En un otro Uruguay, imaginado pero parecido, el Señor y la Señora se presentaron en el Ministerio de Aritmética. Primero denunció la Señora: Conocía aquella pareja desde hacía años; eran muy simpáticos. Pero nos estafaron; perdimos todos los ahorros con la quiebra del fondo ganadero que ellos regenteaban. Acepté invertir allí, no por la rentabilidad prometida, sino por conocerla a ella, ya que compartíamos reuniones en la parroquia. Al derrumbarse el fondo perdimos el pasado y el futuro. Hacia atrás, se desvaneció el ahorro de décadas; hacia adelante, dejamos de contar los pagos de dinero.
Luego, testificó el Señor:Escuchaba al director de esa empresa en la radio, en ese programa tan serio en las mañanas; después lo leía en el diario de negocios, un medio también muy serio. Insistía que las vacas le ganarían a todos, como si fuesen los reales malla oro de la economía. Opinaba con mucha energía, y aunque sus ideas conservadoras y burlonas a veces me molestaban (soy progresista), me convenció de descansar en el perezoso, tomando mate, mientras las mandíbulas del ganado generarían los dólares. Pero como acaba de contar mi esposa, perdimos todo.
El Alto Funcionario del Ministerio de Aritmética explicó quela mezcla de inversor con estafador es un estafaversor, según la jerga académica. A veces se inicia con un negocio legítimo, y en otros comienza entremezclando fantasías y trampas. Hay estafaversores de todo tipo, grandes y pequeños. Están los que venden en redes sociales sin nunca entregar la mercadería; extrañamos aquel programa de televisión que nos entretenía desnudando esos casos. Pero hay otros que lucen como verdaderos empresarios, que usan familiares, amigos y medios para publicitarse y protegerse, y que no se entretienen con unos miles de pesos sino que buscan miles de dólares. Qué raro que en aquel show televisivo no revelaron este caso a tiempo.
El Alto Funcionario lamentó las pérdidas del matrimonio. Pero también confesó que en el gobierno algunos se regodeaban: por fin teníamos nuestro propio estafador financiero, decían. Si Wall Street tuvo a Bernie Madoff, el responsable del más grande fraude piramidal en Estados Unidos, Uruguay debería tener uno propio si quería ser una nación capitalista. Es nuestro malla oro en la especulación. El escándalo Madoff, destapado en 2008, fue un fraude de unos 18 mil millones de dólares. Es una cifra enorme, pero cuando se tiene presente el gigantesco volumen del mercado de Estados Unidos, nuestra estafa criolla, de unos 300 millones de dólares, enmarcada en una economía pequeñita, es proporcionalmente mucho mayor. Le ganamos a Estados Unidos no sólo en el Indice de Democracia, sino también en el dinero perdido en las mentiras financieras.
El Alto Funcionario agregó que si el Señor y la Señora no retiraron antes sus ahorros, al final de cuentas, fue su culpa. Debían haber estado más alertas, recalcaba. Al decirlo, se percató que más o menos lo mismo sostuvo Javier Milei en Argentina, que, entreverado en una enorme estafa, optó por culpar a los damnificados. Por supuesto que Uruguay no es como Argentina, y esto fue apenas un accidente, aclaró el funcionario. Es que, como sabemos, Uruguay es un país serio.