En junio en EE.UU. se reunió la LIII Asamblea General de la OEA, objeto en parte -pese a su poco significado continental- de esta nota; sobre el fin de mes (29 y 30), en Bruselas, lo hicieron líderes de la UE, convocada -entre otras cosas- para escuchar un anunciado informe que les dio la poco expresiva Úrsula von de Leyen sobre su mini gira latinoamericana.
Además de los conductores políticos de los 27 estuvo presente -en un “almuerzo de trabajo”- el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, vigilando que no se le escaparan las consideraciones sobre algunos temas cruciales para el interés de sus mandantes: las sanciones a Rusia -también a Irán- y China. El conjunto de cuestiones tratadas por el Consejo Europeo fue -entre ciertas coincidencias- la situación de la guerra ucranio-rusa; el apoyo al esfuerzo militar de Kiev para que alcance la meta en el primer trimestre de 2024 de un millón de disparos de artillería; la obvia condena
al Kremlin y el recuento de que hasta el momento la comunidad de naciones le ha dado al régimen de Zelenski más de 77 mil millones de euros.
Asimismo, condenaron la destrucción de la presa de Kajovka y recordaron la situación de peligro en la que se encuentra la central nuclear de Zaporizhya. En materia de sanciones a Rusia, acogieron con agrado el onceavo grupo de penalidades contra ese país e instaron al Parlamento Europeo a acelerar el cumplimiento de las mismas. En este capítulo condenaron el apoyo militar que -dijeron- prestan Irán y Bielorrusia a Rusia. La reunión tuvo el agregado en este tema de extender una salutación a Georgia, Ucrania y Moldavia por desear hacer parte de la UE (y de la OTAN, después, claro).
En otros puntos, confirmaron el Fondo Europeo para la paz por 3 mil 500 millones de euros (ínfimos si pensamos -de acuerdo con sus cifras- que se han gastado en 16 meses 77 mil millones de euros enviados a Kiev).
Consideración aparte mereció China (la continental y Popular): los dirigentes de la UE mantendrán un debate estratégico sobre ella. Pasaron por migración -la que siguieron tratando con desprecio- del Mediterráneo y Oriente y cuando se creía que AL no estaba en la agenda, surgió que habrá
una reunión con CELAC en Bruselas a mediados de julio con representantes de este continente y el Caribe.
Conviene recordar que las instancias europea y panamericana estuvieron precedidas por acuerdos o convenios militares -OTAN y TIAR- instrumentos al servicio del Ejecutivo de EE.UU., que en lo económico se respaldaron con otras herramientas al servicio del gobierno. Es que el final occidental de la conflagración bélica en torno al Atlántico -conocido
como II Guerra Mundial- condujo a un nuevo imperialismo: ya no se trató de la forma previa de colonialismo en que las metrópolis europeas ejercían control directo sobre los territorios conquistados, sino que fue suplantado por nuevas formas de dominio que fructificó sin bandera, apoyando en buena medida la reconstrucción entre los beligerantes con el Plan Marshall- en un caso- o usufructuando estructuras del feudalismo residual centroamericano e imponiendo a todos su antojadiza práctica de “guerra fría” que impulsó invasiones, intervenciones de todo tipo en nuestros países, dictaduras, fraudes, al tiempo que se hacía propaganda de la supuesta libertad, de un “mundo libre”, de una casi idílica defensa de una “forma de vida y sociedad”, mientras se satisfacían los instintos corruptos de políticos y dueños locales del capital que pasaron a engrosar las filas de sus adeptos y seguidores.
En mis años de secundaria me enseñaron la Ley de Lavoisier sobre el principio de conservación de la masa –“La materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”-; esta simple formulación química de hace más de dos siglos, llena de sabiduría, se asemeja a lo que ocurre con EE.UU.: por obligación, debe postergar su intento de degradar a un competidor (los 27), descuida – aunque le preocupa- el activismo brasileño de Lula con Venezuela y Colombia, el plan de este de llevar al subcontinente hacia los BRICS -que se entiende que es deseado por su más evidente competidor, China, nación que aspira a ser dominante a partir de los 40 de este siglo y que pasó desde el 2000 de un intercambio con Latinoamérica de 12 mil millones de dólares a uno de más de 400 mil en 20 años-. Pekín, por otra parte, cosecha adhesiones que pierde Washington que hasta ve amenazado su signo monetario por países que negocian prescindiendo del dólar.
Ante estas reuniones, el chileno Gustavo González comenta: “El mes de junio se despide y deja un panorama mundial dominado cada vez más por intereses geopolíticos que obligan a los gobiernos de AL a diversos grados de alineamiento o inserción internacional, con el telón de fondo de una renovada “Guerra Fría” que transcurre a la grupa de la crisis del multilateralismo.”
En la capital de EE.UU. se dio por terminada la LIII Asamblea de la OEA el 23, a la que varios de los cancilleres de naciones que la fundaron no concurrieron dado su rechazo a la despreciable presencia del secretario general de la institución y a la decisión aceptada y compartida por este de no citar a ministros de países que el anfitrión considera “enemigos de la democracia”.
Es así que Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Honduras y México no enviaron a los titulares de relaciones exteriores. Sin embargo, eso no impidió la expresión del director de Organismos Regionales de la cancillería mexicana, Efraín Guadarrama, quien afirmó: “Necesitamos una OEA renovada que sea relevante y que sirva a todos los Estados, que genere soluciones sostenibles».
Alguien cercano, que me oyó decir algunas cosas desagradables sobre la OEA -inutilidad desde su fundación para frenar al imperialismo, impedir y no acompañar obedeciendo sus acciones y sanciones (bloqueo económico y expulsión de Cuba, promoción de golpes de Estado, etc.) como si hiciera falta que me lo recordara, me susurra “Mira que Almagro es uruguayo”.
Le contesté enfervorizado que “ese y Manini fueron hechuras de un mismo sastre”.
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