Germán Rama (1932 – 2020 ) «Una historia de audacia y coraje para mejorar la Educación Pública uruguaya” Por Martín Almada.
En términos políticos y sociales, el desafío histórico más importante de las Patrias es consolidarse como Repúblicas Democráticas.
Tempranamente, en el Uruguay del último tercio del siglo XIX, J.P. Varela comprendió que eso sólo era posible si, entre otras cosas, se desarrollaba “La Educación del Pueblo”. Esto suponía la definición de un conjunto de ideas rectoras, orientadoras, así como la inversión cuantiosa de recursos económicos para sentar las bases de un verdadero y sólido Sistema de Instrucción Pública Primaria.
Eran los tiempos de Latorre, la Asociación Rural del Uruguay, las discusiones políticas bizantinas montevideanas y las resistencias caudillescas, los tiempos en los que Varela definió un rumbo sin retorno, la modernización cultural del país, con centro en los niños uruguayos, y en particular los pobres, ya que uno de los pilares fundamentales del sistema debía ser la gratuidad.
Proyecto cuestionado en su época, valorado en perspectiva a lo largo de sus más de 140 años de acumulación, por su alcance democrático e igualador, se ha transformado en una fuerte señal de identidad y orgullo de mi tierra.
La República Democrática construía ciudadanía, promovía el desarrollo de oportunidades y daba la batalla contra las desigualdades de la hora. El sistema debía tener profundo alcance nacional, y en absoluto constreñirse al universo capitalino.
Hacia mediados de los años noventa del siglo pasado, un fuerte espíritu reformista integral se desarrollaría en la educación pública del país, bajo impulso y dirección de Germán Rama.
La Reforma que se promovía fue muy cuestionada en su momento, tan cuestionada como revalorizada con la perspectiva que la distancia temporal ofrece.
Dejemos las notas discordantes para después. Veamos en qué consistía el plan de transformación radical. La fuerte inversión en la Educación Pública, con foco puesto en el interior del país, estaba dirigida a preescolares, a escuelas de tiempo completo, a la creación de Centros Regionales de Profesores y a la transformación del viejo modelo asignaturista de la Secundaria, selectivo, elitista y excluyente. Una propuesta de izquierda, progresista y con alcances revolucionarios.
A grandes rasgos, las críticas, si es que así puede llamárselas a muchas de ellas, recaían en distintos aspectos. El carácter y temperamento del Profesor Rama se presentaba como un obstáculo insuperable. El viejo era soberbio y altanero. Un ególatra que no dialogaba ni mostraba voluntad para negociar y construir acuerdos. Por otra parte, cierto fundamentalismo ideológico con ribetes de fanatismo religioso pretendió hacer blanco en los CeRP. Los mismos eran presentados como sucursales montadas en el marco de un plan neoliberal salvaje, al servicio del imperialismo norteamericano. Ramplonería y desquicio absoluto.
Particular atención merece otro de los dardos dirigidos a la joya de la corona reformista; los CeRP. La propuesta carecía de nivel, era superficial y para nada exigente, decían las cumbres intelectuales capitalinas, esa aldeana elite hipercrítica con dolores de aristocracia herida por la pérdida de crueles y brutales privilegios.
Mal que a muchos le pese, los CeRP han realizado una formidable contribución a la extensión de una enseñanza de calidad en el interior. Ejércitos plebeyos intelectualizados, profesionales, silenciosos, han ido copando las aulas de la Secundaria uruguaya exitosamente, y esto ha sido, en un amplio sentido, factor decisivo de movilidad social, democratización y progreso.
Llegado este punto hay que pronunciarse con claridad y convicción, y también con incorrección política de ser necesario. Entendemos que hay lugar en el pensamiento de izquierda para reivindicar la Reforma, pese a que su impulso inicial se desarrolló en un contexto político no frenteamplista. Sería mezquino y deshonesto invalidarla por el mero hecho de que se haya instrumentado en el segundo periodo presidencial del referente doctrinal del conservadurismo uruguayo.
La Reforma tuvo su derrotero. A la fuerza inicial, la siguió un momento en el que se perdió impulso. Posteriormente, con la llegada del FA al gobierno hubo avance selectivo, en algunas áreas, y estancamiento, franco retroceso o liso y llano desmantelamiento en otras.
Los CeRP fueron duramente enjuiciados primero, y heridos de muerte después. En el año 2008, con la implementación del Sistema Único Nacional de Formación Docente, se consumó su defunción. De ahí en más, cascoteados, han luchado por salvar algún mueble del naufragio.
Los que tuvimos el honor de formarnos en ellos, y advertimos su valor como herramienta, llevamos la marca con orgullo, sin complejo de inferioridad. Y aunque los vemos contra las cuerdas, recordamos y reivindicamos su fuerza y su vigor, así como el entusiasmo y la convicción de quienes fueron marcados con el hierro por haber colgado el alma en esa causa. Pagaron un altísimo costo, pero siempre tuvieron la plena certeza de que las verdaderas revoluciones, no se hacen a los besos, y que “aunque la Edad Media fue muy larga, un día llegó la Ilustración”.
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