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¿Esta partidizada la Justicia

¿Esta partidizada la Justicia
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La publicación de los chats entre Pablo Iturralde y Gustavo Penades ocasionó un gran revuelo que terminó con la renuncia del dirigente blanco a la presidencia del Partido Nacional. Nuevamente la Fiscalía está en el ojo de la tormenta. ¿Qué poder tienen los políticos de influir sobre los fiscales y jueces? ¿Está cooptada por la izquierda la Fiscalía? ¿Hay una herencia dejada por el exfiscal Díaz que domina esa institución? ¿Es correcto que los fiscales renuncien y empiecen a actuar en política partidaria? ¿Es sano que se cuestionen desde el poder político los fallos judiciales? ¿Campea la corrupción? ¿O es una falta a la ética? ¿Pueden confiar los ciudadanos en la justicia?

Que la justicia no huya hacia el cielo por Andrés Scavarelli

Un célebre maestro italiano del Derecho Penal llamado Francesco Carrara decía: “Cuándo la política entra por la puerta del templo, la justicia huye atemorizada por la ventana para regresar al cielo”. Antes qué nada una precisión terminológica, es importante diferenciar lo qué es la justicia cómo función, cómo potestad, usando una vieja distinción del derecho francés, de lo qué es la justicia cómo uno de los Poderes del Estado.
Cotidianamente, cuándo se habla de “la justicia penal” en medios, sociedad y redes se hace en el primero de los sentidos, el qué incluye en nuestro ordenamiento jurídico a todos los integrantes del sistema, a todos los operadores qué intervienen dentro de la función de hacer justicia cómo lo son naturalmente los integrantes del Poder Judicial pero también de otro poder, el Ejecutivo y también la sociedad misma a través de los defensores de particular confianza, ya qué los defensores de oficio son funcionarios del Poder Judicial.
Todo ámbito de decisión va a recibir presiones de todo tipo y de toda forma, de ahí qué nuestra legislación exige imparcialidad a los jueces, objetividad a los fiscales y lealtad hacia su cliente a los defensores, porque la justicia penal es un sistema qué cómo un delicado mecanismo de relojería, sí no se mantiene hermético para evitar la contaminación de las presiones sociales, políticas, económicas y criminales, hará qué los engranajes dejen de encajar y la máquina deje de funcionar o qué lo haga de una forma en la qué se produzca un desajuste entre la realidad y el resultado qué arroja el mecanismo.
La justicia no busca ni debe buscar complacer a las masas ni al poder y es por eso qué sus integrantes no son electos popularmente ni pueden universalmente postularse, ellos deben tener, en cada uno de sus roles, una acreditación de competencia dada por una Universidad reconocida, en una carrera de grado cómo Dres. en Derecho y luego designados o bien por un particular para qué defienda y actúe junto a él o bien por la Fiscalía General de la Nación o el Poder Judicial luego de acreditadas sus cualidades personales y profesionales, de allí qué en la estructura de un sistema republicano pleno habrán dos poderes populares y uno contra mayoritario qué sirva de contrapeso y qué sea la voz de la Ley y no del cambiante humor de las masas.
Es por eso qué las presiones de las masas directamente o bien de forma indirecta, cómo también de los actores políticos y sociales, resultan sumamente peligrosos, porque una cosa es cuestionar una decisión, qué al amparo de la libertad de expresión toda persona tiene, y otra muy distinta es no aceptar o peor aún deslegitimar al organismo acusándolo de acciones contrarias a su naturaleza, cuando en realidad lo que suele haber es simplemente un fallo o dictamen contrario al interés o sesgo de quién emite el comentario descalificador.
Pero también es necesario señalar qué no le hace bien al sistema de justicia, cómo tampoco a la visión qué la población tiene de él, qué quienes ostentaban funciones de jerarquía o de titularidad dentro de la Fiscalía General de la Nación o del Poder Judicial, a los pocos meses de su egreso de tan importantes funciones terminen asociados a un partido político o bien ejerciendo la defensa penal contra quienes poco tiempo atrás fueran sus subalternos. Estoy convencido, hasta qué alguien me demuestre lo contrario, qué la población puede confiar en el sistema de justicia, lo qué no significa qué sea perfecto, impoluto, libre de todo error o mácula. Por esa razón me parece tan equivocado cuándo se afirma “yo creo en la Justicia”, porque la justicia humana tiene los errores qué tenemos todos los humanos. En lo que sí se debe creer es en qué el profesionalismo de quienes integran el sistema de justicia en sus distintos roles, pero no en la exactitud del resultado, pues por algo los fallos son siempre recurribles dentro de un sistema de garantías procesales y también opinables dentro de una sociedad con libertad de expresión cómo la nuestra.
Nuestra justicia no es perfecta, pero para eso es qué miles de años de evolución en el sistema de garantías constitucionales han desarrollado principios y contrapesos, porque conociendo la falibilidad humana, la institucionalidad y el proceso penal constituyen un método para garantizar la mayor imparcialidad y objetividad posibles en sociedades imperfectas integradas por seres imperfectos.
La mejor garantía qué puede haber es la publicidad, el carácter transparente de la sociedad, la acción del periodismo y la formación de la población, pues estas son las únicas formas de advertir e impedir que la política y las hordas intenten traspasar la puerta del templo de la justicia.

Lo injusto es normal en ‘democracias’ devaluadas por David Rabinovich

No son meros indicios; se trata de violaciones indiscutibles a lo que alguna vez consideramos códigos de ética elementales. En política el pudor es una suerte de animalito en extinción.
El poder que puedan tener algunos políticos para influir sobre jueces y fiscales no me parece el problema mayor. Es bastante peor la influencia de los intereses económicos, políticos, culturales, de clase… Se constata cuando el poder judicial se presta a ser utilizado con fines espurios. Es común que nos movamos motivados por intereses y/o convicciones. Conveniencias e ideas de derechas o de izquierdas, alineadas de uno y otro lado de una grieta cada vez más ancha y profunda. Se legisla, comunica, emprende, educa o se imparte justicia en función de intereses personales o de proyectos colectivos. Palabras como libertad, democracia o justicia tienen sentidos diferentes según quién las invoque.
Derechas desinhibidas pasean por el planeta un nivel de violencia sólo superado –quizá- por una capacidad de travestismo infinita. Hay “un despliegue de maldad insolente” como dice el tango.
Es en esta realidad ‘de época’ que debemos entender –en la medida de lo posible- que se pretenda quitar gravedad a todos y cada uno de los episodios protagonizado desde las esferas del poder. Todo lo que pasó con el pasaporte de Marset, incluida la dudosa actuación de la fiscal Ferrero. El escándalo de Astesiano y la horrible historia de Penadés, muestran al poder político metido en corrupciones que dejan, episodios como el de los nombramientos en la Comisión que administra Salto Grande, en un segundo plano.
Los mitos de Educación, Justicia, Información, cooptadas por la izquierda, no son más que construcciones de los que realmente inciden de forma preponderante sobre esas y otras realidades.
Jueces y fiscales, en no pocas oportunidades, juegan papeles terribles de persecución política, en general contra las izquierdas. Aunque no falte algún ejemplo de gobierno que se crea de izquierda e instrumente poderes judiciales a su gusto y medida.
No me parece preocupante que los fiscales renuncien y empiecen a actuar en política o a ejercer la profesión de abogados. Nadie puede pretender que no trabajen o que no piensen. El asunto es cómo funciona el sistema judicial y qué leyes, con qué propósitos, aprueban los parlamentos. Preocupante es que el Poder Ejecutivo no reconozca límites democráticos para su actuación.
Es sano que desde un poder se controle o cuestione a otro, en el marco de las competencias de cada uno. Los fallos judiciales no son infalibles y menos perfectos. No siempre son justos, ni siquiera son siempre legales… En una república es deseable que cada poder se encargue de sus asuntos y lo haga en armonía con los demás. La realidad no siempre es bonita. Como telón de fondo la corrupción es inherente al sistema, la ética está cayendo en la obsolescencia y no sé si los ciudadanos pueden confiar en la justicia. No ciegamente, por cierto. Sin olvidar que, en última instancia, si no aceptamos compartir algunas reglas de convivencia es imposible que la sociedad funcione. Y que funcione bien luce como un tema más complejo.

Amigos son los amigos por Miguel Manzi

¿La Justicia está partidizada? No; está berretizada, como casi todo. ¿La Fiscalía está cooptada por la izquierda? Tampoco; antes éramos todos colorados, después todos fueron frenteamplistas, y ahora algunos querrían que todos fuéramos blancos, nada nuevo. ¿La herencia de Díaz en Fiscalía? Es como la de Tabárez en la Selección: hasta que no llegue un Bielsa, juegan igual por pura costumbre. ¿Los políticos tienen poder sobre fiscales y jueces? Sobre los que se dejan, claro que sí, como en todo. Por mandato constitucional, las jerarquías de los respectivos servicios se nombran por mayoría especial del Senado; pero como en el sistema político también campea la berretez, no hay acuerdo para los nombramientos. ¿Es correcto que los fiscales renuncien y empiecen a actuar en política partidaria? ¿Y es correcto que los comandantes en jefe del Ejército lo hagan? ¿Y los periodistas? ¿Y los dirigentes sindicales? Yo creo que no, que todo sería mejor si obráramos como recomienda Platón en La República, o Moro en la Utopía; pero los bolches hicieron la prueba y les salió como la mona, así que mejor seguimos con esto de la libertad. ¿Es sano que desde el poder político se cuestionen los fallos judiciales? Amigo, lo absurdo es pretender que la independencia del Poder Judicial equivale a la incuestionabilidad de sus fallos. El Poder Judicial y la Fiscalía están llenos de turros, que se equivocan todos los días. ¿Pueden los ciudadanos confiar en la Justicia? ¿Campea la corrupción? Qué te puedo decir… Según respetables indicadores internacionales, Uruguay pica alto en justicia (http://worldjusticeproject.org/rule-of-law-index), corrupción (https://www.transparency.org/en/cpi/2020/index/nzl), derechos y libertades (https://freedomhouse.org/countries/freedom-world/scores), libertad de prensa (https://rsf.org/es/clasificacion), democracia en general (Democracy Index 2023 (eiu.com)). No es ninguna garantía, pero son indicadores. Habiendo despejado los accesorios, podemos abordar el principal: los famosos chats, o sus alcances. Creo honestamente que las valoraciones de Pereira, Cosse y Orsi son inapelablemente berretas. SÍ, Iturralde se fue de boca para confortar a un amigo; pero NO, muy evidentemente no hubo ninguna presión a ningún fiscal. La “amiga Ghione” lo clavó de cabeza a Penadés: “fue imputado por la presunta comisión de 11 delitos de retribución a la explotación sexual de menores de edad. Además, la fiscal pidió la formalización por cuatro delitos de abuso sexual especialmente agravado, tres delitos de abuso sexual agravado y un delito de violación. También se lo acusó por los delitos de desacato, corrupción de menores y atentado violento al pudor”. Con amigos así…

Todo es Ideología por Nicolás Martínez
En tiempos recientes, el debate sobre la posible partidización del Poder Judicial ha cobrado fuerza en varios países, incluido el nuestro. En este sentido, algunos gobiernos promueven reformas judiciales que, bajo la apariencia de mejorar el sistema judicial, buscan en realidad aumentar el control político sobre los tribunales. Ejemplos claros de esta situación se encuentran en Polonia y Hungría, donde las reformas judiciales han generado preocupación sobre la erosión de la independencia judicial. ¿Qué quiere decir esto? Una posible respuesta puede ser que jueces y fiscales pueden ser cooptados por intereses políticos o económicos, lo que llevaría a un sistema judicial que no actúa de manera imparcial y equitativa.
Con lo anterior en mente, considero oportuno reflexionar sobre la posible influencia partidaria o ideológica desde una perspectiva filosófica: la de Louis Althusser. Este filósofo francés que tiene por mérito una interesante reinterpretación del pensamiento de Karl Marx en obras como “Para leer El Capital” (1965) e “Ideología y aparatos ideológicos del Estado” (1970), introduce conceptos clave como los de ideología y de aparatos ideológicos del Estado. Althusser sostiene que las instituciones sociales juegan un papel crucial en la perpetuación de las relaciones de poder, enfatizando que las formas en las que vivimos juntos (estructuras sociales) son muy importantes para decidir cómo actuamos y pensamos (prácticas e ideas).
En “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado” argumenta que el mayor desafío es mantener las condiciones necesarias para producir en la sociedad. Para explicarlo, diferencia entre mantener las cosas que producimos (como máquinas y herramientas) y mantener las relaciones entre las personas que producen esas cosas. Althusser compara la sociedad con un edificio que tiene dos partes: una parte invisible que sostiene todo (las cosas que producimos) y una parte visible que incluye nuestras relaciones y creencias (las formas en que vivimos juntos y las ideas que tenemos).
Según Althusser, la reproducción de las relaciones sociales de producción se realiza principalmente a través de dos instancias de la superestructura: a través de la fuerza (jurídico-política) y a través de las ideas (ideología). La primera contribuye principalmente a través de la violencia y la represión, mientras que la segunda lo hace principalmente a través de la ideología, aunque también puede recurrir a la represión. Los Aparatos Ideológicos del Estado (escuela, familia, religión, etc.) son los encargados de transmitir la ideología dominante de la sociedad, que actúa como un factor de cohesión social y de reproducción de las relaciones de producción.

Althusser sostiene que la ideología es transhistórica, es decir, atraviesa toda la historia, y tiene una función específica en la sociedad: representa de manera imaginaria la relación entre los individuos y sus condiciones reales de existencia. Esta relación imaginaria distorsiona la realidad al hacernos creer que somos independientes de las estructuras sociales que realmente nos influyen. Además, Althusser afirma que la ideología tiene una existencia material en cosas que hacemos, como rituales, prácticas y en los objetos que usamos. Estas cosas nos hacen sentir como si fuéramos sujetos independientes, aunque en realidad estamos siendo influenciados y controlados por la ideología sin saberlo.
Finalmente, Althusser explica cómo la ideología llama a los individuos y los convierte en sujetos, formándolos de esa manera. Esto sucede a través de un Sujeto (como Dios, la Razón o el Estado) que garantiza la verdad y permite que la persona se vea a sí misma como un sujeto en la sociedad, aunque en realidad esté siguiendo las normas y órdenes de ese Sujeto. Este proceso de llamado ideológico es crucial y se basa en la creencia de que somos autónomos y libres, cuando en realidad estamos sujetos a las estructuras de poder y dominación de la sociedad.
Al reflexionar sobre la politización del poder judicial y la omnipresencia de la ideología en nuestra sociedad, es crucial considerar la tesis de que nuestras acciones pueden estar influenciadas por ideas que muchas veces ni siquiera reconocemos. Por ello, debemos ser precavidos ante propuestas que busquen politizar las designaciones judiciales, ya que esto puede comprometer la independencia y la imparcialidad del sistema judicial. Es fundamental poder hacer el ejercicio de adoptar un pensamiento crítico y reflexivo, evitando la superficialidad y la rapidez propia de las redes sociales. Al aceptar la tesis de Althusser, debemos entender que somos producto de una ideología y que nuestras respuestas y acciones están intrínsecamente ligadas a ella: nos interpela, nos llama a actuar y a pensar de cierta manera, incluso sin que seamos plenamente conscientes de ello. En palabras de Pascal citadas por Althusser: “Poneos de rodillas, moved los labios en oración, y creeréis”.
Repudiable por Martin Forischi
Las palabras son eso, palabras y tiene el significado que queramos darle. Es la herramienta para transmitir nuestro pensamiento, nuestras emociones; Solamente puedes explicarle a una persona lo que te pasa con palabras. Y si tengo que dar mi opinión sobre lo ocurrido en las últimas horas, no podemos darle otro calificativo que el de repudiable.
Habida cuenta de la crisis política e institucional que está viviendo el Uruguay por los diferentes episodios que se están sucediendo desde el 2020 a la fecha, que no hace más qué, agravar la situación del país, escribiéndose de esta manera una página más al libro de errores que viene teniendo esta administración.
Pablo Iturralde tuvo que renunciar al cargo de presidente del partido nacional luego de que se dieran a conocer las conversaciones que mantuvo vía WhatsApp con el ex senador Gustavo Penadés en marzo del 2023. Según los registros de esos chats Iturralde dice que tuvo influencias para que la carpeta de investigación por denuncias a Penadés la tomase la fiscal Alicia Ghione; Recordemos que cronológicamente el caso lo tenía la fiscal Mariana Alfaro, a quien Iturralde criticó calificándola de una “gran HDP”, y diciendo que, quien debería asumir el caso es Ghione, y que es su amiga. Luego Iturralde hace hincapié en referencia al fiscal subrogante de entonces Gómez que, había que presionarlo, se caga y se va…; a grandes rasgos esto dijo el ex presidente del directorio del partido nacional.
Yo tengo una tristeza enorme con lo que está pasando en este país; la verdad es que no puedo creer lo que está sucediendo, y que solo tiene un camino, que es el repudio, el rechazo a las expresiones de Pablo Iturralde.
Y la verdad es que, también quedé conmovido con la opinión de Álvaro Delgado, quien entiendo es uno de los mejores de cara a octubre, pero todo eso que hizo bien rueda escaleras abajo con su opinión sobre las expresiones de Iturralde, que sin ningún tipo de prurito en referencia a la renuncia dijo: “fue una actitud que valoro especialmente…”. Tuvo el tupe de minimizar los chats de Iturralde, con la frase “… hoy salen a la luz algunas publicaciones privadas…”, y termina con que, fue una decisión valiente haciendo referencia a su renuncia.
Que quieren que les diga, como abogado, y por tener la suerte de conocer parte del poder Judicial, y de conocer estos últimos años a Fiscalía, me parecieron repugnantes las expresiones vertidas por Iturralde respecto al Dr. Gómez; y sobre la Dra. Alfaro; pero también creo que es una falta de respeto, y una burla al sistema de justicia, y que nadie del partido nacional condenara sus expresiones, es más triste aún.
Yo esperé que el presidente Lacalle Pou, luego de nutrirse de su propia información, condenase los chats de Iturralde, pero eso no ocurrió; dijo que Iturralde se equivocó en una conversación privada, y poca cosa más.
Después esta señora Valeria Ripoll, saliendo al aire en el programa “Esta boca es mía” defendiendo a Iturralde… que falta de comedimiento que tiene esta señora; su comentario me pareció despreciable, y lo peor de todo, desinformada a la hora de participar en un debate al que se necesita previamente información e investigación. Es preferible hacer silencio que defender lo que está pasando
Ahora bien, el núcleo duro va a votar a los blancos en octubre, sin importar lo que está pasando; habla mal de ellos, deberían primero tomar en cuenta todo lo que pasó y después decir a quien prefieren en el gobierno. Acá no le vamos a decir a nadie que es los que tiene que votar, pero resulta curioso que el partido nacional tenga una muy buena intención de voto en las encuestas; síndrome de Estocolmo para mí, ¿vos vas a votar al que te hace mal? ¿Al que te está llevando a la miseria?
Acá en Uruguay en octubre hay elecciones, pero para mí, he insisto, no le cambia el eje a la política; aunque si me detengo en parte de los electores de la coalición de gobierno, dudo que, con todo lo que pasó, el electorado batllista vote a Delgado en un balotaje, pero bueno, siempre hay algún desprevenido.
Si nos asomamos al pasado, este gobierno cometió tantos errores que no le quedan ministros; como un día renunció Talvi, quien tiene mis respetos. Pero después renunció Bartol, que tuvo una pésima gestión en el MIDES; así como también la renuncia de Daniel Salinas en el MSP.
Por el caso Marset que generó la primera crisis política, renunciando el Canciller Bustillo, Maciel y Lafluf; seguido de Heber. No me quiero olvidar de Irene Moreira, y sigo, y es preocupante; Pero hay una cosa para destacar en este gobierno, que es coherente, hace todo mal.

El horror de los hipócritas por Roberto Elissalde
En la película italiana Perfetti sconosciuti el director y guionista Paolo Genovese juega con la idea de una vida en la que los mensajes de whatsapp o texto entre siete viejos amigos (tres parejas y un soltero) puedan ser leídos en voz alta durante el transcurso de una cena. Es una apuesta, pero como no tienen nada que ocultarse, deciden aceptar -con catastróficas consecuencias. Porque como dice Caetano Veloso en su canción Vaca profana, «de perto, ninguém é normal», todos decimos en privado cosas que no podríamos sostener ante todos los públicos, mostrando facetas que a nuestros vecinos de enfrente le producirían horror.
Pablo Iturralde está recibiendo golpes de todo tipo, algunos justificados y otros no. En su mejor versión, tal vez no conociera el tipo de delitos que estaba cometiendo el senador Gustavo Penadés de forma reiterada y desde hace años y por eso le dio palabras de aliento. En una versión intermedia, sólo usó lenguaje convencional para quedar bien con un correligionario y sus palabras no quieren decir lo que dicen. La peor hipótesis es que Iturralde conocía los delitos cometidos por Penadés y estaba tratando de torcer el camino de la justicia para “ayudar” a un correligionario buscando fiscales amigas. No quiero creer en esta versión.
El movimiento estudiantil que Iturralde integró y ayudó a fortalecer fue el más masivo del último medio siglo y las personas más lúcidas, inquietas y valientes de la universidad participaron en él. Quienes militaron en ASCEEP y después en ASCEEP-FEUU saben a qué agrupación pertenecían los actuales decanos de facultades, directores de servicios, comisionados parlamentarios, gerentes de empresas, médicos, sindicalistas, abogados, jueces y fiscales. Unos eran de la Corriente Gremial Universitaria (vinculada al Partido Nacional), otros eran comunistas, socialistas, democristianos o independientes de izquierda y aún colorados y de la Unión Cívica.
El horror de los medios (y de algunos políticos) al mencionar los vínculos históricos de esos actores de la vida social con partidos políticos sólo es medianamente amarillista; la otra mitad es directamente hipócrita.
Pensar que porque un juez pueda haber sido comunista o blanco en su juventud (o sentirse tal en lo profundo de su ser en el día de hoy) será automáticamente parcial, injusto y tramposo, es creer que sólo los incontaminados pueden cumplir esa tarea. Creer que de lo que se trata es de “desenmascarar” a cada juez, cada fiscal, cada abogado para probar que nada bueno puede venir de una persona de “ese” partido o sector, es dinamitar las bases de convivencia y alentar la guerra civil (en principio no armada).
Pablo Iturralde, como presidente del Honorable Directorio del Partido Nacional, quiso ayudar a un senador que hoy sabemos que era un delincuente. Si lo hizo inocentemente, sin conocer los horrores cometidos por Penadés, está pagando el precio de su liviandad. Si no, le está saliendo barato a él y su partido.
Pero creer que averiguando y revelando el corazoncito político de los integrantes del Poder Judicial o los organismos de control estamos desenmascarando una gran trama es un juego peligroso.
Si no, que quienes quieran jugar a ese juego se dispongan a revelar los secretos de sus teléfonos al menos por lo que dura una cena.

Autonomía por Cristina de Armas
Dicen que los pueblos no tienen memoria. Tal vez nuestro pueblo no recuerde que el enfrentamiento que hoy tiene la política o el gobierno con la Fiscalía, el gobierno de Mujica lo tuvo con la Suprema Corte de Justicia (SCJ). En aquel momento conocimos de la existencia de muchos jueces con nombre y apellido, sus caras y sus voces en tv. Hubo procesados en la administración pública y las declaraciones de Inconstitucionalidad a las leyes que intentaba ingresar el Ejecutivo eran diarias. El gobierno de izquierda de entonces decía que el Poder Judicial estaba dominado por la derecha como el actual gobierno acusa a la Fiscalía de ser más expeditiva a la hora de aclarar delitos y casos de corrupción que vinculan al gobierno o a sus actores políticos, de filtraciones de información a la prensa y de estar signada por la izquierda. Este paso de la SCJ a la Fiscalía en el enfrentamiento con el gobierno de turno tiene motivo, nombre y apellido. Dos cambios fundamentales que se realizaron a partir de que en el año 2011 el gobierno propusiera y el senado votara en unanimidad (Cabildo Abierto no existía), la venia al nuevo Fiscal de Corte y Procurador General de la Nación Jorge Díaz Almeida. Le dio mayor autonomía a la Fiscalía con respecto al Poder Ejecutivo con la ley 19.334 de 2015 e impulsó el nuevo Código de Proceso Penal aprobado en 2014 por la ley 19.293 y que comenzó a regir a partir del 1 de noviembre de 2017. Cambió el sistema penal de inquisitivo a acusatorio. Pero, sobre todo Lector, hizo asumir a la Fiscalía el rol de investigación de los delitos, todos, incluidos los de corrupción; rol que antes ejercía el Poder Judicial, los jueces. Y he ahí la madre – o el padre -, de los problemas de la política, el gobierno y sobre todo del ministro del interior que habiendo votado la venia del Fiscal de Corte este un día les diría públicamente dos frases para mí, inmortales:” tendría que nacer de nuevo convertido en corcho para quedarme quieto y flotar” y “éste Fiscal de Corte no hace gárgaras con la autonomía fiscal”. El fiscal Díaz se retiró en 2021 y el sistema político no logra ponerse de acuerdo o sacudirse el susto como para volver a designar un nuevo Fiscal de Corte. Algunos piden una Fiscalía General colegiada, un triunvirato con el argumento de que es más fácil “convencer” a uno que a tres. Sería a dos porque tendría la mayoría y cómo se lograría esa mayoría en cada período de gobierno si cada uno representa a un partido. (Alguno en forma soez habla de fiscalía de títeres) Y así estamos, con la acusación de la derecha a Díaz por haber dejado una Fiscalía de izquierda – menos alguna amiga- y sin Fiscal de Corte. La judicialización de la política no es nueva y es inevitable que lo intenten.

Políticos y pecados, “poder corrupto” e instituciones frágiles
Por Oscar Mañán

En este Semanario (9/11/23) dije que el gobierno “se encontraba en su peor momento y también las instituciones democráticas del país” inspirado en una catarata de sucesos: Astesiano y su oficina del 4to. piso, el affaire del pasaporte Marset, Ache, Bustillo, Lafluf, Delgado y el “pasé a saludar” del Presidente… Sin embargo, tal vez me precipité, todavía el período de gobierno no termina.

Ahora los chats entre el Presidente del “Honorable” DPN y Penadés exponen lo que era un secreto a voces: las prácticas sistemáticas con que el Poder Ejecutivo intenta manipular al sistema de justicia. La eficacia o no de tales intentos no atempera la gravedad de actos que socavan la credibilidad de las instituciones: partidos políticos, sistema de justicia, parlamento, etc..

1) La democracia representativa se basa en la división de poderes, es decir, cada uno de los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) tiene independencia. Cuando uno de ellos avasalla a otro la democracia se tambalea. Los contenidos de los chats son repudiables, pero el Presidente de la República se esmeró en superarlos al sostener que hay causas judiciales de tránsito lento y otras a “180 km/h”. Incluso si se constatara por diversas razones lo señalado, el mismo Presidente pone un manto de duda erosionando la credibilidad de las fiscalías.

2) Las fiscalías dependen del poder ejecutivo y su autonomía técnica debería cuidarse, lo que deja en el debe al propio gobierno que retacea su respaldo político. Desde la renuncia del Fiscal de Corte Dr. Jorge Díaz el sistema político no logra acuerdos para nombrar un nuevo fiscal, pero se insiste en vilipendiar al subrogante. Actualmente, el Dr. Juan Gómez fiscal subrogante está de licencia: por lo que en funciones existe una fiscal subrogante del subrogante. Además de magros presupuestos para instruir equipos capaces de construir pruebas con la independencia, diligencia y transparencia necesaria, la confianza política y el fortalecimiento de la institución es indispensable.

3) Cualquiera puede discutir fallos judiciales, cuestión natural y lógica, pero los ataques personales desde la política para intimidar o condicionar a los operadores de la justicia no colaboran con el fortalecimiento de las instituciones democráticas. Cierto es que algunas conductas de fiscales o ex-fiscales, tampoco son de gran ayuda.

4) Los candidatos del partido de gobierno se limitaron a decir que Iturralde hizo lo que correspondía, y Delgado ensalzó la renuncia como un acto de valentía. ¿Qué quiere decir esto? Dos cosas: a) prefirieron blindar al partido antes que a las instituciones democráticas; y b) que las actitudes de Iturralde están naturalizadas, son parte del rasero ético de la política uruguaya.

5) La fiscal Ghione alabada por Iturralde y a la vez sepultada públicamente por resultados de investigaciones que favorecieron a políticos nacionalistas. ¿Resultados solicitados? ¿pos quién sabe?; pero enfrenta un escarnio público de todos modos. En su defensa, se cuestionan las filtraciones, y lo peor, se confirma que el MI habría “retaceado” información a fiscalía.

Weber, político frustrado y conservador, reconocía tres atributos indispensables para un político: “la pasión, sentido de la responsabilidad y mesura”. En los casos manejados, pasión existía pero quizás la causa no fue la adecuada, responsabilidad por las instituciones no, y menos mesura en las declaraciones. Los pecados de la política, “ausencia de objetivos y falta de responsabilidad”, siempre son cometidos por vanidad (necesidad de ser reconocidos con poder).

Dussel, filósofo crítico, apunta que el poder radica siempre en la comunidad soberana, y que los políticos ejercen un poder delegado. Cuando tales representantes del poder soberano ejercen un poder autónomo y desvinculado de los designios de la comunidad, ese es un poder fetichizado o poder corrupto. ¿Será tiempo que la comunidad decida quitarles la representación?

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