1) En un año electoral florecen propuestas; documentos varios señalando objetivos y respetables aspiraciones; en proceso y en cierta medida preliminar. Todo ello con vistas al futuro, mientras la realidad continúa.
Y este es precisamente el tema: la relación o posible vínculo entre lo que se está escribiendo para las elecciones por un lado y, por otro, la realidad; el proceso que continúa su marcha y las decisiones que lo condicionan.
Siempre es positivo que al menos grupos de militantes se reúnan y elaboren. La experiencia enseña de largas horas y días acordando textos afinados en la semántica (para no alejar posibles votantes) y con la amplitud suficiente que permitan apoyos (disímiles) y distintas interpretaciones (de modo no limitar o condicionar a quienes luego gestionen)[1].
Cortando grueso, en estas líneas no interesan los planteos de blancos y colorados, y tampoco los de quienes se presentan como progresistas[2]. Intenta ubicar esta contraposición en lo que es posible denominar “el área de la izquierda”, entendida como el grupo de aquellos que aspiran a comenzar a construir paso a paso y colectivamente, desde abajo, una alternativa al sistema capitalista.
2) Sin duda, si se pregunta incluso a los “progresistas” si su aspiración es por un Socialismo su respuesta es afirmativa. Aunque de inmediato aclaran: “pero a futuro…”. En otras palabras, para “las calendas griegas”[3].
Si la interpelación se dirige a sinceros izquierdistas, se descuenta su compromiso. Sin embargo, al profundizar un poco es frecuente escuchar: pero no es posible por ejemplo proponer la nacionalización del comercio exterior, de la banca, o una reforma agraria. Esta réplica es falsa; una especie de terrorismo verbal, ya que nadie pide “Socialismo hoy” ni tampoco hay planteos que impulsen medidas como las citadas; una mínima seriedad las descarta[4].
Es posible afirmar entonces, que ambas posturas limitan sus documentos a una realidad de la cual sólo es posible suavizar sus aristas más notoriamente injustas.
3) En estos meses mucho se reitera otra argumentación frente a quienes proponen avanzar hacia una organización social en armonía con el ambiente, centrada en el ser humano, igualitaria, libre y solidaria.
Es correcto su punto de partida: la realidad geopolítica en la que el país se sitúa. Básicamente, destacan el panorama regional con gran predominio de la derecha; una tendencia de precios en los commoditys no muy favorable; duros ajustes fiscales; es difícil “competir”; el dominio de las empresas transnacionales y la acción incuestionable del imperio estadounidense.
Ante este escenario se considera que el reclamo de propuestas y programas orientados a ese avance no es posible. Este vínculo o relación entre realidad y programa futuro, frente a ese reclamo responde: no se puede. Olvidemos el “Sí, se puede”, del FA en anteriores elecciones, o el actual e internacional “Otro mundo es posible”.
- C) Compartiendo este diagnóstico de la situación, de manera simplificada es posible plantear tres actitudes para enfocar el futuro, y entonces qué debatir, qué propuestas y programas, sin olvidar –y esto es crucial– qué es lo que ya está sucediendo en la realidad del país; la base de la cual se parte.
Una es “resignarse y esperar” un escenario geopolítico más permisivo. Mientras, pasan a primer plano medidas (positivas y necesarias) como alguna obra pública; más becas; un nuevo hospital y policlínicas, y así sucesivamente, a partir de las cuales se defiende que “se avanza”.
Varias preguntas son posibles: ¿cambia algo o lo central pasa por otro lado? ¿Se consolida el sistema? ¿Qué se construye? Es correcto no ser aventurados, pero siempre se pueden construir escalones; aportar criterios y acciones positivas en movimientos cooperativos; gobernar ciudades; entes testigos en comercialización; etc.[5]
La segunda es “aceptar y adelantarse”. El objetivo es sumarse a esa globalización (de empresas y mercados, de la cultura, de la competencia…); insertarse acorde a estos criterios. Entonces se ofrecen recursos naturales; se compite desregulando todo (inclusive el ambiente); se renuncia soberanía; se minimiza el Estado y sus instrumentos; se capacita en idioma inglés y computación; se actúa friendly; se pierde, por tanto, incluso nuestra cultura.
Hay que presentarse como moderno; ser útil para quienes controlan las últimas tecnologías; no generar problemas y lograr algún beneficio al adaptarnos antes que otros.
La tercera es “por lo menos no retroceder”. La situación general es difícil. En la geopolítica (ya mencionada) y en lo interno (retroceso en la ideología y organización popular; prevalencia casi absoluta del consumismo y criterios mercantiles; carencias del propio partido de gobierno; un generalizado individualismo).
Pero: a partir de aquí, ¿por qué simplemente no retroceder? Las movilizaciones populares y algunos ciclos positivos en lo económico construyeron un país que si bien característico del capitalismo dependiente logró niveles decorosos de distribución del ingreso; el respeto y desarrollo de lo ciudadano; buena escuela pública; derechos avanzados; un aceptable control de los recursos naturales; un Estado no muy eficiente pero capaz de aprobar y gestionar diversos instrumentos (especialmente empresas) favorables a los intereses de todos, por ejemplo.
Para comenzar a poner ladrillos paso a paso, lenta pero firmemente hacia una organización social alternativa, mucho de lo citado es fundamental. De perderlo, todo se vuelve más difícil.
4) Retomando lo antes planteado: es crucial tener claro lo que está sucediendo en el país. Se podrá entonces –y sólo así- realizar una evaluación primaria de qué se plantea para el futuro.
No se trata siquiera de realizar un análisis comprensivo de lo sucedido en los últimos 5 o 10 años. Basta con tomar algunos aspectos sin duda centrales, que no requieren más que una somera presentación[6].
- Los militares. Su impunidad; su inalterado estatus; su peso en el Presupuesto Nacional; su articulación internacional.
- El Proyecto Uruguay – UPM2. Invertimos fortunas, el 64% del capital para recibir cero ganancias. Ínfimos empleos frente al de otras alternativas para nuestros recursos. Lesivo para la soberanía. Consolidación de un modelo primario; un enclave. Compromete el principal río del país y la generación de energía. Sumisión frente al capital extranjero. Afecta y condiciona futuras generaciones.
- El agua. Contaminación de la potable. Violación de la Constitución. Privatización del riego. No cuidado de sus fuentes.
- Instituciones públicas clave. Minimización y privatización de áreas en BROU; UTE; OSE.
- Idolatría del mercado y del capital. “Si no hay un sponsor (¿patrocinador?) no es posible”.
- Educación Pública y Cultura. Progresivo deterioro y promoción de la privada. Consenso con UY21.
5) Parece fuera de duda de que en estos temas clave se ha retrocedido. En ellos se constata una fuerte impronta de la segunda alternativa: acepto y me adelanto. Ni siquiera se opta por no retroceder.
Para evaluar entonces lo que electoralmente se plantea, por un lado, es indispensable tener claro que las tendencias dominantes en la realidad no perdonan. Si se permite que sigan operando, todo lo demás es secundario.
Por otro lado y en la izquierda, la interrogante ineludible es: ¿qué consideración o propuesta específica, concreta, presentan los programas y documentos electorales?
6) Conclusiones.
Un rápido repaso indica que no existe ninguna referencia seria y con propuestas concretas sobre estos temas claves ¿Con qué seriedad es posible referirse al Uruguay futuro sin partir del hoy y aquí?
Peor aún: estos temas, graves y urgentes, ni siquiera se analizan y debaten hoy con amplitud, en profundidad, difusión y compromiso. Apenas hay un “dejar hacer” a quien decide. Es grave.
Ambas omisiones conllevan serias consecuencias. La realidad sigue; no perdona; no se la cuestiona declarando o escribiendo generalidades, vaguedades sin compromisos. Estos temas claves señalan que por muchos años el futuro ya está decidido. En lo económico y lo social; en la cultura; en los instrumentos estatales para impulsar verdaderos procesos en beneficio del pueblo.
Este proceso continúa bajo los ojos de todos, pero quienes se aprestan y piden apoyos para sus proclamas de futuro miran para otro lado. Se demuestra la incomprensión del funcionamiento de estas sociedades, la levedad del lenguaje y el “no meterse” con los temas de fondo.
“Cuántos kilómetros faltarán, para llegar al pueblo aquel” cantaba Washington Benavídes. Por aquí, no se animan ni a empezar a caminar.
[1] A partir de los documentos que se conocen, resulta difícil encontrar alguna idea nueva
2 No se discute el término aquí; sabido es que su significado abarca desde un empresario que mejora la productividad en su actividad hasta quien sólo quiere aliviar algunas situaciones sociales extremas generadas por el capitalismo.
3 Es decir “nunca”; los griegos no tenían “calendas” (calendario); su origen es romano.
4 Incluso porque nadie sabe muy bien de qué se tratan.
5 ¿Se imaginan si los cubanos hubieran aceptado “resignarse y esperar”?
6 El orden no implica jerarquizar.
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