Imagine un balneario junto al Atlántico donde un día se avecinda un artista plástico. Imagine que produce en su taller unos bellos mosaicos. Imagine que expone sus creaciones en las paredes exteriores de su vivienda o colocándolas en el jardín, a plena vista de lugareños y visitantes. Imagine que, al poco tiempo, se ha integrado a la comunidad. Imagine que –porque allí es costumbre ponerles nombres a las casas– un vecino le pide que le haga un mosaico con el de la suya. Imagine que accede. Imagine que detrás del primero acuden otros. Imagine que el artífice acepta las nuevas encomiendas. Imagine que asimismo engalana con sus obras una escuela, una oficina pública, un almacén… Imagine que llega un punto en que, recorriendo las callejuelas del lugar, los ojos del viandante pueden tropezar con una de sus figuraciones teseladas en el instante menos esperado. Imagine que aquellas floraciones del arte le han agregado una prodigiosa hermosura a la que por naturaleza posee el pueblo. Imagine ahora que todo lo que acaba de leer no es producto de la fantasía, sino que existe de veras. Imagine, por último, que el poblado se llama Aguas Dulces y el artista, Álvaro Errandonea. A ocasiones, ya se sabe, la realidad supera a la imaginación.
(Ubicación: Laguna de Castillos esquina Cachimbas y Faroles, Aguas Dulces, Rocha)