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Jorge Pasculli, periodista: ¿Hasta dónde te querés transformar a vos mismo?

Jorge Pasculli, periodista: ¿Hasta dónde te querés transformar a vos mismo?
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Entrevistar a un amigo es bravo, y es más difícil si hace poco salió victorioso de una dura pelea con la huesuda. Pero el “Lumpen” como lo llamamos algunos, tiene cuerda para rato y trasmite como siempre una energía brutal y unas enormes ganas de cambiar la vida. Sigue fiel a su máxima: Estoy siendo.

Por Jorge lauro y Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

¿Cómo es tu vida actual?
No tengo redes ni celular desde que me jubilé en 2017. Un año después de haber ganado el Frente la elección, pedí ir al seguro de paro. Ya no daba más, los últimos años fueron muy complicados en La República. En ese retiro me dije: “Ya cumplí con la patria”, y no aguantaba más, necesitaba tomar distancia del diario y también de la política, el periodismo, el deporte. Uno va dejando para después, “para cuando me jubile”. Tampoco es que no me haya ocupado de mí mismo. No. Fui a ochenta mil terapias, y siempre fui un buscador de por dónde iba la vida, los seres humanos. Lo hice con la idea de tomar distancia de la realidad para ver las cosas con otra perspectiva. No tener la excusa de que no hay tiempo. Este período lo pasé casi sin apariciones públicas, porque no tenía nada para decir. Salvo en Voces y en Túnel. Dos locos como yo, Alfredo [García] y Pedro [Cribari], que sostienen una cosa quijotesca. Con ambos me siento identificado como persona y como periodista.
No te vamos a perdonar por más que nos pases la mano por el lomo.
No, no. Conozco las reglas del juego y está todo bien. Tal vez lo que sí hoy tenga, y quizás por eso acepté conversar, es que siento que casi todo está en revisión. Hoy sí siento que tengo algo más para compartir, que es mi visión de la vida a raíz de lo que me tocó vivir, y de casi morirme. De sopetón me vino una úlcera que me dejó inconsciente, con tres semanas en el CTI, donde me agarré Covid, tuve un ACV y me perforaron el pulmón. Soy diabético e hipertenso. O sea, me llevé todas a febrero, y libre. Y caí desmayado una noche, el 31 de mayo. Me desperté nueve días después pensando que era 1º de junio. Después de la primera semana era una mezcla de consciencia y delirio, que en los primeros días fueron una catarata de alucinaciones. La verdad es que la viví fea, cara a cara con la muerte. Murió gente a mi lado, en la sala. No sabés ni cómo ni por qué, pero estás ahí, lejos de tu familia. Ahora permiten entrar un poquito más al CTI. Mis hijas pelearon para estar y mi mujer, también. Me salvaron ellas, realmente.
El Covid lo deshumanizó más, todavía.
Una de las cosas que escribí para Voces fue preguntándome qué hacemos con el Covid, dos semanas después de que empezara. Me imaginé que la situación iba a ser terrible, que la gente iba a morir sola. Vi el miedo, el pánico. “Ojo”, escribí, “que de angustia también se muere”. Esa parte la viví. Todos tuvimos gente conocida que murió durante la pandemia. Y vimos el sufrimiento de las familias por no poder estar con los enfermos. Y entonces me vi yo en esa situación. Primero no entendía nada, y me rebelaba. Me tuvieron que atar, porque me quería ir de cualquier manera.Le pedía a los médicos que me dejaran salir; que si me tenía que morir, quería hacerlo en mi casa, con mi familia. Lo digo con todo respeto, porque sé que dejan la vida por salvar a la gente, pero para el que está ahí es bravo estar solo. Se puede, porque hay gente que salió viva, y yo soy una prueba. Pero la tenés que pelear. Pero cuando estás ahí, ¡mamita querida! Para hacerla corta: mi visión de la vida y de la muerte cambió.
¿Cómo?
Siempre sentí que el espíritu humano nos integra por más que no se vea. Eso es fundamental y no solamente explica Maracaná sino el diario vivir de los uruguayos. Somos unos luchadores bárbaros. Capaz en algunas cosas le erramos, pero cuando hay que poner le ponemos. No tengo ninguna certeza sobre la muerte y otras ulterioridades, pero sé que en la vida pasan un montón de cosas que tienen que ver con lo espiritual y con lo que no se ve pero existe. Para mí eso se continúa después de la muerte, no sé cómo, ni de qué manera, pero es una intuición que siempre tuve y que fui acrecentando con el paso de los años. Razones para estar mal y quejarnos siempre tenemos un montón, pero no debe ser lo único. Y esto es lo que hoy veo con mucha más claridad. No pierdas un minuto en quejarte y en sufrir por cosas que no tienen arreglo. Cuando yo salí de ahí era un palo de escoba. Me llevaron para mi casa y no lo podía creer. ¿Cuántos días de mi vida desaproveché al pedo por estar distraído, angustiado, caliente, dolido? La muerte no solamente tiene que ver con cómo te vas cuando te morís o con qué pasa después. El tema es qué hacés con tu vida mientras estás vivo.
El tinglado está hecho para que te olvides de esos hechos fundamentales y vivas distraído con una cosa o con otra.
Eso lo cambiará quien quiera. Si uno mira su propia vida, va a encontrar un montón de reencarnaciones: la niñez, la juventud, la adultez, y cómo fuiste atravesando diversas situaciones. Claro, con el diario del lunes es facilísimo pensar en todo lo que tu vida podría haber mejorado con tu visión actual. Para mí esta es mi segunda época. Pero ya estoy liviano de equipaje, y así es como uno debería vivir la vida y esperar la muerte.
La cultura occidental te lleva a buscar cualquier subterfugio para escaparte de pensar en la muerte.
Estoy muy contento de estar acá, y este tiempo lo he aprovechado con la atención que no tuve en mi vida para las cosas que hacía. Loco, sentate a tomar un mate, a estar con tus hijos, con tus nietos, con tu mujer, con tus amigos. O mirá el techo, o el sol. Parece una pavada, pero ilumina muchas cosas que me pasaron en mi vida, que son el reflejo de situaciones anímicas mal resueltas. Lo que sentí en esa situación no lo había sentido nunca, una suerte de corazón contento, de sentimiento saludable. Así es como me gustaría que fuera, para todo el mundo. Eso era lo que quería contar, porque es lo más importante que me ha pasado en mi vida, aparte de mi familia, obviamente. Y porque creo que todos tenemos el tema de la muerte pendiente, complicado, que ni lo queremos mirar. Y creo que tenemos que hablar y sacarnos el miedo. Ayudarnos a vivirlo de una manera más espiritual. No es solamente la carne que desaparece. El espíritu no desaparece. Y eso cambia sustancialmente la manera de mirar la vida.
¿No hay una necesidad de transcendencia del ser humano, que está pesando en todo esto?
Puede ser, sí. Y no está mal.
Es difícil asumir que se termina lo que sos.
Uno no quiere engañarse, ni inventar cosas imaginarias que no conducen a nada. Pero en mi caso personal siento que esto de la trascendencia es posible. Tampoco tiene una contraindicación negativa, porque no implica descuidar esta vida, sino al revés, te implica mayor compromiso en el sentido de que sos parte de una rueda. Somos miles y miles de millones de personas. Si lo mirás así, sos una hormiga. Y somos una hormiga, pero al mismo tiempo tenemos esa necesidad de querer seguir participando junto a los seres queridos y a la marcha de la humanidad. No está mal si te comprometés a ser mejor persona acá abajo, mientras tanto. Si no, es muy fácil: hago acá cualquier desastre y después, cuando voy arriba, diosito me perdona y chau. Para mí esto tiene un sentido de compromiso con la vida. ¿Quién nos va a ayudar si no nos ayudamos nosotros mismos? Si no nos enfrentamos a nuestras propias vidas y nos hacemos responsables. Hace dieciocho años el Frente ganaba su primera elección, teníamos una ilusión bárbara y metíamos para adelante. Se hicieron muchas cosas. Otras no se pudieron hacer y va a ser muy difícil hacerlas, aunque vuelvas a ganar, porque ganar el gobierno no es ganar el poder. Y esto es un poco lo mismo. ¿Hasta dónde te querés transformar a vos mismo? ¿O querés transformar primero el afuera porque en definitiva es más fácil y queda mejor? Respeto y le tengo un enorme aprecio a Mujica, a quien vi dos veces en mi vida.
“Si no cambiás vos, no cambia nada.”
Si te exponés públicamente demasiado seguido, corrés el riesgo de meter la pata. El loco afronta, encara y sigue buscando. Y busca para adentro, no solamente para cambiar el afuera. ¡Si habrá tenido que enfrentar cosas y adaptarse! Y nunca lo vi quejarse. Creo en eso. Hay que empezar por casa. ¿Dónde hay que firmar? Soy el primero en la lista.
Eso siempre estuvo presente.
No. De la boca para afuera. Por eso vivimos tan mal. Hemos delegado en la política la resolución de todos nuestros problemas. Sin embargo, este es el país que tiene más divorcios, más suicidios, más psicólogos, más gente que se analiza. La cantidad de gente que toma pastillas, alcohol, que se droga. Los manicomios, los residenciales de ancianos. Si mirás un poquito el entramado social psicológico y anímico, ves que ahí se emparejan un poco los problemas materiales y sociales con los anímicos y culturales, y con esto de la muerte, por ejemplo. Yo también pensé que con la política arreglábamos todo.
Pero con la política sí se arregla un poco de todo eso.
Ni hablar.
Porque con mejores ingresos hay menos angustia. Un montón de esos desequilibrios psicológicos vienen por no poder llevar…
Totalmente, y hay que pelear porque, aunque lo que se logre sea medio centímetro, vale. Así es que hay que vivir la vida, no pensando que “no es problema mío”, o que “se arregla dentro de mil años”. Pero tampoco es con esa urgencia con la que muchos vivimos, con esa sensación de que si no vas a la manifestación, el mundo se viene abajo. No está mal, pero tiene que estar equilibrado con que uno se encargue de sí mismo y sea buen hijo, buen padre, buen esposo, buen amigo. Y cuando hablo de bueno me refiero al mejor posible. En mi caso hubo una falta de equilibrio entre el adentro y el afuera. Para mí lo peor siempre ha sido el concepto que uno tiene de sí mismo. Vos podés engañar a cualquiera, y a vos mismo también, pero el único que puede decir: “esto es así”, con respecto a la vida de uno, es uno mismo. Si uno no asume que es un ser con defectos, que ha hecho macanas, que todavía las hace, que a veces es injusto, cruel o egoísta, no hay arreglo. No es haciendo más cosas afuera la forma en que voy a pagar la culpa de haber hecho tal o cual cosa. Si no, somos palomas.
Muy disciplinado nunca fuiste.
Al revés, era un loco de mierda, por decirlo pronto y claro.
Una vez no fuiste a una manifestación porque te fuiste a ver un clásico de Peñarol. De eso no me olvido más.
Lo hice con culpa, pero tenía que decidir, y para mí el fútbol y los clásicos eran importantes. Para hacerla sencilla, soy hijo único, sobreprotegido hasta que mis padres se divorciaron a mis quince años, lo que sentí muchísimo pero me permitió zafar como perrito al que sueltan de la cadena. Ahí salí a correr la vida en lo que fuera. En todas me anotaba y en todas peleaba para salir primero. No me arrepiento de las cosas que elegí. Pero de repente las vivía demasiado apurado. Lograba algo y enseguida tenía que cambiar de rumbo. No se puede vivir así.
Poder se puede, la cosa es el precio que pagás.
Claro. Estoy convencido de que la vida siempre te cobra y que siempre pagás las cosas que hiciste. Pero no con culpa, sino con una acción positiva permanente. Vivir la vida lo mejor posible. Y hay veces que te caen cuentas de antaño. Siempre he tratado de pedir disculpas por las cosas que he hecho mal. Si se pueden recomponer, mejor. Pero ya están hechas. Darme cuenta no las elimina. Estamos muy filósoficos.
En lo que intentaste, más allá de las locuras, no veo que hayas hecho las cosas mal.
No mal, pero a veces te equivocás.
Si te quedás en el molde, no te equivocás nunca.
Seguramente he cometido un montonazo de errores. De algunos me doy cuenta y de otros no. Pero siempre me he castigado diez veces más de lo que el delito merecía. No es mérito envenenarse exageradamente con las cosas que uno ha hecho mal. Ni tampoco es honesto endosar ese escape de contrabando en algún acto hazañoso. Milito veinticuatro horas no solo por los que lo merecen sino porque además no quiero afrontar otras cosas. Pongo este ejemplo que uno puede aplicar a todo.
Al trabajo, metiendo catorce horas extra por día para no llegar a casa.
Sí. O lo que sea. Tengo un amigo que es grado cinco en cirugía Uno de los días en que yo empezaba a estar más consciente vino a verme y me dijo que me quedara tranquilo, que yerba mala nuca muere. Hace pocos días un camión lo arrastra ochenta metros a él y a dos hermanas. Se salvaron de casualidad. El auto quedó totalmente arruinado. Es un tipo que, jodiendo, me decía que yerba mala nunca muere. Tenía razón. ¿Quién sabe lo que te va a pasar dentro de media hora?
Eso también es parte del atractivo de la vida.
El tema es aprender a vivir con la incertidumbre sin meterla debajo de la alfombra.
Pero no vas a decir que todo lo que hiciste fue porque estabas escapando.
Por supuesto. Todo está en la medida en que lo hacés. Una cosa es cuando lo hacés en forma más o menos equilibrada, y otra es cuando rajás de un lado para ir a otro. Todos los que estamos acá somos privilegiados. Estamos vivos, en un país bueno para vivir. Tenemos laburo, jubilación, familia, casa. ¿Cuánto, al cabo del día, valoramos de todo eso que tenemos? Y estoy con Mujica en que le pusimos todos los garbanzos a la política, cuando la política no cura problemas anímicos. Lo ves en la crónica diaria de los informativos con cómo se está yendo a la mierda la convivencia. Más que política y de discursitos pelotudos, la grieta es social.
¿Y cómo recuperás eso?
Durante quince años el Frente lo comprobó. Si querés tocar una ley que afecta intereses privados, te la bochan por inconstitucional. ¿Qué queda? Redistribuir un poquito aquí, un poquito allá, aumentar el déficit fiscal. Adaptate y, dentro de eso, hacé todo lo posible por mejorar la situación de todas estas personas. ¿Revolución? No se ve por ningún lado. Está claro que no se puede. Es dificilísimo, si no nos ponemos de acuerdo, si no nos damos cuenta que estamos en el mismo barco y que si tiramos de la piola nos vamos a hundir todos.
¿Cómo se ponen de acuerdo intereses contrapuestos?
Solucionando intereses concretos. ¿El problema es la vivienda en tal barrio? Entonces hay que hacer todo lo posible por mejorar ese problema ya, y no cuando cambie el gobierno o venga la revolución, generando miles de voluntarios trabajando para solucionar los problemas de vivienda de la gente. Hagamos de eso una campaña nacional y dejemos de quejarnos porque no hay vivienda. Y no me digas que no nos vamos a poner de acuerdo en cosas concretas. Cuando este gobierno era oposición fue terrible y no le venía bien nada. Cambió el gobierno, pero por un fastidio anímico. No había ninguna coalición preparada para gobernar nada. Es un invento, un arreglate como puedas, con Lacalle que la cuerpea con calidad y carisma. Pero esto es un invento para sacar al Frente.
Una improvisación absoluta.
Lo ves. El otro día leí en Voces un artículo de Claudio Invernizzi donde describe a este gobierno como la oposición de la oposición. Viven tirando pálidas contra el Frente, contra lo hizo o dejó de hacer. Tienen un complejo encima que no puede ser.¿Ganaste el gobierno? Goberná. Lacalle tenía la posibilidad de ser el presidente de todos los uruguayos. No le echo la culpa solo a Lacalle, porque tampoco de este lado nos viene bien nada. Pero vamos a ponernos de acuerdo en arreglar tal y tal cosa. Un gran porcentaje de la gente quiere que se solucionen los temas, no quiere quilombo al pedo.No es que sea un millón y medio para un lado y otro millón y medio para el otro. No, la gente vota porque tiene que votar a uno, o a otro. Están todos preocupados por las elecciones. Tengan en cuenta que la gente va a votar a quien se preocupe por resolverle los problemas.
Hay una diferencia de visión del mundo que impide esos acuerdos.
¿Las diferencias son las que impiden los acuerdos o son los que permanentemente están tomando distancia para mantener su identidad política? Yo hoy soy oposición. Por hablar de la vivienda, llamo a toda la militancia del Frente, cosa que el Frente nunca hizo. No solucionaremos el mundo, pero en un mes a este barrio lo cambiamos. Y después seguimos con el otro. ¿De qué sirve? Sirve porque estamos haciendo algo además de hablar. Buscar una acción positiva y no solamente crítica. Mientras tanto, ¿qué vamos a esperar? ¿A ganar la elección? No, hagamos cosas. Y siento que ese impulso siempre faltó, desde la época de Las Bases. Y ojo, que la culpa no es solamente de los dirigentes. Acá no hubo ninguna manifestación frente a la sede del Frente de decenas de miles de personas pidiendo participación o que abrieran los comités, ni para hacer tal cosa o tal otra. Ojo, soy frenteamplista y asumo como mía la situación del Frente Amplio, pero somos medio pelotudos. No nos movemos.
Vivimos en una época en que la gente está sobrecargada, no sobran horas.
Comparto eso. Pero también permitime que dude un poco en cuanto a lo que se verbaliza en relación a lo que después se ejecuta. La sociedad necesita ayuda, ser transformada. Hagámoslo. Desde el gobierno o desde la oposición. Nada nos limita. Vamo’ arriba, vamos a hacerlo, vamos a arremangarnos. Tal vez ahora con esto de la intersocial se consolide una coordinación más efectiva entre lo político y lo social. Si no, parecemos una izquierda europea que está ahí, discrepante. ¿Pero no se puede hacer nada mientras tanto?¿Cuál es el papel de los militantes y los votantes frenteamplistas durante estos cinco años?
Los votantes son votantes.
Sí, pero si les das una posibilidad de participación, capaz dejan de ser votantes. Pero si incluso a los militantes les sacás la razón de ser, se van a ir para la casa.
Eso se desmanteló ya cuando se asumió la Intendencia de Montevideo por primera vez. Tabaré puso el freno y dijo que ahora se encargaba la Intendencia.
Ninguno de nosotros salió a protestar y llevamos muchos años, y la situación social empeora cada vez más. Y siento que desde el Frente Amplio falta eso. Reitero que tal vez desde la intersocial los frenteamplistas tengan una vía de participación, pero no puedo quedarme en mi casa esperando la próxima elección, o simplemente criticando al gobierno.
Los niveles de participación bajaron en general, en todos lados.
Creo que el Frente tiene que tener una participación más activa en la vida social. Pero no alcanza solo con discursos y críticas. Y sabés que no tenés los votos para las propuestas que vas a hacer. ¿Ese es el menú para cinco años? ¿Putear, discrepar y plantear proyectos en minoría que no van a salir? ¿O el Frente Amplio es solo las intendencias de Montevideo, Canelones y Salto?
En quince años de gobierno, el Frente no pudo cambiar la educación.
¡Ah, eso es más profundo! No es solo político. Es un tema pesado. Hice Ciencias de la Educación en el IPA. Nunca ejercí, porque nunca me iban a llamar a mí en la dictadura. Había dos tipos que para mí explican: Sócrates y Paulo Freire. Apuntan a lo que es la toma de consciencia progresiva cada vez mayor. Ser consciente de que sos una persona, con determinadas habilidades, herramientas y sentimientos con los que te puedas desenvolver. Una de las pocas cosas de las que puedo dar fe de haber hecho bien en mi vida: el taller de periodismo.
¿Cómo fue?
Cuando empecé en el periodismo, en el año 77, no había cursos de nada. ¡Qué universidad ni curso privado! No había nada más que unas charlas en el Ateneo. El taller, como yo lo encaré, los hacía ir a cubrir cosas desde el primer día. Un debate en el parlamento o un partido de fútbol. Y arreglate como puedas. Volvé y a ver qué lograste. En esa especie de observación colectiva de los distintos trabajos íbamos aprendiendo cómo hacer mejor las crónicas, los reportajes. Empezás como se empieza a vivir: gateando, y después caminás, y te caés, y así se aprende. Pero seguimos, discutiendo por recursos. Lo fundamental es el hecho educativo. Los gurises se pudren, sienten que les están hablando de otra cosa que hoy no contempla lo que es la juventud. ¿Cómo vas a meter treinta y cinco personas en un salón durante cinco horas, con ocho materias distintas? Y lo aplico a todo. Lo que nos falta es ganas de vivir, de ir a la escuela y al liceo con alegría. Eso es lo que tenemos que hacer. Pensemos qué es lo que nos hace sentir bien, para qué somos buenos, y hagámoslo. Dejémonos de joder. En ese sentido somos un pueblo de amargados, de depresivos. Y me anoto.
Mirás para atrás y ves el periodismo de hoy. ¿Se hacen las cosas mejor?
Es difícil comparar. Son épocas distintas. Cuando peleás en dictadura, como nos tocó, todos los argumentos y todas las artimañas son válidas para luchar contra eso que te está poniendo la pata encima. Ahí hay un componente ético superior que de repente justifica que hicieras determinadas cosas que no son leales, pero vos no podés ser leal con quien asesina, tortura y, si puede, te corta la cabeza. Tenés que aprender a defenderte. La realidad hoy es otra, y por suerte eso ya no pasa. Ahora es más sutil.
Las artimañas están ahí.
Sí, pero de repente se usan para intereses más privados. Y eso si es complicado de ver y darse cuenta. Entiendo a los periodistas de televisión que se calientan cuando les dicen que son parte del sistema.
El blindaje.
Te regalo la situación. Durante la dictadura trabajé tres años en televisión haciendo fútbol en Canal 10, y no podías dejar de ver la censura y también la autocensura. ¿Y hasta dónde llega la autocensura? Nadie sabe, porque depende de vos. Y es jodidísima. Eso se aplica también hoy, siempre, en cualquier situación. ¿Los periodistas son culpables? No, están en un sistema donde ese es el papel que juega el medio. Si hacés las cosas relativamente bien y equilibradas, permanecés y seguís. Pero tenés una úlcera regularcita. Es complicado. Hablan de justicia para ricos y justicia para pobres. Chocolate por la noticia. Un rapiñero se come cuatro años como mínimo, mientras que los Peirano se comieron cuatro años como máximo. Y todavía pataleaban con que era muchísimo, con que no podían ir más de tres años por un delito de guante blanco. Hay mucho por hacer. Me apena no ser más joven y estar en otra condición.
Para volverte a meter en esa rosca de la que saliste.
Tuve que salir porque me moría, porque iba a reventar. Por defecto personal, no sé ir a medias. Si me entrego, lo hago por entero.
Te echaron del Canal 10 porque hablaste el 1º de Mayo.
No, me echaron del Canal 10. Me sacaron del informativo. Me tenía un poco podrido estar en un canal hablando de deportes cuando se estaban jugando otras cosas. Antes del 1º de Mayo, Peñarol y Nacional jugaban un clásico, con precios de ópera. Un partido horrible, cero a cero. Terminó con una escaramuza. Yo hacía un flash y dije que era un papelón lo que habían hecho, que no se merecían la idolatría de la gente. Que aprendieran de los trabajadores de este país, que durante diez años se la habían tenido que comer doblada y que al otro día iban a poder festejar su día. Pero decir aquello por televisión era ser Satanás. Omar de Feo, que era el jefe del informativo, el lunes, cuando llegué, me abrazó llorando y me dijo que había estado bárbaro. Ahí vi que me iban a pegar un boleo. A los diez minutos vino el dueño, Jorge de Feo, y se encerró con Omar como dos horas. Salieron y me llamaron. Omar me dijo que acababa de renunciar al canal, por lo que había pasado. Le dije que él no tenía culpa ninguna, que había sido yo el que lo había dicho, sin haberle pedido permiso a nadie. Me respondió que él me había felicitado, y que Jorge le había dicho que había puesto en peligro el canal y la familia. Le dije que estaba loco, que el que iba a renunciar era yo por haberme salido de la letra. Y fui a hablar con el tipo. Quedamos en que yo iba a seguir tres meses más, porque quise, cobrando el sueldo y haciendo trabajo interno. Pero me pudrí, y me fui a dirigir El Tanque a la B, que fue una de las cosas más gloriosas que me han pasado en la vida.
No así para El Tanque.
También para El Tanque, porque unos años después me llaman para dirigir juveniles, donde estuve dos años en las mismas condiciones de un club de barrio o peor. Pero feliz de la vida. Siempre me gustó estar adentro de lo que fuera. Porque el periodismo te lleva hasta la raya. Y me metí, en todo, con lo que tenía a mano, sin ser nunca ningún experto, y sin pretenderlo, pero con ganas de estar, y así me metí en cuanta cosa me interesó y pude. En algunas cosas me fue bien, en otras más o menos y en otras regular. Por eso hablábamos de la televisión y de la censura y la autocensura, y lo del Canal 10. Se dice que me echaron, pero siempre que puedo lo aclaro, porque no fue exactamente así. Pero fue lindo de vivir.
¿Ya estabas con Denevi en la 30?
Sí, claro. Con Denevi empecé en el 77, y esto fue en el 83. Fue un concurso que hizo Cristina Morán, en el que participamos como quinientos tipos, del que quedamos cinco, Graciela Bachino, Ángel María Luna, Artola, Graziano Pascale, que fue el único que no entró a laburar, y yo. Me acuerdo de Germán Araujo, que me decía que para qué me iba a presentar, que no iba a ganar en mi puta vida, y yo le dije que no me importaba. Quedamos cinco para la final y nos hicieron dos desempates. Para el último desempate yo tenía fecha para casarme, y me iba de luna de miel, que me la había regalado la 30, con una excursión a Brasil. “Me caso y me voy igual”, pensé, creyendo que no iba a ganar. Pero cuando volví me enteré que habíamos empatado, que nos duplicaban el premio y que nos contrataban a los cinco. Me dejó un poco desorientado, pero me di cuenta que todavía quedaban resquicios donde meterse. Claro, me pusieron en deporte. Pero si no me hubiera salido del libreto, hubiera seguido ahí. Mientras no molestes a las fieras, podés votar lo que quieras, porque el cuarto es secreto. Pero ahí portate bien. Y ta.
Pero no hubiera existido Las Bases.
Cierto. Pero como te digo una cosa te digo la otra, como dice el Pepe. Las Bases fueron la gente. ¿Te acordás de Tiempos Modernos, cuando Chaplin sale corriendo atrás de un camioncito al que se le cayó la bandera roja y viene una manifestación y se lo llevan como líder? Es más o menos lo mismo. El mérito fue haberlo visto y haberle dado una expresión, donde había plata para un solo número. Y se hizo básicamente con la gente del taller de periodismo, que en su mayoría eran frenteamplistas. Y la necesidad de participación y los comités de base. La tercera parte de lo que vendíamos lo hacíamos en los comités de base, haciendo finanzas los domingos. Se quedaban con la plata que les correspondía a los canillitas. Se hizo solo. Después fue apareciendo otra gente a colaborar, como columnistas y demás.
¿Cuánto llegó a tirar?
El número especial en homenaje a Michelini y Gutiérrez Ruiz, en febrero del 85, vendió veintiocho mil. Después fue bajando.
Pero era una época en que todo el mundo vendía.
Había doce semanarios. Fue un aluvión. Pero a los tres años la cosa había bajado notoriamente. La cantidad de comités había bajado una cantidad. Nos fuimos acostumbrando a una vida política muy civilizada, en manos de los dirigentes.
Institucionalizada.
Muy institucionalizada. Y ahí pasamos con Pedro Cribari, Alfredo y otra cantidad de gente y sacamos un diarito que se llamó Con Todo, que duró veinte días y me dejó deudas por tres años. No sabíamos lo que es un diario. Si un semanario es complicado, un diario lo es más, entre lo que te cobran los canillas y la devolución que te llega del interior dos o tres semanas después. Pero tengo un recuerdo inolvidable. Pensábamos que sacábamos el diario y juntábamos las firmas, que valía la pena. Demoramos un año y pico en juntar las firmas para el referéndum de la ley de caducidad.
En el período de Las Bases lograste una relación muy cercana con Seregni.
Semanalmente, aunque no fuera publicado. El viejo realmente quería la reestructura, la participación. Si no fuera por él, no hubiera salido ni la mitad de lo poco que salió. A mí me trataba de bajar los decibles. Tenía paciencia.
La mano que mecía la cuna era la del general.
Sí, pero porque él quiso. Nosotros no estábamos en contra de nada, y en realidad tampoco teníamos pretensión de claridad política. Era más bien acompañar las elecciones. Pero sí internamente había una posición muy clara de reestructura, de participación. Y otra manera de vivir la militancia. Yo me acuerdo de haber sacado cosas como diciendo: “Vo, no rompan los huevos, quieren hacer barriadas disfrazados de Che Guevara con termo y mate”. Un ejemplo. Salíamos los domingos. Si bien era un semanario político tenía una frescura. A lo que voy es que nos falta desempolvarnos un poco en todos los aspectos, ser más afectuosos, más de hacer. Y el Frente en eso a mí siempre me ha dejado con ganas de más.
¿Y el enamoramiento que tuviste con Jorge Batlle?
Ahora lo puedo contar. Es un Jorge Pasculli que murió el 31 de mayo. Es una historia que nunca le conté a nadie, salvo a Vera. El Frente no iba a ganar en esa elección de 1989. Era entre Batlle y Lacalle. Me preocupaba el tema de los derechos humanos, porque no iba a tener ningún andamiento, salvo este hombre, que en esa instancia y en esa elección, con el “te canta la justa” y todo lo demás… Y Lacalle era otra cosa completamente distinta. “Cinco años más”, decía yo. ¿Por qué hay que esperar cinco años más? Y ahí no había segunda vuelta. Era el lema. Se me ocurrió que el Frente podía hacer un acuerdo con Batlle. No tenía claro cómo. Pero hacer que Batlle ganara y que nosotros ganáramos la Intendencia era una jugada completa. Con los únicos que hablé realmente del tema fue con Fasano, a quien le pedí la volada para escribir de política, porque yo venía haciendo deporte, y con Seregni, Vaillant y Batlle. Estábamos a poco tiempo de las elecciones, dos meses o algo así. “Imposible”, me dijo el viejo, porque el Frente es una coalición y esto no lo puede resolver una coalición sino un líder. No le disgustaba, porque también veía que si ganaba Lacalle, complicaba en todo. Y en esto podía haber una forma de incidir, pero me lo descartó de plano. “Será para otra”, me dijo. Y hablé con Vaillant, que en ese momento estaba en los colorados. Y con Batlle.
¿Qué dijo Jorge?
Me llamó la atención la disposición del tipo. Incluso me invitó a la casa. Estuvimos hablando de cómo yo, un frenteamplista, veía las cosas. Le di una idea de una página que sacó en todos los diarios antes de todas las elecciones. Pero ya no era posible, a Lacalle no lo movía nadie. Y me dolía, la verdad. Después de la dictadura a Sanguinetti te lo tenías que comer, porque había sido el gestor del Pacto de Club Naval, que había arreglado con los milicos. Pero Lacalle… “Esto ya está”, me dijo Batlle. “Esto no hay quién lo dé vuelta. Y usted se va a ganar un montón de enemigos en su partido al santo botón”. La verdad es que no fue posible, pero no estaba mal pensado. Tanto que después se aprueba esta forma del sistema electoral, y ahí perfectamente podés hacer alianzas. Fijate lo que hizo Lacalle Pou, es un mago. Lo ayudó Sanguinetti, está bien, pero Lacalle es un mago en cómo ha conducido esto para sus intereses y los del Partido Nacional. Salvo a Cabildo Abierto, se fumó en pipa a todos los demás. Y hace lo que él quiere, y acuerda individualmente. Hay que jugar con habilidad, con viveza.
Te adelantaste en el tiempo.
Y en aquel momento no era posible, pero después sí podría haberlo sido, con un acuerdo de coalición, que lo termina haciendo la derecha, o la centroderecha. Pero después con Batlle nunca más. Alguna vez coincidimos, pero nunca más retomamos el tema, porque era de ese momento. Cuando el tipo asumió, después, y planteó el estado del alma, me alegré mucho. Primero por el país, por la gente, por los familiares, y además por no haberme equivocado, por identificar a un tipo que yo sentía honesto y leal en ese aspecto. Después las diferencias podían ser muchísimas. Pero era fundamental que alguien de los partidos tradicionales se pusiera al hombro el tema de los derechos humanos, por la dignidad del país y de todos los habitantes. Realmente fue un encuentro muy interesante. Y además aprendí a conocer un poco más a un líder de los partidos tradicionales, que son otra historia. Pasa por otro lado, es otra conducción, otro carisma, otra relación con el partido. Y son tipos de aquella época, con una formación, una vastedad, una riqueza. Más allá de que discrepes. Yo había tenido contacto con ellos cuando hacíamos la reunión de medios contra la dictadura, en la que Batlle estaba no me acuerdo por qué medio. Era una época difícil pero linda, porque estábamos todos. Esas son las cosas que hoy me gustaría que estuvieran encima del. Se cumplen cuarenta años de que la dictadura cerró la revista La Plaza, una experiencia colectiva impresionante hecha por los hermanos Carámbula y el padre, junto a Luis Hierro Gambardella, gente de todos los partidos que desde Las Piedras armaron una historia impresionante. Y el acto del Obelisco. Tantas cosas que se pueden hacer aun teniendo diferencias. Ponerle ese espíritu y ya veremos dónde no nos podemos de acuerdo. Y lo que nos tranca lo ponemos para un costado y seguimos. Si no somos enemigos.
Por algún lado escuché que los hechos nos unen y las palabras nos dividen.
Es algo así. Y el fútbol te da eso también, o cualquier deporte. Porque dentro de una cancha un equipo trabaja todo para lo mismo. Deberíamos animarnos a hacerlo no solamente con los compañeros de equipo sino con los que juegan en el otro. En el partido cada uno tratará de ganar, pero después no tenés por qué estar peleado. Lo que pasa en el fútbol de hoy no lo entiendo. Me deprime, me da pena que la gente y las familias no puedan ir al fútbol. Pero bueno, es parte de la situación social.
Pero ganaron un quinquenio a sangre y fuego, con Damiani arreglando las reglas.
Con el sexenio perdimos. Cuando metió al Loro se le fue la mano, se pasó. Ya no daba para tanto. Para el quinquenio sí, porque dentro de todo era justo, si uno conoce los entretelones de cómo se dio. Peñarol ganó doce partidos seguidos para ganar el quinquenio. Si fue una confabulación, ¡A la mierda, qué confabulación! No es que lo mire con objetividad, pero lo que viví en Peñarol, más allá de si fue justo o no, fue durante esos cinco años del quinquenio. Seguí dos años más y después me fui.
Robaste lindo la plata.
Dejá. Hacía de todo. Nada que decir. Agradecimiento, nada más. Y Damiani, conmigo, un señor.
Después que le cambiaste el Fitito por publicidad.
Cuando teníamos la revista Orsai, que era humor de fútbol. Tenía un Fitito todo podrido, que no daba más. Fui a ver a Américo Signorelli, uno de los grandes periodistas deportivos de este país, el que inventó el periodista de vestuario. Un fenómeno, Américo. Vendía autos para la Fiat. Le fui a plantear un negocio con el Fitito. Me dijo que no llegaba de ninguna manera, que por qué no iba a hablar con el Plomo, como le decían a Damiani en el ambiente deportivo, porque tenía pie plano. Compró la Escudería Fiat, que era como un consorcio que organizaba la Fiat con los autos que no seguían pagándose y que luego vendía.
¿Lo conocías?
Yo tenía buena relación por notas que habíamos hecho. El tipo tenía buena onda conmigo y yo con él. Un día estábamos en lo de Antonio Dabezies en Guambia y llamo a Damiani. “Mire, contador, tengo un negocio para ofrecerle, pero es tan bizarro que no me animo ni siquiera a pedirle una entrevista, así que se la hago cortita por teléfono, para que me diga que no, pero yo quede contento de haberme animado”. Y le conté que tenía un Fitito todo podrido, y que le ofrecía entregárselo a cambio de uno de esos que no se habían terminado de pagar y que estaban mejor, y que la diferencia se la pagaba con avisos al pie en la contratapa de Orsai. “Pero Pasculli”, me dijo, “la verdad es que nunca me ofrecieron un negocio así, y menos por teléfono. Cuando quiera, pase a buscar el auto”. Un fenómeno. Pero attenti, que después Orsai dejó de salir. El tema es que no alcanzaba la cotización que yo le había dado por las contratapas para cubrir el cambio. Junté los pesitos que tenía y pagué lo que faltaba. Después pasó el tiempo, y nos reencontramos en el diario La República, en el 88, donde trabajé en la parte de deportes. Ahí el loco me ofrece ir a Peñarol como gerente.
¿Así nomas?
A fines del 89 había elecciones, pero perdió por cien votos con Cataldi, entonces la invitación quedó pendiente dos años, hasta que finalmente ganó la elección. Él quería que fuera como gerente general, y yo no quería, no me interesaba para nada. Me interesaba la parte deportiva. Y como él estaba medio cabrero con las comisiones, porque lo llenaban de jugadores que después fracasaban y les tenía que seguir pagando, para que después lo echaran a él porque no ganaba… Fue la primera experiencia a nivel de clubes, con la gerencia deportiva. Damiani era un tipo que decía claramente que las mejores comisiones son las de tres, cuando uno está enfermo y el otro pide licencia.
Mucho más ejecutivo.
Ejecutivo total. Blanco o negro, y punto. Y jamás tuve ni un sí ni un no con respecto a los temas políticos.
¿Pero las gerencias deportivas tenían el mismo rol que cumplen hoy?
Hay tantas gerencias deportivas como funciones, aunque hoy está más asentado el gerente deportivo, el coordinador deportivo, el conductor deportivo. Y se mezclan mucho en las funciones, de acuerdo a cada club.
Pero vos elegías a qué jugadores iban a traer.
No, no elegía, pero sí juntaba información, y ayudaba. No tomaba decisiones. Con Damiani o Gregorio Pérez no tomás decisiones. Me preocupé por ser útil. Y fui partícipe. Fue una experiencia de todos juntos. Cuando el periodismo decidió no hacerle más notas a Damiani estábamos a mitad de año, con un muy mal primer campeonato, y adentro del club no estaban bien las cosas, y Damiani estaba caliente con varios jugadores y salía a la prensa a putear. Nos estaban tirando palos de afuera, y los únicos que nos podíamos salvar éramos nosotros, porque nadie nos iba a ayudar. Si no querían hablar con Damiani, entonces que tampoco hablaran con nosotros. Y no teníamos por qué dar explicaciones, no dábamos bola a nadie.
¿Qué hicieron?
Nos juntamos con el viejo, para que sintiéramos que estábamos siendo leales con él. Porque, en definitiva, hoy estás en Peñarol, ¿pero mañana? ¿Y la prensa te va a perdonar que estando en Peñarol no les hablaste? Había que echar para adelante. Y el viejo bancó. Se armó una historia… Ahí aparece la radio, la audición diaria, el relato de los partidos. E inmediatamente Peñarol empieza a ganar. El último partido fue contra Defensor, que se perdió 3-2 en la hora, y me acuerdo que El País había puesto “¿Quinquequé?” en la tapa. Eso fue como un resorte. A partir de ahí ganamos doce partidos seguidos. Me acuerdo que se formó una bandera como de treinta metros con retazos que mandaban los hinchas de Peñarol desde todo el mundo. O sea, el “todos juntos” se llevó adelante.
Mantenés el vínculo con Gregorio y con el plantel.
Con Gregorio, y con el plantel de vez en cuando. Los adoro, pero la vida nos llevó por distintos lugares. No volví a Peñarol después. Hice una serie de videos con cosas que tenía guardadas de viajes, de concentraciones y entrevistas, y estando Ribas trabajé para mí durante un año completando cosas que me faltaban, y después que terminé esos cuatro videos arranqué para otro lado. El fútbol es precioso. Ha cambiado, se ha profesionalizado, se ha mercantilizado, todo es plata. Los jugadores están tres meses en un cuadro y se van. Los hinchas pagan platales, chupan frío, y te agarrás la cabeza porque ves que la institución en su totalidad no acompaña ese sentimiento. Estamos hablando de 1993 a 1997. Lo que ganaban los jugadores y lo que ganan hoy no tiene comparación. Lo mismo que lo que ganaba yo y lo que ganan tres o cuatro gerentes que están en las distintas cosas que yo hacía, yo solito. Era así, y chau. Pero había un sentimiento de amor a la causa, a la camiseta, a ganar, a defender el honor. Y también una cosa muy linda que era que, si salías campeón, al año siguiente quedaba la mayoría del plantel. Es algo que le reconozco a todos los Bengoechea, Gutiérrez, Aguirregaray, Cedrés, Perdomo, Aguilera y todos los grandes que volvieron a Peñarol en esa época. Se mataban por el club. Se ganaba poco. Entrabas a Los Aromos y el muchacho nuevo venía en un autito usado. Ahora cualquiera llega en un cero kilómetro. A mí me gustaba más cuando todavía había mucha cosa amateur. Lo sigue habiendo a nivel de la selección, y eso fue un gran mérito de Tabárez, el de unir y darle una consciencia y un profesionalismo bien entendido, de defender a muerte la selección de tu país. Ahí los tipos que vienen se matan, y me gustaría que eso pasara también con todos los clubes.
También el doble período de pases en un año es terrible.
Es difícil, más en esta época donde se nota el poderío económico. Antes, hace veinticinco años, Uruguay seguía siendo una plaza más o menos del medio en lo económico, pero hoy somos los últimos junto con Venezuela y Bolivia. Y hay otra cosa que también tiene que ver, y es que Tabárez le dio un equilibrio al defender y al atacar. Y nosotros, por característica propia, somos más luchadores que jugadores. Vos le das la pelota a un loco y no sabe qué hacer. En cambio, si la tiene el rival va, marca, corre, lo muerde. Y con eso, en el fútbol de hoy, que es propositivo y tiene un gran entrenamiento físico y técnico, no la tocás. Podrás correr cincuenta y cuatro kilómetros por partido, pero no la tocás. Y cuando la tenés no sabés qué hacer. Nosotros somos de un fútbol muy posicional.
Y parar la pelota y levantar la cabeza para pegar, y cuando querés ver ya te la sacaron tres veces.
Nos cuesta muchísimo. Individualmente, un buen jugador se acopla perfectamente a un equipo profesional, moderno, europeo, pero…
Cuando juntás a un montón de uruguayos…
Hacemos un asado y nada más.
Tan mal no ha sido.
La selección está muy bien, tomando en cuenta esa característica que se nota cuando el fútbol uruguayo compite a nivel de clubes internacionalmente.
Vos eras hincha del proceso Tabárez, entonces.
Sí, totalmente. Participé en el proceso anterior con Fossati, donde quedamos eliminados por penales en Australia. Ya ahí había un potencial brutal, porque se había eliminado todo aquello de los repatriados y los locales. Había un grupo muy unido, muy fuerte, muy intenso. Paolo Montero, Darío, el Chengue. A veces demasiado intenso, pasado para el otro lado. Eso lo equilibró un poco Tabárez. Pero había una entrega brutal. Me acuerdo de ir de la concentración al Estadio y ver Avenida Italia y el Estadio repleto. Uruguay es el país que más entradas vendió en las últimas eliminatorias. Y el de la selección es un público diferente al futbolero. Va gente que nunca va al fútbol.
Viene mucha gente del interior.
Familias enteras. Está buena esa identificación.
¿Casal fue bueno o malo para el fútbol?
En su momento fue bueno, porque les abrió las puertas a los jugadores para que cobraran más. Se empezó a mover mucho dinero en torno al fútbol y los jugadores no cazaban un mango, y Casal hizo que se les pagara proporcionalmente. Y con la televisión pasó lo mismo. Se pasaban las imágenes y nadie pagaba nada. El tema es cuando después de armar la revolución desde abajo pasás a ser patrón. Ahí se complicó. Y sigue complicado, porque hoy los intereses se han multiplicado por todos lados.
Tenemos clubes empobrecidos y empresarios ricos.
Yo a Casal hoy lo respeto porque sigue siendo un empresario instalado. Paga por los derechos que obtiene, acá y en distintos lados. Da la cara. Es una empresa formada, con un montón de gente trabajando. Se puede equivocar o no, se puede estar de acuerdo o no, pero da la cara. Lo bravo son los contratistas que quieren ser millonarios en dos minutos y hacen cualquier desastre, y que han metido a muchachos en problemas brutales, cuando los llevan al exterior, lugares desconocidos donde los dejan tirados si el negocio no sale. O vienen y les dan una heladera estando en juveniles para tener la representación y poder venderlos después. La guita se ha metido muy fuerte y desde muy abajo. Y en esos ámbitos es difícil encontrar santos, a nivel de todos los estamentos.
En las inferiores de Defensor está el profe Santos.
Un Gardel. Junto con el profe De León. El otro día estaba pensando en el profe De León. Ese fue un revolucionario, cambió la historia del futbol de este país, y también de otras cosas, porque de ese plantel de Defensor salieron como diez o doce técnicos, y todos con una orientación no solamente futbolística sino de vida, gracias al profe De León, que para mí fue un maestro. La cabeza de ese tipo… Y valiente, metedor, buen padre, buen abuelo, buen consejero. Hay gente muy valiosa en fútbol nuestro, ni que hablar. Pero lo noto un poco desnorteado, desmembrado.
¿Cómo ves la participación en el mundial, en este panorama?
Creo que estamos demasiado ilusionados, sin querer. El entusiasmo se contagia, y te lleva, con los gurises, el álbum, esto y aquello, y que Suárez, que Cavani hizo un gol, que aquel se lesionó. Creo que va a ser muy difícil. Si clasificamos en la serie, ya es una hazaña. Los otros tres rivales han crecido muchísimo, están fuertes, y nadie va a regalar nada. No es como otros mundiales, donde algunos estaban chochos nomás con estar y no comerse más de cuatro. Hoy van todos a pelear. Todos quieren clasificar. Y varios de nuestros principales jugadores ya no son lo que eran antes, y es lógico, y todavía no tenemos los recambios. Capaz explotan en el mundial. Ojalá. Pero está brava. Y después, encima, capaz nos toca Brasil. Me parece que la prensa tendría que insistir un poco sobre eso, darle a la gente más información sobre la realidad que se avecina. Si nos va bien, hay que recontra festejar, pero si nos va mal, no hay que buscar culpables porque la realidad es clarita. Esa es otra cosa que se ve en el periodismo, más que nada en el deportivo. El exitismo, la manija. Y después resulta que sale todo mal y nadie dijo nada. “Echen a fulano, echen a mengano, hay que cambiar al técnico”. ¿Y vos, que hace cuarenta años que estás diciendo…? A mí me tocó vivirlo, y me hizo mucho bien la experiencia de meterme en el fútbol desde el otro lado de la línea, porque ahí valorás y te das cuenta lo difícil que es…
Lo jodido que eras como periodista deportivo.
Claro, yo no puedo ni abrir la boca. Los utileros, el kinesiólogo, los directivos. No el presidente que figura, sino los que ayudan todos los días y ponen plata de su bolsillo cuando falta para esto y para lo otro. Bueno, la realidad siempre te ubica. Podés errar en una predicción y no te van a echar por eso ni vas a dejar de ser periodista, pero más que nada en los gurises se genera una decepción que es jodida. ¿Y para qué? Si igual podés vivir el mundial, interesarte, apoyar, gritar y todo lo demás, teniendo en claro que es difícil.
Hay que aprender de las frustraciones. Los gurises últimamente tienen pocas frustraciones. Que aprendan. ¿A cuántos mundiales no fuimos nosotros?
Como chiste lo acepto. Pero no sé. No se puede jugar así con los sentimientos de los gurises, más que nada.
No los podés embalar más allá de las reales expectativas.
Claro. Vamos a hinchar por Uruguay, por Suárez y por todo, pero sabiendo que es difícil. Uruguay y los clubes uruguayos que han tenido éxito a nivel internacional son por partidos así, donde el arquero se atajó todo y hubo uno que la metió, y chau, después a sufrir todo el partido. Pero de ahí a que sos el mejor del mundo porque ganaste ese partido hay un trecho. No somos los mejores del mundo por haber ganado el partido decisivo. Está bien, el campeonato lo ganaste, pero no sos el mejor. No seas malo. Está bárbaro ganar, cómo no. Alemania, Inglaterra, Italia, todos los poderosos. Somos once contra once y ahí ganamos. Bárbaro. Pero no somos los mejores. Somos los campeones, en todo caso. Si no, después, te quedás con que “tenemos que ganar porque en el 50…”. En el 50 éramos unos monstruos, y por eso ganamos. Y en el 54 no alcanzó por poquito. Pero después los demás empezaron a crecer y los mundiales dejaron de ser por invitación. Dejaron de ser doce equipos, pasaron a ser treinta, cuarenta, cincuenta. Ahora en las eliminatorias del campeonato del mundo participan doscientos. Ubicate, no seas malo. Es una de las cosas que tengo muy clarita a partir de lo que me pasó. Si no ubicás las expectativas en su justa medida, siempre los resultados van a ser deficitarios. Ese es el tema. No es que le erraste al bizcochazo. Es que le erraste y te frustraste al santo botón. No se le puede pedir peras al olmo. Soy el primero en tener un montón de defectos, pero hay que tratar de verlos, de modificarlos. Ese es el sentido de seguir acá, además de la familia y de que es precioso vivir, y todo lo demás. Aprender, darse cuenta, cambiar. Y aceptar y valorar lo que la vida te da.

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