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Ensayo sobre la oscuridad del ocio

Ensayo sobre la oscuridad del ocio
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Verano, espectáculo teatral con dramaturgia y dirección de Florencia Caballero pero construido a partir del trabajo colectivo con el elenco y el equipo de diseño, aborda la forma en que se vincula un puñado de personajes durante sus vacaciones en un lapso de quince años. El relato teatral transcurre  mediante saltos temporales, como los que da cualquier persona cuando reconstruye su pasado, en un período de tiempo que va desde el 2003 al 2018. Sin embargo la escena final sucede ya en momentos de pandemia, es un encuentro por zoom que reúne a los personajes, aislados, en una pantalla. Lo paradójico de este último encuentro es que pareciera que ese momento, en que la mayoría no comparte el mismo espacio físico, es cuando realmente hay armonía entre los personajes. La separación parece fortalecer vínculos que hemos visto más en su aspecto nocturno o dark, que soleado o luminoso.

Otra escena clave es la inicial, los personajes se colocan de espaldas a los espectadores, ubicados en la primera fila de la platea y mirando hacia el mismo escenario en donde su memoria irá reconstruyendo algunos momentos de su pasado. Podríamos pensar que intentarán buscar allí algunas claves para entender sus vínculos, como hacemos los espectadores. Pero también que nos colocan a nosotros como público en ese mismo espacio, atravesando esas mismas contradicciones, esos mismos comportamientos que instrumentalizan los vínculos. Porque lo que termina sucediendo en Verano es que se problematiza una forma de establecer vínculos de un sector social bien determinado, y ese sector social es el mismo que ocupa las butacas de las salas teatrales.

Verano reúne a seis personajes de clase media y media alta que vacacionan en Rocha, parece claro que Valizas es el balneario base, aunque se transitan otros lugares de la costa. Vienen de familias sin problemas económicos, y los veremos transitar por carreras profesionales, docentes o artísticas. En general parecen venir de una cultura “progresista”, pero casi siempre instrumentalizan los vínculos de forma cruda, cuantificando los beneficios. La cuantificación es una de las claves de los vínculos entre este puñado de personajes: se contabiliza el beneficio de pagar menos la cabaña si son más, se cuantifica la cantidad de cuerpos con los que se tiene sexo, se calcula el costo-beneficio de la infidelidad, todo es pasible de ser cuantificado, y muchas veces directamente monetizado. Y cuando no se cuantifica de todas formas parece calcularse el beneficio de tener determinada pareja o de estar con determinada persona. Nada que no vivamos cotidianamente en realidad.

Pero si hay una lógica utilitaria en los vínculos entre los personajes, la forma en que estos se establecen en su lugar de veraneo es depredadora. El contexto es solo de arena y de mar, de montevideanos y montevideanas que toman por asalto la costa de Rocha y se emborrachan y drogan en sus boliches. Parece no existir nada más. Y de hecho el vínculo con la dueña del rancho en donde veranean parece subrayar este aspecto. El “rancho” en realidad es la casa de la mujer, que vive allí con su hijo  todo el año. Este personaje es clave para ver como se tensionan algunas características de clase de los personajes. Por ejemplo viendo como se “compra” el espacio cotidiano de una persona para “no hacer nada” mientras la mujer y su hijo se “exilian” y les atienden. Estas contradicciones enriquecen el espectáculo porque son mostradas, no enunciadas directamente, y porque gran parte del público seguramente participa de esas prácticas.

Pero tampoco estamos ante una película de Vinterberg (aunque por momentos Verano parecía ir hacia allí), los personajes no son lineales, tienen comportamientos solidarios y fundamentalmente los vemos modificarse. Si resulta gracioso ver el contraste entre los teléfonos celulares de principios de siglo y los actuales, en otros aspectos el abismo no parece ser menor. Caballero señala en particular los cambios entre los vínculos a partir de la emergencia de los feminismos. Y no es un detalle menor, el vínculo entre varones y mujeres en los espacios públicos se ha modificado sustancialmente, y es algo que podemos rastrear en los quince años de Verano. Pero no solo en el espacio público. El vínculo entre los personajes que encarnan Pirotto y Pallares, por ejemplo, se basa en el señalamiento constante del personaje masculino de los errores y las imperfecciones de su pareja. No leemos igual hoy esa relación que hace cinco o seis años.

Esos cambios en las formas de relacionamiento se traducen en la práctica colectiva de creación teatral. Este colectivo no jerarquiza el rol de la dirección o de la dramaturgia. Y esto es relevante, no es que se desplaza la figura en favor de una mujer manteniendo las jerarquías, lo que sucede es que se democratiza la creación del espectáculo y se desjerarquiza el rol de la dirección, este parece ser el cambio real que proponen los feminismos en algunos espacios. Y si hay rastros de algunos cambios que se intentan señalar en la “obra” es coherente que en su construcción se sea coherente con esa prédica. La “forma” ya es “contenido” en este caso.

El diseño escenográfico resuelve con elementos mínimos pero con gran ingenio un sinfín de dificultades que tiene la puesta, empezando por una playa como espacio central donde transcurre el espectáculo. La versatilidad de Pablo Musetti para actuar, tocar la guitarra y cantar hace posible la inclusión del personaje más “bohemio” y hedonista a la vez que permite musicalizar las escenas que lo necesiten de forma natural.

Verano no es un espejo, pero es un universo orgánico y coherente en el que podemos detectar vínculos con carencias y contradicciones incómodamente cercanos. En estas páginas siempre pensamos a los espectáculos teatrales como ámbitos de reflexión y de diálogo, Verano es un caso particularmente potente de reflexión escénica. Esperemos haya más funciones.

Verano.  Dirección y Dramaturgia:Florencia Caballero Bianchi. Asistencia de Dirección y Producción: Thamara Martínez Carpanessi. Creación escénica: Laura Almirón, Florencia Caballero Bianchi, Sofía Espinosa, Pablo Musetti, Ramiro Pallares, María Eugenia Pirotto, Cecilia Yáñez. Diseño de escenografía y vestuario: Cecilia Bello. Diseño de Iluminación: Juan Andrés Piazza. Diseño de Video y Sonido: Florencia Hernández.

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.