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Elecciones de la UE: triunfo conservador y ultraderechista por Ruben Montedonico

Elecciones de la UE: triunfo conservador y ultraderechista por Ruben Montedonico
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Los adelantos de periodistas y analistas acerca de los comicios para la conformación del Europarlamento se han visto confirmados por los escrutinios: arrasaron algunas de las expresiones de partidos de derecha. Pese a que las determinaciones de la instancia no tienen un valor directamente vinculante sobre los Estados miembros de la UE, sus posiciones se ven ampliamente reflejadas en las normativas adoptadas por los gobiernos y las legislaturas locales. Para el caso, fueron convocados más de 350 millones de empadronados y, sin embargo, para ocupar los 720 asientos -proporcionales a la población de cada país- concurrió un número significativamente menor a las urnas, abiertas durante tres días en el subcontinente.
Autocitándome, en buena medida, digo que en naciones europeas donde orillan la integración de gobiernos o ya están en ellos, las ultraderechas tienen amplias bases electorales (Francia, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Hungría y Alemania, entre otros) y explicar sus éxitos no es tampoco una tarea fácil. Deben recordarse algunos ejemplos: Georgia Meloni gobierna desde la derecha -de cuna fascista- tras un acuerdo tripartita con fuerzas similares; Hungría está dirigida desde 2010 por Viktor Orbán, del partido Fidesz; Alternativa para Alemania (AfD) consiguió el 13% de los votos en los comicios de 2023 e ingresó al Bundestag (hoy hay expresiones políticas, incluso de la derecha, que hablan de ilegalizarlos por neonazis); Polonia es gobernado desde 2015, con mayoría absoluta, por el Partido Ley y Justicia (PiS); en Francia, el Frente Nacional (FN) llegó a la segunda vuelta en las elecciones pasadas al igual que en Austria el candidato del Partido de la Libertad (FPÖ), mientras en Países Bajos el Partido por la Libertad (PVV) tiene representación parlamentaria desde hace 10 años.
En particular, han sido inocultable los espacios de poder presentes y futuros que han conquistado estos partidos, coincidiendo en estos momentos con los cálculos de buena parte de los observadores. Esta Europa, con agrupamientos de extrema derecha, postulan sentimientos euroescépticos, antinmigrantes, de nacionalismo vulgar no exento de xenofobia y racismo que son incorporados a los discursos de otras expresiones de la derecha y a la prensa hegemónica ¿El brexit no fue una expresión del tipo descrito?
¿Cómo interpretar a Marine Le Pen cuando dijo en el pasado en Estrasburgo?: «Europa nos ha debilitado imponiendo la apertura total de las fronteras. Hay que anular Schengen, impedir a los excombatientes extranjeros que vuelvan. Europa nos ha debilitado imponiendo una apertura total de las fronteras». El culpar a la migración y a las políticas comunes de la Unión Europea (UE) por los efectos sociales de recurrentes crisis económicas nacionales, vehiculizan el nacimiento y crecimiento de agrupaciones y partidos de ultraderecha capaces de generar incontrolables situaciones.
Disidente -por el momento- de las derechas europeas, llevó a Emmanuel Macron, presidente de Francia, disolvió su parlamento nacional y convocó de Inmediato a comicios en una primera vuelta a fin de mes para comenzar a recomponer la institución y mejorar chances futuras. El presidente acomete públicamente a defender el espacio comunitario europeo, por un lado, y contestar en suelo francés la derrota de las ideas por él aplicadas a su propio partido, vapuleado y descendido a un segundo lugar por grupos conservadores -como lo es el propio Macron.
Un eventual y posible triunfo del geronte-empresario, multimputado candidato ultraconservador presidencial republicano, Donald Trump en las elecciones generales de noviembre, lo constituiría en el nuevo adalid de la derecha mundial, superando los tiempos de Reagan, Thatcher y Wojtyla. En nuestra América será como un triunfo largamente anunciado para los Bukele o Milei; perseguidos por la justicia como Boluarte o Bolsonaro; futuros suspirantes como el chileno Kast o el ecuatoriano Noboa; por citar sólo a algunos.
Cuando recuerdo que desde hace años advertimos sobre el peligro de la ultraderecha creciente en Europa, es de esperar que las alternancias frecuentes en Latinoamérica no nos lleguen nunca. Que el progresismo socialdemócrata que ahoga a las izquierdas anticapitalistas no pretenda alternancias con la derecha europeizada, protofascista.
Recuerdo haber escrito antes de las “expediciones políticas” de los españoles de Vox: “En los últimos años, la reaccionario extrema derecha, autoritaria o fascista ha estado en ascenso en todo el mundo: ya gobierna la mitad de los países del mundo. Por estos tiempos, los agrupamientos más reaccionarios, autoritarios y hasta fascistas, se ubican en una etapa de ascenso en Europa, América y Asia, gobernando países de rápido y asegurado desarrollo, con gran potencial futuro en sus productos primarios».
En una escueta síntesis de datos, el diario La Jornada, de México, publica lo siguiente; “Pero en el conglomerado de los partidos derechistas, liberales o ultras se concentró más voto que nunca; en el grupo Renovar Europa (RE), que defienden políticas neoliberales y que abogan por una menor intervención del Estado, sumaron 83 diputados; el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, que tiene como principal baluarte a la primera ministra italiana Giorgia Meloni, sumó 71 diputados; mientras que Identidad y Democracia (ID), llegó a los 57, con la francesa Marine Le Pen como máxima líder.”
Más a adelante, dentro de la misma nota, el periódico mexicano agrega: “El bloque de la izquierda está liderado por la segunda fuerza del Parlamento, la alianzas de partidos socialdemócratas, con 135 diputados, 19 menos que hace cinco años; los Verdes, con 52, y el grupo de partidos anticapitalistas y comunistas, que sumaron 36. Sin embargo, las formaciones claramente proeuropeas siguen teniendo una mayoría amplía: los 191 del PPE, los 135 de los socialdemócratas y los 83 de RE suman 409 escaños.
Hagamos lo posible para que las derechas no nos alcancen.

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