El sábado 4 de junio en el Teatro Solís se celebra la función número 100 de Terrorismo emocional, espectáculo que marcó el debut como dramaturga de la actriz Josefina Trías.
También en junio, pero a partir del 14, llega a la Zavala Muniz Llamaste a Walter, espectáculo en el que Clara, la protagonista de Terrorismo emocional, retrocede quince años en el tiempo para para recrear la forma en que su familia atravesó la crisis económica y social del 2002. Con la excusa de estos dos reestrenos Voces conversó con la actriz y dramaturga sobre sus trabajos como dramaturga y otros aspectos de su trayectoria.
El primer acercamiento de Josefina Trías, actriz egresada del Instituto de Actuación de Montevideo (IAM), a la dramaturgia de autoficción fue el “docudrama” Tercera Generación (2015), dirigido por Marianella Morena y con la participación de Mariana Lobo además de la propia Trías. Tercera Generación era un homenaje a Vivian Trías, histórico dirigente del Partido Socialista y uno de los teóricos marxistas latinoamericanos más relevantes de su tiempo. Vivian es el abuelo de Josefina, y vivió toda su vida en la ciudad de Las Piedras, donde también creció y empezó a sentir deseos de ser actriz su nieta. El lunes pasado se cumplió el centenario del nacimiento de Vivian y en el Centro Cultural Carlitos, donde trabaja actualmente la actriz, se realizó una actividad homenaje. Sobre la relevancia de la figura de Vivian (a quien no llegó a conocer) en el contexto familiar la actriz señala: “es una figura importante, a nivel afectivo estaba súper presente por mi abuela, su esposa, que falleció hace tres años y era mi mejor amiga. Y después por el lado de mi papá, que es hijo único muy marcado por ese padre. Un padre que también fue arrasado por una dictadura. La infancia y la adolescencia de mi viejo fueron muy duras. Y ya de chiquita empecé a ver que al Liceo 4 se le puso el nombre Vivian Trías, empezaron a aparecer los homenajes y ya siendo una adolescente una empieza a tomar dimensión. En Las Piedras lo quiere mucha gente, intelectualmente lo respalda mucha gente”.
Josefina siempre quiso ser actriz, pero su vocación nace a partir de la lectura. La biblioteca familiar, herencia del bisabuelo Emilio Trías Ducret y del abuelo Vivian, sufrió sangrías durante los años de dictadura primero y de crisis económica después: “pero mi madre siempre iba haciendo una selección de lo que no se podían llevar. Y no sé por qué pero la colección completa de Shakespeare y la de Lorca quedó y no se tocaba. Y el primer autor que empecé a leer fue Lorca y me di cuenta hace poco que empecé a actuar sola en casa representando la dramaturgia que leía. Mis primeras lecturas de más grande, de bachiller, también fueron de dramaturgia, es algo que tengo desde hace mucho tiempo”. Ya en la adolescencia empiezan las clases de teatro con Julia Amoretti en el Instituto Bertolt Brecht. “(Guillermo) Chifflet era muy amigo de mi abuelo, entonces mi padre llamó a Julia (Julia Amoretti era la esposa de Chifflet) y empecé a los 15 años”.
La primer obra en que te vi actuar fue en Casa de dos puertas mala es de guardar (de Calderón de la Barca, 2008), en la Sala Dos del Teatro Alianza con dirección de Elena Zuasti.
Ese fue mi debut profesional, estaba en segundo de la IAM y la Alianza hizo un llamado a un casting y me anoté. Era teatro en verso español, y no tenía idea porque era algo que no habíamos estudiado. Tenía el monólogo de Rosaura (de La vida es sueño, también de Calderón) y me quedé tres veces sin letra en la audición. Me acuerdo que Elena me gritó: “acá no pasó nada, arrancá de vuelta”. La verdad es que salí derrotada, pero se ve que algo vio, y a la semana llamaron para decir que me tenía que presentar a un work in progress. Todo el verano estuvimos ahí, veinte gurisas y gurises y a fines de febrero dieron el elenco de Casa con dos puertas, y ahí fui Marcela. Y se formó una especie de elenco estable en el que estuvimos como cuatro años. Yo estaba en la gloria. Salía de la IAM y a las 3 entraba al Alianza a hacer teatro para niños. De noche me quedaba a ensayar la obra que nos tocaba para adultos, y en ese momento vivía en Paraguay y 18 (a tres cuadras del Teatro Alianza). Fueron años de absoluto idilio. Después yo egresé de la IAM y en realidad todos tomamos otros caminos, pero fue una segunda escuela para quienes integramos ese elenco durante esos años.
Otro momento importante que recuerdo de tu carrera como actriz fue un espectáculo independiente que generó mucha repercusión en el medio: Algo de ruido hace (de Romina Paula, 2012).
Si, éramos tres egresados de la IAM (Lucas Barreiro y Agustín Urrutia además de Josefina). Lucas estaba yendo seguido a Buenos Aires a estudiar y trajo el texto de Romina Paula. Fabio (Zidán, el director) era amigo de Lucas, y así fue saliendo. Y fue el primer momento en que aparece la autogestión. Ahora me siento promotora de las cosas que hago, más allá de que Sofi Antonaz es la gran productora, es una genia, de las dos obras. Pero ahora sé que esto tiene mucho de asumir que hay que estar en todo. Y Algo de Ruido hace fue el primer momento en que tomé total conciencia de que este camino de teatro independiente requiere el triple de energía.
Fabio no dirige mucho, pero tiene la particularidad de lograr excelentes resultados a nivel de las actuaciones.
Si, su proceso de dirección actoral fue maravilloso. Tiene un sistema de trabajo que tiene profundización psicológica, una faceta stanislavskiana, pero a la vez hay algo muy propio de él que es producto de la conjunción de sus varias formaciones como director y como actor. Y logró que trabajara al interior del elenco algo muy potente. Porque era una cosa muy chiquita, una historia muy sencilla, pero que trabajaba lo sórdido, lo ominoso.
Con Lucía Trentini en Inconfesable (2017) también trabajaste en un registro complejo, el vínculo entre los personajes era muy oscuro. Te ha tocado interpretar ese tipo de personajes.
Qué bueno que digas eso, porque he leído cosas sobre mi trabajo del tipo «actuación fresca de Josefina Trías»
Es que esos personajes no eran “frescos”, el que interpretabas en Subterránea (2017, de Bruno Contenti) tampoco.
No, Anita de Subterránea estaba tomada por una historia de violencia absoluta. Pero respecto a Inconfesable, que me haya invitado Lu en su momento lo recibí como un regalo. Nos conocíamos de la vuelta pero nada más, esas cosas de Lu, que es adorable. Me escribió por facebook, me contó que tenía un proyecto que iba a presentar y si yo quería participar, nos juntamos y le dije que sí. Ella tenía una estructura, siempre tiene muy claro lo que quiere, pero fue un trabajo de laboratorio. Había como una gran libertad a la hora de trabajar y de proponer en un mano a mano súper intenso.
En Subterránea trabajaste con Bruno, que va a ser el director de Terrorismo después ¿Desde cuando se conocían?
Bruno y yo nos conocemos desde el 2007, hicimos juntos primero de la IAM. Él estaba todavía definiéndose entre la actuación y la dirección, pero ya aparecía una necesidad de ponerse del otro lado. Y estábamos muy hermanados desde lo artístico. Y un día al terminar de cantar en un recital me acerco a darle un abrazo y me dice: «escribí una obra y me gustaría que actuaras, te acabo de ver y vos sos Anita». Y enseguida dije que sí. Y así arranqué en Subterránea, una obra que también tuvo cuatro temporadas, y fue un reencuentro con Bruno, de amigos y de actriz. Cuando empezamos a trabajar en Terrorismo ya nos conocíamos de memoria.
La confianza debía ser fundamental a la hora de elegir quien dirigiera Terrorismo.
Si, sí, por suerte Bruno aceptó, andá a saber lo que hubiese sido la obra sino. Cuando él la lee me dice que sí, que en dos meses la dirige. Y estuvimos diez meses encerrados en el cuarto de mi casa. Por eso el colchón, usamos los objetos que teníamos y ta, dejamos la vida en ese proceso. Estábamos los dos como medio rotos, y le pusimos todo el cuerpo. Y no es que nos cambió la vida pero no somos los mismos después de Terrorismo. En Terrorismo fue tal el grado de libertad y propuesta que cambiamos cosas tres días antes. Estuvimos diez meses trabajando y veinte días antes del estreno teníamos una obra, pero que podían ser cinco. Teníamos una cama somier preciosa, y tres días antes del estreno dijimos «se va todo, queda solo el colchón». Se fue todo el vestuario y quedaron solo cuatro vestidos. Ese grado de irreverencia y como de grito de libertad y de despojamiento. Y de confiar en el laburo que se había acumulado. Confiar en lo que pasaba con Leandro (Aquistapacie, músico en escena), que compuso junto con Bruno una música minuto a minuto. Bruno tiene pensado nota a nota lo que va según el texto, es muy minimalista en todo, y detallista.
Ya has contado que pidieron la sala por cuatro funciones en 2018 y este sábado van a celebrar la función número cien. Imagino que la obra se ha ido resignificando para ustedes con los años.
Terrorismo nos invitó todo el tiempo a vivir desafíos grandes y no tengo otra cosa que sentimiento de gratitud. Fue mi primer texto y el público se encargó de agotar viernes tras viernes las entradas durante meses. Inimaginable realmente. No sé si somos conscientes de lo que pasó. Y ahora la posibilidad del Solís es asumir otro desafío sabiendo que empieza como una despedida. Hay que soltar también, pero a la vez yo que sé cuantas veces va a pasar esto. Una obra que cumple cien funciones, que recorrió el interior, que pudo ir tres veces a Argentina, no sé cuando va a volver a pasar esto.
¿Han reconocido el espacio? ¿Cómo es la sensación?
Hicimos un reconocimiento para un video promocional. El 2 de junio tenemos un pequeño ensayo y el 4 estamos todo el día ahí. Y cuando entré a la sala lloré. Entré sola, estaba el escenario pelado y lloré. Pensé en mi abuela, que falleció hace tres años. La que me traía al Teatro del Centro cuando tenía nueve años y la que después, con setenta años, me esperaba en los escalones muerta de frío todo el año para que hiciera teatro. Salía y después nos íbamos a Las Piedras en el interdepartamental. Creo que pensé en ella y me reemocioné.
¿Cómo surge Llamaste Walter?
Surge antes que Terrorismo, y surge casi como un diálogo entre mi hermano y yo. La premisa estilística digamos viene del drama norteamericano, de la tradición dramática de épica familiar. Leí mucho el drama norteamericano de principios del siglo XX y cuando viajé a Londres y vi The American Clock, una obra de Arthur Miller sobre cómo impacta la crisis del 29 en una familia, me partió la cabeza. Y mi hermano, que es un tipo de espectador de teatro al que sé lo que le gusta, en determinado momento me empezó a decir: «tenés que escribir Llamaste a Walter». Hablando de cómo había vivido nuestra familia la crisis. Nada distinto a lo que vivieron otras familias de clase media y media baja en este país. Y cuando decidí ponerme a escribir ya lo fui haciendo en simultáneo a Terrorismo. Escribía diálogos entre Emma y su hermano Mauro, cosas muy sueltas, hasta que en el 2019 sí me senté a escribir. Me puse a investigar la crisis y retomé esta línea a nivel dramático. La premisa afectiva fue «voy a escribir la obra que a mi hermano le va a gustar ir a ver». Fueron las dos premisas de laburo. Cuando la terminé en el 2020 nos juntamos en un café con Valentina Gedanke, una amiga también actriz egresada de la IAM, le muestro el primer borrador y me dice: «pero es Clara ¿Porqué le pusiste Emma?». Y la cabeza me explotó, reescribí cosas y todo cerraba. Claramente era Clara quince años antes. Y es que está la base de Josefina. Cuando hablo desde un yo femenino muy cercano a mí toco los mismos temas que me interesaban en Terrorismo, solo que en otro contexto y desde un punto de vista adolescente.
Tuviste que interpretar a Clara quince años antes, una Clara que el público ya conocía y no es fácil ponerse en el rol de una adolescente.
Ahí tuvo mucho que ver el rol de Vachi Gutiérrez. Soy muy afortunada de tener esos amigos que dirigen textos de una, porque a mí no me interesa la dirección y si no existiera Vachi, si no existiera Bruno yo no podría hacer nada. Vachi le aportó algo increíble, tiene una luminosidad… Hay un mundo autoral desde la dirección alucinante. Y como directora hubo una invitación a desde dónde componer a esa adolescente que a mí me voló la cabeza. Cuando escribí sabía que quería interpretar ese personaje, sabía que la gente siempre me da menos edad, pero la hice con 32 años y hago de una piba de 17. Pero bueno, a partir de toda la confianza de ella se dio un proceso de trabajo y de construcción de esa adolescente. Siento que no podría haber sido con otra persona.
Con obras como las tuyas, las de Florencia Caballero, de Federico Puig, se ha ido instalando una generación que escribe sobre cómo vive cotidianamente, sobre sus problemáticas, con personajes reconocibles ¿Cómo ves esa situación?
Mirá, a mi no me sale escribir de otra forma, hablo de las cosas que me han dolido, que me preocupan, que me interpelan, de los temas que quiero compartir. Me interesa hablar del mundo desde el mundo. Los textos son muy sencillos, muy cercanos. Y la sencillez, que no niega la complejidad, parte de la honestidad, de mis heridas, que también son colectivas. Como el caso de una ruptura amorosa de tantos años en Terrorismo, y cómo impacta en esa generación a la que pertenezco. Somos una generación súper bisagra, porque la de nuestros padres tenía un paradigma socioafectivo cultural, la que viene está en otro viaje, y nosotros quedamos en el medio. A mi eso me re interesa. Cómo a nosotros nos arrasó un cambio de paradigma muy rápido, el cual aplaudo, pero a la vez estamos todo el tiempo como acomodando el cuerpo. Y Llamaste a Walter habla un poco de eso también, porque tiene como saltos al 2020. Clara juega con esa cosa metateatral que también tenía Terrorismo, y de alguna manera plantea: “Qué rápido que pasó todo. Cómo no generamos esos cambios antes”. Porque yo hubiera sido mucho más feliz de adolescente si hubiésemos tenido en aquel tiempo un poco más de las cosas buenas del 2020 o 2021.
Terrorismo emocional. Dramaturgia y actuación:Josefina Trías. Dirección: Alejandro Bello Contenti. Composición y músico en escena: Leandro Aquistapacie.
Función: Sábado 4 de junio a las 21:00. Sala Principal del Teatro Solís.
Llamaste a Walter. Dramaturgia: Josefina Trías. Dirección: Vachi Gutiérrez. Elenco: Agustín Martínez Cuello, Fernando Canto, Jenny Galván, Josefina Trías. Música en escena y composición sonora: Agustin Gardill, Rodrigo Curbelo.
Funciones: Del 14 al 18 de junio a las 20:30, 19 de junio a las 19:00. Sala Zavala Muniz del Teatro Solís.
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