Al continuar transmitiendo los borradores de charlas sostenidas con Robinson Salazar Pérez, investigador de la U. A. de Sinaloa, cumplo lo comentado a los lectores. No existen dudas, el escenario de América Latina causa asombro a nivel internacional por su diversidad y múltiples vetas, con mayor énfasis en los comportamientos políticos, relaciones sociales, la comunicación y sus medios, las distintas formas de violencia, el reflorecimiento de ideologías desmesuradas -las cuales se creían silenciadas- desinformación digital y la preponderante influencia de los algoritmos en el discurso público.
Observamos, asimismo, audaz vitalidad y determinación de la tecnología digital, con un papel preponderante en muchos aspectos sociales, siendo algunos de ellos la programación algorítmica, que influye el discurso público, exacerbando -muchas veces- tendencias extremistas y generando un entorno de autocensura vuelta común.
En otro aspecto, está la tendencia creciente hacia la limitación de la diversidad en los medios y el acceso reducido en lo que respecta a expresiones comunitarias. Todo ello es tema preocupante porque reduce la pluralidad de voces en el debate general. Gran parte de los diversos comportamientos sociales y culturales en el segmento de jóvenes pasan por el uso e incorporación en el quehacer cotidiano de plataformas como TikTok, Instagram, Reel de Facebook. La programación algorítmica de estas plataformas puede crear cámaras de eco que refuercen ciertos comportamientos y puntos de vista.
Entonces, nos asalta la duda y una pregunta clave sobreviene: cómo podemos equilibrar la libertad de expresión con la necesidad de proporcionar información precisa y fiable.
Los discursos con signos de odio, violencia, clasismo, denostación, discriminación, en todas las latitudes conllevan la afrenta, agravio e injuria, en contra del otro, del adversario político, rompiendo los ejes de sociabilidad, hilos asociativos, instituciones forjadas durante años y la reproducción social de manera armoniosa y con carga significativa de certidumbre. Gran parte de esta disputa ideológica también se ve incentivada por algunos países, monopolios y conglomerados mediáticos, agrupamientos de inversionistas reunidos en Black Rock -el mayor conjunto existente de productores digitales- y a ellos van agregándose las disputas geopolíticas. ¿Qué está pasando? En medio de la pandemia de Covid-19 fueron asomando desacuerdos en la esfera política y social, algo similar, análogo a lo acontecido en los inicios de la globalización y la caída del Muro de Berlín.
Hoy sucede lo mismo: es ineludible recurrir a conceptos y categorías torales como reservorios argumentativos con el propósito de hallar una explicación para avivar debates y reflexiones orientadas a descubrir qué nos está pasando en la realidad que vivimos. Apelamos a la concepción teórica del boliviano Álvaro García Linera, que ha concebido en sus escritos el concepto de “situación liminal” al tratar de explicar los precolapsos en sociedades que atraviesan crisis o desórdenes previos a modificaciones sociales.
Al tener por delante en cuenta los estragos del Covid-19, agregando la crisis climática, la caída de la producción mundial, la tendencia incrementada de pobres y la pobreza extrema, vemos los salarios reprimidos en tanto la riqueza va concentrándose cada vez en menos manos; los flujos migratorios incentivados por las penurias que viven ciertas regiones y países; la violencia y las expectativas de hallar un futuro mejor; gobiernos desgobernando y, sobre todo, la enorme incertidumbre, alimentada, diseminada por los odios, descalificaciones e indolencia promovidas en medios desinformativos hegemónicos y algunas redes digitales.
No existen certezas para el mañana en el corto y mediano plazos: pocos jóvenes saben qué harán una vez culminados sus estudios; tampoco existe continuidad en el trabajo porque las rotaciones han acelerado su dinámica mientras la escala salarial es eje de nuevas contrataciones.
Hay preferencia para socializar a través de los dispositivos digitales y plataformas, dándole la espalda a la interacción personal, la construcción de urdimbre social, nuevas tramas socializantes encaminadas a fortalecer lazos sociales más perdurables y necesarios para la reproducción social, el discurso dotador de sentido, la armonía, la solidaridad y la convivencia humana.
Hoy nada es estable, las aguas del mar de fondo mueven los intereses, renacen las pugnas de la Guerra Fría. Así, hay bloques de integración que sufren escisiones; la guerra entre Rusia y Ucrania abrió posibilidades a otras confrontaciones; China continental amenaza a China insular y Japón; Corea del Norte hace pruebas nucleares en el Mar de Japón y cerca de Corea del Sur; Israel responde a la agresión de Hamás -fuerza político-militar religiosa- en Gaza desatando un genocidio sin precedentes y abre un frente de guerra contra Líbano y Hezbollah, poniéndose al borde de un enfrentamiento directo con Irak; EEUU tensiona los hilos contra China y Rusia; la serie de embargos a Cuba y Venezuela no cesan; la disputa y descalificaciones entre las naciones del orden global transitan por los medios electrónicos y digitales con temas cargados de descalificaciones, amenazas, mentiras, calumnias enfiladas a enrarecer el escenario global y sembrar en el mundo miedos, temores e incertidumbre.
La intención es confundir y coadyuvar a la distorsión de la realidad, prestando una lente deformada mediante medios convencionales de tergiversación informativa, con un propósito claro: que el estupor y el escepticismo predominen sobre el conocimiento.
Por mi parte, entiendo que estamos en el tiempo anticipado por Gramsci hace casi un siglo: “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en ese interregno se dan y surgen los claroscuros más variados”. La tarea parece ser conjuntar al pueblo para luchar por una sociedad anticapitalista, democrática, socialista, desde lo social y lo institucional.
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