En el proceso de derrumbe de la figura pública de Raúl Sendic, el hijo del antiguo guerrillero que fundó y condujo al MLN-Tupamaros, y de quien lleva su nombre, hizo germinar en el escenario político nacional una victoria sin par, montada sobre una maniobra de confusión digna del mejor manual del guerrillero astuto.
Queda claro que la jugada se coronó con un acto final de autosacrificio, lo cual le aportó unas gotas de tragedia a esta audaz acción, cosa de transformar una simple maniobra de combate en un episodio digno de la mejor estirpe romántica.
La heroica victoria logró invisibilizar las propias debilidades y de paso, intentar corroer las virtudes del adversario, mediante la estratagema de pasear a un dinosaurio por la avenida, para ocultar a los ojos del público a los elefantes que trotaban en el mismo sentido.
En julio pasado al dirigente sindical, Richard Read, se le preguntó sobre si Raúl Sendic debía renunciar a su cargo de vice, cuando dentro del FA aún nadie avizoraba demasiado tal posibilidad, a lo cual el interrogado respondió que si, sin titubeos.
Pero lo curioso de la respuesta fue que la opinión no se basó en la enumeración de los infinitos errores que terminaron por enterrar a Sendic en el más absoluto desprestigio, y de la más completa renuncia del dogma socialista o de la mentalidad progresista, sino en el daño que su titularidad provocaría “al sistema político”.
La frase pasó desapercibida, pero en esencia esa oración encubre el verdadero dilema que este personaje instaló.
Si bien es verdad que muy pocos frenteamplistas pidieron la renuncia en voz alta, hasta hace muy poco, el colectivo político del progresismo se mantuvo pétreo en defensa del personaje hasta el mismo día de su baja, aún cuando las redes estaban plagadas de comentarios irónicos sobre los famosos calzoncillos que Mujica mencionó, en un triste intento por defender al que se acaba de ir.
Ahora que Raúl renunció es más fácil que todos coincidan en pegarle, pero en verdad el astuto guerrillero (hijo) aún no se retiró del combate.
Esto del subsidio resuelto por sí y ante sí por la nueva vice, es una anécdota (otra vez, el ejemplo del dinosaurio) que mantendrá la atención alejada del centro del problema real.
Una vez más, el país se escandalizará por lo menos importante.
Sendic se fue del Parlamento y nadie de su propia fuerza política le reprochó en voz alta por sus responsabilidades como gobernante, de un sector político que siempre adujo tener incrustado en su ADN la matriz de la ética pública y el correcto accionar estatal.
Por como han quedado las cosas, al día de hoy, parece que su “pecado” contra la ética fue el asunto del colchón y los calzoncillos, sin una palabra que decir sobre cómo ésta quedó a afectada por el déficit de 800 millones en Ancap, ni los turbios manejos de las mil y una sociedades anónimas creadas para evadir los controles públicos para el dinero público, en una empresa que -por añadidura- nunca dio pérdidas.
El valor de ese reproche, no es que llegara de la oposición, cuya postura ya se conocía, sino que proviniese del mismo oficialismo.
Nadie de su propia tribu -tan defensora como es, de las empresas estatales- lo cuestionó en forma abierta por haber fundido durante un gobierno del Frente Amplio, a una empresa pública y monopólica.
Todo se agotó en la mansa aceptación de la renuncia, sin un atisbo de la más mínima autocrítica sobre su ensombrecida gestión.
La renuncia de Sendic hubiese servido al gobierno como un ejercicio expiatorio por los errores cometidos, convirtiéndola en una forma de “resetear” la agenda oficial con vistas al 2019, y que el muerto se llevara todas las culpas…pero no.
Ahora todas las responsabilidades las conservará Tabaré Vázquez.
Dilema sin resolución
De modo que con esa herida al descubierto, y sin evidencias claras de que se intentará suturar lo destruido, dentro del FA gana terreno el decreimiento en la política, y crece una dañina predilección por el poder puro y despojado de cualquier ensayo de ideología.
Es para este punto del proceso que demostrará ser astuta la maniobra del Sendic renunciante, y una sublime victoria oculta detrás de una aparente derrota espantosa.
Porque si su desplazamiento se hizo para preservar al país del daño “al sistema político” que su titularidad provocaría, y no para rescatar la ética estatista del discurso frenteamplista, es una forma engañosa de sumar a otros en las consecuencias morales del escándalo.
Luego de la movida de Raúl, queda atrás el concepto “adánico” del hombre nuevo frenteamplista, la idea de que los militantes del FA eran los primeros pobladores de un mundo ideal recién creado, los Adán y Eva del paraíso progresista, gestores y responsables del país que comenzó a existir en 2005 y la institucionalidad surgida de ese Big Bang de la cronología política nacional.
En nombre de esa ideología estatista a ultranza, cuando el FA no era gobierno logró bloquear mil intentos de cambio que los partidos fundacionales propusieron, pero ahora que si lo son y que Sendic dejó al desnudo que también puede haber ineficacia y deshonestidad detrás del sacrosanto relato frenteamplista de las empresas públicas, es hora de hablar del “sistema político” y no sólo del FA.
Es algo como lo que algunos actores del gobierno repiten cual mantra: que en el 2002 los “niños comieran pasto” fue responsabilidad del gobierno liberal de la época; pero que en el 2017 progresista los niños se alimenten de los contenedores de basura, es una responsabilidad de la sociedad.
Si en la “nefasta década del 90” había gente durmiendo en las calles, el problema era responsabilidad de los gobiernos neoliberales de la hora; si en 2017 sigue habiendo gente que duerme en las calles, a una cuadra de la sede central del Mides, es por culpa de los que sacan sillones viejos a la vereda.
Si en la época de los “gobiernos rosados” un rapiñero robaba unos championes Nike a un desgraciado pibe, eso era consecuencia estructural “del injusto sistema capitalista” que se padecía; si en 2017 un rapiñero roba los mismos Nike a otro pibe desangelado, es porque los malvivientes quieren estar a la par de los modelos sociales que el progresismo instaló en el imaginario colectivo.
¿Se entiende en qué radica la sublime victoria de Sendic, cuando se observa como imperfecto al “sistema político” en general, y no al FA en particular?
Moneda de cambio
De manera que el FA insistirá en comparar casos como el del diputado Wilson Ezquerra, o el del intendente de Soriano, Agustín Bascou, con los dañinos manejos de Raúl Sendic en la petrolera estatal o en sus desatinos en la vice, en un esfuerzo por demostrar que para cierto sector del frenteamplismo, la ética ya dejó de ser una regla para convertirse en una moneda de intercambio.
¿Por qué si no, se esperó a denunciar ambos casos, cuando aún se estaba en caliente con lo de la renuncia de Sendic?
Pero el astuto de Sendic sabe que su estratragema no será inocua para el adversario, cuando en algunas tiendas opositoras ya se oyen voces de ciudadanos que han comprado el relato tremendista y depresivo de “la crisis ética del sistema político”, simplemente porque la conducción del FA no ha dirimido con eficacia el mal que los aqueja.
Pero ya lo dijo Tabaré: el humo hace mal.
No sea que la maquiavélica maniobra del compañero Raúl termine con el mismo suceso que cosechó su periplo de la Licenciatura en Genética Humana, y esto del contagio a los demás con el virus de la depresión sobre el sistema, no termine por provocar el efecto inverso.
Porque si los blancos resuelven en breve el dilema que hoy los confronta, el titubeo frenteamplista que ya lleva dos años para decidir sobre que hacer con el compañero Sendic -y mantenerlo con la boca cerrada- amenaza con volverse la peor pesadilla del FA, en toda su existencia.
Y la estrategia de intercambiar lecciones de ética y moralina con los adversarios, será una pesada mochila dura de soportar.
Porque sigue siendo verdad, que los muertos pesan.
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