La coalición cruje. Es lo que se infiere de las reflexiones del líder de Cabildo Abierto senador Guido Manini Ríos, quien advirtió, en diálogo informal con el ex candidato presidencial blanco Alberto Volonté, que fue filmado y grabado, que el resultado del referéndum “nos pone nerviosos”.
En ese contexto, apuntó que, si se persiste en los errores, la exigua diferencia entre los dos bloques “desaparece” en dos años, pensando, naturalmente, en las elecciones nacionales de 2024.
Un día después, Manini Ríos consideró que no veía viable un diálogo entre ambas mitades del país, por la actitud del Partido Nacional, que “muchas veces hace una propuesta y se cierra”.
Esas palabras, que inicialmente calaron hondo en filas de la coalición multicolor pese a la artificial algarabía por el irrisorio triunfo del NO, originó una reunión entre el presidente Luis Lacalle Pou y el dirigente cabildante, quien planteó una batería de medidas para frenar la disparada de la inflación.
Empero, horas después, el mandatario le respondió a Manini a través de su primer escudero, el Secretario de la Presidencia Álvaro Delgado, quien señaló que será muy difícil contemplar las demandas de su aliado, lo cual descarta, a priori, que la exoneración del IVA persista en el tiempo y se generalice. Por supuesto, no está en los planes del gobierno tarifar la canasta familiar de alimentos de primera necesidad.
A lo sumo, todo se limitaría a una solicitud a las grandes superficies (supermercados) para que “hagan un pequeño sacrificio”, que se sumaría a las renuncias fiscales.
No sea que los “malla oro” del sector, muchos de los cuales son capitales trasnacionales, como en el caso del oligopolio de la industria frigorífica, se molesten con el gobierno.
Obviamente, la que no está en las prioridades del oficialismo es pensar en el deprimido bolsillo de los uruguayos, que con rebaja salarial y de jubilaciones, padecen una estampida de precios del rubro alimenticio, lo cual se traduce, por tercer año consecutivo, en el resentimiento de su poder de compra.
Empero, el planteo de Manini Ríos, que vuelve a ser ignorado, revela, una vez más, la soberbia de un presidente que se cree con derecho a gobernar solo y a no escuchar a nadie, incluso dentro del ámbito de la coalición. Obviamente, olvida que las adhesiones electorales a su partido sólo suman un 28% y que sin el apoyo de sus socios colorados y cabildantes, que han votado con mano de yeso en el parlamento todas sus leyes, incluyendo la LUC, el presupuesto y la Rendición de Cuentas, no podría aplicar su programa de reformas regresivas de impronta neoliberal y noventista.
Lo cierto es que Manini Ríos, que representaba en octubre de 2019 el 11% del caudal electoral que le permitió a Lacalle Pou transformarse en presidente, sigue siendo ignorado por el Jefe de Estado, quien gobierna como si fuera un monarca sin corona.
En efecto, salvo excepciones, ninguna de las iniciativas de Cabildo Abierto fue contemplada, como si esa fuerza política no existiera, excepto cuando sus integrantes tienen que levantar la mano en el parlamento para aprobar las aberraciones propuestas por el Poder Ejecutivo.
Al respecto, el ex comandante del Ejército se queja con razón: “se nos contempla, se nos escucha, pero muchas veces se sigue adelante por las soluciones previstas por un partido y no se consideran los aportes que se hacen”.
Más allá de nuestras insalvables discrepancias con el militar, evidentemente tiene razón. Lacalle Pou recibe a todos- partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales- oye pero no escucha, salvo a los voceros del poder real: el económico.
Aunque parezca un enunciado de la jerga popular demasiado trillado, “no hay peor sordo que el que no quiere escuchar”, tal cual lo proclamó el actor de la Comedia Nacional Alberto Candeau el 27 de noviembre de 1983, en el histórico acto del Obelisco, que congregó a más de 400.000 personas.
Naturalmente, esta expresión –que fue leída de un documento preparado por un grupo de referentes multipartidarios- estaba dirigida a la dictadura que asoló al país durante doce años.
Paradójicamente, ahora el no escuchado es coincidentemente un militar, que integró durante siete años el ejército golpista que detentó que perpetró toda suerte de fechorías.
Evidentemente, el presidente padece problemas oculares, porque no vio el empate técnico de los números del referéndum, auditivos, porque oye pero no escucha y cognitivos, porque no comprende lo que está sucediendo. Debería consultar, de urgencia, como en el caso de la LUC, a un oftalmólogo, a un otorrinolaringólogo y a un psicólogo, para poder corregir sus conductas desvariantes y sus patológicos delirios de poder, propios de un burgués disociado de la realidad.
No comprende, por ejemplo, que casi la mitad de los uruguayos no comparten las políticas consagradas en la LUC, que es el corazón de su programa de gobierno.
Tampoco entiende que, ya el año que viene, que será año preelectoral, los partidos de la coalición comenzarán a reposicionarse para competir entre ellos en 2024 y que Guido Manini Ríos –que es una bomba de tiempo- tiene aspiraciones presidenciales y no se conformará con seguir siendo un mero furgón de cola del Partido Nacional.
El militar tiene claro que dos encuestas de intención de voto difundidas en 2021, revelaron una importante pérdida de adhesiones a su partido, seguramente porque el casi nulo peso de Cabildo Abierto en el gobierno. La coalición derechista cruje y se puede romper en cualquier momento.
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