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¿Estampida blanca?

¿Estampida blanca?
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Algunos sondeos recientes de opinión marcan una baja considerable para el partido Nacional en la preferencia de los electores. ¿A que puede atribuirse este descenso? ¿Por qué se produce este hecho en este momento? ¿Puede deberse a lo ocurrido en Artigas cuando aparentemente los casos de Astesiano, Marset, Bascou o Salto Grande, parecían no haber afectado al partido en sondeos anteriores? ¿Juega en algo la situación económica? ¿Cuánto influye la elección de Valeria Ripoll para la fórmula presidencial? ¿O se puede tratar simplemente del crecimiento de otros contendientes a costa de los blancos porque sus fórmulas y propuestas atraen más? ¿Habrá voto castigo? ¿Puede influir el retorno de Pedro Bordaberry en la interna blanca? ¿Tiene chance de disputar el liderazgo de la coalición el partido Colorado? ¿Podrá el presidente revertir esta situación con su participación solapada en la campaña?

Estampida por José Quijano

¿Estemos presenciando una estampida? Se puede interpretar como una disminución pasajera, una reasignación de votantes entre grupos que componen una alianza (transitoria o permanente) o, efectivamente, una estampida por errores de conducción en PN o aciertos de los competidores. Lo más probable es que se explique por varios factores que se han presentado simultáneamente.
¿Juega la situación económica? Si bien hay malestar por atraso cambiario en el sector exportador, que conduce a pérdida de competitividad, no parece que sea un factor determinante y que explique un derrumbe político de cierta significación. Un exportador podría preguntarse: ¿y el que venga en sustitución, hará algo muy diferente? ¿Alguien ha planteado un enfoque muy distinto?
Quizá una suma de actos de dudosa o ninguna legalidad y honestidad podría gravitar más. Los casos Astesiano, Marset y el descalabro en la intendencia de Artigas podrían haber afectado al PN. Podría explicar una voluntad de enfriamiento, y eventualmente de alejamiento, en el electorado nacionalista. Pero en varios casos hay blancos y funcionarios de otros partidos involucrados, salvo en Artigas, quebranto penal íntegramente blanco y muy publicitados.
Si fijamos atención en los candidatos la novedad es Valeria Ripoll, una mujer joven, con experiencia sindical, combativa y, presumo, astucia política. Es un cuadro político relevante. Me pregunto, por otra parte, si tiene el lenguaje, el estilo y la forma de comunicar a que está acostumbrado el electorado blanco herrerista. Su pasaje por el Partido Comunista puede haber incomodado a algunos blancos como Hueso de Bagual
Y, además, miremos también a los compañeros de coalición. El P Colorado ha recuperado cierto dinamismo, con varios candidatos, un abanico relativamente amplio. Es posible que una parte del electorado blanco se sienta, en las actuales circunstancias, más «cómodo» en la misma coalición, pero votando en otro de los grupos que la componen. El mismo efecto desplazamiento se percibe, aunque muy débilmente, hacia Manini y partidos menores.
¿Habrá drenaje desde el PN hacia el FA? Puede que algo pero por el momento no creo que sea determinante. El que se aleja del PN busca primero en la coalición.
Lacalle Pou mantiene, según encuestas, un nivel alto de popularidad. Pero está no se trasladan, al parecer, al resto de la dirigencia nacionalista.

Delgado abrió las tranqueras por Eduardo Vaz

Será porque es productor rural y sabe de tranqueras o porque es un hábil jugador político o ambas cosas (por lo que me inclino), la designación de Ripoll es muy audaz pero responsable. Perder votos reaccionarios como el de Fossati, no pasa de quedar en otro lugar de la coalición de derechas, lo que no debilita la estrategia principal: ganar la presidencia en noviembre. Ya ganaron un voto pues la vice era del otro bloque en el 19 y si, además trae los votos de su familia, es todo ganancia.
Esto de abrir las tranqueras tiene el riesgo que sean más quienes salen que quienes entran. Las preguntas son si habrá gente que creyó en las promesas electorales y se defraudó.
¿Habrá votantes primerizos en el 19 que creyeron que cambiar siempre es bueno y optaron por lo nuevo entonces y se espantaron luego? ¿Habrá gente que votó a Talvi o a Mieres que son centristas honestos, progresistas, y no llevan la inmoralidad instalada y prohijada desde la propia presidencia y la elite de la 404 ni a los malla oro? ¿Habrá votos cabildantes del 19 que se defraudaron rápido con el General y sus tierras y la Generala y sus casas? Probablemente, pero, ¿cuántos?
Ahora, no será la moral pública lo que defina las elecciones mayoritariamente. Lo dicen los politólogos en base a evidencia global. Para hablar de nuestros pagos (nunca mejor dicho) véanse Colonia, Maldonado, Cerro Largo o Artigas, por referir unos pocos ejemplos: le sobran votos al partido de las leyes en esas tierras.
Los escándalos sin fin del gobierno, con participación del Presidente siempre “sorprendido en su buena fe”: Astesiano, Marset, desaparición de documentos públicos y privados, no han mellado su buena imagen, a pesar de una caída de casi 20 puntos desde el inicio a la actualidad. Sigue siendo alta. Y sus socios defienden o callan sin sonrojarse siquiera.
Ya lo mostró la murga que en cada nueva presentación debe agregar otro escándalo (para tapar la incipiente pelada presidencial, obvio): no se trata de errores sino de una modalidad de gobierno. Los enemigos del estado (especialmente de bienestar) se desviven por manejarlo para ponerlo al servicio del mercado, es decir, sus empresas amigas (Katoen Natie, tabacaleras o canales de tv privados), para usarlo como factor de dominación política vía la compra de voluntades y sostén de la estructura partidaria.
Mientras la situación económica sea estable, es decir, no se desplome la economía, aumente la pobreza en forma vertiginosa, cunda el desempleo, las empresas quiebren, difícilmente se precipite la caída de la conducción política actual. Si lo sabrá el P. Colorado.
La cuestión está en los márgenes. En una polarización grande como la uruguaya entre dos bloques definidos entre progresistas liderados por el FA y atrasistas con la coalición multicolor, esas gotas permanentes de corrupción e impudicia gubernamental irán horadando la roca del poder, pero, per se, no alcanzarán para derrotarlo. Será la batalla por el corazón y la razón de las multitudes, por la esperanza creíble de un país mejor que atienda las necesidades cotidianas de la gente, lo que definirá esta pareja disputa.

“Brutus, tú también me has traicionado” por Martha Valfre
Debemos reconocer que el año electoral nos toma en un escenario bastante convulsionado con “pases”, surgimiento de nuevas figuras, escándalos y denuncias.
El Partido Nacional ha estado en la primera página de los noticieros de algunos eventos que ponen en tela de juicio la ética, la transparencia y en algún caso conductas francamente delictivas de algunas de sus figuras más mediáticas. Si bien pudo navegar sin demasiada dificultad la situación de Astesiano, Salto Grande y Penadés, resulta bastante más difícil de remontar la situación en Artigas, por extraño que parezca lo sucedido en el departamento d el Norte generó mayor impacto negativo porque se involucran fondos públicos en un clientelismo que es innegable. Claramente no se puede desconocer que no se sabía lo que a la postre terminó en un acuerdo abreviado, donde tanto el Sr. Caram como su sobrina aceptaron su responsabilidad, ya que las denuncias databan de al menos un año atrás. Acuerdos abreviados que dejaron un claro sabor agridulce, porque parecería que el clientelismo no tiene sanción o si la tiene es muy suave para el tipo de caso que se trata. Quedó claramente establecido más allá de toda duda que los manejos eran más propios de un “propietario de una empresa particular”, o rememorando otras épocas, con un tinte de “Plata Dulce”, que de un administrador de dineros públicos, con un monto pago de horas extras imposibles de justificar entre otras cosas.
¿Ahora bien, son estos episodios patrimonio exclusivo del Partido Nacional? Por cierto que no. De hecho, hay denuncias en contra de otros dirigentes que están siendo tramitadas, aunque con mayor lentitud ante la Justicia, cuyo resultado hoy por hoy es ignoto. ¿Es la corrupción patrimonio de un partido? No, en absoluto. El poder abruma, confunde, marea, y afecta a algunos seres humanos más que otros, más allá de su ideología. Cualquier ciudadano puede sentir aquello del César: “Brutus, tú también me has traicionado”, luego de haber confiado en promesas de dirigentes en quienes se confió. Lo triste es que al final del día corroe la imagen del “político”, que por ende lleva a un descreimiento en el sistema lo que al final del día puede resultar peligroso, y para ello me remito a situaciones que están pasando en América Latina, que le cuestan la vida a muchas personas.
Debemos reconocer que el actual presidente ha navegado sin demasiada afectación personal, no así el Partido Nacional, los escándalos antes mencionados. De hecho, su aprobación apenas registra el impacto negativo. Sin embargo, la figura de Delgado no parece tener el mismo impacto en sus seguidores. Delgado es menos carismático, y no genera la misma adhesión que el actual presidente. Sumado a esto, la elección de Valeria Ripoll fue al menos arriesgada, por ser alguien que no tiene “historia” ni carrera dentro del partido, e implica un apuntar a un centro que no sé si es aceptado por todo todos. De hecho, los sectores más tradicionales han salido a cobrar “la factura” de esta elección, criticando severamente lo ocurrido en Artigas. Valeria Ripoll con su pasado sindicalista representa un golpe de timonel difícil de asimilar para muchos blancos “históricos”.
En El Partido Colorado la aparición de una figura nueva como Andrés Ojeda, cuyo alto nivel de votación fue para muchos una sorpresa. Tiene la ventaja de ser una figura mediática, y carismática. Pero viene acompañado de un vice, que ha sido bastante resistido a la luz de la polémica reforma educativa. Si es cierto que Pedro Bordaberry retornaría a la política se generaría toda una reconfiguración, ya que a pesar de que muchos tienen dudas por el peso histórico del apellido, nadie puede negar su excelente trayectoria como legislador, con lo que habría que ver como se “renegocian” lugares como el de Gustavo Zubía, y Elsa Capillera (entre los más cercanos a Ojeda) y otros como Tabaré Viera y Gabriel Gurméndez, con lo que este retorno puede generar otra “tormenta”. Más allá de esto el retorno de Bordaberry podría generar una corrida de los sectores más tradicionales del Partido Nacional hacia el Partido Colorado que se sienten defraudados por esta postura más “de centro”. No debemos pensar que Partido Colorado y Partido Nacional son como antaño, con posturas antagónicas, porque de hecho en la Coalición ha sido socios más que complementarios (de hecho, varias veces se dijo que el Partido Colorado era el socio más “leal”) Es plenamente posible que los “desencantados” hagan una movida al respecto.
La decisión de Lacalle Pou de intervenir en la campaña tiene mucho de tratar de mantener las adhesiones de los votantes tratando de “salvatar” los últimos insucesos que han marcado agenda en las noticias, para tratar de que el Partido Nacional sea nuevamente acompañado de sus socios coalicionistas el triunfador en octubre.
En este escenario cambiante y novedoso habrá que ver cómo se acomodan las fichas en el tablero.

El PN y la fórmula del desgobierno por Oscar Mañán
Es arduo endilgarle a una causa la caída en las preferencias electorales, seguro es multicausal y tiene que ver con la evaluación del gobierno, las expectativas y frustraciones de la gestión, y por supuesto, los cuestionamientos surgidos a su probidad. Ciertamente, la información es técnicamente insuficiente para ver si realmente se está en un punto de inflexión a partir de la inclusión en la fórmula blanca a una ex-sindicalista y arrepentida de sus ideas izquierdistas. Nuevas fotos se necesitarán para la película, pero sería complicado separar los efectos acumulativos de las otras causas a la anécdota de la fórmula.

Primero, la gestión del gobierno (coalición del PN, PC, CA, PI) no pudo consolidar una dinámica económica, y tal como se había anunciado desde el inicio, los “malla oro” serían los agraciados y “los de abajo” esperarían el goteo. La dinámica económica no apareció, si bien hasta la mitad del período tuvo la disculpa de la pandemia, posteriormente dejó en claro que el manejo de la tasa de interés y el tipo de cambio, el déficit fiscal y el endeudamiento, fueron frenos importantes para el despegue. Los trabajadores perdieron salarios, cargaron con los costos financieros durante la pérdida y sólo recuperaron al final del período.

Segundo, los grandes negocios que cobijó no generaron eficiencia económica y sí fuertes cuestionamientos: la concesión del puerto (entre los menos eficientes del mundo) , el manejo de la crisis del agua (pidiendo a dios que lloviera) y el proyecto Aratirí contra todos los estudios que sostienen su inconveniencia. El hidrógeno verde, del que todavía no hay información transparente al respecto, a pesar que el PN en la oposición criticaba el oscurantismo de UPM (que era cierto, pero siguió…). Las inversiones anunciadas no llegaron, porque la confianza en el manejo económico tampoco estuvo.

Tercero, una política exterior inconsistente, caja de resonancia de los poderosos e incapaz de lograr pequeños acuerdos regionales. La crítica del PN al FA en el gobierno sobre una política exterior ideológica, se magnífica irresponsablemente siendo furgón de cola de la derecha más oportunista. Pero, más que nada vergonzosa, con manejos internos del MRE como el sonado caso de los pasaportes vinculado al centro neuronal del gobierno.

Cuarto, las corruptelas menores, que no eran tan menores. El caso Artígas, al que se suman Cerro Largo, Florida, la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, todas lideradas por importantes dirigentes del PN, dejando en evidencia que no fueron exabruptos sino una práctica consistente para articular liderazgos regionales. La estrategia era el control acérrimo de todos los vericuetos del poder a partir de un Estado que participa de los negocios privados sin pruritos (contrastando con el discurso y las exigencias que le hacen a gobiernos extranjeros).

Quinto, la fórmula no es decisiva para ganar elecciones, tampoco lo fue para explicar la votación del FA en el período pasado que no le permitió la victoria. Por supuesto que crea rispideces internas en quienes tenían aspiraciones no cumplidas, pero esto no sería determinante en las preferencias por un partido.

Quizás el cambio en la dinámica electoral desde la reforma (1996), cada vez menos importa la filiación partidaria y compiten bloques que ya no se separan tanto por identidad, historia, ideología y menos aún por propuestas. En la coalición multicolor, podrían esperarse traslapes de votos por simpatías o novedad, que no cambie demasiado el equilibrio entre los bloques conservador y progresista, si bien puede trastocar los pesos específicos de los socios.

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