Cuando decimos FIL parece que nos referimos a la Feria Internacional del Libro en Guadalajara y evocamos el homenaje de 2018 a Ida Vitale. Pero no nos referiremos a ella sino al nuevo sello de la derecha, la Fundación Internacional por la Libertad (FIL) reunida por Mario Vargas Llosa y compuesta por políticos, intelectuales y empresarios: no participan dirigentes sindicales. Al dejar de momento a los europeos, nos referiremos, en particular, a situaciones, hechos y personajes del Cono Sur.
Cuando en estos momentos se culpa de todo al coronavirus y a la pandemia consecuente, yéndonos un poco atrás, recordaremos que en el descarrilamiento de las pretensiones de lograr un quinto gobierno consecutivo en Brasil para el Partido de los Trabajadores (PT) las acciones se iniciaron hace varios años, durante el primer mandato de Dilma Rousseff, continuaron en el segundo -lideradas por la cadena Globo- hasta que ella fue destituida y la sustituyó Michel Temer; luego enjuiciaron y encarcelaron a Lula da Silva (impidiendo su postulación presidencial) y lograron imponer al ex militar Jair Bolsonaro, a pesar de la burguesía industrialista.
En Chile, el levantamiento popular en reclamo de reformas, que se sintetizó en la demanda de una Constitución que superara la actual -ordenada por la dictadura de la que Ernesto Talvi destaca sus éxitos económicos- es anterior a la pandemia, lo mismo que el golpe de Estado en Bolivia contra el gobierno popular de Evo. A Argentina la dirigió la administración Macri y la crisis que encontró el nuevo gobierno nada tiene que ver con el Covid.
Por otra parte, un récord tiene el régimen de Uruguay: cuando hace cinco meses opinábamos “¡Vista a la derecha! (Voces, 08-12-19) adelantamos lo que sucedería con el gobierno de rejuntados -dicho multicolor– pero no calculamos que todo sería tan rápido. El 22 de enero perfiló el Partido Nacional (el mayor de los coaligados) cómo gobernaría al conocerse el borrador de ley de urgente consideración (LUC). Lo anterior provocó el “deslizamiento” (19%) hacia arriba del dólar; un comienzo inflacionario antes de empezar a gobernar; la pérdida de poder adquisitivo de salarios y jubilaciones; luego la demostrada ignorancia sobre cómo manejar los servicios sanitarios del Estado en la pandemia (que por suerte ha sido bastante benigna, en parte gracias a la estructura heredada); un tarifazo dispuesto por el gobierno a bienes y servicios del Estado -en medio de la crisis- junto a la negativa de gravar progresivamente a los dueños del capital; la negativa de autorizar la cadena nacional de radiodifusión a los más (los trabajadores organizados) y el envío de la LUC -sin correcciones de fondo y aumentada) al Parlamento para que la dictaminen ambas ramas en 90 días.
¿Qué relación guarda la pandemia con los hechos relatados antes? Ninguna, pero tanta negatividad y errores no quedarán sin madre pues la encontrarán en el coronavirus y la precariedad e improvisación de las situaciones que ocasionan.
El denominador común con que han respondido ciertos gobiernos y algunas autoridades regionales da cuenta de mayor represión, impulsos individualistas y autoritarios, clausura de las expresiones populares o de propuestas, postergaciones sin fecha de actos institucionales fundamentales como el plebiscito en Chile y el intento por aplazar los comicios en Bolivia, otorgándole mayor tiempo a la mandataria interina (10-11-19), candidata presidencial (presunta porno-actriz) Jeanine Áñez.
Más allá de la exaltación de la pasada dictadura (1964-1985) que a cada paso (como pato) hace Jair Bolsonaro (antes y durante la pandemia), el presidente de Brasil es mirado con recelo por gobernantes de países amigos que deben soportar sus exabruptos impertinentes, como el de echar de mala manera a dos de sus compinches del gabinete. En medio de la crisis sanitaria defenestró a los ministros de Salud, Luiz Henrique Mandetta, y a la súper estrella Sérgio Moro de Justicia. De esta manera, se puede “desgraciar” a gusto de las recomendaciones de la OMS y de los poderes Legislativo y Judicial del país. Demás está decir que sobresaltan sus dichos sanitarios a su cohorte de mandatarios que festejan o esconden sus desatinadas boutades.
En el caso del paisito, donde al parecer nos ha tocado sólo de refilón la crisis humanitaria -en lo que tiene que ver con la salud de la personas- sobrevendrá una cifra de más de cuarto millón de desocupados y el anunciado retroceso del PIB, consecuencias negativas de la recaudación e incremento de la deuda fiscal del Estado, inflación y males consecuentes. Además, parte del sistema de partidos y su proclamada multicoloridad protegen -como huevos de la serpiente- un agrupamiento ultraconservador (Cabildo Abierto) -con expresiones decididamente fascistas pretextadas como acometidas “a título personal” por sus militantes- que permanentemente destaca a su conductor. Éste, que por sí mismo se promueve, ha pedido el juicio de sus pares legislativos sobre su eventual desafuero, en espera de que esta acción de segunda intención se transforme en un espacio de voto de confianza del cuerpo parlamentario (inexistente en el Uruguay) y que no únicamente sirva para mantener su imagen pública sino para coproyectarlo para 2024.
Escogió hacer su solicitud cuando el Ejecutivo envió la LUC, a sabiendas que ésta tiene prioridad sobre cualquier otra, pero sabe que debe ir haciendo punta con el tema. Sería mucho más sencillo que se despojara de cualquier fuero, se presentara ante el juez diciendo que él fue el que se enteró de cómo mataron los militares a una persona mediante torturas y la inhumaron ilegalmente, a pesar de lo cual, en conocimiento de todo, como comandante en jefe se quedó -en apariencia- callado: entendió que si actuaba en su momento no tendría nada; luego podría ser peligroso (podrían procesarlo) y no dejaba ningún dividendo de la gente. El marqués -por la gracia de un monarca español delincuente- Mario Vargas Llosa avala no la libertad, sino a liberticidas.
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