Las destempladas actitudes de la senadora nacionalista Graciela Bianchi rayan en el más irracional de los delirios y constituyen un peligro para el sistema democrático.
La legisladora lanza cotidianamente agresivos ataques a casi todos los estamentos de la sociedad, incluyendo a la oposición, a los sindicatos, a la academia, a las organizaciones feministas y, particularmente, al Poder Judicial.
Luego que el Fiscal Juan Gómez dispuso el sumario y separación de cargo del fiscal de Delitos Sexuales Daniel Iglesias, por archivar más de 300 denuncias de abuso en una semana sin leerlas y lograr la prisión domiciliaria para los autores de la violación grupal del Cordón, Bianchi montó en cólera, emulando la postura del héroe mitológico Aquiles, en “La Ilíada”. Empero, a diferencia del mítico guerrero, la parlamentaria no es una semidiosa.
Lo que sí tiene en común con el valiente mirmidón es la invulnerabilidad, ya que goza del intolerable beneficio que le otorgan sus fueros y de absoluta impunidad.
En su alienación, lanzó un agudo ataque verbal contra Gómez y pidió su comparecencia en el parlamento. Lo peor es su tono acusatorio, cuando afirmó que le está haciendo los mandados a Díaz. Aludió de esta forma al ex fiscal Jorge Díaz, quien renunció antes del final de su mandato, harto de las presiones y agravios recibidos por parte de la derecha, particularmente de Cabildo Abierto.
Esta reiterada postura de Bianchi se suma a otras expresiones proferidas a fines de 2021, cuando aseveró que el Poder Judicial y particularmente la fiscalía estaban “infiltrados por la izquierda”, lo que atribuyó al “adoctrinamiento” ideológico que se imparte en la Facultad de Derecho.
En esa oportunidad, exigió al gobierno “apretar” el acelerador a fondo y trasmitir al sistema judicial, que es independiente, que asuma el cambio de gobierno y advierta que cambiaron las reglas de juego.
Estas expresiones amenazantes que vulneran la autonomía de la Fiscalía y del Poder Judicial, constituyen un menoscabo a la institucionalidad, muy similar al perpetrado por la dictadura, que juzgaba civiles en tribunales militares y creó su propio Ministerio de Justicia.
¿Cómo puede acusar a ambos magistrados de parciales, cuando Juan Gómez, en su rol de fiscal de Crimen Organizado, pidió el procesamiento, en diciembre de 2013, del ex Ministro Fernando Lorenzo y del ex presidente del Banco República Fernando Calloia, por su participación en la fallida operación de venta de la quebrada Pluna? Por ese entonces, Díaz ya era el Fiscal de Corte.
En el tercer gobierno del Frente Amplio, fueron procesados el ex presidente Raúl Sendic y el ex diputado Daniel Placeres, con Jorge Díaz como Fiscal de Corte.
Díaz no interfirió en el juzgamiento de sus cuatro presuntos camaradas ideológicos, corroborando su prístina honestidad.
Empero, a todo a ese odio visceral contra el derecho, pese a que Bianchi es abogada, se suma su enfermiza patología persecutoria contra sus colegas docentes y contra los sindicatos de la enseñanza, al peor estilo miliquero de Cabildo Abierto y del ordinario senador latifundista Sebastián da Silva, que más que un parlamentario parece un mero barra brava.
A ello se añaden virulentas invectivas contra todo el movimiento sindical, contra los científicos y los profesionales universitarios, en una actitud propia del secretario de Propaganda Paul Joseph Goebbels, mano derecha del genocida Adolf Hitler.
Graciela Bianchi, que no tiene filtro y por su lenguaje y es una golpista en potencia, contamina el debate político, generando confrontación y el ahondamiento de la grieta.
En vez de agraviar impunemente por Twitter, la legisladora se debería dedicar a trabajar, para que no sigamos tirando el dinero que le pagamos.
Lo recomendable es que sea contenida en un siquiátrico y atendida de sus patologías. Debería, además, revisar sus conocimientos de historia reciente y recluirse en un monasterio con voto de silencio. De lo contrario, será siempre una alienada energúmena, condenada a la burla y la indiferencia.
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