaba en el centro de mis preocupaciones. El piloto automático está puesto en lo económico y financiero, y la lucha contra UPM2 deberá darse en ámbitos extraparlamentarios. Lo mismo habrá que hacer por nuestros derechos amenazados. Mucho más me preocupaba el retroceso electoral de nuestra Unidad Popular, sus causas objetivas y subjetivas, la responsabilidad individual y colectiva en este retroceso. Bien: si una causa es justa, hay que volver a empezar. Siempre.
Pero la vida siempre es más rica que las predicciones y los supuestos, por más fundados que estén.
Un ingrediente nuevo es la emergencia de un partido fascista en el seno de la coalición de la derecha tradicional.
El fascismo no es necesariamente su variante nazi, sino un fenómeno más general. Como lo explicara en su momento la Tercera Internacional, el fascismo es la organización vertical cuyo fin último es la dictadura terrorista del capital. Esta estructura militarizada o miliar se desarrolla a veces escondida tras una fachada constitucionalista. En su fase de ascenso usa la demagogia, que ante nuestro pueblo es el disfraz recurrente de un falso artiguismo.
Hoy el fascismo está en ascenso en el seno de sectores pobres y desesperanzados, pero tiene un límite: por ahora, al imperialismo le sirve más la “ejemplar” alternancia entre a derecha clásica y la izquierda domesticada. Ésta, dócil y servil ante las Trasnacionales, resurge siempre de su desprestigio con renovados y falsos rastrillos críticos.
Por otra parte, la coalición de derecha necesita electoralmente al partido fascista, pero le complica el programa. Un fascista no es totalmente neoliberal; aun sirviendo al mismo amo extranjero, a las mismas empresas trasnacionales, el fascismo quiere actuar directamente y no entregar el transporte y las comunicaciones a civiles privados en los que no confía.
El pasado domingo disminuyó el voto en blanco y anulado y creció el FA. Manini no había dicho nada nuevo, pero el mismo oficialismo que siempre temió enfrentarlo, porque tiene cola de paja, se jugó a mostrarlo por esta vez en su verdadera naturaleza.
La gente que volvió a votar FA para alinear contra el fascismo nos da una señal alentadora. No digo que haya hecho bien, porque la cúpula del FA, a diferencia de su esforzada militancia, no tiene agallas para hacer lo que hay que hacer. Pero es tiempo de pensar en alianzas populares nuevas y más amplias en todos los planos.
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Hasta el 24 pasado —y poco antes del cierre de las mesas electorales— todo hacía pensar que el análisis sería otro, dado que las empresas que consultan sistemáticamente a la opinión pública, daban como ganador por amplio margen a Luis Lacalle Pou al frente de la “Coalición Multicolor”.
Sin embargo, estuvimos que esperar hasta media noche para saber que la diferencia entre ambos candidatos es menor que la cantidad de votos observados.
Este dato es tan relevante que todos acataron los resultados y optaron por esperar el escrutinio definitivo y la conclusión de la Corte Electoral.
De todas maneras, estadísticamente Lacalle Pou es el ganador y el próximo primero de marzo asumirá como Presidente de la República. No cabe duda.
El Frente Amplio, fortalecido por el resultado final, estará más obligado que nunca a ser una oposición responsable. Condiciones y experiencia tiene.
Los conflictos son parte de la vida normal de una sociedad democrática. Y la calidad de su expresión está directamente vinculada a la solidez y maduración del sistema político, de sus instituciones y de los sindicatos. Con estos elementos concretos, es dable esperar diálogo, propuestas viables y pujas civilizadas.
Si el nuevo gobierno no intenta dar marcha atrás en las conquistas sociales y de derechos, no veo la razón de mayores inconvenientes. La única amenaza que tenemos todos es la crisis mundial provocada por la guerra económica entre los EE.UU y China, y el avance en muchos países de movimientos y gobiernos que sustentan ideas nazi-facistas.
Por supuesto que dable esperar acuerdos en políticas de Estado; algunas tendrán que continuarlas: infraestructura, energía y promoción de inversiones. Otras habrá que debatirlas: educación y seguridad pública.
Lo importante es que el próximo gobierno administrará a un país valorado por su calidad democrática, por su trasparencia y por su economía por muchos organismos internacionales y por publicaciones especializadas y de prestigio. El desafío está en cómo seguir creciendo con equidad y, a su vez, disminuyendo el déficit fiscal.
Las plataformas de gobierno suelen tender a simplificar las soluciones. Solo la práctica de gobernar nos mostrará la capacidad de los protagonistas.
Justicia “divina”… por Jorge Pasculli
Para los frenteamplistas fue una noche histórica, inolvidable. De justicia “divina”. Como la noche del plebiscito del 80, o la del voto en blanco en el 82. ¿Cómo fue que se dio así? ¿Cómo las encuestas daban tanta diferencia? Desde la coalición multicolor ya en la tarde hablaban de más de diez puntos de diferencia. Cada cual tendrá sus interpretaciones. El video de Manini parece haber dado un empujoncito a varios. Pero para mí las causas son más profundas y complejas. Más a “la uruguaya”.
Ya habíamos tenido, desde las internas, ejemplos de “corridas” a último momento, “en esta era de Internet…” Ejemplos: el fenómeno Sartori y el traspasamiento a último momento de votos de Larrañaga a Lacalle, y de otros también, para evitar que ganase el recién llegado con billetera. Hubo corrida hacia Manini y hubo corrida de Talvi a Sanguinetti. Todo con un 60% que no quiso votar a nadie.
En la primera vuelta, a mi sentir, hubo corrida de votos indecisos del FA hacia otros sectores. ¿La razón? Los últimos días la levantada del FA fue impresionante, hubo muchos dirigentes y militancia que centrándose en lo que pasaba en Montevideo, cantaron victoria anticipada y hasta algunos con mayoría parlamentaria. Conclusión: mucha gente corrió hacia enfrente. Muchos no querían que ganase el FA por cuarta vez y menos con mayoría parlamentaria de nuevo.
En este balotaje ocurrió lo mismo pero al revés. Parecía que la victoria coalicionista era imparable y cada vez con más margen. ¿Victoria arrasante y con mayoría parlamentaria? “Tampoco para este otro lado queremos eso”, parece que dijeron varios. Y calladitos la boca pusieron el voto: “en el cuarto oscuro mando yo”. Ese efecto “vaivén” para mí fue fundamental. Como no querer supremacías absolutas ni para un lado ni para otro. Es que tampoco era justo que se diera una supremacía arrolladora contra el FA. No era justo ni real ni práctico. Por lo menos para los frenteamplistas y algunos más. ¿Cuánto se podría achicar en el mejor de los casos? Nadie lo podía saber. Porque para los “indecisos” era un voto secreto, personal, reflexionado, sopesado, cambiado hasta más de una vez y hasta en el último momento, por lo que no entraban esos votos en las encuestas. “El uruguayo es el animal más peligroso en un cuarto secreto”, expresó el Cr. Volonté hace ya tiempo. Y fue así, una vez más. Íntimamente tenía la esperanza que la abrumadora “situación” que se presentaba generara una reacción en contrario. Pero sabía que sonaba más a deseo que a mediciones concretas. Tampoco ayudó mucho la campaña del FA. Lo que sí me conmovió fue la reacción de los frenteamplistas. De mil maneras diferentes miles de “mamados” salieron a despertar al resto. Fue un triunfo de la militancia: “aquí estamos y aquí estaremos porque esto dura toda la vida”. “Ganamos, perdemos, al FA lo queremos”, parecía que querían decir. Porque estaba claro que no se estaba luchando por una fuerza perfecta, sino por todo lo que se había entregado, en estos 15 años, en los 50 de vida y por todo lo que restaba por hacer. Más allá de “errores”, no era justo ni bueno perder por paliza, como vaticinaban. Mucho más cuando lo que había enfrente era –fundamentalmente- sacarnos como sea y “después vemos”. Con todo derecho a que así fuera, pero lo nuestro no había estado “tan mal” y “que se van, se van…”, como se cansaron de vociferarlo durante años. Mucha gente fue “juntando reflexiones” en silencio. Además, la semana última muchas declaraciones de dirigentes frenteamplistas fueron claros en expresar que aceptaríamos la derrota si se daba lo que muchos ya daban por cierto y que no haríamos una oposición salvaje. Para muchos veteranos amigos, enojados o desencantados, que habían votado fuera del FA en la primea vuelta, esa aceptación de una posible derrota, fue clave. Una cosa era una disputa peleada y otra que efectivamente se iban unos por goleada pero llegaban otros de los cuales no estaban muy seguros. Todos los que conozco –y que no eran pocos- votaron ahora al FA. “¿Con mi voto ser parte de ese “cambio” y de esa manera? No, de ninguna forma.”
Llegado el domingo, sólo faltaba conocer por cuánta diferencia el FA era desalojado del gobierno. Y allí, otra vez, la ciudadanía votó por sí misma, ejerciendo el libre albedrío de decidir a su leal sentir y entender, sin importar las encuestas y la “sensación atmosférica” imperante. Y puso “las cosas en su sitio”: la pelota no es de nadie, habrá partido once contra once, los dos cuadros con amarilla, y saca la coalición multicolor.
El futuro está en manos de todos. El desafío está planteado. Creo que todos tenemos motivos reales para estar contentos. Orgullosos de la convivencia que venimos construyendo. Esperanzados en que la realidad latinoamericana, y hasta mundial, nos haga valorar mucho más lo que tenemos. Y a luchar por ello. Humildemente, pero orgullosos de ser uruguayos.
El termómetro desde el interior por Pablo Díaz
El sábado 23 de noviembre observando las redes sociales encuentro publicaciones de profesionales profetizando que “si gana la coalición, el día que asuma el candidato, vamos a ver lamentablemente en la capital…los mismos desórdenes sociales que se han visto en toda Latinoamérica” y que “el tema de reprimir esta posible explosión social estaría a cargo de la Policía Republicana…Si bien hay una unidad muy bien preparada de contra terrorismo, que podría ser la punta de lanza, para proteger las instituciones. Han sido entrenados en Krav Maga y han tenido encuentros de entrenamientos con una unidad del ejército israelí en Uruguay”.
Pensando en eso, el domingo 24 de noviembre observé tres ómnibus de Fuerzas Especiales de la Guardia Republicana estacionadas en Paso de los Toros, pero sin que los “entrenados” realizaran demostraciones del “sistema oficial de lucha y defensa personal israelí” en las inmediaciones de UPM2 el día del ballotage.
Al otro día, salió desde San Gregorio de Polanco (dónde el domingo se encontraron listas dañadas) el ómnibus habitual de las 6 con rumbo a Rivera.
Antes de pasar por la capital de Tacuarembó en el camino van subiendo pasajeros de tres o cuatro pequeñas localidades del interior departamental. Es habitual quedar de pie mientras algunos policías vienen dormidos ocupando el asiento que no abonan.
Este lunes 25 de noviembre a las 7 de la mañana fui testigo de que uno de los policías dormidos se despertó en esa línea, y desplazó a un vecino de barba y gorra, diciendo que le iba a dar el asiento “primero a las damas”, a lo que el vecino le contestó: “está bien, porque muchas veces los policías se hacen los dormidos”, a lo que el uniformado le dijo con tono autoritario: “bueno respete. Ahora parece que se viene un poco de respeto”.
Así amanecimos al norte del Rio Negro, con ese ambiente espeso donde algunos profesionales aparecen fascinados por el “orden”, pero también donde algunos obreros pierden el (excesivo) respeto con el policía, y donde éstos también se sienten envalentonados porque “parece” que se viene un cambio. Mientras que los entrenados en “anti-terrorismo” no encuentran con quien seguir entrenando.
Lo poco que dice “el diario del lunes” en el interior es que el país está dividido: la metrópolis abrazada al gobierno y el resto no. Agudizando las contradicciones del Frente Amplio, más allá de la discusión ideológica de si es o no es izquierda (o si lo es apenas simbólicamente), pero que para el interior es “izquierda” con varios adjetivos. Y reafirmando el voto castigo del interior hacia Montevideo. Capital nacional que es sinónimo de esa “izquierda” en el imaginario popular más allá del Santa Lucía.
Recordemos, que en este resultado final cumplieron un papel central los 50.000 auto convocados en Durazno del 23 de enero de 2018, que representaron el sentir del interior durante casi dos años. Porque no solo trataban de representar a todo “el campo”, sino que ampliaron la base de su integración hacia empresarios de otros sectores, transportistas y comerciantes del interior del país y definieron un grupo de interlocutores propios que acompañarían la participación de las gremiales tradicionales del sector en las mesas de diálogo creadas por el gobierno para atender sus reclamos. Fue la novedosa fuerza social que atravesó el país de punta a punta, y que en su última movilización hacia Montevideo (setiembre de 2019) se sintió “ninguneada” por una “izquierda” que, si bien retiró el monolito plantado por Un Solo Uruguay, no pudo sacarse esa piedra del zapato.
Por eso sin revanchismos, sería necesaria para el Frente Amplio una crítica del triunfalismo expresado por el Presidente de la República, cuando a la salida del “Consejo de Ministros del Gobierno de Cercanía” en Pueblo Centenario (frente a Paso de los Toros) saluda a la movilización del USU con la señal de la V de la Victoria en el mes de febrero, confirmando que el conflicto se va a dirimir en las urnas. Porque ¿serán las urnas las que solucionarán muchos de los problemas del interior que además de históricos, son coyunturalmente más graves?
Bien sabemos que en el mundo simbólico de los mensajes electorales todas estas armas se utilizan por ambas partes… pero tengamos en cuenta que despiertan revanchismos.
El Uruguay de las dos mitades por Gonzalo Perera
En 1994, los resultados electorales mostraron un Uruguay dividido en tercios, correspondientes al electorado colorado, blanco y frenteamplista. Si la primera vuelta de octubre deja seguramente varios mensajes a tomar muy seriamente en cuenta, los resultados de la segunda vuelta dejan un mensaje sobresaliente: El Uruguay está casi perfectamente partido al medio. Hurgar en las razones de esa división casi exacta, sería una pretensión desmedida. Inciden factores demográficos, socioeconómicos, de cultura política, hay voluntad de castigar, hay agrupamientos que no son afirmación de nada sino fruto del rechazo a otros, etc. y pretender dilucidar como interactúan todos estos elementos tan “en caliente” seria franca soberbia.
Lo que no puede esperar es la respuesta a una pregunta muy simple: ¿Y ahora qué hacemos, ¿cómo funciona este país tan parejamente dividido en dos mitades? Si bien la legitimidad de quien gana la presidencia (así sea por un voto) en Uruguay, afortunadamente, no se discute, queda claro que no es momento para liderazgos confrontativos.
Para ser claros, Lacalle Pou, por sus compromisos contraídos y convicciones personales, podría llevar adelante el programa de su construcción “multicolor”, que mientras se mantenga unida (cosa nada simple de asegurar) le da respaldo parlamentario. Pero eso implica altas chances de enfrentamientos importantes con medio Uruguay. Lacalle tampoco puede renunciar al mandato de su propio votante, por lo que la alternativa más lógica, desde su lugar, sería intentar trascender su mitad, buscar algunos grandes acuerdos puntuales que unifiquen a la inmensa mayoría de los uruguayos, y, ante los disensos o conflictos, ser moderado y prudente
Pero también es cierto que Uruguay no tiene muchas felices experiencias en acuerdos amplios y que buscarlos puede ser tarea muy ardua. No solo porque desde la otra parte puede no haber eco o puede no hallarse los términos de acuerdos razonables para ambas mitades, sino incluso por disgustos internos: los sectores o intereses que Lacalle representa no pretenden el beneficio general, precisamente. Mero ejemplo: atender las demandas de los sectores agroexportadores en materia de paridad cambiaria es difícil de conciliar con que los precios internos de bienes y servicios no suban excesivamente.
Lo único indudable es que Uruguay tiene por delante cinco años de un desafío muy grande e inusual. Donde o logra cierto nivel de acuerdos y equilibrios muy consensuales como jamas logró (ese es mi deseo), o, como ya ha pasado, se sumerge en la conflictividad social y política, o incluso en algún tipo de franca crisis (ese es mi temor).
El renacer y el desconcierto por José Manuel Quijano
La segunda vuelta del 24 de noviembre recolocó a los principales actores políticos y los regresó a su lugar primigenio, luego de una primera instancia, un mes atrás, que había dejado al FA en casi lánguida agonía y a la oposición (cinco partidos unidos) en lo que parecía marcha triunfal hacia el éxito arrebatador en noviembre. El FA se recompuso hasta cierto punto y la coalición variopinta mostró, de partida, una desconcertante anomalía.
No es posible pasar por alto las palabras de Guido Manini a los soldados y el editorial del Centro Militar divulgado por la revista Nación. Este último parece un documento con telarañas, exhumado de la dictadura, tanto por el tono como por sus modismos y amenazas. No vale agregar nada más. Pero las palabras de Manini son, sin duda, un documento único en la historia democrática del Uruguay.
Se trata de un ex comandante en jefe del ejército (cargo que ocupó por largos año) que lanzado ahora a la política se dirige a sus antiguos subalternos, funcionarios del Estado sometidos hasta hace poco a su disciplina militar, y les indica a quién no deben votar y, por tanto, en una historia de dos donde el jerarca es la otra parte, que lo deben votar a él. No pudo el excomandante en jefe actuar con más desacierto.
El FA tomó oxígeno en los días previos a la segunda vuelta por varias causas: el “puerta a puerta”, la aceleración de giras, quizá el debate Martinez/Lacalle y el posterior (menos difundido) entre Andrade y Gandini. Por otra parte, es difícil dilucidar cuanto influyeron en los indecisos los dos exabruptos de origen castrense mencionados antes. Se podrá discutir largo sobre el punto.
Pero algunos creemos que el texto del Centro Militar y la arenga de Manini fueron hechos graves y significativos, tanto por su contenido como por sus efectos, y que, en muy poco tiempo, agregaron al FA entre 3% y 4% que, antes del desbarro, se inclinaban a votar en blanco o anulado. Y por otra parte la diferencia entre la sumatoria de los cinco socios de la coalición en primera vuelta y los votos obtenidos por Lacalle en la segunda sugiere que una cantidad muy apreciable no habría seguido la indicación militar.
Los resultados del domingo 24 desmienten que el 60% de la población se incline en contra del FA y por “el cambio” que supuestamente simboliza la oposición. Muestran un país dividido por mitades y donde ninguna de las partes alcanza el 50%. El nuevo gobierno, si actúa unido (lo cual está por verse durante los próximos cinco años), tendrá mayoría parlamentaria pero la otra mitad del país no podrá ser ignorada para gestionar la agenda social y para impulsar reformas fundamentales.
¿Se puede reformar la educación o la seguridad social sin tomar en cuenta el 48% opositor? ¿Es posible impulsar una política seria y persistente en materia de seguridad dejando de lado a esa oposición? Un gran gesto de madurez que me pareció percibir en los discursos de la noche del 24, tanto en el de Martinez como en el de Lacalle, fue la convocatoria a unir, a juntar, a aproximar a las dos mitades, sin cuya confluencia lo más probable es el desorden y el naufragio.
El principal reto del nuevo gobierno es fijar con altura, claridad y rapidez sus objetivos – de gestión y de reforma – y mantener unidos, votando con algo que se aproxime a la “disciplina partidaria”, a los partidos que integran la coalición, particularmente a los tres que conforman esa mayoría. Es deseable que los desplantes sectoriales y los revanchismos llenos de añoranza dictatorial no aparezcan ni por asomo, y si asoman que sean condenados y descartados por los propios socios de coalición.
El principal reto del FA, en camino a su recomposición, es mantener las intendencias de Montevideo y Canelones y recuperar alguna del litoral; prepararse para debatir con seriedad y fundamento, destinando para ellos a sus mejores cuadros, las reformas que proponga el nuevo gobierno así como proponer, cuando corresponda, sus soluciones; y modernizarse manteniendo su condición de partido fuertemente apegado a la democracia representativa pero también practicante, de manera integral, de la efectiva democracia representativa interna.
Nada de especular con que al próximo gobierno le vaya mal (cualquiera sea el vaticinio que cada uno guarde en su fuero interno). Apuntar y contribuir en lo posible, sin perder el perfil propio, a que las cosas salgan bien y que los costos que habrá que pagar (casi siempre hay que pagar costos y lidiar con ello es el principal aprendizaje en una democracia sólida, moderna) sean mínimos. Sobre esa base, hay que poner todo el énfasis en escapar de “la trampa de los ingresos medios” que tiene amordazada a la mayoría de los países de la región.
El hastío con los pecados del FA por Oscar Licandro
El resultado del balotaje expresa una voluntad popular de cambio, asociada a factores corrientes en cualquier democracia: el desgaste natural de todo gobierno, su dificultad para resolver problemas críticos para la gente, promesas incumplidas, eventos de corrupción, etc. Pero, en este caso, ese resultado expresa también (y fundamentalmente) el hastío de amplios sectores de la población con dos grandes pecados del FA. El primero: haberse apropiado del Estado, de la cultura, de la educación y la salud públicas, entre otros bienes comunes, administrándolos como si fueran sus dueños, favoreciendo intereses particulares y corporativos de dirigentes, familiares y amigos. El segundo: la intolerancia, la soberbia y el desprecio con el que trataron a todos quienes expresaron voces diferentes en el terreno de la política, la educación, la cultura, la actividad económica, la prensa; también, la estigmatización permanente del otro y la división del país en buenos (el FA) y malos (los otros). Este FA de verdades únicas, de una pretendida superioridad moral, dogmático, soberbio, intolerante y autoritario fue incapaz de interpretar los cientos de señales de alerta sobre sus errores y horrores. Sus dirigentes nunca entendieron que llegaron al gobierno con votos prestados por miles de uruguayos que no son frentistas Y creyeron que los tendrían para siempre (a no engañarse con las cifras del domingo y olvidar las de octubre).
¿Qué se puede esperar del nuevo gobierno? Los partidos fundacionales se han renovado. Sus nuevos líderes modificaron su agenda de prioridades (ej: la centralidad de la educación), introdujeron perspectivas modernas sobre los problemas sociales (ej: el enfoque de Lacalle Pou sobre políticas sociales basado en el empoderamiento de las personas) y los ubicaron en el centro del espectro ideológico, donde reside la amplia mayoría del electorado. Lejos de las recetas neoliberales y de la ortodoxia neoclásica (¡cuánto se ha ufanado Astori de sus equilibrios macro-económicos y consolidaciones fiscales!) sus propuestas económicas se centran en el fomento de la actividad productiva y la creación de empleo. Quienes conocemos personalmente a Lacalle Pou sabemos que: 1) sus fuertes convicciones éticas lo llevarán a dar lucha sin cuartel a la corrupción; 2) su idea de la actividad política como servicio a los ciudadanos se materializará en un uso responsable de los dineros públicos; 3) su sentido de la justicia social se traducirá en acciones potentes para crear igualdad de oportunidades y para asegurar los derechos de los más vulnerables y 4) sus convicciones republicanas y democráticas garantizan un gobierno de diálogo, respetuoso y tolerante. La mitad de los uruguayos ya lo entendieron y confiaron. Algunos lo entendieron, pero no se animaron a confiar. Del nuevo gobierno podemos esperar cosas que esos uruguayos ya vieron: inteligencia y compromiso para resolver los grandes problemas del país, gestión responsable de los dineros públicos, coraje para enfrentar la corrupción, respeto y tolerancia hacia quienes piensen distinto.
De la oposición (el FA) no sé lo que se puede esperar. Pero sí sé lo que debería hacer: actuar con responsabilidad y jugar limpio, hacer autocrítica, sacarse de encima a los inmorales, darse un baño de humildad y prepararse para competir con dignidad en 2024 (las últimas semanas de Martínez y el no reconocer la derrota el domingo están en las antípodas de la dignidad republicana).
Emociones intergeneracionales por Julio A. Louis
Quien me haya leído u oído, sabe mis críticas conceptuales a la dirigencia del Frente Amplio. Y también de mi trayectoria militante -con aciertos y errores- durante sesenta y cinco años. Y lo fundamental, la reflexión (que no es solo mía) que la vida es una mixtura de razón y pasión. Con esas nociones podrá entender estas breves líneas.
En la mañana siguiente a las elecciones nacionales de octubre, al ingresar a una panadería una señora que me precedía saludó a los presentes con el clásico “buenos días”. Una de las empleadas respondió “buenos días” y agregó “si es que se puede decir buenos días”.
Retirada dicha señora, le dije a quien así había contestado: “creo haberte entendido, te referías al resultado electoral”. Y así se inició una conversación entre ella, otro funcionario joven y yo. En el intercambio expuse que había estado torturado físicamente en los cuarteles y después síquicamente diez años en el Penal de Libertad.
Sin conocernos tan siquiera de nombre, el lunes 25 volví temprano a dicha panadería. Nos saludamos, ella estaba sentada con ese funcionario y dos compañeras más- y el hombre me dijo “marchamos” y sin más ella me dijo “mirá te voy a dar un beso”. Se paró, besó y abrazó con fuerza, y nos emocionamos los dos, y sospecho que todos los presentes. En ese momento, más que por la razón, comprendí que la pasión del pueblo humilde con un mínimo de conciencia de clase y fraternidad, trasciende a las generaciones y augura que este pueblo sabrá sobreponerse, por más embestida baguala que haya, sea al estilo de Bolsonaro, Macri o Piñera.
Este hecho reafirmó lo visto minutos antes: una señora de muchos años y de raza negra se paseaba por la calle orgullosamente con una bandera del Frente que le colgaba de los hombros y le cubría casi todo el cuerpo. Y otro, tal vez más expresivo: Manfried, viejo compañero del pequeño Movimiento Marxista que integramos y que también padeció diez años de cárcel, a consecuencia de las torturas recibidas, vive entre la cama y una silla de ruedas a la que accede gracias al esfuerzo de familiares, no oye y casi no ve, pero insistió y hubo que llevarlo a votar.
Con esta “mitad de pueblo” -el más consciente, más allá de sus múltiples limitaciones- con el aporte de las experiencias de los viejos militantes y la pasión y razón de las nuevas generaciones, en nuestro Uruguay como en toda Nuestra América, todo será posible. ¡A redoblar, compañeros!
La mañana siguiente por Marcel Lhermitte
Es bastante común hoy en los últimos años leer notas en la prensa internacional que hablan sobre Uruguay, fundamentalmente a partir del gobierno de Pepe Mujica. El pequeño país en el mundo que aprobó el matrimonio igualitario, el que despenalizó el aborto, el que legalizó la marihuana, el que avanzó en derechos, el que aprobó la jornada de 8 horas para los trabajadores rurales y reguló el trabajo de las empleadas domésticas, entre otras cosas. Uruguay el ejemplo regional y el mito del paraíso terrenal.
Un amigo chileno me preguntó “¿por qué van a cambiar si son todo lo que queremos ser? Hasta educación pública y gratuita tienen”. Pues bien, es difícil de explicar. No existe una única razón. El desgaste de quince años de gobierno, el relato que instaló la oposición de una presunta crisis que no es tal, la inseguridad ciudadana –que, si bien no se compara con la situación delictiva de los demás países de la región, para los uruguayos es alta–, la falta de relato de gobierno y, desde mi punto de vista, algunos errores de campaña electoral, entre otros factores que pueden enumerarse.
Todos estos elementos y otros tantos seguramente formarán parte de la evaluación electoral que haga la dirigencia frenteamplista, así como también estará arriba de la mesa el crecimiento de votos inesperado de las últimas horas que llevó circunstancialmente a un empate técnico entre las fórmulas.
Este sorpresivo apoyo ciudadano posiblemente se dio producto del miedo infundido desde actores políticos vinculados a los ultraderechistas de Cabildo Abierto o al ruido de sables que desplegaron los nostálgicos gorilas de antaño. Pero también gracias a la militancia frenteamplista que salió a la calle a pelear, voto a voto, en defensa de los derechos y los logros alcanzados en las administraciones progresistas.
En la noche del domingo el Frente Amplio perdió el gobierno nacional, pero parafraseando al general Liber Seregni, es momento de pensar en la mañana siguiente. El período electoral uruguayo tiene una duración de casi un año. Comenzó en junio de 2019, con las elecciones internas, en octubre fueron las legislativas y presidenciales y en noviembre el balotaje. En mayo terminará el ciclo, con las elecciones departamentales.
La coalición multicolor ganó en 17 de los 19 departamentos en el balotaje. Solo en Montevideo y Canelones logró triunfar el Frente Amplio. En cambio, en la primera vuelta las fuerzas progresistas habían ganado en nueve, el Partido Nacional en otras nueve y la restante fue para los Colorados.
Las elecciones departamentales históricamente están en el debe para la coalición de izquierda, que mantiene desde hace 30 años su reducto en la capital, pero –más allá de Canelones–, no logra crecer en el interior del país. La mañana siguiente será mayo. La mañana siguiente es la oportunidad que nace en el horizonte electoral del Frente Amplio. Ya amanece la mañana siguiente.
Una nueva forma de acumulación por Roberto Elissalde
Puesta ante la alternativa de dos modelos de país, casi la mitad de la población eligió la fórmula del Frente Amplio, que representaba una apuesta al desarrollo balanceado entre derechos sociales, crecimiento económico y una participación del Estado que sea reflejo de la voluntad popular.
Casi 15 años de gobierno nacional, con sus aciertos y sus errores (que fueron muchos y algunos de ellos graves), el FA demuestra tener un piso de 40% de la voluntad popular y casi un 50% de preferencias por su modelo.
Pero las elecciones las ganó Luis Lacalle y una coalición increíble controlará el Poder Ejecutivo los próximos 5 años. La llave de la coalición la tendrán los tres senadores del partido militar Cabildo Abierto (CA). Los partidos Nacional y Colorado ya tuvieron al final de la campaña una muestra de hacia dónde puede llevarlos una alianza estable con CA y hacia dónde puede derivar el país.
El FA debe aprovechar este tiempo para darle expresión a esa mitad del país que quiere crecimiento en equidad con respeto a los derechos de todos: debe ganar intendencias y municipios en todo el país con una línea de generosidad interna y de flexibilidad táctica que hasta ahora no ha mostrado.
Debe aprovechar además para dar una expresión a la estructura del FA que sea acorde a las prácticas sociales del siglo XXI. La espontaneidad, la energía y la capacidad de sus militantes fue puesta a prueba en noviembre y el resultado fue excelente: de una paliza electoral previsible se llegó a un resultado casi espectacular. Pero fueron los frenteamplistas, uno a uno quienes lo lograron, no la actual estructura formal. Tal vez el año 2021, al llegar nuestra coalición al medio siglo, sea el año para redefinir el acuerdo político y preparar la organización a los desafíos de gobernar nuevamente a partir de 2025.
Pero el mayor de los aprendizajes vendrá por el relacionamiento con el nuevo gobierno. El FA podría optar por dejar todo en manos de la coalición increíble y dejar que se muestren sus contradicciones, que se desarmen logros y conquistas y limitarse a señalar a la población los efectos de un gobierno neoliberal y volcado a la derecha. Pero este no es el único camino.
El FA puede también ofrecer gobernabilidad al Ejecutivo evitando que éste caiga en los extremos ideológicos de Cabildo. La tarea de aislar a la derecha cavernaria y militarista puede exigir compromisos con el gobierno que sean para beneficio del país.
Este camino exigiría un enorme esfuerzo para el FA, que se acostumbró tanto a ser oposición (durante casi 35 años) como gobierno (durante 15), pero que no ha tenido la oportunidad de presentarse como articulador entre ese 47,5% de la población que en noviembre eligió un país con desarrollo equitativo y ese 48,7% que decidió apostar a una opción que prometía seguridad y buena gestión.
Es un camino inédito, pero es el único que minimiza los riesgos de deriva derechista, que permite tener una luz de esperanza para que lo conquistado no se derrumbe y que ilumina la esperanza de un nuevo ciclo progresista a partir de 2025.
No me llegó hasta mí el desencanto por Fernando Pereira
Los pronósticos son raros, inexplicables, y muchas veces erráticos. Algunos llegaron a decir que no valía la pena hacer las pencas tradicionales, porque la diferencia era tan gigantesca que significaba perder el tiempo.
Las encuentras plantearon diferencias determinantes, lo que pronosticaba un desenlace predecible. El Fito Garcé nos decía que la chance de que Martínez fuera presidente tendían a cero, y esto no era real.
Hay que poder entender que la gente procesa de mil formas diferentes el acontecer ciudadano, los dolores, las ausencias, las inseguridades. Pero también hay un pueblo que se moviliza, que juega un papel determinante, que no se da por derrotado, que habla con el vecino, el amigo. Da los elementos que tiene para conversar sin muros levantados.
Ayer no se vio tan grande ese desencanto, después de 15 años, el candidato Martínez llegó a un 1.139.353 votos, apenas 28.666 votos menos que Lacalle Pou, indica que los analistas de los estados de ánimo no acertaron, fallaron y eso debe suponer una autocrítica.
Habría que analizar con detenimiento que cosas sucedieron. También pensar con detenimiento cuál es el mapa político que queda, cuanta dependencia de Manini va a tener esa coalición multicolor, y cuál va a ser el posicionamiento a la luz de las últimas apariciones suyas y de miembros de su partido.
Nuestra actitud siempre va a ser la del diálogo y la negociación, pero también levantando la bandera de los derechos conquistados, esa campaña que tanta crítica nos costó, pero que colocó a la negociación colectiva, al empleo y a la defensa de las empresas públicas en el centro de nuestras demandas.
Y con esas banderas y esos objetivos, luchar por el país productivo con justicia social y desarrollo democrático. Como bien decía Wilson “al país todo, al Gobierno lo que se merezca”, frase recordada por Lacalle Pou al final de la campaña de 2014.
Por último, siempre respetar el resultado, nunca sembrar la duda sobre los mismos. Eso implica siempre tener la responsabilidad de aceptar todos los resultados y el mapa político que se haya dibujado.
Esa responsabilidad hay que tenerla siempre, y no andar sembrando dudas antes de las elecciones por estados de ánimo circunstánciales. Las manifestaciones previas a las elecciones por parte del senador electo Guido Manini Ríos y el durísimo editorial de la revista Nación merecen posiciones condenatorias contundentes de todo el sistema político y social.
Parecería ser que la gente reclamaba algunos cambios, pero no clamaba por una alternancia de cinco partidos, que apenas pudo superar al oficialismo. Queda mucha tela para cortar, pero el pueblo uruguayo otra vez estuvo a la altura de la circunstancia.
La (saludable) rotación de los partidos por Juan Grompone
La sociedad capitalista no se suicida. Su estructura política refleja la estructura social: el equilibrio entre las empresas y los trabajadores. Las izquierdas y derechas no son sino una imagen más de las clases sociales. De acuerdo con esto, las izquierdas defienden y propician las conquistas sociales y los derechos de los trabajadores; por el contrario, las derechas favorecen y propician el desarrollo económico y a las empresas. En la medida que el capitalismo se desarrolla, también se desarrolla este reflejo social.
Con el desarrollo de la sociedad capitalista las fuerzas de izquierda y de derecha se equilibran para lograr una sociedad estable. Esto se logra porque los propietarios de los medios de producción, que son una minoría, realizan alianzas con (parte de) las clases medias y sectores de trabajadores para logran igualar a la masa de trabajadores asalariados y parte de las clases medias.
Para que la sociedad capitalista sea estable es necesario que los partidos de izquierda y derecha se alternen el poder. Un largo período de gobierno de izquierda genera bienestar social pero suele resentirse, en consecuencia, la economía. Un largo período de gobierno de derecha genera una economía próspera pero se resiente el bienestar social y crece el descontento. Esta forma de la lucha de clases balancea el reparto del excedente generado por la sociedad.
Si existen ciclos en la economía capitalista, es natural que estos ciclos se propaguen al edificio ideológico y, por lo tanto, actúen en la política. Se puede expresar esta idea de la siguiente forma. Supongamos que existe una crisis. En la próxima elección la ciudadanía responsabiliza de los efectos de la crisis al partido de gobierno y esto provoca que la elección la gane la oposición. Una década después (o algo más) volverá a ocurrir lo mismo y la elección cambiará el partido ganador. Las elecciones no premian o castigan al gobierno, defienden la integridad de la sociedad capitalista.
En Uruguay no hay dos modelos de país, hay un capitalismo en vías de desarrollo. Los tres gobiernos del Frente Amplio aumentaron el ingreso real de los trabajadores, impulsaron una nueva agenda de derechos, combatieron la pobreza y la indigencia. Actuaron como se espera de una fuerza de izquierda. Al mismo tiempo las empresas ganaban cada vez menos, tenían más obligaciones y comenzó el desempleo y las quiebras, tal como ocurre con gobiernos de izquierda. Se agregaron efectos laterales indeseables: el déficit fiscal, el aumento de la deuda externa, el estancamiento (y retroceso) de la educación y la crisis de la seguridad pública. Por todo eso era necesaria la rotación.
La única sorpresa fue el error de las encuestadoras de opinión que detectaron el cambio, pero no lo midieron correctamente.
Los muertos que vos matáis II por Ramón Rodríguez Puppo
No se “murieron” pero seguramente los disperséis -en la oposición- por un quinquenio.
En mi columna anterior y posterior a las elecciones de octubre me referí a que en política “nadie está muerto hasta que muere” y nunca imaginé que ese artículo valdría tanto 48 horas después del Balotaje. Y no se trata –precisamente- de hacer valer lo “del diario del lunes”.
¿Se equivocaron las encuestadoras?
Claro que no. La mayoría de ellas tomo un registro de opinión pública promedialmente 9 o 10 días antes de las elecciones. Ofreció ese resultado 5 o 6 días antes pero no recogieron episodios y sensibilidades que se expresaron en la última semana previa a la elección. Pronosticaban 6 puntos de diferencia entre Lacalle y Martinez a favor del 1º. Y hubiera sido un resultado catastrófico para el FA. Seis puntos en Uruguay valdrían como 30 puntos en Argentina. El Uruguay hoy esta partido al medio no solo en futbol sino también en la política.
Luego de escrutados los votos observados –seguramente- Lacalle será el triunfador con un 2 por ciento aproximadamente de ventaja. Quiere decir que (nosotros) los “opinologos” deberíamos justificar esos 4 puntos adicionales que obtuvo Martinez (inesperados) y tal vez algún puntito que perdió Lacalle sobre el final.
No hay que ser muy ingenioso ni profundo para decir que el video de Manini Rios (no violó la veda) y -peor aún-el comunicado del Centro de Retirados Militares fue el disparador ideal para que el comando de campaña del Ing. Martinez armara una estrategia eficaz en pocas horas para sembrar dudas y el miedo respecto del socio “más cuestionado y cuestionable” de la Coalición Multicolor. No extrañaría pues, pensar que por allí se filtraron un par de puntos porcentuales que las encuestadoras ni soñaban con detectar horas antes. Se regaló don Guido y no se puede decir que no estuviera alertado que todo lo que él dijera iba a ser usado en su contra. Era tan obvio que hasta dudas ha sembrado en sus socios de la coalición una vez más.
Pero no solo por Manini se conquistaron votos no detectados antes por las empresas. El voto del exterior tampoco había sido auscultado en los estudios de opinión. Se estima que impacto no menos de un 1. 5 por ciento en más para el Ingeniero.
Y por si fuera poco en los últimos días hubo un trabajo muy eficaz en algunas zonas del interior para rescatar algunos votitos ya casi perdidos que pudieron perfectamente justificar casi un punto más para este “casero” análisis de ¿cómo y por qué? la noche que iba a ser de fiesta para el triunfo de Lacalle y su coalición se convirtió en un balde de agua fría para todos los que esperaron y esperamos una alternancia en el gobierno y lo queríamos festejar.
Por si fuera poco, los uruguayos tuvimos que presenciar a un Daniel Martinez esplendoroso y eufórico festejando su derrota y transformándola en una victoria moral que contagió al pueblo frenteamplista que lo aplaudía al influjo de tanta algarabía que derrochaba el ingeniero en la noche del domingo. Se golpeó tantas veces el pecho que tememos que pudiera haberse lastimado los nudillos al impactarse contra el inaudito chaleco antibalas que parecía llevar puesto y que no pudo disimular con la camisa clara. Todo quedará pronto en la cuenta de lo anecdótico para crónicas futuras. En cualquier caso, su buena votación le abre la chance –al menos- para mantener expectativas en una nueva postulación como Intendente de Montevideo. Pero lo cierto es que a esa noche de insólita euforia al ingeniero le faltó algo más para despedirse bien con la historia cívica del país.
Perdió por poquito. Él lo sabía y no estuvo a la altura. No era pedirle mucho si hubiera llamado a su contendor y le hubiera dicho:
“Luis …voy a decirle a mi gente que lo más probable es que tu ya hayas vencido, pero igual corresponde esperar las formalidades de la Corte” O algo por el estilo…pero LLAMARLO. No lo hizo. Se dejó atrapar por su necesidad personal de descargar emociones y transformar la noche en algo épico. Una derrota épica…pero derrota al fin. Su pueblo –en cambio- si lo hizo y vale felicitar a toda esa muchedumbre frenteamplista que supo celebrar una noche de democracia como corresponde en paz y armonía.
Por ellos y por los nuestros y por los hijos de todos…desearle a Luis Lacalle un gran período de gobierno y que sepa leer lo que dicen las urnas. Nos enfrentamos una vez más a un Uruguay dividido en 2. Partido a la mitad y lo que es más delicado si analizamos el resultado de 17 departamentos nos damos cuenta que aquí ya no hay “Un solo Uruguay” …hoy tenemos 2 Uruguay. Solo falta un poco más de “manija” y alguien hasta terminara planteando una suerte de lucha de “Secesión”. Habrá que trabajar y mucho en unir al país.
Lacalle ha demostrado mucha capacidad de dialogo. Su actual madurez y su aplomo que sostuvo en toda la campaña parecen presagiar un tiempo nuevo hacia la recomposición de un país dramáticamente fraccionado y partido al medio. Ojalá sepa mantener disciplinado a algún socio que ya mostró su hilacha y que logre zurcir acuerdos para que su gobierno sea el orgullo de quienes le prestamos el voto desde otras tiendas con anhelos de seguir construyendo un futuro mejor para todos los uruguayos sin exclusiones.
Izquierda infame por Francisco Faig
A las 22:00 horas del domingo 24 de noviembre, cualquiera que tuviera a mano los datos de la Corte Electoral de ese momento, que alcanzaba alrededor del 70% del total del escrutinio, y que entendiera algo de elecciones y perfiles de votantes por zonas del país, sabía perfectamente que Lacalle Pou había sido electo presidente de la República.
Podía dudar del margen del triunfo, si 25.000 votos o 40.000, pero no podía dudar de que Martínez ya no podía descontar la ventaja. A la 1 de la mañana del lunes 25 de noviembre, con 100% de las mesas escrutadas, más de 28.000 votos de distancia y 35.000 votos observados, la certeza política debía de ser total para cualquiera. Lacalle Pou había sido electo presidente.
¿Qué hizo Martínez y el Frente Amplio, al menos hasta la tarde del martes 26 de octubre? Negar la evidencia, impedir el festejo del adversario, romper con una tradición republicana hermosa del país, y mostrar su rostro más infame.
No admitieron la derrota evidente. Ni un solo dirigente de izquierda tuvo la dignidad de asumir lo que el pueblo soberano ya había señalado con contundencia. En paralelo, los argumentos de la vergüenza se han desgranado de esta forma: que fue formidable el repunte de Martínez; que el país está partido al medio y la ventaja no sería tan grande en favor de Lacalle Pou; que la izquierda obtuvo una derrota dulce, en definitiva: épica, valiente, generosa.
Todas patrañas infames. El repunte formidable es el de Lacalle Pou, que pasó de 28% a 48% de respaldo electoral, apoyado en un amplio acuerdo partidario; el triunfo categórico es el de Lacalle Pou, en 17 de 19 departamentos del país; la victoria, que seguramente termine siendo por más de 1,5% de los votos emitidos, es clara e inapelable, a la luz además de cualquier comparación internacional de balotajes de este tipo; la representación política del país es la del Parlamento, que quedó definido en octubre, y allí no hay ningún país partido al medio en partes similares.
La mayor épica es la de haber vencido a un partido que usó el poder del Estado en su favor, que generó una campaña electoral inmunda para el balotaje, llena de mentiras, y que buscó generar miedo sobre todo entre los más humildes de la sociedad. Valiente fue ganar con libertad, respeto y acordando entre partidos plurales y diversos.
Generosidad es no haber entrado nunca en la manija infame de la izquierda: allí está el fenomenal ejemplo del discurso de Lacalle Pou en la noche del 24, que, sabiéndose ganador, en vez de alentar a un legítimo festejo que podía terminar muy mal por la irresponsabilidad del discurso previo de Martínez, optó por dar un mensaje de paz y serenidad y postergar así la alegría colectiva de la mayoría para unos días más tarde.
Es cierto que dentro de unos años esta miseria izquierdista quedará en una anécdota. Y que, dentro de su rica historia de miserias políticas, el Frente Amplio tiene peores anécdotas que esta infamia del 24 de noviembre y días posteriores.
Pero también es cierto que no se debe dejar pasar por alto lo ocurrido. La izquierda actuó de forma deleznable. No solo contra su adversario político. Sino contra la democracia en sí, contra la mejor tradición del país y contra la mayoría del pueblo. Fue una izquierda infame.
Mensaje popular claro por Oscar Mañán
Habemus presidente! Esta información se confirmará en los próximos días, pero para el análisis es lo menos importante. Otra vez las encuestadoras, a pesar de las ajustadas predicciones de octubre, erraron feo con sus designios esperados para el balotaje. Esto reaviva el debate entre las fuentes de error y su tratamiento, el impacto de las mismas en la opinión pública o los hechos políticos en tiempos de veda.
El desencanto y las críticas a los tres períodos de gobierno del FA se terminan imponiendo. Algunos cambios institucionales y una agenda de derechos que sectores sociales impusieron no llevaron a un cambio estructural más profundo y largamente postergado. Difícilmente haya gustado a votantes del FA la campaña electoral implementada en los medios tanto en la primera como en la segunda vuelta, y menos a los no votantes que, sin ser afines al progresismo, temían una escalada autoritaria ardua de contener por la nueva alianza electoral. La campaña radial fue comparable a aquellas pensadas para infundir miedo del Sanguinettismo y ni que hablar las de las redes sociales. Sin embargo, el protagonismo de las bases y de los militantes de a pie, lideraron un rejunte de votos que desde las cúpulas dirigentes era imposible. Esas mismas bases que fueron dejadas de lado por el “despotismo ilustrado” o “autismo autocrático” que campeó en los órganos de gobierno.
Las “decisiones” e “indecisiones” mataron al partido de gobierno, primero con un estilo soberbio del candidato, desprolijo al elegir la compañera de fórmula, quiso liderar un barco apartándose de los viejos marineros, cuya sombra debió buscar para la segunda vuelta. Luego, el posicionarse por encima del programa de gobierno y hacerlo aparecer como una simple inspiración para su voluntad, cercenó sus chances de liderazgo como un candidato con futuro. La cachetada fue tan fuerte que los militantes le pegaron al gobierno y a las nuevas formas de los partidos de izquierda que resuena por encima del dolor de perder un cuarto mandato electoral.
Lacalle Pou tuvo una campaña más ordenada y un discurso aplomado, sintiéndose imbatible desde el primer momento, supo alejarse del ala histórica y conservadora del herrerismo, incluso de su propia sangre. Apuntó a la conciliación de diferencias, a la crítica del adversario político, pero no a un enemigo irreconciliable. Esto resultó música en los oídos del país “de las cercanías”, “de clases medias”, “amortiguador de conflictos” y un gran imán de campaña. El discurso fue consistente para los desencantados del gobierno y esperanzador para sus seguidores, se convirtió en una especie de “mesías”, de voz quebrada y “humilde ante el enemigo”.
Sin embargo, sus socios de la coalición presentan un gran desafío tanto para el rumbo del próximo gobierno como para la institucionalidad democrática del país. El problema más fuerte es articular demandas entre sectores autoritarios, xenófobos, misóginos y también militaristas, con otros sectores republicanos y demócratas que defienden derechos en conflicto con mensajes de tales sectores. Por otro lado, la campaña ocurrida en las redes muestra un conjunto no menor de votantes con sed de revancha, que se tendrán que encausar.
El pensamiento liberal-conservador tiene en su esencia ideas como la liberalización y desregulación económica, flexibilización laboral y el centralismo autoritario. Las presiones exportadoras llevarían a un deslizamiento del tipo de cambio visto con buenos ojos por el nuevo entorno presidencial, sin embargo, la deuda y sus necesidades de financiamiento pondrían en jaque el grado inversor y, consecuentemente, la austeridad y el ahorro que se propone y mucho más la eliminación de algunos impuestos. El próximo gobierno, si es fiel con sus votantes, sus promesas y sus ideas, deberá enfrentar las presiones propias y ajenas que avizoran un conflicto social importante.
El pueblo uruguayo decidió cambiar por Carolina Ache
Luego de quince años de gobiernos frenteamplistas el pueblo uruguayo decidió cambiar. El domingo, en una jornada que debe llenarnos de orgullo democrático y por una diferencia de poco más de un punto, Luis Lacalle Pou fue electo presidente de la República Oriental del Uruguay.
Cuando gentilmente recibí la invitación del Periodista Alfredo García para escribir en esta edición post balotaje del Semanario Voces, no imaginé que lo haría sin que haya ocurrido esa llamada que nuestra rica tradición mandata que debe realizar un candidato para felicitar a quien resultó electo presidente. Paradójicamente la llamada si la hizo el presidente Vázquez, haciendo gala de una talla de estadista de la que Martínez demostró carecer.
Los comportamientos y los discursos del domingo, de ambos candidatos, estuvieron en clara sintonía con sus desempeños durante la campaña. Mientras que el Ing. Martínez lució desencajado y emitió un mensaje contradictorio y ambiguo, el Dr. Lacalle coronó su intachable actuación con un discurso sereno y aplomado en el que destaco el necesario llamado a la concordia nacional.
Espero del nuevo gobierno que nos conduzca hacia un país unido e integrado que cultive el respeto por el otro, donde el que piensa diferente no sea un enemigo, sino alguien de quien también se puede aprender. Donde el estado y sus instituciones no tengan color político. Es esperable que el nuevo gobierno ejerza la autoridad sin ser autoritario y que las sanas ausencias de mayorías parlamentarias nos devuelvan un país con más dialogo y apertura.
El Uruguay que se viene, así lo ha anunciado el presidente electo, levantara su voz para condenar la violación atroz y sistemática de los derechos humanos en la dictadura militar venezolana poniendo fin a un comportamiento tan vergonzoso como incompresible.
Tengo la esperanza también de que habiendo sido gobierno el Frente Amplio haya entendido la necesidad de ser una oposición responsable.
Como colorada y batllista auguro un gobierno donde vuelvan a ser protagonistas la tolerancia, la lucha por la libertad, la justicia social, la ética pública y la celosa observancia del estado de derecho; por esos valores estaremos velando los integrantes del Partido Colorado.
Tiempos violentos por Jorge Zabalza
Haití, Venezuela, Honduras, la vergüenza de Nicaragua, Brasil, Perú, Argentina, Ecuador, cientos de miles por todo Chile, millones de Tupaj Katari en Bolivia y, último momento, Colombia también resiste! Diferentes realidades, cada una con sus particularidades sociales y políticas, pero que, entre todas, componen un panorama cruzado por la violencia que viene de arriba, desde las clases dominantes. Descartaron el modo pacífico de dominación que venían utilizando y dieron rienda suelta a la represión más salvaje, la verdadera razón de ser del Estado. Se quitaron el traje de liberales y dejaron al desnudo el lobo feroz. ¡Insoportable tufillo a ’68, compañeres!
Parece mentira, pero los progresismos latinoamericanos pulieron y afinaron los instrumentos represivos que les prestaron los dueños del poder. El muy moderado impulso de cambio se detuvo en las puertas de los cuarteles. Nadie tocó la esencia de la institución criminal. Los progresismos engordaron a sus sepultureros… les compraron armas, aviones y barquitos nuevos, radares, sistemas Guardian, cámaras de vigilancia y de identificación facial, los entrenaron y los prepararon para comerte mejor. ¿En qué cabeza cabe alimentar los cuervos que te arrancarán los ojos?
Viejos ilusionistas indujeron un mundo imaginario de “oficialidades jóvenes” y “nuevas policías”, pero luego, se miraban sorprendidos al verlos asesinar, violar y torturar con la misma saña sádica que en los ´70. Los pueblos de América Latina, desarmados, a pura sangre y coraje, están enfrentando las fuerzas genocidas. Las horas de los hornos debieran ser horas para cuestionar el monopolio estatal de la violencia, para pensar otras formas de defender territorio, derechos y libertades. La filosofía de la otra mejilla frena la imaginación, nadie piensa ya en pueblos reunidos y armados como los pensó el artiguismo.
Como no somos ninguna excepción, los tiempos violentos ingresaron al país, pero lo hicieron lateralmente, “a la uruguaya”, video de Manini mediante. De cierta manera, el estado de violencia latinoamericano hizo de trasfondo ideológico en el ballotage y multiplicó el rechazo a Manini, más que sus palabras, su impronta miliquera genera rechazo. De todos modos, provocó la avalancha de votos que echó por tierra las profecías de opinión pública. Miles de mujeres y hombres salieron defenderse de la coalición multi reaccionaria mediante el voto. Otra proeza de movilización popular.
En la batalla electoral del 2019 no estuvieron en juego las transformaciones profundas que el Congreso del Pueblo reclamaba medio siglo atrás y que parecen cosa del pasado. Sin embargo, la avalancha popular fue suficiente para dejar dividido en dos el padrón electoral. En una vereda, la mitad que aceptó encubrir con su voto a los futuros posibles los golpistas, portadores de los más reaccionarios sentimientos, esos que sobreviven en los casinos cuarteleros y los salones de las cámaras empresariales. En la vereda de enfrente, un poco más a la izquierda, la otra mitad coreaban “milicos nunca más”, un mensaje antimilitarista aún más expresivo que el enviado en octubre, cuando se frenó la tentativa de sacar el ejército a la calle con fines represivos.
Probablemente parte de esas energías antiautoritarias sean utilizadas como respaldo para acordar y pactar con los partidos de derecha, para hacer una “oposición responsable” en esta democracia plena con un millón de pobres. En un primer momento, los votantes progresistas se indignarán y se sentirán utilizados, pero, con el paso del tiempo, las urgencias por recuperar el gobierno los harán olvidar sus sentimientos negativos. Después de todo, ese es el sentido último de la democracia representativa y liberal y su sistema de partidos.
Siempre tienen otra opción los indignados. La lucha de los movimientos sociales ha logrado conmover la consciencia popular, volviéndola sensible a los grandes problemas sociales y culturales, aquellos que los partidos políticos evitaron tocar en la campaña electoral: Verdad y Justicia, la igualdad de géneros, la libertad de opción sexual, la contaminación de la tierra, el agua y el aire. Tal vez buena cantidad de votantes antiautoritarios se vuelquen a la lucha por transformar la llamada “fiesta cívica” en una manifestación por Nunca Más terrorismo de Estado, no queremos más milicos, no queremos más ejércitos.
A nosotros no nos va a pasar por Miguel Manzi
Los uruguayos tenemos un altísimo concepto de nosotros mismos. Creemos que somos mejores que los argentinos; mucho mejores que los chilenos; muchísimo mejores que los paraguayos; infinitamente mejores que los andinos (los centros americanos quedan fuera de concurso). Ni que decir de todos los africanos, y todos los asiáticos (excepción hecha de los coreanos del norte para Unidad Popular). Digámoslo claro: también somos mejores que los europeos y, huelga aclararlo, somos mejores, en cada ribosoma nacional, que cualquier estadounidense. En fin, la convicción de nuestra excepcionalidad planetaria solo concede un titubeo, si acaso, ante los brasileros, porque sospechamos que lo de Maracaná fue una injusticia. Siendo esto así, ¿qué podría salir mal en el próximo período? ¿Por qué siquiera preguntárselo, si se trata apenas de un cambio de gobierno, y somos la democracia más sólida de la galaxia? (vamos para 35 años de continuidad democrática, el período más largo en la historia del país… nadie se ría…). No, no hay riesgo alguno. Aunque un pesimista podría hacer esta pintura del estado actual de la República: capo mafioso se escapa caminando de una cárcel céntrica mientras servicios extranjeros detectan el pasaje por nuestras fronteras de toneladas de coca, bandas se disputan el territorio a los tiros, hay zonas en que no entra la policía, aparecen cuerpos mutilados, pero nadie cree sinceramente que nos hayamos convertido en un narco estado; récord de homicidios, récord de rapiñas, récord de gente viviendo en asentamientos, récord de gente durmiendo en la calle, récord de muertos en las cárceles; altísimo desempleo, altísima inflación, altísima costo de la canasta básica, la macroeconomía agarrada de las pestañas; 6 de cada 10 uruguayos que no terminan secundaria, barras bravas que ganen o pierdan cometen desmanes, actos de vandalismo en manifestaciones sociales y, por ponerle un punto, los sucesos de Kibón del otro día, un estallido de furia y destrucción, remedo a escala de los episodios apocalípticos de Chile y Bolivia. Sí, para un pesimista, bajo cualquier previsión razonable, el próximo gobierno será muy difícil. Y sería de un inexcusable bambismo pensar que la coalición saliente y sus seudópodos gremiales y sociales, le otorgará siquiera unas horas de tregua a la coalición entrante. La dirigencia mayoritariamente radical, y el ejército de paniaguados frenteamplistas, aferrados con uñas y dientes a sus viejos privilegios y a sus nuevos rencores, y en aplicación del manual que tanto éxito les reportó hasta ayer nomás, pivotarán entre invocaciones al diálogo y estímulos al estrago. Nada, pero nada, autoriza a hacerse ilusiones. Del otro lado, dígase que nunca nadie insinuó tan luego que la tarea de gobernar fuera fácil.
Lo importante es Mañana… por Cristina de Armas
Y mañana llegó. Estamos en la respetuosa espera de los resultados finales por parte de la Corte Electoral para que designe efectivamente a quien presidirá los destinos uruguayos por los próximos 5 años. Algunos están molestos porque parece no haber duda sobre el ganador y a quien le ha tocado perder no reconoce su derrota. Pues creo que debería instalarse esta idea de esperar a la Corte Electoral. Es lo correcto y a partir de este domingo de noviembre de 2019 parece lo justo. Un periodista le llamó “el milagro de Noviembre”. No importan los márgenes si por un voto o por 20.000 el ganador es el presidente, las cuentas son para las legislativas, pero existe el resultado y existe el cómo se jugó. Nunca había pasado en un balotage, nunca había pasado que contra todo pronóstico de medios y de encuestas, con una cima de un 8 por ciento de votos a alcanzar para la presidencia con un mes de margen, quién venía segundo estuvo a punto de lograrlo. No fue el logro de un candidato, ni de asesores, marketing ni nada que se pueda comprar, fue el logro de la militancia, esa a veces tan molesta, que a veces denigramos, que no entendemos ni apreciamos. Ciudadanos uruguayos, electores uruguayos, la militancia frenteamplista, el pueblo frenteamplista se puso su fuerza política al hombro y casi logra un nuevo Maracaná, ha convertido a un candidato que por momentos parecía sin fuerzas en el hombre de la noche, aunque no ganara. Ni sus dirigentes podían creer lo que estaba pasando. Entonces parece bien y parece lo justo esperar, darle a esa gente el regalo de la espera y la esperanza, dejar que el domingo el festejo fuera suyo. Lo que nos espera a partir del resultado que emane de la Corte Electoral es la Incógnita. Tendremos un gobierno del Partido Nacional secundado por otros partidos en coalición que han llamado multicolor y que en lo personal me gusta llamar “Coalición Sanguinetti”, porque toda creación debe llevar el nombre de su creador. Fue su sueño y su intención, su forma de llevar a su Partido Colorado, una vez más al gobierno. Contentos o tristes como nos toque estar ahora debemos reconocer que tenemos entre nosotros a uno de los grandes estadistas y estrategas políticos del mundo. El país está en calma, hemos dado una vez más ejemplo de madurez cívica y eso merece y debe siempre repetirse, nuestra clase política, toda, actúa bien y con responsabilidad. Las organizaciones sociales con gran capacidad de movilización e identificadas en mayoría con la fuerza política a la que le toca perder parecen haber acordado tácitamente lo que todos sabemos y en lo que todos insistimos, nadie va a quemar la pradera, nadie va a herir los cimientos de la democracia ni dar un milímetro de ventaja a quienes puedan tener ideas en contra de ella. El nuevo presidente tendrá mayoría parlamentaria por la coalición si ésta se sostiene en el tiempo y esa es la mayor incógnita. Es de desear que sí porque las mayorías parlamentarias, aunque resistidas por quienes no las tienen en cada momento, permiten gobernabilidad, que se haga efectivo el proyecto del más votado. Es la democracia, esa que vivimos y respiramos cada día, luego que la Corte Electoral se exprese y a partir del 1º de marzo de 2020, siempre. El país está en calma, hay Mañana y que siga así, depende de nosotros.
Alertas uruguayos, alertas por Leo Pintos
Mucho es lo que se puede decir acerca de la jornada electoral del domingo pasado, y grande es el riesgo de caer en la simplificación o el análisis contra fáctico de la realidad emergida de los números. Es que lo sucedido se presta para distintas interpretaciones, y quizá todas tengan algo de razón. Pero hacer un análisis del resultado del domingo centrados en la propia elección sería un error. En mi anterior columna de opinión aquí dije que era la campaña más pobre desde el retorno a la democracia y redoblo la apuesta.
Mi abuela Nena decía: «cómo será la laguna que hasta el chancho la cruza al trote». Cómo será la imagen que proyecta el candidato de la derecha como para no haber podido capitalizar la votación de todos los partidos que lo apoyaron. Aunque para ser justos, hay que reconocer que las simpatías y antipatías que despiertan los principales líderes aliados no le ayudaron en nada. Pero sin dudas el gran responsable de la mala votación de la coalición de derecha es Guido Manini Ríos, que, envalentonado por los votos de octubre y las encuestas previas al domingo, con su mensaje a la tropa puso en alerta a mucha gente. Se trató de otra bravuconada que se suma a un largo collar de declaraciones preocupantes desde filas de Cabildo Abierto. Y es aquí donde quiero detenerme. En Uruguay hubo un tiempo en que los partidos políticos demostraban un apego firme a la institucionalidad democrática, o al menos intentaban disimular el uso político de instituciones del Estado como la militar. Tal vez era algo simbólico, pero al menos la política partidaria -en tanto instrumento canalizador de las necesidades de la sociedad civil- daba el mensaje de que sobre este asunto no se discutía. Pues bien, Cabildo Abierto terminó también con eso. Y son más perturbadoras las consecuencias sociales que las estrictamente políticas, porque el discurso del odio es ahora una opción más. Ya no son ideas aisladas y marginales, sino que están legitimadas por gran parte del sistema político y por el voto de un importante número de ciudadanos. Así hemos visto como se emiten señales de intolerancia y amenazas que se han dejado pasar. No somos pocos los que nos quedamos perplejos al ver como se normalizó este proyecto pseudopolítico de corte totalitario integrándolo a la coalición, evidenciando cierta afinidad ideológica. Un verdadero punto de inflexión en la historia política uruguaya que lamentaremos más temprano que tarde. Porque sus votos en el Parlamento será lo que esgrimirá esta caterva ultraderechista para presionar al Presidente Lacalle para intentar imponer su visión troglodita del mundo, lo que puede poner en riesgo el gobierno de coalición.
Y la noche del domingo dejó cosas preocupantes para la izquierda uruguaya. Es que con su discurso Daniel Martínez cometió otra vez un error político imperdonable, (y van…) al no reconocer el triunfo opositor. Porque el país no se merece estar sujeto a los vaivenes emocionales de nadie. Su euforia exagerada, y muy especialmente el ninguneo a la otra mitad que no lo votó, evidencian una miopía política que le impide tomar dimensión de lo sucedido. Una demostración más de que tal vez no tenga el temple para dirigir los destinos del país. El Frente Amplio como partido político ha cometido errores enormes en materia de comunicación a lo largo de esta campaña, amén de los que cometió en la gestión del gobierno. Por tanto, no puede adjudicarse la remontada electoral. Es por ello que todos los frenteamplistas deberíamos analizar lo sucedido en estos cinco últimos años, que de ninguna manera puede dejarse de lado por un balotaje menos malo de lo esperado. Parece una torpeza ignorar el resultado de la primera vuelta, en tanto verdadera expresión de la voluntad popular y representación fiel de la realidad política. Y esa realidad dice que el interior se sintió ignorado por la gestión del gobierno, y en especial el interior profundo. Que fue un error confrontar con la expresión política que surgió del malestar de los sectores productivos, independientemente de si eran o no de recibo todas las demandas de Un solo Uruguay. Que fue un error estratégico proclamar una fórmula montevideana y con poca habilidad para comunicar ideas. Es concluyente el hecho de que el frente Amplio haya perdido votos entre los que más sufren la inseguridad y las dificultades económicas (como ejemplo obsérvese lo sucedido en Maldonado).
El resultado más evidente de la elección del domingo es que el país se dividió en dos mitades bien definidas, una muy fuerte en la zona metropolitana y capitales del interior y otra con fuerte presencia suburbana y rural.
Y es aquí cuando surge la pregunta de si el Frente Amplio hubiese comparecido con una fórmula con otra impronta hubiese tenido más chances de ganar. Pero lo contra fáctico no sirve de base para un análisis serio.
El resultado del balotaje fue sorpresivo, y ambos bloques deberán reflexionar profundamente acerca de esto. La coalición que ganó deberá estar alerta ante los desbordes autoritarios de la ultraderecha si quiere evitar problemas. El Frente Amplio necesariamente deberá entender que una campaña se construye con propuestas de futuro y que no alcanza con remitirse a lo que se haya hecho bien. Y, sobre todo, que no todo se justifica por la defensa de una causa.
El psicólogo austríaco y padre de la psicología individual Alfred Adler dijo que «es más fácil combatir por un principio que practicarlo», y me parece el mejor final para esta opinión, aplicable a ambas partes.
Un gran susto por Pablo Ney Ferreira
Y lo imposible casi sucede. El Frente Amplio estuvo a punto de ganar unas elecciones en las que todas las encuestadoras lo mostraban como un claro perdedor. Tiendo a pensar que numerosas cosas convergieron para que los resultados finales tuvieran una importante diferencia frente a lo que aparecía como estadísticamente evidente.
El mensaje del General Guido Manini Ríos y la publicación del Centro Militar, la llegada de muchísimos votantes del exterior (más del doble que en octubre), una actitud muy proactiva (pero tardía) de la militancia frenteamplista, fundamentalmente en Montevideo y Canelones, sumado a otros factores que todavía es muy pronto para evaluar, lograron que el Frente Amplio tuviera una votación sensiblemente superior a la prevista, y que incluso arañara el triunfo.
Es muy claro que este crecimiento no afecta en lo más mínimo a la nueva dinámica institucional que se viene. Las mayorías parlamentarias ya estaban acordadas previamente, por lo que el aumento electoral del Frente Amplio solamente sirve, en términos prácticos, para levantar el ánimo de sus dirigentes y de sus militantes.
El gobierno que se viene posee ahora una mayoría parlamentaria incluso superior a la que tuvo el Frente Amplio los últimos 5 años, el problema está en que la novel coalición gubernista tenga la estabilidad política suficiente como permanecer como garante de las mayorías del gobierno. Yo me animaría a afirmar que el mayor problema que puede tener la mayoría coalicional puede ser la conducta política de Cabildo Abierto y de sus nóveles e inexpertos legisladores, quienes por lo menos a priori no aparecen como muy responsables políticamente. Las declaraciones de muchos de sus militantes (incluso del propio Manini) parecen indicar una falta de experiencia política un tanto peligrosa para el funcionamiento del Sistema. El mismo Cabildo Abierto manifiesta giros políticos e ideológicos y actitudes en los que no queda muy claro, y no se sabe muy bien que quiere y hacia dónde se dirige.
La oposición mientras tanto cuenta con una potencia política muy importante. El Frente Amplio posee una enorme bancada parlamentaria muy disciplinada y activa, y también va a contar con una central sindical que normalmente funciona en la oposición prácticamente como el brazo sindical de la coalición de izquierda, por lo que entre ambos pueden lograr una movilización que imponga una fuerte presión política que condicione a la toma de decisiones de la novel coalición.
La clave de la mayoría parlamentaria del gobierno está en manos de un partido político de ultraderecha, sin ningún tipo de experiencia política y de cuyas credenciales políticas todavía nos quedan algunas dudas. Veremos cuál es su comportamiento político y cuanto tiene de vida útil esta coalición que a primera vista aparece como bastante frágil. De esto va a depender en buena parte la salud del futuro gobierno y sus futuros desempeños.
Y todos los que faltan por Danilo Arbilla
No se dio ese “día de después” sobre el que tantos analistas, con ese original título, habían avanzado con sus elucubraciones. Parece que son por lo menos cuatro o cinco días, hasta que la Corte termine de contar y proclame a Luis Lacalle Pou como presidente electo de los orientales. No quiero presumir, pero creo que en este pronóstico no le erro.
Lo que debe preocupar a Lacalle no es este día después, sino los 1918 que van de hoy al final de su mandato.
Los primeros, según se informa, los dedicará a formar su gabinete. Quizás después entonces, con su gabinete conformado y todos sentados en torno a una misma mesa, que supongo que se dará no obstante las prevenciones de Talvi, comenzará a analizar las cosas por el principio. Es clave no equivocarse en esta etapa.
Lo primero es desentrañar el porqué de ese repunte del FA y esa caída de la coalición multicolor. Y hacerlo sin trampas al solitario y con espíritu autocrítico. Si se va a concluir que se debió a las declaraciones de Manini y a la explotación que de ellas hizo la izquierda con la colaboración de los periodistas de casi todos los medios y algunos miembros multicolores, estamos fritos. Puede servir como excusa de apuro para encuestadores, pero creer que este hombre, con un video que distribuyo el jueves por WA, por más viralización de que se hable y sobre lo que hay mucho de fábula, pudo mover y cambiar el voto de 90 mil o 50 o l0 o mil electores, es de locos.
Y si no es así, cuidado. Mira Cristina, que con el mayor nivel de rechazo en las encuestas, puso al nuevo presidente argentino.
Lo que hay que analizar es aquello de que “el FA es capaz de ganar con una heladera como candidato”. Si esa es la explicación del fenómeno, habrá que pensar que lo que pasó fue que muchos en octubre votaron con la intención de darle un tirón de orejas y una advertencia al FA, pero sin ser partidarios del cambio, lo que concretaron con su voto en noviembre. A ellos se le sumaron algunos desertores, sobre los que no hace falta rebuscar mucho. El dato agregado es que el FA, además de ser la minoría mayor en el parlamento, de manejar los sindicatos, de tener colocadas unas varias decenas de miles de gentes en el sector público que son frentistas antes que funcionarios del Estado, mantiene un inexplicable fervor ganador en la calle.
En cuanto a la “caida” vale recordar aquello otro de que “el FA está para perder (ya en el 2009, y en el 2014) pero lo que ocurre es que no hay nadie enfrente que le pueda ganar”. Habría que considerarlo seriamente. Esa vez si perdió, pero por muy poquito. La tarea es investigar y medir sin autoengañarse el grado de liderazgo y poder de convocatoria personal por un lado y la solidez de la coalición como tal por el otro. Se auscultan muchos ruidos cada tanto todavía. Pueden ser interferencias de afuera o de quinta columnas. Es una oportunidad, parecería, de fortalecer el liderazgo, de decir vamos con esto y al que no le guste que no se siente a la mesa.
El presidente electo tiene que afirmar al máximo su respaldo, para dar el siguiente paso de los días de después (que serán 30, 90 o 120) que es conversar con el FA.
Y no son pasos fáciles. Un primer escollo: también el FA tiene una interna complicada que no se borra con los vivos ni los saltos del domingo.
¿Con quién va a hablar Lacalle? ¿Con Mujica? Y este, a quien le pide que lo acompañe: ¿a Orsi, a Topolanski o al Pacha Sánchez?
¿Habla con Andrade? Y ¿Andrade está autorizado a hablar en nombre del Partido? ¿Habla con Astori, con uno por uno? Ahí está un primer problema.
En fin, no son fáciles los días que vienen; incluso tienen que ir pasando para obtener respuestas a tantas de las interrogantes que están planteadas en este “antes de”.
El Dr. Lacalle Pou en su laberinto[i] por Leonel Groisman
La nueva realidad
Más allá de la discusión acerca de los saludos protocolares (Lacalle Pou no se declaró ganador y Martínez no se declaró perdedor hasta que la Corte no se expida sobre el resultado), de esta elección emana una nueva realidad para el Uruguay.
De un lado tendremos una coalición política en la oposición, y del otro, una coalición electoral en el gobierno. El problema de las coaliciones electorales es que cuando termina la elección termina el amor. Son sólo coaliciones para ganar, que luego reparten cargos. Exactamente contra el tipo de alianzas que Wilson Ferreira Aldunate combatió siempre: a Sanguinetti le aseguró gobernabilidad pero nunca pactó cargos con él, eso lo hizo Lacalle en los 90. Esa fragilidad de la coalición electoral se expresa en las desavenencias que ya tienen (por ejemplo acerca de política exterior, Talvi hablando de Bolivia afirmó que fue un golpe de estado, mientras gente de Cabildo Abierto celebra la conducta de los militares bolivianos).
Las fuertes debilidades
En realidad el nuevo Presidente tiene tres debilidades muy fuertes: a- llega al poder con el 28% del electorado, y una bancada chica para ser gobierno y con la presión interna de haber hecho la segunda peor votación de la historia del Partido Nacional (la peor fue la de su padre con sólo 3% menos); b-en la segunda vuelta no obtuvo el 50% de los votos, lo que muestra una debilidad que el Uruguay no conoce desde que hay ballotage, más de la mitad de los habilitados para votar, no lo votó; c- llega al gobierno con una coalición electoral que tenía claro su objetivo (sacar al Frente Amplio del gobierno), pero no tiene un pacto de gobernabilidad: cualquiera puede irse en cualquier momento, cualquiera pude condicionar en cualquier momento. No hay un programa común. No hay disciplina partidaria.
El cruce de caminos
En el gobierno tendremos un arco político interesante, donde, como está ocurriendo en el mundo, las derechas están unidas con la extrema derecha, con el único objetivo de llegar al poder. No es nuevo en el mundo, es nuevo para el Uruguay.
Y es precisamente ahí donde está el dilema: si el Dr. Lacalle decide continuar con la alianza electoral, no sólo no tiene asegurado el voto 50, sino además queda comprometida su mayoría a lo que decida el Gral. Manini Ríos. A esto se suma la experiencia europea: cuando las derechas se unen con la extrema derecha, al final del ciclo electoral se potencia la extrema derecha a costa de las derechas clásicas. Esto generaría una reorganización del sistema. Se potencia la derecha extrema, pero la derecha liberal se acerca al otro bloque. Pan para hoy, hambre para mañana.
Mi sensación es que el Gral. Manini Ríos pivoteará entre darle los votos para que Lacalle Pou pueda gobernar (seguro no querrá verse unido a un fracaso), y aparecer en los medios como un crítico del gobierno. Ya ha advertido que no conoce la Ley de Urgente Consideración y que está dispuesto a estudiarla, pero no a asegurar que la votará. ¿Y si no la vota? Estamos hablando de un General que no da un paso sin saber el siguiente. Es, no sólo un militar exitoso y experiente, sino un excelente estratega. Ha demostrado con creces su habilidad para ello, y contra la opinión de la mayoría de los politólogos, logró un altísimo caudal de votos, por fuera de la estructura tradicional de partidos. Algo que anunciaban imposible.
Si mi hipótesis es correcta el Dr. Lacalle Pou tendrá que optar entre asegurarse las mayorías para poder llevar adelante su gobierno, aceptando todos los condicionamientos del Gral. Manini Ríos; o apostar a la continuidad de gobiernos del bloque de derechas. No es un dato menor.
Si elije lo primero, es probable que tome muchas medidas antipopulares, que se polarice la sociedad, que tengamos manifestaciones diarias y un ambiente de tensión por cinco años, esto problemente favorecerá a los extremos. Luego de cinco años de polarización a la derecha, la gente fortalecerá al que considere más genuino. Ahí es donde gana Manini Ríos. Y el Frente Amplio, porque la derecha liberal es cuando pega el salto.
Si por el contrario abandona su alianza electoral y pacta con el Frente Amplio, es muy probable que desdibuje su programa, y que sean sus propios partidarios los que lo abandonen decepcionados por sus expectativas. ¿O vamos a cometer la tontería de creer que la Cámara de Comercio (sólo por citar una), va a aceptar que los Consejos de Salarios sigan igual? ¿O vamos a cometer la tontería de creer que el Frente Amplio aceptará pactar si se tocan los Consejos de Salarios? Este parece el escenario menos probable. Casi improbable, diría. Porque como bien señala en el editorial del diario El País Ignacio de Posadas, también de la satisfacción de las expectativas de sus votantes, dependen, por lo menos, los dos gobiernos siguientes.
El dilema en que está colocado Lacalle Pou, consiste en que él tiene el sillón presidencial, pero las llaves para entrar a la oficina las tienen Cabildo Abierto y el Frente Amplio. Cualquiera de los dos lo va a condicionar.
[i] Esta es una hipótesis de trabajo sobre el supuesto de que la Corte Electoral proclamará ganador del ballotage al Dr. Luis Lacalle Pou, lo que al momento de redactar esta nota, aún no ha hecho.
Es mañana por Fernando Pioli
La victoria electoral de la coalición multicolor no termina de ser una victoria política. El Frente Amplio se levantó de la lona y tiró un golpe que dejó tambaleante a quien finalmente se impuso. Si bien el resultado electoral terminó beneficiando a la candidatura de Lacalle al dejarla en el gobierno, la remontada electoral de Martínez demostró que el Frente Amplio tiene músculo popular y seguirá siendo un oponente terrible, bastante lejos de estar muerto o agotado.
Resta saber ahora, qué comportamiento tendrán los distintos actores en el período venidero. Es de esperar que el gobierno multicolor tenga notorios problemas de articulación, ya que claramente lo que lo unifica es el deseo de sacar al partido de gobierno, objetivo ya conseguido. El desafío que le queda planteado es buscar nuevas razones para actuar de modo coordinado ya que mi sospecha es que no las tienen, o que al menos las que conservan tenderán a desaparecer. La coalición, además de variopinta, no tuvo tiempo de construir un programa común ni de establecer un discurso uniforme. La experiencia precedente nos sugiere que esa unión tenderá a resquebrajarse, y eventualmente reconstruirse con miras a una nueva campaña electoral.
En el Frente Amplio debería estar a la orden del día la autocrítica, no solo por los errores en los que se incurrió en el gobierno, sino también por los errores que se cometieron en la primera parte de la campaña. La votación alcanzada en el balotaje es una prueba contundente de que los votos estaban, pero no se pudieron conseguir en la primera vuelta. ¿Cómo es posible que se consiga más del 50% de crecimiento en Rivera de la primera a la segunda vuelta? Es claro que en el interior el mensaje durante la primera parte de la campaña fue débil, pero mucho más fuerte en la segunda.
El nuevo gobierno deberá tratar de resolver los problemas actuales, que no son los económicos, sino los sociales. Hoy la población tiene un nivel de vida notoriamente superior al que tenía hace 15 años, pero se profundizaron problemas viejos con los que la izquierda nunca supo lidiar, aunque lo intentó. No puede decirse que la educación y la seguridad no se visibilizaron como problemas, pero es notorio que las soluciones propuestas fueron insuficientes y a veces equivocadas. En lo personal, tengo todas las dudas de que el nuevo gobierno pueda hacer mucho si no recurre a establecer acuerdos de largo alcance con la futura oposición.
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