Investigación oportuna por Nelson Di Maggio
En la actualidad es amplio el reconocimiento de que la mujer en las artes visuales —como en muchísimas actividades— fue desplazada, excluida, inferiorizada, responsabilizada de las tareas de la casa, el cuidado de los hijos y la cocina. De profesión: «labores». Parecían estar formatizadas así. Pocas fueron rebeldes; muchas, consentidoras, indiferentes o sin conciencia del problema. Manolita Piña de Torres García afirmó que abandonó el dibujo y la pintura que él le había enseñado, al casarse con el maestro, porque no era correcto competir con su marido. El pintor Yuyo Goitiño no enseñó los cuadros de su mujer Marta Morandi a visitantes y compradores de su obra en su taller, un extraordinario talento revelado recién después de su muerte. La lista podría ser interminable. Hay casos, pocos, en que se invierte el planteo.
Poco a poco, desde hace un siglo, las mujeres tomaron conciencia de su situación y, de manera individual y colectiva, comenzaron a luchar por su derecho al reconocimiento de estar habilitadas para elegir cualquier profesión u ocupación diferente a las tareas hogareñas. En la actualidad su posición social es otra: compite y hasta supera en número en muchos ámbitos. Falta un largo camino para recorrer, es cierto, pero el avance es notorio y bienvenido, aunque siempre existe el riesgo de equivocaciones, o que el fanatismo radical de ciertos grupos internos perturbe o desvíe el avance correcto de las conquistas duramente logradas. Ninguna modificación cultural es fácil dentro de la sociedad —capitalista o socialista— secularmente machista.
El Centro Cultural de España (cce), a cargo de una mujer por segunda vez, Pilar Sánchez, inauguró RIP, revisar, investigar, proponer, instalación de carácter conceptual, tan oportuna como necesaria. La doble curaduría de Patricia Bentancur y Micaela Azambuja invitó a la Colectiva COCO, entidad investigadora que, desde su constitución en 2016, integrada por Catalina Bunge, Natalia de León, Lucía Ehrlich y María Mascaró, está centrada en los problemas de género. Reunieron documentación basada en los estudios producidos por instituciones culturales centralizadas en el género de los artistas registrado históricamente de forma binaria (mujeres y hombres); la simplificación no obstaculiza ofrecer un panorama general de la situación en Uruguay.
Se deja a un lado la materialidad de las obras de arte, para ejercitar reflexiones sobre la inequidad de la representación de artistas femeninas desde diferentes puntos de vista y en diversas circunstancias y períodos (históricos, sociales, conductuales, psicológicos, éticos). Con claridad en textos e imágenes, el visitante recorre aspectos esclarecedores e informáticos a través de un montaje ágil y de lectura atractiva. Así, se puede saber que el acervo del Museo Nacional de Artes Visuales (mnav) se compone de 921 artistas, 802 hombres y 119 mujeres; durante 109 años la dirección del mnav fue ocupada por una mujer y solo por dos años; de las 24 ediciones que componen el Premio Figari, 45 de los 57 premios fueron para hombres; desde 1982 se entregaron 24 premios Paul Cézanne por la Embajada de Francia en Uruguay y 18 fueron para hombres; desde 1956 Uruguay participa en la Bienal de Venecia y de los 45 artistas designados 40 hombres; de 16 museos dedicados a las artes visuales que llevan nombres de personas, 15 designan hombres. Son algunas cifras de una muestra que incluye otros elementos importantes (también imágenes) que una nota periodística no puede incluir ni analizar, incluso para discrepar democráticamente. Recomendar la visita resulta obvio por la gratificante claridad expositiva, el rigor de la investigación y la atractiva presentación. Y por la monumental escultura blanda de Margaret Whyte, en el esplendor de su madurez creadora.
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