La historia no se escribe de una vez; la historia que descorre el velo de los asesinatos, del colonialismo y de la discriminación, se va armando de a poco. Es casi una deconstrucción que asoma cuando ya el fragmento que se desvela casi que apenas tiene la aceptación ya denunciada, cuyo acto asertivo parece no ser más que una aceptación de lo que ya se sabe.
Patricie Émery Lumuba fue asesinado el 17 de enero de 1961. Anticolonislista, fue al decir de Jean Paul Sartre uno de “los grandes muertos que representan a África. No sólo a su nación, sino a todo el continente”. Y agregaba: “Lumumba, víctima del paternalismo belga –sin élite, sin problemas– no posee, a pesar de su gran inteligencia, la cultura de Fanon; por el contrario, parece tener, a primera vista, sobre él, la ventaja de trabajar en su propia tierra por la emancipación de sus hermanos de color y de su país natal. El movimiento que organiza y del que se convierte en jefe indiscutible ha repetido cientos de veces que sería no violento y, a pesar de las provocaciones o de algunas iniciativas que siempre ha desaprobado, es por la no violencia por lo que se impone el M.N.C. En cuanto a los problemas de estructura, Lumumba definió claramente su posición en sus conferencias en Présence Africaine: «No tenemos opción económica.» Entendiendo por esto que las cuestiones políticas –independencia, centralismo– estaban en primer lugar, que era necesario lograr la descolonización política para poder crear los instrumentos de descolonización económica y social.”
La década de los cincuenta va desafiando a aquel joven al que ve transformarse en un dirigente de los movimientos reivindicativos cuya mirada deja de ser parcial, y va adquiriendo una mirada más global, integradora de las implicancias del colonialismo, de los abusos de los aliados de los colonizadores, de la pobreza de las grandes mayorías de los trabajadores de su país.
Sartre, en su trabajo “El pensamiento político de Patricio Lumumba”, ubica al líder en su crecimiento: “Cuando Lumumba denuncia, el 30 de junio de 1960: «El trabajo agotador exigido a cambio de salarios que no nos permitían saciar nuestra hambre ni vestimos o alojamos decentemente, -ni educar a nuestros hijos…» habla en nombre de todos. Pero cuando añade: «Hemos conocido que había en las ciudades casas magníficas para los blancos y chozas miserables para los negros, que no se admitía nunca a un negro ni en los cines, ni en los restaurantes, ni en las tiendas llamadas europeas; que un negro tenía que viajar en el casco de los barcos a los pies del camarote de lujo de los blancos» es la clase de los «evolucionados» quien habla por su voz. Y cuando escribe, en 1956, que «la matrícula debía ser considerada como la última etapa de integración», defiende los intereses de un puñado de hombres contribuyendo con ello a separarlos de la masa. De hecho, los intereses de esta élite, creada por los belgas, exigen una asimilación cada vez mayor: igualdad de los blancos y los negros en el mercado de trabajo, acceso de los africanos a todos los puestos en la medida en que reúnan las capacidades requeridas. Como vemos, lo que reivindica no es la africanización de los cuadros sino su semiafricanizadón. ¿No es de temer en ese caso que los negros admitidos en los puestos superiores se conviertan en cómplices de la opresión colonial o por lo menos en sus rehenes? Lumumba no está todavía consciente del problema. De hecho, en el mismo año en que Io exige en su manifiesto la independencia por etapas, Patricio está todavía trazando un esbozo de una «comunidad belgocongoleña». Dentro de esa comunidad pide la igualdad de los ciudadanos”.
Lo cierto es que cuando Lumumba madura la idea de la “comunidad belgocongoleña” también asume la rigidez del sistema que ha sido creado para asegurar un espiral ascendente de explotación, pero jamás ser vehículo de un relajamiento de las condiciones de explotación. Lumumba comprende que “no cabe ninguna reforma por la sola razón de que el colonialismo se mantiene por la opresión y desaparece cuando hace concesiones. La única solución será revolucionaria: la ruptura, la independencia”.
Desde entonces, desde que comprende la naturaleza antihumana y antidemocrática del colonialismo, sería su promotor, su mayor propagandista, y sus enemigos, con la mano asesina de los servicios de la CIA y del propio estado colonizador, le harían su mayor mártir.
Hacia finales de los cincuenta, la figura de Patrice Lumumba no deja de crecer. Esa década se cierra con una fuerte represión sobre los movimientos nacionalistas. En octubre de 1959, los belgas intentan detener a Lumumba y el saldo fue 30 muertos. En enero de 1960, si logran arrestarlo y lo condenan a seis meses de cárcel. La acción colonialista belga es particularmente siniestra: sorpresivamente “concede” a Congo su independencia si ésta asume la deuda externa, lo cual hace nacer al país endeudado y en una dura crisis económica.
Aun así, en junio de 1960 la nueva nación organiza sus elecciones y el 23 de junio de 1960 Lumumba se convierte en el primer primer ministro del Congo independiente. El discurso de asunción fue severo para con los colonizadores y sus actos de saqueo. La prensa belga diría que “estamos frente a un arribista negro”. Desde entonces Patricia comienza a denunciar que el llamado federalismo no era más que una nueva expresión del colonialismo. Pocos meses después, el 26 de agosto, Allen Dulles, director de la CIA, «Hemos decidido que su eliminación es nuestro objetivo más importante y que, en las circunstancias actuales, merece alta prioridad en nuestra acción secreta». En 1960, el Congo era el más grande y rico de los 16 estados africanos que habían conseguido la independencia. El futuro era prometedor, aunque el presente fuera complicado.
Las cartas estaban jugadas: vendría el golpe de estado ante la pasividad de las Naciones Unidas. Y Lumumba es arrestado el 17 de enero y esa misma tarde ejecutado, y al día siguiente, agentes belgas y norteamericanos harían desaparecer su cuerpo y el de otros miembros de su gobierno.
El gobierno belga reconoció en 2002 su responsabilidad en la conspiración para el asesinato de Patricio Lumumba. Pero este 30 de junio, el rey Felipe de Bélgica, en carta dirigida al presidente de la República Democrática de Congo, reconoce la crueldad de la corona, su antecesor, cuando “se cometieron actos de violencia y crueldad que pesan todavía sobre nuestra memoria colectiva”. Entre esos actos está, con especial dolor y denuncia, el asesinato de Lumumba, demócrata y anticolonialista. El 1 de julio de 2020 se anuncia que la fiscalía acusará a dos personas por el magnicidio.
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