Home Opinión ¿Estalinismo sin Stalin?   Atilio Pérez da Cunha (Macunaíma)
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¿Estalinismo sin Stalin?   Atilio Pérez da Cunha (Macunaíma)

¿Estalinismo sin Stalin?     Atilio Pérez da Cunha (Macunaíma)
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“La construcción de la democracia empiezapor casa.

Noam Chomsky

“No hay peor fundamentalista que un converso”

Dr. Jorge Batlle

Desde fines  de febrero cargo el diagnóstico, lo que se conoce como un hallazgo médico, de un cáncer gástrico, por lo que estoy sometido a un tratamiento por quimioterapia.

Pablo Estramín decía que la quimioterapia era como entrar al ring a enfrentar Mike Tyson a pelearlo a mano limpia.

A mí no me tocó un peso pesado como el de Pablo, pero tengo de contrincante aun peso ligero que me pega duro.

Padezco, afortunadamente, de un solo efecto secundario, inevitable, como la fatiga farmacológica.

La enfermedad que cayó sobre mí como un pistoletazo en el pecho, me ha cambiado la vida hoy, y de aquí para delante.

Pero mi cabeza y mis convicciones irrenunciablemente democráticas, por las que el pueblo uruguayo pagó un alto precio de sangre y sufrimiento, siguen firmes.

Por eso, quiero dar una respuesta en defensa de autonomía de los medios públicos y la libertad de conciencia para los profesionales.

En 1985, debidamente acreditado, participé de la histórica asunción del primer gobierno democrático, tras 13 años de dictadura, encabezado por el Dr. Julio María Sanguinetti y el Dr. Enrique Tarigo.

Una de las medidas iniciales que tomó el presidente electo fue disolver la odiosa DINARP, la policía del pensamiento, y eliminar todos los decretos y disposiciones que conculcaban la libertad de expresión.

Así se consagró de nuevo un derecho fundamental, muy hondamente arraigado en los orientales, la libertad de opinión.

De hecho, el Dr. Tarigo, en plena dictadura, había creado el primer semanario de oposición, que se llamó “Opinar” y cuyo eslogan decía:

“Opinar, una costumbre que no debe perderse”.

Desde el 1º de marzo de 1985 los medios masivos volvieron a recuperar el espacio de imprescindible libertad de acción y de opinión.

Pero los medios masivos, mayoritariamente, son privados y responden a empresas.

Y también, muy legítimamente, tienen cercanía o adhesión más o menos explícitas a grupos o partidos  políticos.

En una sociedad como la presente, definida como Sociedad de la Información y el Conocimiento, los medios masivos modelan conductas y comportamientos sociales, así como construyen sus propias realidades.

Pero “la Verdad, como decía el profesor Mario Cayota, “es siempre sinfónica”.

Y ese es el sentido existe la necesidad de disponer de medios públicos, para asegurar la emisión de todas las voces en una sociedad diversa, la música, la cultura y todas las señas de identidad que dan sentido a nuestro ser nacional.

Porque como decía Alfredo Zitarrosa, “el Uruguay existe, porque existimos nosotros los uruguayos”.

Hasta 2006, con la asunción al cargo de Director de las Radios Públicas del querido Sergio Saccomani y de Nelly Goitiño, una mujer de encaje y acero, las radios no existían.

Eran un espacio baldío, en el que oscuros productores contrataban espacios en condiciones aún más oscuras que ellos mismos.

Supervivientes y dóciles funcionarios de la dictadura, que había hecho de los medios públicos un aparato de propaganda, vegetaban en sus cargos, con la única inquietud que los cambios operados en el país no les movieran la silla y fueran afectados en sus cargos.

Pero nada de eso ocurrió, por el contrario, funcionarios de antigua data, pasaron de la irregularidad a ser presupuestados.

Las radios públicas carecían de equipamiento adecuado, de comunicadores profesionales y, lo que es todo un símbolo, la puerta principal sobre la calle Sarandí permaneció cerrada  mucho tiempo por peligro de derrumbe.

En 2006, Sergio Saccomani estableció una visión de las radios públicas que se hizo carne en todos nosotros: hacer radio de calidad, con pluralidad y responder no a las necesidades del poder político, que dispone ya de canales de comunicación, sino a las necesidades de información.

Un día y otro, me he encontrado, en el largo corredor de las radios, con amigos de los partidos que entonces eran la oposición, que expresaban su satisfacción por el desarrollo cualitativo de los medios públicos.

¿Hubo utilización política por parte del oficialismo?

Como no vivo en un mundo de frutillitas, seguramente las habrá habido, pero en el balance general las radios, sobre todo en temas políticos, mantuvieron su pluralidad y ecuanimidad.

Hace años, conversando con mi amigo Hugo Fernández Faingold, él me decía que no le gustaba la denominación de Sociedad de Tolerancia para el país que avizorábamos en el futuro

“La tolerancia, decía palabras más o menos, “es una manera hipócrita de ocultar los dientes.

Mientras no puedo contra el otro, lo tolero y reclamo tolerancia para mí.

Pero si la situación cambia a mi favor, estoy listo para dar el dentellazo”.

Y agregaba, “yo quiero trabajar por una sociedad diversa, en la que unos y otros, en sus diferencias o coincidencias, entiendan que son imprescindibles para una buena convivencia social y el desarrollo humano”.

Parece que con el recreo, se terminó la tolerancia y volvemos al tiempo de pensamientos rigurosamente vigilados.

Las señales negativas empezaron cuando un aspirante a aristócrata se lanzó a los gritos contra las radios públicas catalogando de gasto desmedido, de información sesgada de los periodistas de las mismas, sin que hasta el día de hoy haya probado sus dichos.

El mismo personaje, con todo su derecho y en un medio privado, ha venido expresando su explicito apoyo a la actual coalición de gobierno.

Mientras lo observo iracundo lanzarse otra vez a los gritos en la TV privada, como si el 1º. de marzo de 2020 el Uruguay hubiera vivido no sé muy bien qué tipo de ¨renacimiento democrático, vuelven a resonar en mi cabeza proféticas palabras:

¨Mientras no puedo contra el otro, lo tolero y reclamo tolerancia para mí.

Pero si la situación cambia a mi favor, estoy listo para dar el dentellazo.¨

Recientemente los periodistas han sido notificados que habrá un control de contenidos por parte de las nuevas autoridades.

Esto, se mire donde se mire, no es sólo una cuestión de control de contenidos, natural a cualquier equipo periodístico: la elaboración de contenidos que refleje las necesidades informativas prioritarias, la producción calificadas de las mismas, etc.

La intencionalidad de controlar a periodistas que vienen de una administración anterior y de los que sospecha que pueden ¨sesgar la información¨ cómo  lo afirma el aspirante a aristócrata y farandulero consumado.

Lo paradójico es que que las medidas tomadas recientemente en los medios públicos, hasta ahora solo difundidas entre los periodistas involucrados, hayan sido decididas por dos presuntos liberales: el Presidente de la Republica y el actual pre candidato a la IMM y jerarca de SECAN, el organismo que regula los medios públicos.

Este último, presentó la conferencia del Dr. Antonio Escohotado, uno de los pensadores europeos más connotados y autodefinido como liberal progresista.

Ese día, durante la mayor parte de la conferencia, el presentador de marras estuvo distraído en su tablet.

Supongo que hoy en día está también distraído con la historia y con la experiencia de autorregulación mediática que existe en países verdaderamente democráticos.

Nota de Redacción:  Este articulo fue publicado en Voces el pasado 7 de mayo. Quizás haya sido la última nota del Macu, vaya esto como nuestro homenaje al compañero.

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