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El verdadero dilema Por Luis Nieto

El verdadero dilema Por Luis Nieto
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La invasión de Ucrania comenzó hace 922 días, 2 años y 27 días de destrucción de un país invadido por parte del heredero del poder militar de la antigua URSS.
Según el Alto Comisionado para los DDHH de la ONU, la cantidad de muertos civiles registrados es de 10 mil, de los cuales 500 son niños, a lo que se le suman 19 mil heridos, de los cuales 1600 son niños. La guerra de invasión también trajo aparejada la emigración forzada de más de 6 millones de refugiados en los distintos países, mayoritariamente de la Unión Europea. En un país de 43 millones de habitantes, eso es una cruel sangría. Es el 14% de su población expulsada por la guerra en los últimos dos años.
En Venezuela, según cifras de ACNUR, la cantidad que ha salido del territorio y no ha vuelto a entrar es de casi 8 millones. En 2015 había una población de casi 35 millones, hoy cuenta con apenas 28 millones de habitantes. La expulsión de habitantes representa el 20%.
Tanto Venezuela como Ucrania están siendo golpeadas, sin piedad, por el mismo látigo. ¿Existe una ideología detrás de estos dos fenómenos? ¿Una ideología general, que esté orientada a mejorar las condiciones de los seres humanos en ambos países? En caso de haberla, ¿Cómo podría definírsela?
La noción de ideología es similar a la de “visión de mundo”, en el sentido de que provee a un grupo humano de un sistema de ideas a partir del cual comprender su propia existencia y también las realidades sociales, políticas, económicas, religiosas, culturales, científicas e incluso morales a su alrededor. A diferencia de la “visión de mundo”, una ideología no necesariamente es un modo de pensar dominante.
¿Cuál es la visión de mundo que impulsan Putin y Maduro? A lo largo del siglo XX se podría decir, sin lugar a equivocación, que la visión de mundo del partido, y hasta de la sociedad soviética era netamente estatista. Hugo Chávez, quien designó a Maduro como su sucesor, se hizo famoso ordenando a diestra y siniestra: “exprópiese”. Por lo tanto, en su origen, Venezuela parece haber sido sacudida por una tendencia obligatoria a aumentar el patrimonio del Estado con un fin que no ha sido el de generar prosperidad en la población.
Y entonces, ¿dónde fueron a parar los recursos venezolanos, esos que generaron las mayores reservas de petróleo del mundo? A “comprar” un status revolucionario, que hasta entonces tenía, en exclusividad, el régimen cubano. Los militares venezolanos que intentaron dar un golpe militar contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez, en 1992, de revolucionarios no tenían nada más que las armas. Una vez presos, los militares golpistas tuvieron tiempo para leer algunas cosas. El gobierno de Carlos Andrés Pérez cometió errores, y se vio obligado a renunciar a la presidencia, pero nunca se lo pudo enjuiciar por las causas que denunciaba el teniente coronel Hugo Chávez. En cambio, este adquirió notoriedad, con la ayuda de la gran máquina propagandística de Cuba, incluso llegó a nuestro país promocionándose. Pero Seregni no lo quiso recibir. Muy pocos dentro del Frente Amplio parecen recordar este episodio, con el apoyo que le brinda hoy al proyecto que echó a andar el ex teniente coronel golpista.
Tanto Chávez, como después Maduro acabaron conociendo de memoria el camino al quincho de Varela. No fue Seregni, un hombre plenamente consustanciado con la vida democrática de este país, el que le puso una alfombra roja al chavismo. ¿Alguien puede tener alguna duda de cuál sería la opinión del fundador del Frente Amplio frente al régimen de Maduro? ¿Cómo puede alguien titubear de que Seregni no sería indiferente ante la clara posición de Boric? Seguramente, nadie dentro de la izquierda latinoamericana le hubiese ganado de mano, porque sabía perfectamente que la falta de definición ante un hecho tan grave solo acarrearía problemas, desconfianza ante el compromiso democrático de la izquierda.
Cada vez se muestra con mayor claridad, que el mundo no está yendo hacia una situación en que el apetito voraz de una gran potencia ponga en riesgo la paz global. Rusia invadió a Ucrania, pero hizo que Europa se despertara. Algunos nostálgicos del mundo -que no fue- quizás sigan creyendo que hay una conexión entre el estado soviético y este, el de Putin, en el que conviven magnates que han llegado a comprar clubes europeos de fútbol, y grandes empresarios que han hecho de la industria soviética un gran negocio personal. Lo de Putin no va por la ideología del proletariado. En su cinismo deja correr las cosas y reclama parte del territorio ucraniano que alguna vez se había apropiado la Unión Soviética, pero que se le había devuelto a Ucrania cuando la disolución de la URSS.
Los conflictos actuales nada tienen que ver con el socialismo. El socialismo, a nivel mundial, se ha quedado sin relato, si se entiende por eso la fuerte doctrina del marxismo leninismo, pilar ideológico del estado soviético, de China, de Cuba, de Corea del Norte, y pará de contar. El socialismo, como un camino, ha estado presente en buena parte de Europa, que le ha permitido desarrollar sociedades prósperas, con una fuerte prédica de la ética social, de las libertades individuales, de prensa, de asociación, y eso ha permitido que se respire un aire humanista donde el colonialismo había dejado muy poco después de dos guerras feroces.
Los conflictos en el mundo no están protagonizados en torno a los viejos y vigentes reclamos de la izquierda sino en torno al dilema entre dictaduras o democracias. Es, tal vez, un debate que recién comienza a mostrar los primeros titulares. En democracia, si la democracia es asumida plenamente, sin cortapisas, todo es posible. Cuando la democracia y todas sus instituciones caen, y es sustituida por un régimen totalitario, nada es posible. Ese capítulo ya lo conocemos.

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