Existe una corriente de observadores sobre comicios colombianos que -sin apuntarlo explícitamente- toma deseos por realidades e induce al público suponer que el balotaje del próximo 19 confirmará el triunfo en la parte inicial de Gustavo Petro: ojalá así sea -por lo menos es progresista- que hunda de una vez y para siempre el bipartidismo liberal-conservador corrupto y su faz última conducida por la fracción ultraconservadora de Álvaro Uribe; instale una verdadera democracia y en actos de soberanía confirme el rompimiento que lo hace -mediante ocho bases militares, los acuerdos Paz Colombia, Plan Colombia y otros contratos que versan sobre seguridad- la nación sudamericana desde donde parte y se establece la dominación de la Casa Blanca sobre la región.
Los candidatos prometen cambios de diferente manera: Petro al conjunto del sistema; Hernández lo hace sobre los políticos actuantes y la corrupción. En todo caso, fue una primera ronda casi sin sorpresas: adelante Petro, segundo para la derecha (con un “outsider”) y el asombro fue que el “uribismo” no tuviese candidato propio para la segunda vuelta.
Los resultados obligan a la derecha a aceptar una realineación conservadora detrás del segundo lugar, (Roberto Hernández con 28,15%) empezando con los votos de Federico “Fico” Gutiérrez y su 23,91% más los apoyos de los partidos Liberal, Conservador, Centro Democrático, La U, Mira y Cambio Radical.
Para que el candidato del Pacto Histórico resulte triunfador no solo deberá vencer a la derecha en orden enfilada tras la candidatura de Hernández -conocida como “Todos contra Petro”-, sino que deberá hacerlo sobre la “campaña sucia” desarrollada por las empresas de comunicación hegemónicas que lo presentan como “un peligro para Colombia”, el acompañamiento a estas de las grandes agencias mundiales, la sombra de un fraude electoral y los designios gringos.
Asimismo, quienquiera que se asiente en Nariño, estará a expensas en el Legislativo de las fuerzas dominantes del -supuestamente derrotado- “uribismo”, que comandará a su estilo la corriente mayoritaria de esos cuerpos.
El triunfo de Hernández -populista conservador- como “el” candidato convertido en aglutinador de las derechas, es un claro ejemplo del camino que las fuerzas retardatarias están dispuestas a transitar, con todas sus variantes, notorias a partir de la instalación de Trump en la Casa Blanca. Súmense a esa posibilidad los patéticos casos para los pueblos que son Bukele, Bolsonaro o Milei: desempeñan en América los sueños que animan en Europa a los dirigentes, entre otros, de la ultraderecha populista Vox, en España, o Eric Semmour, en Francia. Dichas expresiones se “adornan” y comparten estos comportamientos con el racismo, la xenofobia, la homofobia y el espacio misógino.
Así se tratara de una circunstancial mezcla, el eventual triunfo electoral de las derechas, postergaría la posibilidad al país de contar con un gobierno nacional con apoyo popular. Tras la observación de varios procesos político-comiciales se vuelve notoria la capacidad de ciertas derechas populistas de atraer votos con directos y difusos paradigmas -presuntamente acertados- de “una forma” de ver. En el caso del principal marco de referencia, la candidatura de Hernández (76 años, ingeniero civil, empresario millonario, ex alcalde de Bucaramanga, admirador de Adolf Hitler y acusado de delitos financieros) ya instaló el suyo: la supuesta lucha contra la corrupción.
A lo anterior, hay que sumarle que Hernández cosecha una parte del descontento ciudadano con los partidos tradicionales aunque en su plan de gobierno no se ve con claridad de dónde obtendría los recursos en caso de que le correspondiera gobernar. Por su lado, las instituciones financieras nacionales (reunidas en la ANIF) concluyeron que 22% de las personas en edad de ser pasivos percibe ingresos por dicho sistema (que Hernández dice que reformará). Petro sostiene que con modificaciones a la legislación fiscal gravaría a los más ricos y financiaría programas sociales, entre los que ubica mensualidades de unos 125 dólares (la mitad del mínimo nacional) a mayores de 65 años que no son beneficiarios del régimen previsional (pensión a la vejez).
Si nos despegamos momentáneamente del balotaje y nos detenemos en qué se han concentrado las inversiones privadas, nos encontramos con tres sectores básicos: el minero (con su derivación hacia lo energético), las comunicaciones y los servicios financieros, lo que significa pocas diferencias con otras naciones del continente.
Quien al final sea escogido presidente deberá atender las justas demandas de las grandes mayorías: las desigualdades de ingresos entre trabajadores que desempeñan idénticas labores (que abarcan las de género), el desempleo, las pensiones, la revisión de los acuerdos sobre el extractivismo y su aplicación en la producción de energéticos -generando puestos de trabajo pero no distribuyen las ganancias- bajo nivel de sindicalización, rodeados de asesinatos contra defensores de los derechos humanos, poblacionales y raciales, de cuya ejecución se responsabiliza a las fuerzas armadas y paramilitares-policiales, oficialmente disueltas.
En la actual campaña de tres semanas, sobresaltó que Hernández afirmara que en caso de ser electo impondría la Conmoción Interior (excepción prescriptiva temporal de los derechos constitucionales).
En síntesis, mi opinión es que Petro puede salir triunfante en el caso de darse ciertas circunstancias: una que considero primordial es que no haya fraude y el 19 de junio y días siguientes las fuerzas armadas acepten el resultado de las urnas. Otro asunto es que quienes concurrieron a la primera vuelta y los candidatos por los que sufragaron quedaran por el camino, no se sientan convocados a las urnas (votar con los pies), La fórmula del Pacto Histórico deberá conquistar el voto de algunos de los más de 45% que no votaron en primera vuelta. Si eso ocurre, Petro será presidente y yo cambiaré de óptica sobre qué discutir acerca de Colombia.
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