Casi sin previo aviso, con la urgencia que da la vergüenza, este 2020 va exponiendo algunas cuestiones incómodas que lastran desde el pasado. Uno de ellos, el racismo. Aunque el deterioro que provoca la invisibilización de los marcos de referencia, nos arrastra a un precipicio oscuro.
Desde el 25 de mayo, cuando un policía de piel blanca dio muerte a George Floyd, un hombre de piel negra de 46 años, padre de una niña de seis años y desocupado a causa de la pandemia de coronavirus, las sociedades se conmovieron indignadas frente a las consecuencias de una violenta práctica policial en la ciudad de Minneapolis. Primero fueron los vecinos los que expresaron su rechazo. La autoridad local quiso frenar las protestas despidiendo a los 4 agentes responsabilizados. Pero la celeritud no es una señal de firmeza, sino una reacción para procurar la impunidad del sistema.
Pero la pirueta no prosperó. Dos autopsias realizadas al cadáver de Floyd concluyeron que la muerte sobrevino como consecuencia de “una compresión del cuello”. El policía Derek Chauvin aplicó una técnica que se enseña en la academia de policía. Y la ejecutó de acuerdo a manual: colocó su cuerpo en la posición definida para, con su rodilla en el cuello, reducir la capacidad respiratoria de la persona sometida físicamente, para inmovilizar violentamente y anular así su capacidad de reacción física. Floyd, como pudo, le reiteró que no podía respirar: “I can´t breathe”, “no puedo respirar”. Y Chauvin continuó aun cuando Floyd ya estaba desvanecido, inconsciente, y las ambulancias ya estaban en el lugar, frente a ellos.
Los cuatro oficiales de policía involucrados fueron despedidos, pero la sociedad de Minneapolis no quedó satisfecha. La indignación fue creciendo pues todos allí sabían que así actuaba la policía local. Por ello, no era suficiente con decir “despedidos”. Las víctimas cotidianas de la policía dijeron basta, y se lanzaron a las calles.
El gobernador de Minnesota, Tim Walz, anunció vía tuit que se “ha presentado un cargo sobre derechos civiles contra el departamento de Policía”. Precisó que el estado “investigará las políticas, procedimientos y prácticas de la policía de Minneapolis a lo largo de los últimos 10 años, para determinar si se cometieron prácticas discriminatorias sistemáticas”.
El anuncio pareció recoger el reclamo social. Pero la responsable de llevar adelante esa investigación, Rebecca Lucero, lo dinamitó, cuando dijo a la prensa que no había que esperar de esa investigación se concluyan cargos penales.
A esta frustración, le siguió otra: que si bien el estado despidió a los cuatro policías responsables, sólo uno, Chauvin, que durante casi 9 minutos ahogó a la víctima, fue arrestado. Los otros tres, no.
Ahora todos miran atentamente a Keith Ellison, el fiscal del estado, quien tiene en su escritorio los informes de las dos autopsias, concluyentes y coincidentes.
A este caldo se suma otro ingrediente de la gestión policial, que no es novedoso pero puesto en números se resignifica: el 40% de los residentes de la ciudad son negros y/o latinos, y el 74% de las víctimas de la violencia familiar. Y éstos son datos de la propia MPD, la policía local.
El jueves 4, con las restricciones que impone la pandemia, Minneapolis honró a George Floyd, con un multitudinario entierro. La ceremonia estuvo a cargo del ministro bautista y reconocido activista por los derechos civiles, Al Sharpton, el mismo que en julio de 2014 levantó su voz indignada contra la policía de NY, cuando ésta acabó con la vida de Eric Gamer, otro ciudadano afroamericano. El templo bautista que conoció en los años 1963 y 1967 la retórica apasionada de Martin Luther King. Su discurso del 27 de abril de 1967 sería muy recordado por que MLK no se limitó a hablar de los derechos civiles sino que condenó la aventura militar en Vietnam, a la que tildó de “guerra mal concebida” y advirtió que “demasiados que están ocupados intensificando la guerra de Vietnam se declaran objetores de conciencia en la guerra contra la pobreza”. El público joven universitario reconoció la valentía del conferencista y aplaudió de pie. Pero un año después, una certera bala acabó con la vida de MLK, el 4 de abril de 1968, a los 39 años de edad.
A partir de mañana….
A cinco días del asesinato de Floyd, más de 300 periodistas han sido víctimas de agresiones. La crispación del clima político se ha visto incrementada por las actitudes del presidente Trump, que no ahorra calificativos e insultos a los medios, a las organizaciones de derechos civiles y a toda expresión reivindicativa.
Incluso la UE y NNUU debieron expresar su preocupación por la tensión política y las provocaciones de Trump, que son las mismas que ha llevado adelante en su política internacional prepotente y desarreglada respecto a los organismos multilaterales y a tensiones de larga data, lanzando insensatas operaciones de marketing, agudizando el acelerado aislamiento de EEUU.
El asesinato de Floyd ha indignado a millones de personas. Pero por momentos parece que a pocos gobiernos. Y éste es uno de los puntos que es parte significativa de esta crisis. El racismo es una expresión miserable y extendida que aún subsiste, pero no es la única. El 2020 desnuda un mundo al borde un ataque de nervios: con organismos internacionales devaluados y desviados de sus competencias, con una concentración de la riqueza que se agudiza ante cada ciclo de crisis, con un mundo más próximo pero con el estado de derecho invisibilizado, y una red de redes maravillosa, que nos abre a nuevas dimensiones, pero hay bandidos que trabajan para convertirla definitivamente en el estercolero del mundo.
POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES
Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.
Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.
Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.
Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo.
Conozca aquí las opciones de apoyo.