¿La era del chancho rengo?
Estamos viviendo una situación de denuncia permanente de actitudes por parte de jerarcas y funcionarios estatales que llevan al desprestigio de la actividad política. La difusión del último informe de la JUTEP sobre el senador De León y las declaraciones de Raúl Sendic y varios intendentes parecen ser más gotas para derramar el vaso desbordado de la paciencia ciudadana.
¿Asistimos a una pasividad por parte de los correligionarios en la toma de decisiones cuando surge una situación de esta índole? ¿Por qué se sostienen “papas hirviendo” hasta aún después de llagarse las manos? ¿Por qué no se aprueban leyes más eficaces para condenar y prevenir la corrupción? ¿Es solo la punta del iceberg lo que vemos? ¿Nos pareceremos cada vez más a lo que se ve en la región? ¿Quiénes y qué intereses se oponen a dotar de mayores potestades a organismos como el Tribunal de Cuentas y la JUTEP? ¿Podemos seguir sin una ley que persiga el enriquecimiento ilícito?
Corporativismo ruin por José Luis Perera
Los partidos políticos padecen de un corporativismo muy ruin.
A diferencia de otros gremios, que no suelen atacarse unos a otros, los partidos lo hacen en forma habitual, atacándose mutuamente y en general olvidando que lo que critican en el otro es algo que también suele ocurrir en el seno propio.
En el caso del intendente Caram o la intendenta Adriana Peña, el partido Nacional cree que está siendo discriminado, ya que no se trata la contratación del hermano del presidente, Jorge Vázquez.
No sabemos si lo que quieren es que se traten ambos casos o más bien ninguno, ya que defienden la contratación de familiares (igual que los otros partidos).
La senadora oficialista Constanza Moreira dijo cuando se discutía el caso ANCAP: “…una cosa es tener una discusión política y otra llevarte a los tribunales. Ahí hay una jugada de la oposición distinta, ir a la denuncia penal. Eso empantana todo y todo eso va generando un desgaste de todas las instituciones políticas frente a la opinión pública”.
Una memoria corta y un doble rasero, porque cuando gobernaba este país Jorge Batlle, se formó una comisión investigadora, casualmente por las pérdidas que estaba teniendo esa misma empresa. Y así como ahora el oficialismo critica y desprecia las comisiones investigadoras diciendo por ejemplo “…más que perseguir la verdad, eran y son usados como instrumentos de operaciones políticas” (Mujica), en aquel entonces decía por ejemplo Fernández Huidobro en una entrevista radial: “Cuando se dice a veces que las investigadoras no sirven para nada, en este caso el trabajo de un año de la Comisión Investigadora del Senado terminó con conclusiones bien claras, con un conjunto enorme de datos investigados”.
Pero bien, esto si se quiere es anecdótico, es tratar de que la ciudadanía crea que “nosotros somos los buenos y siempre lo fuimos y los otros son los malos”; es parte del juego político que los ciudadanos conocen. Lo más grave fue la defensa hecha por Constanza en lo que se refiere a Sendic y su falso título de Licenciado con medallas de oro, por sus característica cuasi mafiosa. Dijo Constanza Moreira: “No sé qué pasa con los títulos, pero es como una estrategia también de descalificación moral del otro. Lo único que le cabe al Frente Amplio es respaldar a su vicepresidente. Está pasando una situación difícil y el Frente Amplio tiene que respaldarlo, nada más, punto….tenés que respaldarlo porque sos un partido político y los partidos tienen que respaldar a los suyos. Esa me parece que debió ser la actitud».
Tal como sucede en las organizaciones mafiosas, lo importante es la familia. Los mafiosos tienen que respaldar a los suyos. Argumento que también sirve para respaldar a un corrupto brasileño o de cualquier otro país si es “de los suyos”.
Estos/as señores/as, suelen enfadarse de gran manera contra lo que denominan “corporativismos”. Sobre todo cuando se trata de sindicatos reclamando sus derechos y mejores condiciones de trabajo y de vida. Pero cuando se trata de defender sus propios intereses como corporación que son, le dan una calurosa bienvenida al corporativismo más abyecto, el de los poderosos impunes.
Lo más grave no es eso. Lo grave es que el pueblo olvida fácilmente, y a “la hora de las urnas” perdona, y en lugar de castigar premia.
Uruguay en la tercera guerra mundial por Esteban Pérez
Confiando en la vocación libertaria de quienes me solicitan amablemente una opinión, voy a utilizar una tangente y escabullirme por el túnel del título: Uruguay es parte del campo de batalla de la ya instalada Tercera Guerra Mundial.
Es evidente que la disputa de mercados, recursos y posicionamientos geoestratégicos, más que estar estática, se ha deslizado hacia una escalada de imprevisibles consecuencias.
En América Latina hace un rato relativamente largo que nuestro más cercano Imperio está desarrollando escaramuzas en todos los países del continente, incluido el nuestro.
Las batallas no son sólo con balas y bombas. Históricamente los imperios han utilizado la persuasión y las intrigas antes de llegar al combate en busca de gobiernos amigables para sus intereses.
En la encrucijada en la que está Estados Unidos necesita guerras para mover su industria y rapiñar materias primas, a la vez que defender los mercados que está perdiendo ante el surgimiento de polos competidores.
Con una zarpa agrede y con la otra retiene causando, cómo es obvio, arañazos a las naciones que abraza.
Hemos observado hace unos años como Haití fue un campo experimental para lo que hoy ocurre: el poderoso país norteño le sacudió el piso a un gobierno progresista, anti-imperialista y, en nombre de restablecer el orden, lo interviene secuestrando a su Presidente hasta lograr con la complicidad de “fuerzas de paz”, instalar un gobierno títere.
Recordemos también sobre los procesos de destitución de Lugo y Dilma.
En nuestros pagos a los yanquis ya los tenemos operando con la aún raquítica derecha uruguaya, intentando emular dichos procesos. Es así que sacan de la galera casos de corrupción que, más allá que alguno sea veraz, (los menos por ahora) no son otra cosa que granadas para ir minando el camino.
Si bien el Imperio ha tenido una política de gobierno amigo con Uruguay, con el coqueteo de los tres gobiernos del Frente Amplio, no es menos cierto que entró en una etapa de crispamiento en la que necesita sentirse cien por ciento seguro en su patio trasero, donde ha metido sus narices China, tanto disputando la materia prima como inundando el continente con mercaderías que antes eran Made in USA.
La corrupción es intrínseca al capitalismo en la medida en que éste está asentado sobre la ideología del lucro. ¿Hay que combatirla? Sí. ¿Está carcomiendo al partido de gobierno? También. Éstas son las cositas que verdaderamente le hacen el juego a la derecha proporcionándole las granadas con que tiran.
No se convirtieron por casualidad nuestros políticos de derecha en inmaculadas virgencitas cuando fueron y son los reyes de la corrupción y el despilfarro; sólo se están sumando a la táctica imperialista con la esperanza que éste comparta con ellos parte del botín, ayudándoles a obtener de nuevo el control del Estado.
Quienes pretendemos ser revolucionarios debemos trabajar para reunirnos en torno a un programa mínimo con proyección estratégica más allá del circo electoral que se nos está viniendo encima.
Partidos fuertes y sanos por Mauro Mego
Obvio es que hay factores humanos, de la propia condición humana, que cortan transversalmente a los partidos políticos. Los desvíos éticos, los actos corruptos, las negligencias, seguirán ocurriendo mientras haya vida humana en esta tierra. Es cierto que es mucho más relevante un despiste ético de un político que el de un ciudadano común, ya que la función pública condensa un cúmulo de expectativas ciudadanas de las que no se puede rehuir así nomás. Pero las conductas no éticas, cómo dijimos, son humanas, ocurren a diario en el silencio monocorde de lo cotidiano, y ocurren-con resonancia magna-en cargos públicos. No hay vacuna, no hay como evitar que las luces mareen a las personas, que los lobbies endulcen oídos, que la riqueza cercana y fácil seduzca.
Sólo organismos superiores, como las instituciones, pueden lograr mitigar los efectos destructivos que para la política tiene la mala cara de la condición humana. Y si esto lo exponemos en el plano concreto de nuestro país, las acciones no han sido todas iguales. Sin opinar sobre el fondo de los asuntos, todos aún por dilucidar, lo cierto y evidente es que el Frente Amplio ha actuado severamente. No es para nada poca cosa que un vicepresidente de la República termine renunciando a su cargo debido a la acción y presión de su propio partido. Esta no ha sido la actitud de otros partidos, como el Partido Nacional, que al emerger decenas de casos cuestionados en su tropa han actuado dubitativamente y no han concretado ninguna decisión institucional de peso como partido. Hace poco supimos que el caso del Senador De León también estaría en consideración del Frente Amplio, lo cual tampoco es poca cosa. El Frente Amplio ha puesto la vara alta, como no esperaba el sistema político, dejando sin reacción y sin libreto a buena parte de la oposición que ante casos similares se escurrió en dudas y cortinas de humo. Por supuesto, decisiones como las del FA son costosas y dan dolores, pero son solo este tipo de andamiajes institucionales de los partidos los que pueden dar mensajes claros a la ciudadanía. Son primero los partidos los que deben dar señales claras a la gente de que no son maquinarias de acumular poder al costo que sea, sino que importan los medios e importan las conductas respecto de lo público. Porque hay un coro de caimanes acechando al grito de “los políticos son todos iguales”, último escalón previo a las soluciones mesiánicas o antidemocráticas. Es peligroso.
Pero algo ha cambiado para siempre. La apertura informativa, de la que el FA también es protagonista-pensemos en la aprobación de la propia Ley de Acceso a la Información Pública-parece llegar para quedarse y eso estimula una vigilancia ciudadana sin precedente: fotos, redes, información pública, periodismo de investigación. Esto, bien utilizado, puede-y parece estar dando efectos-activar la alerta de los políticos para que sepan que hay cada vez más atención sobre lo que hacen, porque en ello se va la salud de la democracia.
No hay futuro por Juan José Negris
Cuando me hablan de la corrupción de los políticos uruguayos me viene una desazón más grande por el hecho de que la corrupción se enfoque únicamente en los políticos, que el del caso puntual del supuesto político corrupto. Cuando la discusión gira en torno a si unos son más corrupto que los otros, bajo los brazos vencido. Estoy convencido de que el problema es más grande. El problema es cultural. Nos vendieron la idea de que la izquierda no era corrupta. Fue una idea atractiva, pero no es real. El político de izquierda o derecha es uruguayo, y es parte de una construcción social. Algunos de ellos (no todos, ni la mayoría) admiten como normal y decente actitudes anti-sistema, anti-sociales, que también se ven en otros ámbitos de la sociedad: oficinas públicas, privadas, la calle, el hospital o el club de fútbol, por nombrar algunos.
Desde siempre, aquí el que puede se acomoda, el que ve la oportunidad se saca algo para él o los suyos -a veces robando-. Otros hacen sebo en un puesto público toda la vida, o luchan por la de ellos en un sindicato para defender sus intereses, aunque vayan en contra de los intereses del conjunto. En el ámbito laboral – público y privado- nos domina lo que se conoce como “clan based thinking” (pensamiento de clan), que no es más que priorizar al conocido, al pariente o a nosotros mismos, en detrimento de los que tiene más méritos, están más preparado o tiene más aptitudes para desarrollar una tarea (el más alcahuete también suele salir ganando). Toda Latinoamérica está infestada por una plaga muy parecida. Nos hemos concentrado en pensar lo mal que nos hicieron otros, en lugar de ver lo malo que nos hacemos a nosotros mismos. Porque esas tendencias son anti-desarrollo, son las portadoras del gen de la mediocridad cultural en la que vivimos, del cortoplacismo mental y la falta de interés por mejorar.
Si bien la izquierda amagó con combatirlo, e impuso concursos obligatorios entre otras medidas, se terminó ahogando en la mediocridad que la precedió. Si no hay desarrollo de la inteligencia, un giro brusco en las costumbres sociales, no habrá desarrollo de nada, o al menos no uno duradero. Si estos temas no se ponen en el tapete y no se recuerda diariamente que la corrupción es el impedimento más grande que tiene nuestra cultura, será muy difícil salir de esta bola de nieve (por llamarla de una manera que resulte bonita). Evidentemente, si perdonamos que un vicepresidente se invente un título universitario, lejos estamos de llevar la inteligencia al poder, o de pedirle al resto de la sociedad que sea honesta. Pero si no reconocemos que nuestro individualismo corrupto, nuestra falta de pensamiento colectivo, son las venas tapadas de América Latina y del Uruguay y seguimos sin entender cuál es el problema y enfrentarlo con todas las fuerzas, aquí seguirá sin haber futuro y gastaremos horas en vano intentando discernir quién es el más corrupto.
¿Quién empujó al chancho rengo en la bajada? por David Rabinovich
Fingir o simular que no vemos o no entendemos algo evidente, para no vernos obligados a contestar y actuar en consecuencia, eso es hacerse “el chancho rengo”.
En el Uruguay, de hoy hacerse el suino cojo –que viene a ser algo parecido pero más fino- está de moda. Me refiero a actitudes que incluyen y trascienden lo personal para involucrar, entre otros, actores sociales como partidos políticos, medios de comunicación y periodistas, cámaras empresariales y sectores del poder judicial. Me parece un ejemplo contundente, las tarifas diferenciales que aplican en las campañas electorales los canales de TV. O que un jerarca maneje el criterio de “no pago para que me peguen” para asignar publicidad oficial (que no paga él por cierto). Lo anterior se basa en que hay periodistas y/o medios que “facturan” el hacer buena letra. También con publicidad oficial se puede pagar campañas.
¿Cómo explicar la denuncia permanente que protagonizan quienes, hace un ratito nomás, no veían nada –o participaban alegremente- de lo que pasaba frente a sus narices? Por ejemplo el vaciamiento de los frigoríficos o de los bancos, las adjudicaciones de obra pública como la ruta interbalnearia, o la escollera de Cufré, por nombrar un caso local. La concesión del Horacio Quiroga; la de los medios de comunicación masiva, radios y canales por parte de sucesivos gobiernos, ayer en manos de los hoy iracundos denunciantes.
Cuando los frenteamplistas analizamos la pasividad por parte de los correligionarios en la toma de decisiones respecto a episodios de aparente o real corrupción, hay que mirar el panorama histórico. No me parece mal cambiar los parámetros, para de la permisividad total y absoluta que regía en no tan lejanos tiempos, pasar a la tolerancia cero. Me parece bien. Sin perder de vista qué camino transitamos. Que nadie se haga el chancho rengo con lo que pasa en muchas intendencias porque son “nuestras” (de ellos). Sin caer en caricaturas. Una cosa es poner en un cargo muy bien remunerado un amigo, correligionario o pariente sin condiciones para la tarea, muy otra tener que prescindir de un aporte calificado por porte de apellido.
Para que conste, creo que para chofer de un presidente, ministro, intendente, etc. la confianza es esencial. En los autos se conversa mucho…
Apoyo el reclamo de leyes más eficaces para condenar y prevenir la corrupción. Fueron los partidos tradicionales los que recortaron las potestades de las comisiones investigadoras parlamentarias y el Frente Amplio el que aprobó la Ley de acceso a la información pública.
Hoy los militares, amparados en lo primero, no concurren a decir que pasó con los servicios secretos en democracia. La oposición encontró en la segunda, una herramienta formidable para controlar y hasta para hacer campaña política, que de todo tenemos en la viña del señor.
Restituir las competencias y potestades de las comisiones parlamentarias no sólo me parece bien: es necesario. Y respecto a la ley de acceso hay que aplicarla mejor, fiscalizar el incumplimiento del principio de trasparencia activa, restituir las sanciones previstas en el proyecto original para los funcionarios que la trasgredan y que fueron eliminadas por condicionamientos de los PP.TT.
Creo que es una buena idea otorgar mayores potestades al Tribunal de Cuentas y la JUTEP, pero debe revisarse la forma de integrar y renovar esos organismos. Quizá hacerlos electivos.
Parece de orden promover una ley que persiga el enriquecimiento ilícito. A condición, claro, de perseguir con severidad la gran evasión fiscal y todos los ‘delitos de cuello blanco’ para los que tan benigna parece la legislación penal vigente. Y revisar con ojo crítico algunos privilegios como ‘las bancas de quiniela’, por poner un ejemplo.
En esto de la corrupción, viene bien un cambio de paradigma que nos haga más exigentes. Pero suele suceder que los gobernantes se corrompen por la plata que pasan los empresarios por debajo de la mesa. No comparto la defensa de una cultura que acepta algunas trasgresiones como simpáticas avivadas y extrema la severidad cuando políticamente le conviene.
Pero lo más importante es definir líneas más claras. Bagres a un lado y tarariras al otro. Reglas parejas para todos y penar el sesgar la información sobre corrupciones –como hacen los medios hegemónicos- porque es corrupto. Hasta la médula.
El fin de la inocencia por Rodrigo da Oliveira
Un día despertamos con la noticia de que la corrupción, las malas prácticas, los abusos de funciones y el nepotismo no eran patrimonio exclusivo de blancos y colorados.
Que desde donde ondeaban las banderas de las buenas costumbres y la mejor administración salía un ligero aroma a duda.
Que si hacíamos un análisis algo más profundo el aroma se podía transformar en un fuerte olor a mala administración, viciada de acomodos y amiguismo.
Que ello era malo pero podía ser combatido desde dentro, haciendo del honor y la honradez una marca impresa a fuego, que fuera imposible de derribar por parte de propios y ajenos.
Que ello fue peor aún, dado que en lugar de bajar y sin dudar todo aquello que generara la menor de las dudas, nos dedicamos a tapar, a cubrir, a esconder y a defender a como diera lugar cualquier acción, con tal de que hubiera sido llevada a cabo por un compañero.
Que no sólo hubo rumores -el predictivo me sugiere tumores, detalle nada menor- acerca de tapar en lo interno, sino que se hicieron acuerdos interpartidarios que apuntaban a proteger la institucionalidad dejando de lado posibles investigaciones referidas a un no tan aceptable financiamiento de algunas campañas (a esta altura, pondríamos a todas bajo sospecha y habría que revisarlas a todas las post dictadura).
Podremos meter la pata pero jamás la mano en la lata.
Todos recordamos esa frase, venida de la mano de “si es corrupto no es de izquierda y si es de izquierda no es corrupto”. Tanto o más.
Todas esas lindezas desde el partido de gobierno. Otras, menores pero igualmente significativas aparecieron en espacios blancos, ayer en personajes vinculados al otrora partido de gobierno, el Colorado.
Las corrupciones lo son desde que el ejercicio del poder existe y ha existido siempre. Siempre y cuando también se ha permitido que tengan lugar y espacio para crecer. Hasta ahora había sido obra de las cabezas de los partidos y de algunas responsabilidades individuales el no permitir que creciera. No por mentirnos sugiriendo que la honestidad de la izquierda era parte de sí misma, así como las luchas por algunos derechos de minorías, lo íbamos a creer todos. Ni mucho menos.
Lo que sí pensamos varios ilusos era que iban a evitar todo esto. Que iban a mantener limpia la cancha y a poder respirar hondo y mirar de frente al resto, con la cabeza en alto y pudiendo decir: ¿vieron? Sí, éramos otra cosa.
Mucho peores resultaron. Mucho mayor el desengaño. Mucho más doloroso hacía filas adentro, para mucha gente que militó, luchó e hizo todo para lograr algo de lo cual valiera la pena llenarse de orgullo.
Que valía la pena el esfuerzo. Que algunos errores y horrores del pasado violentista de grupos radicales (que luego dieron la victoria electoral, sino aún estarían remando en dulce de leche) podían ser superados y cuasi enmendados, merced a una administración de la cosa pública que diera en la cara a los adversarios.
La ola no llegó en cualquier momento, sino durante y luego de un período de vacas gordas y dinero fácil, ingresando en grandes cantidades. En toda América del Sur fue igual, en toda aquella en la cual el pueblo “había despertado”.
Bueno, despertaron algunos dirigentes, que salieron también de la pobreza
Rápidamente y junto a políticas sociales necesarias y algunas otras que no lo fueron tanto, llenaron a amigos y colaboradores electorales de posibilidades.
Odebrecht y su derrame generoso. En Uruguay todavía estamos por conocer bastante acerca de ello.
Leyes anti corrupción, anti lavado, esquemas ya conocidos fuera y que pueden y deben aplicarse.
De nada valen si quiénes acceden al poder vienen sin credenciales morales suficientes.
Menos aún vale si quiénes los votamos y apoyamos estamos esperando a que lleguen para poder tomar algo de ello y pasar a ser uno más que se alimenta de papá Estado.
La corrupción es de la gente y de sus políticos.
La responsabilidad individual corre para todos por igual. El convertirse en un corrupto más, ¿es una cuestión de oportunidades?
Cada uno deberá contestar mirándose. A veces resulta fea la introspección.
Financiamiento, democracia y control por Matias Matta
Nuestro sistema político posee características particulares y diferenciales si lo comparamos con otros sistemas de América Latina al menos en los siguientes aspectos: mayor estabilidad del sistema de partidos, menor volatilidad, mayores posibilidades de negociación inter-partidaria, mayor credibilidad de los partidos políticos y reducidos casos de corrupción comprobada de gran porte. Sin embargo algunos de estos aspectos parecerían hoy estar en discusión; sobre todo aquellos vinculados a la credibilidad y la corrupción.
Los últimos casos que se han hecho públicos y que abarcan a los tres partidos políticos mayoritarios se corresponden con actos que: o son desviados de las normas establecidas, o si no existen tales normas, son desviados de las actitudes que se espera tenga un político que se dedica a la función pública. Son desviados sea este actor un legislador, un director, un presidente o funcionario de un ente o cualquier otro cargo electo o no, que desempeñe tareas de la función pública, con fondos públicos y reciba un sueldo por ellas.
Se debe tener en cuenta que la repetición de estos actos desviados y su mediatización con fines políticos, comienza a generar un complejo escenario que desacredita, por repetición de conductas desviadas, al sistema político en general. Ya que la acción pero también la omisión de sus propios actores, genera una opinión negativa cada vez más generalizada sobre los partidos políticos mayoritarios y por ende sobre el sistema de partidos uruguayo.
Por otro lado cabe destacar que todos estos actos se encuentran vinculados a la utilización de dineros y fondos públicos para llevar adelante tareas políticas o en el desempeño de las mismas; con un escaso control en su realización. Mezclándose así los tres conceptos claves: financiamiento, democracia y control.
En los últimos tiempos el sistema político uruguayo a avanzado en la legislación que establece las normas para la financiación de los partidos políticos tratando así de mantener a salvo la calidad de nuestra democracia. Sin embargo esta normativa se centra en los aportes que reciben y los gastos que realizan los partidos para su funcionamiento general y para financiar sus campañas electorales. Pero sin tener en cuenta que el uso de los dineros públicos para realizar tareas políticas también pudiera ser entendido como parte del financiamiento de los partidos, no para su funcionamiento general ni para solventar sus campañas, pero si en la realización de sus tareas políticas inherentes a un partido que forma parte del gobierno.
La futura estabilidad de nuestro sistema de partidos depende entonces de cuanto haya en la mezcla de cada uno de estos conceptos, lo que si es seguro que con poco control sobre el financiamiento y el uso de los dineros públicos los partidos políticos pierden credibilidad y nuestra democracia termina por debilitarse.
Corrupción, ¿calidad o cantidad? por Eduardo Vaz
Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre,
acabarás formando parte de ella.
Joan Baez
Resulta difícil encarar el tema corrupción y encontrar algo no dicho, especialmente aportar a reducirla sin caer en la moralina inconducente.
Mientras haya incentivos, existirá. Tantos milenios de humanidad y diversidad civilizatoria, lo consagran.
Es evidente que se acentúa en todo sistema de opresión y lucro donde un pequeño grupo se beneficia de la mayoría. No es una novedad del capitalismo, simplemente este lo ha llevado al extremo del 1% vs el 99%, y está en su adn, no es una desviación. El socialismo real y el del s. XXI no se quedan atrás, con el agravante que anunció su erradicación.
Ejemplos ilustrativos:
- Invasión a Irak: la mentira más grande en lo que va del siglo fue perpetrada por las grandes potencias lideradas por USA con G. Bush al frente. Ahora, Tony Blair pide disculpas porque las “pruebas” no eran ciertas. Costó unos $2 billones de dólares, o sea, alguien los ganó en nombre de la seguridad mundial.
www.voanoticias.com/a/eeuu_irak_guerra/1621779.html
- Crisis financiera 2008: Los recursos movilizados para hacer frente a la crisis financiera superan el 25% del PIB en los países desarrollados, según informes confidenciales FMI y la Comisión Europea. Los contribuyentes aportaron más de 9,6 billones de dólares para salvar los bancos.
https://elpais.com/diario/2010/05/30/economia/1275170405_850215.html
La Comisión -2009, USA- para establecer las causas de la crisis, dijo que ésta «habría podido evitarse». Del mismo modo, advirtió de violaciones éticas «a todos los niveles».
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2011/01/110127_economia_eeuu_crisis_evitable_jrg
- autos VW ¿necesitaba la gigante VW hacer el fraude más grande de su historia programando sus modernos vehículos para engañar los controles de polución? Además, paga en USA las indemnizaciones legales correspondientes pero no en Europa pues allí la ley no la obliga.
https://elpais.com/tag/caso_volkswagen/a
Vistas en la globalidad, nuestras corrupciones siempre son menores: usar las tarjetas corporativas de instituciones públicas para financiar al partido, comprarse un colchón o pagar una cena; colocar a unos familiares en cargos de confianza o interpretar una ley hecha en otro sentido para salir beneficiados –como la “pícara” Suprema Corte-, parecen pequeñeces. Incluso las aventuras de los Peirano o los Röhm. La cosa es que si esta gente tuviera chance de hacerlo en las grandes potencias, ¡estaríamos hablando de los mismos escándalos! Por eso no hay que minimizar: hay corrupción o no, es una cuestión cualitativa, no cuantitativa. En todo caso, el derecho ya resolvió la cuestión dando proporcionalidad a las penas según la magnitud del delito pero de ninguna manera descartándolo.
Desafección de la política
En la medida que hoy día la información es superabundante, es imposible mantener los secretos y realidades ocultas. Las sociedades se ven privadas en necesidades básicas del s. XXI mientras los ricos hacen una ostentación grotesca y los poderes públicos llamados a resolver las injusticias y problemas no lo hacen. ¿Cómo creer, entonces? Lo primero debe ser la asunción del sistema político de sus errores y flaquezas en la materia. Cada partido tiene mucho para contarle a la sociedad y mucha autocrítica que hacerse. Austeridad republicana, adaptación a la realidad media del país en ingresos y beneficios, normas infranqueables para los gobernantes y funcionarios a todo nivel, controles y rendición de cuentas pública, idoneidad, han de ser norma y no excepción. Hoy se exige una nueva calidad política y de gestión. ¡Enhorabuena!
Carácter grave y urgente
¿Por qué se demoran las leyes en la materia? ¿Por qué llueven ideas por la seguridad y se pide hasta la pena de muerte o militares en la calle pero se demora tanto con corruptos y corruptores?
Porque están involucrados todos los partidos y gran parte del aparato estatal, sin excepción, y demasiadas organizaciones sociales. El mío -FA-, también: Bengoa, Areán, Sendic, De León, Michele Suárez,…(Otra vez, será el TCP quien, de oficio, se haga cargo de lo que la conducción política prefiere no tratar).
Judicialización de la política y politización de la Justicia
Mirada de cerca, la Justicia es un reflejo distorsionado de la política dominante, con cierta autonomía, acá, en USA, Brasil, Venezuela o Cuba. Cuando los parlamentos y gobiernos no satisfacen las exigencias, es un lugar natural donde recurrir. ¿No es similar con el TCP del FA? Está bien que se recurra a ella, lo que está mal es que el sistema político tanto intra como inter partidario no sea capaz de hacerlo por sí mismo. Esto es lo que genera hastío y desafección por un lado y la necesidad de recurrir a otras instancias. No quita que partidos oportunistas abusen de la denuncia para deslegitimar al adversario, basta ver las mil presentadas por el Dr.Salle o la campaña contra Lula. Pero la gente no es tonta. También el Poder Judicial debe mejorarse radicalmente. La reforma reciente fue un paso importante, pero falta mucho en cuanto a transparencia y garantías, a recursos y calificación. La política tradicional heredada del s. XX debe cambiar mucho más rápido para ponerse a tiro con las exigencias y posibilidades actuales. Necesariamente, serán otros elencos imbuidos de esta nueva mentalidad los encargados de dar el salto, y la permanencia o no de los actuales partidos dependerá de su capacidad de abrirse a estas nuevas exigencias desterrando las prácticas caducas insostenibles.
Corromper es Traicionar por Celina McCall
“Errar se perdona, defraudar no” escribe Nelson Fernández en su columna del domingo pasado en El Observador. Unos días antes, en una entrevista a Daniel Castro en El Espectador, la senadora socialista Mónica Xavier se sale por la tangente al contestar la pregunta sobre la tarjeta corporativa de Raúl Sendic: “La situación está entreverada” responde.
Las dos afirmaciones me dejaron pensando. De cierta forma ayudan a reflexionar sobre el tema de esta semana: ¿Estamos en la era del chancho rengo?
La única certeza que se tiene, es que la sociedad está dividida. Pero no es entre izquierda y derecha. Hay una parte que no perdona a quien erra y mucho menos a quien defrauda, y las votaciones recientes al Partido Colorado, partido mayoritario del país hasta pocos años atrás, lo confirma. Mucha gente decidió que ya era hora de probar otra forma de gobernar, y le prestó su voto a otro partido.
Y hay otra parte que está dispuesta a condonar todo, el famoso el fin justifica los medios. Esto envalentona a los representantes del segundo grupo. Tienen el voto asegurado aunque hagan las cosas mal. Sí, son los mismos que apoyan también a Maduro y a Lula, y dicen que son demócratas y probos.
Lula hizo las cosas bien cuando gobernó pero también se dejó corromper. Haber hecho las cosas bien no te da un salvoconducto para actuar fuera de las normas. Nadie está por encima de la ley, ni siquiera el “padre de los pobres”. O así debería ser. Llegar a un puesto de responsabilidad implica en más compromiso. Eso es lo que poca gente alcanza a entender. Los que gobiernan sirven de ejemplo a sus subordinados, la sociedad se refleja en sus actos y palabras.
En toda la historia de Brasil solo se votaron cuatro leyes por iniciativa popular. La ley de la Ficha Limpia, o Ley Complementaria no. 135 del 2010, que impide que Lula sea candidato en las próximas elecciones, fue una de ellas. Fue votada y sancionada durante su gobierno porque la sociedad así lo exigió, y nació como consecuencia del ‘Mensalao’.
¿Estamos entreverados, como dice Mónica Xavier? No lo creo. La gente la tiene clara. Unos prefieren no verlo, pero eso pasa cada vez menos. La tolerancia tiene sus límites. Lo que no se puede es generalizar, porque eso termina siendo también nefasto. Hay a quienes les conviene esa situación de cuanto peor, mejor. Lo que necesitamos son ciudadanos más atentos y más iniciativas populares para aniquilar la traición. Necesitamos más organismos de contralor y que funcionen y se respeten. Corromper es traicionar, y traicionar en nombre de las causas populares es una infamia.
Como decía Eleanor Roosevelt: “Si alguien te traiciona una vez, es culpa suya. Si te traiciona dos veces, entonces la culpa será tuya.” Hay que hacerse responsable. Tanto de un lado como del otro. Los políticos tienen que entender que cambiaron los paradigmas y no pueden seguir actuando como siempre, para que la democracia no corra riesgo. ¡Transparencia ya!
Lo que la caja se llevó por Verónica Amorelli
Cuando creíamos que ya lo habíamos escuchado todo sobre las irregularidades en ANCAP nuestra capacidad de asombro volvió a ponerse a prueba. Tras su comparecencia en el juzgado de Crimen Organizado el exvicepresidente, Raúl Sendic afirmó que “se perdió una caja” con documentos que comprueban el reintegro del dinero gastado con sus tarjetas corporativas en compras personales.
Las declaraciones de Sendic llamaron la atención no sólo por la calma con que manifestó que se “perdieron” documentos que mostrarían su inocencia ante la acusación de peculado, sino también porque, según el informe de la Junta de Transparencia y Ética Pública sobre la forma en la que el exvicepresidente usó las corporativas “no cumplió con la obligación que tiene todo funcionario público de rendir cuenta documentada». En definitiva, no se puede perder lo que no existe.
Siguiendo la ilógica Sendic resulta tentador imaginar que la caja perdida debe contener otras tantas cosas que hacen falta. Por lo pronto y según otro informe reciente de la Jutep también deben estar dentro los comprobantes de devoluciones de gastos del expresidente de ALUR, Leonardo De León, quien tampoco pudo justificarlos en más de 130 casos y por “importes significativos». En esa caja estarán, además, los verdaderos contratos con empresas como Exor y Trafigura que ganaron millones en tareas de intermediación y dejaron, en comparación, magras ganancias para Ancap. A la caja debe haber ido a parar el manual de instalación a bajo costo del horno destinado a la cementera de Paysandú, ya que se compró por 80 millones de dólares, pero instalarlo requeriría de otros 100 millones. Que alguien nos diga que entre las tantas cosas extraviadas existe un documento que permita devolver el polémico avión adquirido para el traslado de empresarios y evitar así el papelón de ponerlo a la venta en Mercado Libre.
A la hora de aventurar el contenido de esta caja es infinita la lista de especulaciones, sin embargo, algo es seguro, el sentido común y el respeto por los dineros públicos también se hallaban dentro. Ahora solo queda esperar que la caja no se lleve: el aluvión de iniciativas que buscan mejorar los mecanismos de control sobre la función pública, el libre ejercicio del buen periodismo, la mirada exigente de la ciudadanía y, sobre todo, la memoria.
De dioses y mortales progres por Fernando Pioli
Según nos cuentan, los sofistas (aquellos primeros educadores a quienes se les atribuye la perniciosa idea de querer cobrar por sus servicios) eran requeridos por las familias adineradas de Grecia para que enseñaran a sus hijos el dominio de herramientas que los hiciesen hábiles en el arte de la persuasión. La persuasión para los griegos era algo importante, dada que había decisiones importantes que tomar y era frecuente que se solicitase el concurso de las voluntades para presentarse en las asambleas y decidir la suerte de la ciudad. Esta demanda de sus servicios motivó que los sofistas fuesen de ciudad en ciudad y no pudiesen evitar notar que cada una de ellas tenía su propia ley, su propia noción del bien y el mal, su propia verdad. Lo que acá era tolerado, allá era prohibido. Esta diversidad de normas de ordenamiento social les llevó al relativismo, no hay una única verdad porque no hay un único bien. Cada ciudad tiene su propia verdad y cada inteligencia tiene su propia luz que ilumina de modo distinto.
Si no existe una única idea de bien, si el bien es algo relativo al orden social, comprenderlo y conocerlo es imposible. No puede aspirarse a conocer aquello que no es alcanzable con la inteligencia, que es consecuencia del hábito y no de la razón, que no forma parte de un orden comprensible por todos quienes razonen.
Existe una forma de sostener la preeminencia de una verdad indudable que es imponerla por la fuerza, pero esto es también asumir que la verdad es relativa. Es decir, imponer por la fuerza una única verdad, una única idea de bien, es tener en claro que su aceptación no es libre y que un cambio en el reparto de poder llevará aparejado un cambio en aquello que se considera verdadero y bueno.
Cuando hablamos de una ética política damos por sentado que existe una idea de bien que está por encima de las concepciones particulares, del fruto de la inteligencia propia, que forma parte de una razón común a todos. Esto quiere decir que es única y que no es impuesta por la fuerza. Si existe una ética política debemos asumir que existe una idea de bien que nos guía e ilumina, una única verdad que todos podemos distinguir y conocer. Esto es algo así como dejar de lado aquello que comprendieron los sofistas, discutirles y ganarles la discusión.
Los problemas a los que están enfrentándose las fuerzas de izquierda en América Latina y a las sombras que se ciernen sobre la honorabilidad de la conducción que han tenido algunos líderes políticos (por ejemplo en nuestro país), acompañado del modo en que en algunos casos prentende justificárseles, debería hacernos recordar que discutirles a los sofistas no era ni es una tarea fácil. Y quizá, aunque duela, deberíamos aceptar que tenían algo de razón y que al menos en parte algo de verdad hay en aquello de que el ser humano es la medida de todas las cosas. Parece que juzgar según una misma medida todas las acciones es una proeza sobrehumana reservada para las deidades, y quizás ni siquiera ellas lo logren.
Justicia y memoria por Melisa Freiría
Pienso que la actividad política debe estar regida por los más altos principios y valores éticos. Por eso frente al indebido accionar de distintos actores políticos, para nada nuevo por cierto, desde varios partidos se impulsan normas jurídicas que reafirmen los criterios éticos. Me gustaría escuchar los argumentos en contra de las diferentes propuestas que ha hecho la oposición para lidiar con el tema de la no transparencia en el ámbito político. ¿Hay algún grupo que se oponga particularmente a otorgar mayores competencias y resoluciones vinculantes a la JUTEP? ¿Por qué? Claro, es mejor crear comisiones y encajonar las propuestas que asumir el costo político de no votarlas. ¿Por qué en los partidos no se votan rápidamente sanciones con la severidad que corresponda? ¿Acaso no se reconoce que deben existir criterios éticos que guíen la gestión de quienes tienen cargos otorgados por el pueblo? Si es así, ¿por qué entonces no admiten que priman en sus filas otros intereses? Es tremendo lo fuertes que pueden ser los grupos de interés a la interna de los partidos. Donde a veces terminan gobernados por pequeñas minorías, alcanza con ver las trabas internas que tiene el Frente Amplio en algunos temas a pesar de existir cierto consenso.
Los fueros, la disciplina partidaria, la ortodoxia ya sea de derecha o de izquierda, los fanatismos, los corporativismos, el nula acatamiento de los dictámenes de la JUTEP o del Tribunal de Cuentas, etc. son las bases del notorio descreimiento popular que se va imponiendo poco a poco a la tolerancia, abulia y paciencia que nos caracteriza como Uruguayos. No se tratará de la “era del chancho rengo”, pero sí es cierto el refrán que dice “no es la culpa del chancho sino de quien le rasca el lomo”. Igual tranqui, se vienen las elecciones.
¿Serán todos iguales? por Gonzalo Maciel
Probablemente en un tiempo recordaremos el 2017 como un punto de quiebre. Casi por casualidad, empezamos a discutir la ética de nuestros gobernantes y la seriedad con la que llevaban adelante en su gestión. Resultó estar lleno de malos ejemplos y en lugar de asumir esos comportamientos como algo inherente a los vicios de la actividad política, decidimos juzgarlos. Los políticos cuestionados no lograron comprender el cambio en la opinión pública y creyeron que podrían repararlo con excusas tontas -casi infantiles- o que al final, nos olvidaríamos del tema. ¿La novedad? La ética pública se encuentra en discusión, y los ciudadanos lejos de ser aquellos votantes pasivos que todo lo perdonan, se pusieron en el rol de inquisidores, exigiendo más de quienes los representan.
Cada caso tiene características propias, pero todos dejan en claro la poca seriedad con que algunos encaran su función. Desde beneficiar familiares, hacer compras personales con tarjetas corporativas, o comprar combustible en la estación de servicio que le pertenece. Algunos tendrán mejores intenciones que otros, y sin dudas, todos tenemos derecho a equivocarnos, pero lo que distingue a estos sujetos es su poca capacidad de autocrítica, y sobre todo, la falta de vergüenza propia (la ajena la sentimos nosotros por ellos). No hubo ningún caso en el que el político en cuestión reconociera su error y decidiera enmendarlo, rescindiendo un contrato, pidiendo disculpas, renunciando a su cargo, o hasta devolviendo el dinero. Todos, se comportaron como una suerte de semidioses que ni siquiera escuchan las plegarias de los simples mortales, aunque en algunos casos debieron doblegar su voluntad a las sugerencias de la JUTEP o en su defecto, de las respectivas comisiones de ética de sus partidos. El resultado estará a la vista en las próximas elecciones, este descontento popular no se termina en un tweet. La gente está pidiendo otra cosa de sus representantes. Y esto nos introduce en la verdadera discusión que debemos dar: las capacidades. ¿Qué tipo de cualidades debe tener un representante? ¿Alcanzará con autoproclamarse honesto, ser el más popular del barrio, o tener un millón de amigos? Quizá haya que buscar otro tipo de características, como por ejemplo formación, idoneidad para el cargo, antecedentes en otras funciones, y por qué no propuestas.
No vale ponernos exigentes solo después de la elección, el futuro está en nuestras manos. Elijamos a los más serios, a los más trabajadores, a los más formados, a los más comprometidos, apoyemos candidatos jóvenes que vengan a renovar la política, votemos a los mejores, y nunca, pero nunca, los dejemos olvidar que deben representarnos. Después tendrán tiempo de equivocarse, pero si reúnen por lo menos alguna de las características que mencionamos, sabrán pedir perdón, bajar la cabeza y empezar de nuevo.
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