Muchos de los empresarios de nuestro país son partidarios de un mundo retrógrado, egoísta, privatizador y esclavista. No están de acuerdo con la negociación tripartita (ellos, los trabajadores y el Estado) para fijar salarios y condiciones de trabajo. Reclaman achicar el Estado, pero son los primeros en acudir a él para que los ayude frente a inclemencias del tiempo o dificultades de exportación o rebaja del precio internacional de sus materias primas. Invierten poquísimo. Siguen exportando ganado en pie. No les interesa siquiera más valor agregado a la producción para dar más trabajo y ser más competitivos.
Ellos y sus representantes políticos (Talvi, Sartori, Sanguinetti, Novick, Larrañaga, Lacalle Pou y otros), no votaron la ley de 8 horas ni de responsabilidad penal empresarial frente a accidentes laborales y están permanentemente poniendo trabas a todo lo que sea mejoras para las grandes mayorías del país.
Suelen hablar de que Uruguay se abra al comercio con todo el mundo, pero no dicen ni pío de cómo van a repartir sus cuantiosas ganancias.
Piden rebaja del gasoil, de los impuestos, la tarifa eléctrica, refinanciar sus deudas, crear zonas francas y mil cosas más para la actividad agroexportadora, industrial, comercial y de servicios, pero jamás dicen cómo van a pagar horas extras después de las 8 horas al peón rural y si van a denunciar y censurar en serio a todo aquel patrón o capataz que golpee, maltrate y abuse de los trabajadores rurales y si van a bajar los precios al consumo cuando sus ganancias sean enormes como hoy, por ejemplo, con el record de producción del maíz.
“Un solo Uruguay” (que hace mucho que ni aparece) y los representantes políticos de los sectores empresariales, se deslumbran con Paraguay, el país que más explota a los trabajadores y desconoce sus derechos. Varias empresas uruguayas quiere instalarse en Paraguay porque los costos laborales son menores, es decir, los trabajadores no tienen tantas conquistas como en Uruguay. El 65% (aproximadamente 1,8 millones de personas en una población de 6 millones) vive en la informalidad laboral. 7 de cada 10 mujeres y 9 de cada 10 jóvenes están en el mercado informal del trabajo.
También se deslumbran con las políticas económicas en Chile, pero no dicen nada de que en el año 2017 más de 3.530.000 personas se encontraban en situación de pobreza. (Encuesta Casen) y que hoy Chile es uno de los países más desiguales e injustos de América Latina.
Para colmo de males las cámaras empresariales atacan a Uruguay denunciándonos ante la OIT con falsedades. No les sirve la Ley de Consejos de Salarios. No quieren la negociación ni el diálogo a pesar de que en la última ronda acordaron más de 80% de los grupos.
Quieren la negociación por lugar de trabajo, donde los patrones fuertes se impongan a trabajadores aislados, fraccionados y débiles. Tienen un odio de clase a todo Sindicato o Federación. Ni siquiera quieren que a igual trabajo se pague igual salario, sin importar si hablamos de empresa chica o grande.
¿Por qué sucede todo esto? Porque a los empresarios reunidos en las cámaras empresariales y a sus representantes políticos, no les interesa el Uruguay ni el pueblo uruguayo ni la pública felicidad, ni privilegiar a los más infelices. Lo único que les interesa son sus billeteras y las ganancias que obtienen a costa de todos nosotros. ¿Se entiende?
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