Hay un cuento maravilloso de Antonio Dal Masetto, escritor ítalo-argentino, donde el tipo entra a un bar y dice: -Buenas noches, estimados señores.
-Serán buenas noches para usted –le contesta uno. –Dentro de un rato nos espera el enemigo.
-¿Qué enemigo?
-El insomnio.
Y después –no lo voy a contar entero porque me basta con el inicio- los parroquianos empiezan a contar sus estrategias para vencer a ese enemigo. Basta un ejemplo del que descubre, guardada con naftalina, la almohadita de la cuna de cuando era bebé. Piensa que se la trajo un hada protectora, y a la noche, por unos días, se acuesta sobre ella y se chupa el dedo gordo de la mano.
-¿Le dio resultado?
-No. Ahora me levanto a la mañana con el dedo hinchado y babeado y sin haber dormido ni un minuto.
Yo creo que algo parecido, quiero decir causado por el insomnio, le ocurre al Guapo Larrañaga, y se me hace que tiene que ver con su contradicción mental entre la unidad política de los blancos, necesaria si quieren sobrevivir, y sus apetencias electorales y la indisimulada contracción de sus carrillos cuando ve, o tiene que hablar con él, al Cuzquito. Claro, una persona perseguida por el insomnio –primero que nada- y por problemas de piel en lo doméstico, es probable que tropiece más de una vez con la misma piedra, como decía mi abuela Honorata, que quería que le dijeran Juanita por un asunto de rimas que nunca entendí.
Ahora, en aras de la unidad, el Guapo se reunió con el jovenzuelo que lo revolcó en las internas pasadas, y acordaron bajar los decibeles de sus diferencias. En la foto, barbudo, junto al pibe del jopo, su rostro no ayuda. Pero…
Pensador como soy, reflexioné en primer lugar acerca de esa unidad supuestamente buscada y evidentemente imprescindible. Y fui al diccionario por ayuda, que es casi tan necesario hoy como, para otra gente, encontrar un mingitorio en un parque.
Unidad –del latín units, -àtis.- es la propiedad de todo ser, y el Guapo es un ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere. Bueno, con sus recientes vericuetos políticos si algo ha logrado es alterarlo todo alrededor y dejarlo al borde de la destrucción. Claro, siempre es posible, como ha escrito el filósofo Tomás Abraham, que un instrumental discursivo inhábil pueda agotar a un cansado o tal vez mínimo pensamiento crítico; entonces sería posible que el robusto sanducero estuviese usando, en realidad, el término unificar, que quiere decir “hacer que cosas diferentes o separadas formen una organización, produzcan un determinado efecto y tengan una misma finalidad”. Si así fuere, pues, bueno, a la luz de los hechos objetivos, hasta se podría conjeturar que aquel insomnio que uno ha sospechado lo puso dramáticamente al borde de la locura.
Es que no se ha mostrado precisamente como un unitivo, es decir aquel individuo que tiene la virtud de unir.
Apelo otra vez a Abraham, lectura de cabecera (la mía, digo): “Si alguien quiere ganar, conviene disimular la primera fase de su estrategia; la segunda fase consiste en hacerse ejemplo y reconvertir su sentimiento de envidia en ansia de emulación: yo quise y pude; si ustedes quieren, pueden”.
¿Estoy hablando del Partido Nacional? Sí, por supuesto. Entonces, el Guapo está errando feo el boleo de su estrategia, porque quiso -¡dos veces!- y no pudo. ¿Qué significa esto? ¿Qué antes de seguir debería inscribirse en un curso de autoestima e integrarse a algún grupo de auto ayuda? ¿Con qué finalidad, dice usted, lector? Y… para no quedar otra vez merodeando frente a las empinadas escaleras que conducen adonde suele reunirse el Honorable Directorio, conteniendo la bronca y transpirando como Bergarita cuando lo aprieta Astori.
Mientras, el Cuzquito la sigue mirando de arriba, calladito, soplando pompitas de jabón para decirle “vale cuatro” al pastor masón.
¡Está brava para el Guapo!
Incluso si todo se solucionara resolviendo la hipótesis del insomnio –acerca de la cual puedo haberme excedido en la audacia de su incorporación al debate- ese asunto no tiene nada de sencillo.
Dal Masetto cuenta que halló a un parroquiano que creyó haber encontrado el Santo Grial: “Me inspiré en una película donde el protagonista es insomne y, para relajarse, se acuesta con una pierna colgando de la cama y el pie metido en una palangana con un poco de sal gruesa. Al principio me dio resultado. Pero a los pocos días, dormido, siento que uno de mis pies es el Titanic que se va a pique y el otro un barco que va en su ayuda pero queda trancado por los hielos. Paso unas noches espantosas, pidiendo rescate. Y quedo durmiendo mal y despertándome cada cinco minutos porque nadie viene a tirarme un salvavidas”.
Qué destino, Guapo. Y qué destino su Partido, amigo, partido al medio. Ojalá yo esté equivocado en estas elucubraciones.
Reflexione, amigo. Baje la pelota. Yo sé que debe ser difícil caer de trompa otra vez… En fin, piense que si cae parado, aunque a espaldas del chiquilín, puede hacerle un servicio al país.
Hacerse a la idea le permitirá dormir como un bebé de pecho. (¡Uy, no vaya a pensar en la Verónica!).
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