Cuando un país deja en manos de un loco el control sobre el poder de las armas, puede pasar lo que está pasando en Ucrania. Ya en 2014, Ucrania había sido invadida por Rusia, y perdió buena parte de su territorio. Primera etapa de un plan que sólo en la cabeza de Vladimir Putin va tomando una macabra forma.
Uruguay está enclavado entre dos de los vecinos más grandes de Sudamérica, y hemos sido bombardeados, invadidos y una parte enorme de lo que hubiera sido nuestro territorio acabó en manos del Brasil actual. Todavía tenemos en disputa dos pequeños pedazos de soberanía, como la Isla Brasilera, sobre el río Uruguay y pueblo Albornoz, entre Rivera y Artigas, donde nada es uruguayo, salvo la tierra, que sigue en disputa, recorriendo lentos y sinuosos trámites.
Brasil no es ningún santo, y si se le ocurriese iniciar una campaña de apropiación de territorios uruguayos, como Rusia viene haciendo en desmedro de Ucrania, ya tendríamos a su ejército fortificando la frontera, exigiendo que se les devuelva el ancho corredor que lo llevarse de vuelta a Colonia del Sacramento, donde Portugal permaneció más de cien años, ciudad puerto perdido, finalmente, a manos de los españoles, y heredado por Uruguay en el proceso de descolonización.
Putin hace una lectura más lineal de su reclamo. No ahorra argumentos para rescatar el viejo imperio ruso con el Estado soviético y hacer de todo eso un cóctel ideológico, delineado en la cabeza de un hombre que tiene hasta el phisique du ról de un hitler cualquiera. En ocasión de la Cumbre de Samarcanda, en Uzbequistán, el actual primer ministro de la India, Narendra Modi, le dice directamente a Putin: “No es momento para una guerra.” Estas palabras, dichas en medio de un foro internacional, convocado para lanzar las iniciativas chinas a sus más cercanos aliados, sonaron demasiado fuertes como para pasar desapercibidas. La India es un cliente importante para Rusia, y un país que tiene “apenas” 60 millones de habitantes menos que China, un país, además, con un gran desarrollo tecnológico en cuanto a la industria digital. Putin se tuvo que tragar el reproche. Las palabras del primer ministro de un país con el mercado, y el peso internacional de la India, no son para no prestarle atención. Es socio de Rusia en la organización BRICS, junto a Brasil, China, Sudáfrica, y, recientemente, Argentina.
Sólo un loco puede poner toda esa estrategia en peligro por apropiarse de Ucrania. Pocos días antes de que su ejército cruzara la frontera que lo separaba de Ucrania, Putin se reunió con Xi Jinping. No trascendió lo que habían conversado en privado, pero, o bien el presidente de China estaba en conocimiento de la inminente invasión rusa y lo avaló, o no sabía nada, En ese caso debió sentirse estafado por Putin, y en ese caso debería tener la responsabilidad y el coraje de dar su punto de vista con el mismo temple que tuvo el Primer Ministro de la India.
Todavía el cinismo camina de la mano de la izquierda parlamentaria de cualquier parte del mundo. Es imposible no emitir una opinión clara frente a la invasión de Ucrania. Lo de Putin es mucho más grave de todo lo que hayamos visto antes. Los parlamentos de todo el mundo democrático tendrían que estar a la cabeza de las denuncias y de exigir a la ONU que tome un papel mucho más activo en este conflicto. El silencio y la ambigüedad solo le quita validez a todo lo que exija, dentro de lo que es su repertorio de reclamos. El Secretario General de la ONU advirtió que estamos a un error de una guerra nuclear. No se tiran al viento advertencias de ese calibre. El presidente de Estados Unidos ordenó comprar U$ 290 millones en la compra del medicamento Nplate para cubrir a la población de Estados Unidos en la eventualidad de un ataque nuclear. Cerca de 30 días antes de la invasión de Rusia a Ucrania, Biden era de los pocos en el mundo que advertía que la información sobre lo que Rusia haría debía tomarse en serio. Por suerte los ucranianos sí tomaron la información en serio.
En los últimos días, la televisión europea está mostrando una simulación de lo que se produciría en el mundo si a alguien se le ocurre apretar el botón nuclear. En esta simulación los misiles, de distintas velocidades, parten de sus actuales ubicaciones, y a los pocos segundos salen las respuestas de los miembros de la Otan. Son cientos de líneas que cubren todas las distancias sin que haya marcha atrás desde el momento que parte el primer cohete. Por supuesto que el primer objetivo es Europa pero la densidad que adquieren los impactos al llegar haría del mundo un escenario dantesco. Es sobre eso que advierte António Gutérres desde la ONU.
Los voceros del Pentágono han tratado de calmar el impacto en la población, aclarando que no hay evidencias de que Rusia esté en condiciones de iniciar una guerra nuclear, pero eso mismo había dicho ante la inminencia de una invasión. Mientras la conducción política del país traduce la información de inteligencia en términos de ser precavidos, la conducción militar intenta dar un mensaje de no creer en la veracidad de la información de su red de agentes. Tanto el Pentágono como Biden tienen la misma información, pero uno no dice la verdad.
Nosotros no tenemos ni hemos tenido un gobierno, como el finlandés, que invirtiese en refugios seguros para el 80% de la población, porque todo se desarrollaba en los arrabales del mundo, hoy la guerra se prepara a una enorme distancia, pero no hay distancia para la tecnología actual, que ya está vieja. Apenas se acabe el stock actual de cohetes, estarán listos los hipersónicos y la nueva generación de drones, que no matarán pilotos que tardan años en formarse. Los muertos los pondrán los pueblos que no se hagan cargo de las decisiones de sus gobernantes. Esa será la nueva frontera, si nos salvamos de esta guerra que ya empezó.
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