Home Política Honduras y Chile, ¿segunda ola  progresista de América Latina?  Por Ruben Montedónico 
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Honduras y Chile, ¿segunda ola  progresista de América Latina?  Por Ruben Montedónico 

Honduras y Chile, ¿segunda ola   progresista de América Latina?      Por Ruben Montedónico 
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Julian Assange: increíble que EEUU mantenga la orden de extradición

sin pruebas acusatorias 11 años; vergonzoso que Reino Unido la otorgue (*).

Al recordar que en noviembre de 2020 en Bolivia, con Luis Arce como presidente, retornó la legalidad arrancada tras un golpe de Estado del año anterior, 2021 nos sumergió -mundialmente- en un periodo especialmente grave de la pandemia, Se abrió el annus horribilis con el resurgimiento de los movimientos de la derecha sudamericana interrumpidos por una segunda vuelta en Perú de la que surgió -en primera instancia- el prometedor presidente Pedro Castillo (aunque desconozcamos cuál será la deriva de su gobieno) y su turbulento inicio que ya cuenta con un pedido de destitución a la cabeza del que está su antigua adversaria por el cargo, Keiko Fujimori.

Sin embargo, el fin de este 2021 trajo dos noticias alentadoras: el triunfo en Honduras (con repercusión continental) de Xiomara Castro de Zelaya y un balotaje en Chile, donde el candidato a la primera magistratura indica que el postulante centroizquierdista tiene alguna ventaja sobre su adversario de la extrema derecha. Junto con la posición secundaria en esos comicios de los partidos tradicionales (que condujeron los últimos años la post-dictadura), se estarían superando los magros números de asistencia electoral (sin voto obligatorio desde 2012) y, sobre todo, según algunos, se inauguraría una segunda ola de regímenes progresistas en América Latina.

En el caso de Honduras, el público reclamo acerca de posibles fraudes en los comicios para diputados y en la distribución de cargos en el congreso unicameral, obligó a la autoridad electoral a la exhaustiva revisión de parte de la paquetería electoral y de las urnas objetadas (mayoritariamente) por la alianza triunfadora. De acuerdo con las asignaciones iniciales, la ganadora contaría sólo con 51 votos en el congreso que la obligarían a extender la alianza presidencial al legislativo para así llegar con la centroderecha de la misma -proclive al alineamiento automático a los intereses de la Casa Blanca- al mínimo de 65 sufragios para aprobar normas de su inspiración que requieren mayoría simple.

Es obvio que los votos de la centroderecha (del Partido Salvador de Honduras) que apoyen al mayoritario grupo Libre (de los Zelaya) se dará con base en concesiones (rebajas) de postulados de su programa de gobierno y cargos que designará el Ejecutivo. Para alcanzar las mayorías en el congreso para designar al Fiscal general y a parte de la judicatura, con la necesidad de más votos favorables, se pronostican otras alianzas o arreglos que dejarán postulados originales por el camino. Sin considerar las promesas de campaña -tópicos sacrificados para obtener votos-, sin comentar temas económicos, fiscales o de relaciones exteriores, lo referido al capítulo de derechos humanos (desarrollo social, matrimonio igualitario, aborto, etc.) estarán, al parecer, en la agenda de esta “poda”. Los cambios (o remiendos) que Manuel Zelaya en su presidencia interrumpida por un golpe de Estado no pudo aplicar (era un segundo Hugo Chávez, según Hillary Clinton) y que Xiomara invocó en su campaña, parecen tener igual destino en el segundo país con mayor pobreza del continente.

Pese a las distancias geográficas y a las diferencias en sus desarrollos políticos, entre lo que preveo para Xiomara, que asumirá el gobierno de Honduras el 27 de enero y el futuro gobierno de Chile -que cambiará de personaje 43 días después, hay caminos similares, Los candidatos del balotaje -Gabriel Boric y José Antonio Kast- al igual que Xiomara buscan sus apoyos intentando conquistar el centro del espectro político (lo que entiendo como la derecha menos cerril). En el caso de Boric, debe ponderar el valor del apoyo de un sector importante de la Democracia Cristiana y el de un co-fundador del Grupo de Puebla, Miguel Enríquez-Ominami (socialdemócrata). Para esta segunda vuelta optó por cambiar y reducir sus planteos económicos del pasado (230 páginas) en un resumen de 18 carillas, manteniendo en ellas su propuesta de modificar el sistema jubilatorio por uno de carácter solidario -aunque señala lo dificultoso del tema- y basando su política impositiva en el aumento de la recaudación fiscal.

Un poco más allá va el candidato cuando afirma que los cambios no ahuyentarán a quien quiera apostar sus capitales en el país, enviando de esta forma un signo de tranquilidad a inversionistas nacionales que de perder Kast estarían huyendo con sus dineros a paraísos fiscales.

Por supuesto, Boric no se olvida de sectores de la clase media que pueden apoyarlo en el balotaje y les promete a sus pequeñas y medianas empresas para lo cual “Nuestro programa considera una serie medidas de apoyo, tanto en el corto plazo como mediano y largo plazo”. A este respecto, no me sustraigo a citar a Álvaro García Linera -ex-vicepresidente de Bolivia- en una entrega de La Jornada (México): “Gramsci le llamó a esto transformismo, en una de sus vertientes. El cómo sectores de clase media o alta, no como clase, pero sí como colectivos radicalizados, en ciertos momentos de crisis políticas pueden sentirse atraídos por la emergencia y la novedad de lo popular. Pero, con el tiempo –dice Gramsci–, se da el llamado de la clase. Vas y regresas de donde partiste. Es predecible, pero no debería ser algo obligatorio.”

Kast tampoco se quedó atrás en su búsqueda del voto de ese 25% que se declara indeciso sobre a quién votar y presentó 58 cuartillas con el refrito esencial de los grupos que se declararon partidarios suyos. Según las encuestas -tal como lo venimos señalando hace rato- el candidato Boric aventaja al ultraconservador Kast para esta ronda por un 8 a10%. Cuando vuelva a escribir en febrero espero que Xiomara Castro sea presidenta de Honduras y Gabriel Boric se prepare a presidir desde La Moneda, dejando atrás el tiempo nefasto de Sebastián Piñera.

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(*) Sigurdur Thordarson -informante del FBI- principal elemento contra Assange, se desdijo de sus acusaciones iniciales.

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