Elvis. Dirección: Baz Lurhmann. Guion: Jeremy Doner, Sam Bromell, Craig Pearce, Baz Luhrmann. Música: Elliott Wheeler. Fotografía: Mandy Walker. Con Austin Butler, Tom Hanks, Olivia DeJonge, Kodi Smit-McPhee. Calificación: Buena.
En los primeros segundos de Elvis, cuando aparecen los logos de las productoras, se lee en el de Bazmark Films la frase “Una vida vivida con miedo es una vida mitad vivida”, y no es difícil ver como esas palabras funcionan a modo de regla general del creador de dicha productora y director del film, Baz Luhrmann. El australiano, quien logró fama internacional con películas tan singulares como su adaptación kitsch de Romeo y Julieta o Moulin Rouge – amor en rojo (con su compilado de canciones pop adaptadas al Paris de principios del siglo 20) se ha basado en el exceso y el maximalismo para crear un estilo tan sorprendente como divisivo, que es mayormente exitoso gracias a la energía que inyecta el realizador en la puesta en escena y las curiosas decisiones artísticas alrededor de los productos.
Teniendo en cuenta el trasfondo artístico de Lurhmann (también supo ser actor teatral, antes de saltar al cine) y sus proyectos previos, la idea de que fuese él el encargado de llevar al cine, con gran presupuesto y escala, la vida de la estrella de rock Elvis Presley era perfecta. El espectador podrá gustar o no del resultado final, pero nadie puede decir que Elvis, con su ruido y furia, sea una decepción. La película hace un recorrido por la corta vida del cantante – murió con tan solo 42 años – abarcando todos los momentos, felices y tristes, por los que pasó, además de las adicciones y excesos que eventualmente acabaron con él. Desde sus humildes orígenes como miembro de una banda hasta sus últimos días tocando en un hotel de Las Vegas, la cinta también muestra la revolución cultural que fue el protagonista en su país, no solo por el atractivo sexual de sus movimientos sino también por la amistad que entabló con figuras clave de la cultura negra, en un momento en donde la segregación era ley y eso podía verse también como un desacato. El narrador de la cinta es el polémico representante del músico, el “Coronel” Tom Parker, quien supo ser el primero en ver el incipiente talento del chico y le abrió las puertas del mundo… mientras él se quedaba con gran parte de los ingresos.
La película abre con un frenético montaje en donde la cámara se pasea por los casinos y marquesinas de Las Vegas, con una energía habitual en el director pero inusual en este estilo de cine, que sirve como una suerte de adelanto de lo que vendrá: una cinta que, a base de zooms, rápidos movimientos de cámara y un alocado montaje, intenta transmitir el mismo poder escénico de su protagonista, llevando al espectador por la vida de Elvis con un ritmo ágil que hace que su larga duración no se haga pesada. El estilo tradicional de Lurhmann, alternando lo clásico con lo moderno, vuelve a servir aquí, al igual que en su adaptación de El gran Gatsby en 3D, como un puente entre el material que cuenta y el público al que se lo quiere contar, apelando a versiones remixadas de canciones del ídolo musical (se escucha algo de hip hop en algunos momentos) y algunas exageraciones visuales para hacer totalmente comprensible la escala y, sobre todo, el impacto que significó en esa generación la irrupción de Presley en los escenarios. También es muy impactante, como es regla en el cine del director, el diseño de producción a cargo de Catherine Martin y Karen Murphy, quienes se encargan de recrear con gran lujo de detalles los fastuosos lugares en donde el cantante hizo historia.
No funciona del todo, sin embargo, cuando pretende ponerse más seria y salir de la teatralidad de su forma. Los momentos en los que la película intenta crear un marco social, mostrando a un Elvis emocionado ante las muertes que ocurren a su alrededor (Kennedy, Martin Luther King) no generan un gran impacto, sobre todo por la rapidez del conjunto, lo que impide que se profundice en las problemáticas de la época. Algo más efectivo es el dramatismo alrededor de la vida personal del artista, el cual logra salir adelante gracias al talento de sus intérpretes: nos encontramos ante una poderosa interpretación de Austin Butler, revelación total, como el protagonista, secundado por un apropiadamente exagerado y por momentos caricaturesco Tom Hanks.
Es cierto que no todo en la película es fiel, como suele pasar en estas películas de corte biográfico. Sin embargo, se captura de forma certera el vuelo de un hombre que, desde sus humildes orígenes hasta su trunco final, pudo ver lo mejor y lo peor de la fama y la gloria, viendo como generaba un montón de dinero, pero también como los demás se aprovechaban de él, ingresando en un mundo en el que las fantasías eran muy bellas, pero creerlas era muy peligroso.
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