- I) Introducción
Es mi intención reflexionar desde el hoy acerca de algunos temas que el proceso que se inicia con la Revolución Rusa posicionó en el debate ideológico. La revolución rusa fue un hecho trascendente que marcó una época, al punto que para Eric Hobsbawm su inicio y su colapso, en 1917 y 1991 respectivamente, son las fechas del comienzo y del fin del corto SXX. Ante las carencias actuales en el plano de la reflexión ideológica, siempre es bueno retomarla en torno a una fecha tan emblemática como los 100 años de Octubre. No hay acción revolucionaria sin teoría revolucionaria, decían Lenin y sus seguidores. Más allá de la caída de 1991 y de las discusiones que podamos tener acerca de la experiencia soviética, la misma siempre va a ocupar un lugar destacado en la historia y en la tradición revolucionaria. Voy a abordar el discurso que se forja a partir de esta peripecia histórica y que va a sostener una cultura política hasta nuestros días más allá del fracaso final de la experiencia. Vamos a agregar también alguna reflexión sobre la viabilidad misma del socialismo. Por último, y sin pretender realizar un balance sobre una experiencia de tanta complejidad como ésta, las conclusiones de este trabajo van a ir en la dirección de algunas líneas indicativas de lo que le ha dejado la Revolución Rusa al mundo de nuestros días.
- II) La matriz ideológica de la Revolución Rusa
La obra de Marx y Engels había abordado fundamentalmente las cuestiones más generales sobre la historia en su conjunto y el modo de producción capitalista en particular. La reflexión sobre las superestructuras y especialmente la política está presente en trabajos tales como El 18 brumario o Las luchas de clases en Francia.
La generación posterior Kautsky, Mehring, etc. buscó sistematizar más que desarrollar la obra de Marx. Perry Anderson, en Consideraciones sobre el marxismo occidental, señala que la siguiente generación de teóricos marxistas, va a abordar a diferencia de la anterior ,temas políticos así como temas económicos referidos a la nueva fase que alumbra en el capitalismo a partir de la crisis de 1873. Algunos nombres: Lenin, Luxemburgo, Hilferding, Otto Bauer, Trotsky, Bujarin. Lenin en El desarrollo del capitalismo en Rusia, realiza una aplicación documentada y consistente de la teoría general del modo de producción capitalista a una formación social concreta-Rusia-que combinaba varios modos de producción. La revolución rusa de 1905, aunque fallida dejó en evidencia la debilidad del régimen zarista y llevó a Lenin a elaborar ese mismo año Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática y a Trotsky en 1906 su obra Balance y perspectivas.
La combinación en Rusia de la autocracia zarista, el hambre de tierras de los campesinos,el desarrollo capitalista y la presencia de un fuerte aunque minoritario proletariado, llevaron a ambos autores a acercar sus puntos de vista. Lenin plantea una revolución democrático burguesa dirigida por el proletariado, aliado con los campesinos y más adelante revolución socialista .Dos revoluciones distintas conducidas ambas por el proletariado. Trotsky radicaliza el planteo y hace de las dos revoluciones un proceso continuo.
Los dos se alejan de la tradición marxista clásica que planteaba que el socialismo no podía forjarse desde el atraso. La previa revolución dirigida por la burguesía abriría las puertas al desarrollo capitalista, con el consiguiente fortalecimiento del proletariado y más adelante podría plantearse la revolución socialista.
Hobson fuera de la teoría marxista en 1902 y a continuación Hilferding (1910), Luxemburgo (1913), Bujarin (1915) y Lenin en 1916 describieron una nueva fase del capitalismo, centrada en la formación de monopolios, el poder de los bancos y la competencia entre las grandes potencias por el reparto del mundo, a la que llamaron imperialismo.
El hilo teórico conductor para ambas temáticas-la articulación de las revoluciones democrática y socialista y el imperialismo como nueva y actual fase del capitalismo – va a ser la ley del desarrollo desigual y combinado.
Si bien el concepto venía siendo desarrollado por Marx en los Grundisse (1857) y por Lenin en El desarrollo del capitalismo en Rusia (1900), Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (1905), El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916) y en Cartas desde lejos (1917),va ser Trotsky quien en el capítulo 1 de su Historia de la revolución Rusa (1930), le va a dar su formulación más completa y en forma de ley: ”El desarrollo desigual, es la ley más general del proceso histórico…evidencia la complejidad y el destino de los países atrasados. De esta ley universal se deriva otra, la ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la combinación de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas”
O sea, las formaciones sociales no se desarrollan de modo uniforme, monocolor. No todo es progreso o atraso, no todo es capitalismo o feudalismo, no todo es moderno o arcaico.
Y la combinación de todo esto da las peculiaridades únicas y especificas de cada formación, o sea como cada uno de estos aspectos interaccionando con los otros da lo propio de cada ente particular. Las leyes generales se encarnan de manera particular en los sujetos singulares.
El imperialismo combina desarrollos desiguales, el progreso en los centros con el atraso en las periferias. En su combinación, uno es la precondición del otro. Y en un planteo que va a radicalizar y generalizar más adelante la teoría de la dependencia (Baran,1959; Gunder Frank,1967), en los países atrasados no hay lugar para un desarrollo capitalista previo que posibilitaría la revolución socialista posterior como planteaba la teoría marxista clásica. Antes se esperaba que en las sociedades más avanzadas se diera primero el acceso al socialismo. Lenin postula lo contrario: los beneficios de la explotación de las colonias han minado el ánimo revolucionario del proletariado de los países centrales y en la coyuntura concreta de 1917,la combinación de las contradicciones que vive Rusia ,la transforman en el eslabón más débil de la cadena imperialista y por eso allí se dará primero la revolución. Más adelante se hará del atraso una ventaja por la cual el mundo subdesarrollado estará en mejores condiciones para hacer dichos procesos. Lenin va a crear los conceptos y los métodos para llevar a cabo una lucha política victoriosa hacia la conquista del poder, temas que no estaban desarrollados en la teoría marxista. La dirección por parte de un partido de los trabajadores centralizado y organizado, las alianzas de clases, el análisis de las coyunturas y de las situaciones revolucionarias, abordar la autodeterminación de las naciones ,tienen aquí su lugar.
Algunas precisiones. La obra de Lenin en general se relaciona al marco específico de Rusia y no siempre puede extrapolarse a otras latitudes. Segundo, siempre hay una referencia en Lenin al interés de la clase proletaria. La autodeterminación o las formas y procedimientos democráticos son válidos si sirven a los intereses del proletariado. El problema va a ser determinar cuál es el actor que interpreta o decide en torno a esos intereses.
El explosivo conjunto de problemas y contradicciones ya reseñados -a lo cual se suma la situación de las diferentes nacionalidades oprimidas por el zarismo- llevó a la revolución de febrero y a la caída del zar. Como es sabido, los sucesivos gobiernos que van de febrero a octubre no pudieron superar el caos en que se encontraba Rusia ni resolver ese conjunto combinado de contradicciones, la cuestión agraria dándole tierra a los campesinos o poner fin a la masacre de la guerra mundial. En ese marco del eslabón más débil, un partido organizado como el bolchevique y conducido por la estrategia y la teoría de Lenin pudo hacerse con el poder.
En 1921, Lenin escribió una obra en la que sintetiza las lecciones de la experiencia bolchevique, El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo, donde además comienza a abordar los problemas de la estrategia en los países con parlamentarismo y sociedades más avanzadas. Por primera vez se ofreció a los revolucionarios del mundo un sistema teórico organizado, el cual unido al prestigio de la Revolución Rusa y de Lenin, y en el marco de la recién creada Tercera Internacional, aparecía como la garantía científica y la prueba histórica de la línea correcta que marcaba el rumbo ineluctable de la historia.
La disolución de la Asamblea Constituyente, en enero de 1918,cuya convocatoria había sido una de las banderas de los bolcheviques, pero en la que, una vez electa, se encontraban en minoría, va a ser un parte aguas para la historia posterior, torno a la cuestión democrática La teoría leninista del estado y de la dictadura del proletariado, planteada en El estado y la revolución va a aportar el desarrollo teórico y la justificación de esta actitud y del régimen en general. El endurecimiento posterior y la anulación de las libertades, en un contexto de varios años de guerra civil e intervención extranjera van a culminar en la dictadura de un único partido. Las mayores libertades en la esfera económica del período de la NEP no van a implicar libertades políticas y esa situación se va a acentuar con la consolidación de Stalin en el poder. Al decir de Rosa Luxemburgo: “Sin elecciones generales, libertad de prensa y de reunión ilimitada, lucha libre de opinión y en toda institución pública, la vida se extingue, se torna aparente y lo único que queda es la burocracia. La libertad reservada a los partidarios del gobierno, sólo a los miembros del partido-por numerosos que sean-no es libertad, la libertad es siempre únicamente, libertad para el que piensa de modo distinto.”
La revolución rusa va a tener otra consecuencia no sólo en nuestro país sino también a nivel mundial: la división de socialistas y comunistas, partidos con un tronco común pero que reconstituyen su identidad a partir de este momento, en torno a disímiles actitudes respecto al régimen soviético. Dos grandes temas los enfrentaban. No sólo la cuestión democrática sino también la cuestión nacional ,relacionada con preservar la independencia de los partidos y la consideración de las peculiaridades propias, que las 21 condiciones, impuestas urbi et orbi a quienes pretendían ingresar a la Tercera Internacional, lesionaban.
En general, la crítica socialista al régimen que emerge de Octubre, al establecer la indisoluble unidad de socialismo y democracia, va a negar el carácter socialista de aquel y lo va a caracterizar o como capitalismo de estado o como formación pos capitalista pero trabada en su transición al socialismo por sus contradicciones. La combinación de propiedad estatal con un régimen de distribución controlado por la burocracia del partido-estado gobernante, llevaba a la desigualdad de ingresos, consumo y oportunidades y en el extremo a la reimplantación de la explotación de clase. La burocracia gobernaba invocando y justificándose en los intereses generales de los trabajadores, pero al no haber control democrático que limitara los poderes de la misma, podría llegarse a la reimplantación de la explotación de clase, a la par que al freno de las fuerzas productivas. Estas dinámicas van a terminar bloqueando la transición al socialismo de esta formación social pos capitalista sui generis. Los últimos textos de Lenin, Cómo tenemos que reorganizar la Inspección Obrera y Campesina, Más vale poco y bueno, ambos de 1923, hasta su Testamento, constituyen un último y desesperado intento para frenar el burocratismo y el alejamiento de las masas del naciente estado soviético ,políticas en cuyo inicio y en las extremas condiciones de la guerra civil, el propio Lenin, también fue responsable. A la muerte de Lenin y bajo el poder de Stalin, la consolidación de un estrato burocrático, por encima de los trabajadores, quedó asegurado por un régimen policial y represor. Trotski, Bujarin, Zinoviev y la mayoría de los miembros del CC del partido de Lenin fueron asesinados por el stalinismo. Lo sucedido a nivel de las superestructuras estuvo en correspondencia con las dinámicas ya señaladas a nivel de la infraestructura. La política de los partidos de los Tercera Internacional se subordinó a los intereses de la URSS. Se canceló la unidad entre teoría y práctica revolucionaria, hasta entonces seña de identidad de los bolcheviques. Para Perry Anderson, toda labor teórica cesó desde entonces en la URSS y la ideología fue desde entonces ideología en el sentido marxista de justificación de las practicas e intereses de la clase dominante o sea las políticas de la burocracia del partido-estado de la URSS o de sus partidos aliados. Los desarrollos de la teoría marxista, a partir de la escuela de Frankfort en la década de los 20 en adelante y hasta nuestros días, se van a dar fuera de la zona de influencia soviética. En 1924, Stalin publica Los fundamentos del leninismo. Allí define al leninismo como “el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria” o sea la época actual. El marxismo se reduce al leninismo, presentado a continuación en una versión que codifica y resume al propio Lenin. La invención del” marxismo –leninismo “es posterior. La expresión comienza a utilizarse en 1930 y se consagra en la edición de 1937 del Manuel de Historia del PCUS, supervisado por el propio Stalin. No es en rigor el marxismo que integra los aportes de Lenin, sino los dogmas del folleto de Stalin de 1924, codificados en 1937.
III) Atraso y socialismo
Desde el hoy y a la vista del resultado de la experiencia soviética podemos pensar que la pretensión de llegar al socialismo desde el atraso y por la vía autoritaria, estaba condenada a fracasar A tales metas no se puede llegar meramente mediante una gran obra de ingeniería social desde el poder omnímodo del estado. Son prerrequisitos cierto grado de desarrollo económico y de capital social, en el sentido de Bourdieu, o sea cultura, instrucción, organización y entramado social y además la construcción socialista no puede darse aisladamente, ni en la época de Stalin y su pretensión del “socialismo en un solo país” ni en la época de la globalización como desarrollo actual de las fuerzas productivas a nivel mundial. No debemos confundir llegar al poder, lo que se dio justamente por ser el “eslabón más débil “de la cadena, y que puede posibilitar el comenzar, con culminar la construcción del socialismo. En rigor, los bolcheviques tampoco se lo plantearon en lo inmediato de 1917 y lo condicionaban al triunfo de la revolución en Occidente. Su objetivo era el control obrero y va a ser en 1918 que encaran la estatización de los medios de producción. Los bolcheviques podían y debían en 1917 tomar el poder, ante el caos y las contradicciones que vivía Rusia. Eran una fuerza organizada y tenían la voluntad y el programa para hacerlo.
A la distancia de diez décadas podemos pensar que sin la disolución de la Asamblea Constituyente, un gobierno de amplia coalición democrática hubiera enfrentado con una mayor base de apoyo social la fuerza violenta de la contrarrevolución armada que también se hubiera producido. Eso hubiera implicado compartir el poder y dejar abierta su titularidad al ejercicio democrático. Se puede objetar las obvias limitaciones de la guerra civil y la intervención extranjera, se puede contra argumentar que pasadas esas instancias, la NEP podría haberse acompañado de una apertura democrática. A ese respecto, los bolcheviques tenían algunos condicionamientos ideológicos. Por un lado, la ya señalada equiparación de poder acceder al poder con poder construir el socialismo. Por otro lado, el ubicar la democracia como meta de una fase, la revolución burguesa, y no como un objetivo permanente. Tercero, el colocar como referencia única y fundamental al interés de clase por encima de la democracia formal y considerar entonces más democrática a la dictadura del proletariado.
Bobbio, más adelante, va argumentar magistralmente diciendo que también es un argumento formal pero en lo inmediato se planteó una cuestión más urgente y decisoria. Cuál es el agente que por petición de principio se auto adjudica la titularidad de los intereses de clase. ¿El estado, el partido, el CC, el líder del partido? ¿Cuál es la garantía de que al invocar intereses generales no se estén sirviendo los intereses particulares de la burocracia del partido y el estado?
En cuarto lugar, limitar la democracia a los institutos de democracia directa que estaban surgiendo entre los trabajadores, campesinos y soldados, como los soviets y dejar de lado los institutos de democracia representativa que involucran a toda la población. Más allá de que como sabemos, se cumplió la profecía de Rosa Luxemburgo y en el régimen de dictadura del partido único, los soviets languidecieron y se transformaron en órganos formales sin poder real, no parece posible o deseable hoy el planteo de fraccionar a una sociedad en diferentes clases y reconocerles sólo a los trabajadores el ejercicio de los derechos políticos o contraponer democracia representativa y directa para eliminar a la primera.
- IV) Socialismo y democracia
Todo esto nos conduce a la cruz de los caminos del pensamiento socialista. Con toda la consideración que nos merecen todas las experiencias revolucionarias, a sabiendas que los procesos históricos no son blanco o negro, son “desiguales y combinados”, la caída del socialismo real, nos reafirma en nuestra concepción del socialismo. El mismo es un proceso y un resultado, es la democracia que se afirma en lo político y se extiende progresivamente a lo económico social de manera que las grandes cuestiones que hacen a la vida real de las personas no queden libradas al mercado o al azar, sino que sean fruto de las opciones asumidas por la voluntad democrática.
En ausencia de democracia, los agentes que controlan el estado, invocando intereses superiores, pueden reimplantar la explotación de la población en su beneficio, perdiéndose de esta manera a la vez que la libertad también la igualdad. Esta es la gran lección que deja el fracaso de los regímenes del llamado socialismo real: que por ese camino no se va al socialismo, que el autoritarismo conduce a la reimplantación de la explotación de clase. La democracia política, cuya radicalización y despliegue es la base para avanzar a una democracia integral supone, por lo menos, la presencia de una serie de elementos esenciales.
Que el poder político esté asentado en el acuerdo de la mayoría de los gobernados sobre la base de un ciudadano un voto. Y esto supone la capacidad de elegir, el pluralismo político y la posibilidad de alternancia de las diferentes opciones si se produce un cambio en la voluntad de las mayorías. El pleno despliegue de todas las libertades ciudadanas y el respeto al orden constitucional por parte de todos los actores incluyendo al gobierno, lo que excluye el uso arbitrario de ese poder por más que se invoquen o esperen fines superiores. No pueden justificarse medios no democráticos invocando objetivos democráticos. Si se pervierten, los medios también se pierden los fines, es otra lección inapelable de la historia. La democracia representativa es imprescindible para la expresión de todas las corrientes del pluralismo de la sociedad. Los institutos de la democracia participativa la completan y profundizan, deben articularse con ella pero no sustituirla.
Acá también la experiencia es clara: un régimen de partido único no mejora por más que haya expresiones de participación directa de la población. Estas son manipuladas y dirigidas por el aparato del partido que se impone ante la voluntad de los personas que no pueden reunirse y organizarse para elaborar o formalizar otra posición.
Otra falacia derribada por la experiencia histórica es que las diferentes expresiones políticas desaparecen o se unifican en una sola al avanzar hacia una sociedad sin clases, por lo cual sería superable e innecesario el pluralismo político.No hay seres humanos trasparentes, no hay una relación directa, única y mecánica entre la infra y la superestructura. Al contrario podemos suponer una mayor amplitud y diversidad a medida que se amplían los horizontes y se superan las restricciones de la necesidad. En rigor, esta visión que desconfía del pluralismo y plantea como meta deseable llegar a una sola expresión política, ha sido la justificación ideológica de las burocracias autoritarias que devienen al final una nueva clase explotadora.
Y otra falacia que de vez en cuando reaparece es que la democracia definida por los elementos anteriores, es sólo para nosotros o para los europeos. Que pueblos situados en otras latitudes no pueden sustituir a sus gobernantes o no pueden expresar sus opciones políticas. Una suerte de justificación que se acerca al racismo aristocratizante, disfrazada de relativismo cultural. La utopía socialista es la democracia, la radicalización de la democracia. Radicalizar los planteos de Trotsky de Lenin no es afirmar dos revoluciones separadas, democrática y socialista, sino una revolución democrática que al profundizarse y extenderse nos conduce al socialismo. Esto supone un largo tránsito, que nunca concluye y descarta llegar como dijimos a una sociedad o a un ser humano trasparente, sin contradicciones y conflictos.Es una utopía ambiciosa, a la vez que abierta y en tanto proceso, supone utopías más realistas, más cercanas a nuestro presente, que son a su vez mojones en ese trayecto siempre abierto e inconcluso. Así, la utopía se encarna en lo que Wallerstein llamaba utopística: partiendo de la realidad, avanzar experimentando caminos y diseños posibles.
Ejemplos pueden ser entre otros, la programación democrática, en un régimen de economía mixta, de fuerte peso orientador del estado y progresiva difusión de las empresas auto gestionadas.
El desarrollo tecnológico y de las fuerzas productivas, respetuoso del medio ambiente, del empleo y de las opciones ético políticas de los ciudadanos. La reducción progresiva de las desigualdades, en la dirección de la renta básica universal y las propuestas de Atkinson y Bregman.
La difusión de un nuevo consenso cultural acerca de las bases de la vida social. La igualdad de género, el respeto a la diversidad y la superación del modelo patriarcal.
Todo esto es en su horizonte incompatible con el capitalismo. Se trata de superarlo no desde un sólo centro autoritario y concentrador de todos los poderes, sino horadándolo desde arriba y desde abajo, en una suerte de reformismo revolucionario, que prioriza a la política sobre la economía, la democracia sobre el mercado y la ley sobre el contrato.
- V) El partido y la lucha política.
Los aportes que dejan la revolución rusa y la obra de Lenin en este punto en particular, mantienen su vigencia como enseñanzas, si tenemos en cuenta dos aspectos.
Muchas veces tienen carácter coyuntural referido a situaciones concretas y particulares. Por otra parte, las elaboraciones han continuado y el marxismo no ha quedado coagulado en la interpretación que Stalin hizo de Lenin.
Un partido organizado y militante mantiene su necesidad para la lucha política. Se trata de preservar su democracia interna, su contacto y apertura a la sociedad y la combinación de formas centralizadas y descentralizadas en su organización y dinámica.
Dos anotaciones a este respecto. El primer estudio sobre la deformación burocrática de los partidos marxistas es un poco anterior a la revolución rusa.
Michels publicó Los partidos políticos, cuyo subtítulo es “un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas de la democracia moderna”, a propósito de la socialdemocracia alemana en 1915. La segunda, es notable como algunos partidos han modificado notablemente las pautas organizativas del centralismo democrático incorporando elementos federalistas y descentralizadores y sin embargo mantienen la referencia al significante complejo y no a su significado.
En temas tales como las formas de lucha o los factores para el análisis de una situación revolucionaria, muy presente en los debates ideológicos en nuestro medio en los 70, el pensamiento de Lenin es una fuente a tener en cuenta, junto con otros, para una teoría política marxista.
- VI) La cuestión nacional
La teoría marxista clásica la había vinculado con la burguesía y el capitalismo. Lenin había agregado que las tareas nacionales inconclusas que la burguesía no había cumplido, las debe acometer el proletariado. Stalin (El marxismo y la cuestión nacional,1913) completa la concepción agregando el contenido cultural a la comunidad de territorio, económica e idiomática.
Aquí también recoger estos aportes no debe implicar negar otros anteriores o posteriores.
En nuestro medio, Trías recoge los aportes de Lenin y de Stalin y avanza más que los anteriores al postular que la nación es un componente más del socialismo y un proyecto a largo plazo del mismo.
En los países dependientes, son los sectores subalternos los únicos interesados en construir la nación. No le interesa esta tarea a la burguesía aliada a los poderes extranjeros.
En una línea que tiene antecedentes en el marxista judío Ber Borojov, en Otto Bauer el gran teórico de la socialdemocracia austríaca (1907) y que pasa también por Mariátegui y Gramsci, la clase trabajadora y sus aliados deben realizar la nación, integrando a las masas populares en la comunidad de cultura.
La dominación clasista pone límites a esa integración: hay una discrepancia entre la idea y la realidad de la nación. Integrar a las masas populares, hasta aquí marginadas, a la vida económica, política y cultural es hacer realidad a la nación.
La defensa de las particularidades nacionales, el rechazo a los partidos o estado guías, la principalidad otorgada a la lucha de la periferia contra el imperialismo, en Trias van a confluir en reivindicar la independencia frente a la URSS.
Tanto Stalin como Lenin plantean el derecho a la autodeterminación, salvo que no sea favorable al proletariado .Y aquí se plantea un problema, al igual que cuando se contrapone democracia política a interés de clase. ¿Quién decide cuándo es o no favorable al proletariado? ¿Cuál es el actor que por petición de principio se arroga esa representación? ¿Se decide en el centro de un estado con partido único? ¿O lo decide cada nacionalidad?
Temas que se plantearon con fuerza en 1956 y en 1968 a propósito de Hungría y Checoslovaquia.
¿Se puede fraccionar las naciones en diferentes clases y reconocerles sólo a los trabajadores el ejercicio de ese derecho colectivo? Siguiendo estas preguntas, la cuestión nacional se reencuentra con la cuestión democrática.
VII) El imperialismo
Los aportes de los pensadores que a comienzos del siglo pasado le dieron al término imperialismo el sentido de una fase del capitalismo deben ser tenidos en cuenta como el piso para la elaboración de un saber acumulativo y aquí también, ante la cantidad de cambios que a ese nivel vio el siglo trascurrido, no pueden constituirse nunca en un dogma coagulado y definitivo. Por ejemplo el desarrollo capitalista se dio en países de la periferia e incluso en formaciones que intentaron la construcción del socialismo como Rusia y con sus peculiaridades también en China. Dentro de la teoría marxista, otros aportes deben ser tenidos en cuenta.
Robert Cox (1983) ha aplicado los conceptos gramscianos de hegemonía a las relaciones internacionales para explicar el actual fenómeno del imperialismo. David Harvey en El nuevo imperialismo (2003), retoma a Rosa Luxemburgo, que en La acumulación del capital (1913), afirmó que el capitalismo iba a desarrollarse hasta alcanzar la última frontera del planeta. Harvey, plantea lo que él llama solución espacial la cual junto con la acumulación por desposesión (privatizaciones, reestructuraciones de las sociedades, guerras y reconstrucciones posteriores),marcan la expansión y la dinámica mundial del imperialismo, que no se limita así a actuar subordinando a las clásicas periferias.
Leo Panitch (2004), critica a la teoría marxista clásica del imperialismo por haber sobrestimado lo económico y subestimar lo político. La globalización ha disuelto la coherencia de las burguesías nacionales y creado una clase dominante trasnacional.
En la realidad actual surgen varias cuestiones: ¿el imperialismo es uno sólo? En ese caso, ¿se trata del imperialismo norteamericano o del imperialismo global? ¿O por el contrario son varios los imperialismos? y en ese caso, ¿igual se podría hablar de un imperialismo global que los abarca o enmarca?
En la perspectiva marxista, podría hablarse del imperialismo en singular, si nos ubicamos a nivel del modo de producción capitalista en su conjunto actuando a escala mundial y también podría hablarse de múltiples imperialismos, y de la competencia y lucha entre ellos, como rasgo justamente de la época que define el fenómeno imperialista. Hay autores que plantean que a partir de la tercera revolución industrial y del fuerte empuje de la globalización de los 80 y 90, el capitalismo habría entrado en una tercera fase, o una segunda fase del imperialismo. Es lo que nosotros describimos como hegemonía del capital financiero trasnacional, cuyo resultado es la crisis civilizatoria actual que abarca a todo el planeta.
Asumir la globalización del capitalismo como fenómeno incuestionable -por encima de países y de fronteras– no nos lleva al extremo, como lo hacían Hardt y Negri en su obra “Imperio” (2002), de negar el papel de los centros de poder nacionales que se disputan la hegemonía mundial. El planteo de estos autores recuerda el super imperialismo de Kautsky, lo que no parece compartible en un escenario actual de competencia interimperialista, que recuerda a la que precedió a la primera guerra mundial. Y ahí entran en juego -por lo menos- los imperialismos de EEUU, de Rusia y de China.
En el mundo unipolar de la década de los 90, era indiscutible la hegemonía del imperialismo de los EEUU, contestada en el multipolarismo de los años más recientes. En una realidad fuertemente dinámica, asistimos hoy a procesos de reestructuración del capitalismo que podrían llevar a una rehegemonizacion por parte de los EEUU, o a ser superado en la competencia global.
Realidad al mismo tiempo compleja, donde coexiste la pugna interimperialista y la acción global del capital trasnacional, lo cual se refleja en la peculiar relación de interdependencia y competencia de EEUU con China.
Las contradicciones pueden darse a múltiples niveles, entre las potencias imperialistas (que a su vez representan y condensan poder económico, político y simbólico) y su vez entre cada una de ellas con el capital trasnacional. Por ejemplo algunas de las líneas que representa Trump y que le permitieron triunfar ,van en esa última dirección. ¿Cómo nos paramos ante esa realidad? Muy brevemente, afirmando la soberanía nacional, buscando la integración regional, apostando al multipolarismo y al derecho internacional, enfrentando y denunciando a todos los imperialismos.
Un mundo equilibrado, con múltiples centros de poder, es preferible a un mundo unipolar, cualquiera sea el polo. Una estrategia posible, como camino hacia un socialismo planetario, es regular democráticamente el mundo gobernado por los mercados y el capital trasnacional.
Acá tienen cabida las teorizaciones de Robert Cox ya mencionadas sobre la construcción de una nueva hegemonía a nivel mundial y las de David Held de forjar una gobernanza mundial democrática para globalizar la democracia.
VIII) La fundamentación del socialismo
La caída de la URSS dejó como secuela la caída de la convicción del avance inexorable de la humanidad hacia metas históricas predeterminadas. Nada nos asegura el avance de la humanidad hacia el socialismo. En todo caso podemos pensar que el futuro de la humanidad requiere de soluciones racionales, democráticas, solidarias, cuya lógica no sea la tasa de ganancia de los capitalistas sino el bienestar de los seres humanos y el ejercicio pleno de sus derechos. Soluciones que se siguen llamando socialismo.
Y que la lógica del capitalismo nos lleva al caos medioambiental, al agravamiento de las contradicciones universales, al aumento de la miseria, a no solucionar las asimetrías mundiales, al hambre y la pobreza. Y entonces la contradicción no es socialismo o capitalismo sino socialismo o barbarie. Y ante la misma, al socialismo no lo fundamentamos en una historia predeterminada sino en opciones éticas, valorativas y políticas.
La revalorización de la dimensión ética al debate político, también ha sido un eco actual de todo lo anterior. Esto no niega el valor del análisis racional y científico de los procesos históricos y sociales, para lo cual el marxismo sigue siendo el marco referencial más amplio y abarcativo, no como una cosmovisión omniabarcativa que da respuesta a todos los problemas sino integrado al aporte de otros saberes y disciplinas. No renunciamos como preconizaba el posmodernismo a un saber más abarcativo, en todo caso, el mismo no está predeterminado, es fruto de la práctica interdisciplinaria.
La caída de la URSS marca también el fracaso del marxismo-leninismo, entendiendo como significado de este doble significante el que vimos más arriba. Si la existencia de la URSS era la prueba de la validez de esa concepción, como decían los partidarios de la misma, tenemos que aceptar que la prueba de la experiencia y de la historia es irrefutable.
Claro que sabemos, como Lacan nos enseña, que los significantes centrales del discurso pueden generar efectos por sí mismos, con independencia de su significado, lo cual nos va a hacer volver más adelante a este punto.
La URSS fue una formación poscapitalista. Su tránsito al socialismo quedó trabada por sus contradicciones, de las cuales la más importante era el autoritarismo que ahogaba a la par a la democracia y a las fuerzas productivas. No pudo sobrevivir a la globalización y a la tercera revolución industrial, a la vez su caída amplió a la propia globalización.
Estos mismos procesos también llevaron al fracaso de las experiencias nacional-populares en el tercer mundo.
Tampoco se llegó al socialismo por la vía democrática, más allá de que podamos valorar a las experiencias escandinavas como la más aproximada conjunción de libertad e igualdad en la historia.
El autoritarismo -que ahogó al socialismo- se justificó en la amenaza contrarrevolucionaria. ¿Será posible en democracia enfrentar siempre esa amenaza?
Si al socialismo no se llegó por ninguna vía y si además el mismo requiere del socialismo a nivel internacional la pregunta de si el mismo es posible. No sabemos. Pero la pregunta más necesaria –porque se le va la vida a la humanidad en el intento- es qué podamos hacer para que sea posible.
Lo primero es nombrarlo. No hay sentidos para la acción política con la mera apelación a la gestión y sin el proyecto y la utopía.
Y como decía Walter Benjamín no hay realización del deseo sin una expresión figurativa del mismo.
IX)Monismo y pluralismo
La experiencia soviética nos lleva también a descartar un modelo que elimina el mercado y apuesta solamente a la planificación y a la propiedad estatal. Esto no revaloriza al libre mercado capitalista sino a un mercado bajo la programación democrática junto al desarrollo de empresas auto gestionadas con fuerte presencia del estado en áreas centrales y estratégicas de la economía.
Tampoco a la desaparición de la autonomía de la sociedad civil, como se daba en el socialismo real, la pretensión de una sociedad trasparente que descartamos.
La sociedad burguesa separó sociedad política de sociedad civil, creando en la primera, como señaló Marx en La cuestión judía, la ficción de ciudadanos libres e iguales .Esto ocultaba las desigualdades e intereses en la sociedad civil, el mundo de la economía y de la vida cotidiana.
El socialismo democrático debe articular y democratizar en un proceso permanente ambas esferas, la sociedad civil y la sociedad política. Esto supone una sociedad pluralista con múltiples centros de poder, el desarrollo de la descentralización, la autogestión y los poderes locales. Pluralismo de partidos, pluralismo de poderes en el proceso al socialismo.
Una temática que estuvo siempre en el pensamiento socialista, en los consejistas de la década del 20,en Pannekoek, en los autogestionarios, antes en el socialismo belga y más atrás en Proudhon.
Pluralismo y diversidad de opciones, no sólo sexuales, sino en el sentido más amplio del término.
El socialismo real encarnaba una concepción monista y centralizadora. Un poder centralizado, un partido, el interés de clase, un punto de referencia único siempre para plantarse ante cada problema. Lenin, estigmatizando con descalificaciones morales a sus ocasionales oponentes, Más atrás el jacobinismo y la ley Le Chapelier de 1791.
Claro que las opciones no son blancas o negras. No renunciamos a la herencia jacobina o rousseauniana, queremos articular libertad e igualdad, la igual libertad para todos.
El eje también puede ser epistemológico.
El reduccionismo, la causalidad única y lineal, opuesta a un marxismo que integra al pensamiento complejo de Morin, a la causalidad recursiva, a lo “desigual y combinado”.
Este debate también puede ser un eco hoy del colapso de la URSS.
- X) Las dificultades para procesar la caída del socialismo real.
El socialismo real representaba el paradigma ideológico más extendido en la izquierda mundial, lleno de certezas, coherente, compacto, omniabarcativo, con supuestas respuestas para todas las cuestiones. Su caída dejó un gran vacío en el lugar de la utopía y del proyecto y esto fue agravado por varias razones.
Hubo que enfrentar inmediatamente la ofensiva ideológica del neoliberalismo y eso hizo pasar a segundo plano la critica a fondo del socialismo real, asumir plenamente su fracaso y las causas del mismo, todo esto imprescindible para seguir avanzando y reconstruyendo el proyecto y la utopía.
Por otra parte, el socialismo democrático, tampoco puedo elaborar una alternativa al mundo de la globalización neoliberal.
Razones más profundas para diferir este duelo pueden tener que ver con la identidad de personas y organizaciones. La misma, se construye en base a identificaciones con elementos centrales de una propuesta política: los valores, la ideología, os líderes, las tradiciones.
Como enseña Freud, cada uno de los participantes coloca esos elementos en el lugar de su ideal y al compartir todos los mismos ideales se forjan las identidades colectivas.
Asumir la pérdida de esos elementos idealizados que comportan la identidad supone conflicto y sufrimiento individual y colectivo.
Una película de Ettore Scola de 1993,”Mario, María y Mario” mostraba estas dificultades a nivel de militantes concretos.
En nuestro medio, el tema tampoco ha sido asumido a cabalidad más allá de discusiones a principios de los 90, de las cuales algunas están compiladas en un volumen colectivo editado por Fesur en 1991.
La siguiente cita de Gramsci, puede darnos alguna otra pista:
”El elemento determinista, fatalista, mecanicista, ha sido el“aroma” ideológico inmediato de la filosofía de la praxis, una forma de religión y de excitante(pero a la manera de estupefacientes)…Cuando no se tiene la iniciativa de la lucha y cuando la lucha termina por identificarse con una serie de derrotas, el determinismo mecánico llega a ser una formidable fuerza de resistencia moral, de cohesión, de perseverancia …” (citado por Althusser, La revolución teórica de Marx, pág. 85)
Una suerte de cultura política se forjó a este respecto. La idealización de lo propio, el colocar todo lo malo afuera, el atribuir las fallas a la acción del enemigo, nunca a los errores propios, la desconfianza a lo externo, son todos aspectos que dificultan el duelo. Este puede asumirse en lo manifiesto, pero pueden persistir reprimidos los elementos idealizados del pasado, los cuales podrían reaparecer en momentos de crisis o inseguridad.
Mi tesis es que son muchos más los que consciente o inconscientemente se identifican con la cultura política que recién esbozamos, que aquellos que asumen en forma explícita el marxismo-leninismo. Y que esta es una de las causas que dificultan asumir la caída y el duelo por el socialismo real.
Un discurso sostiene esta cultura política. Empleo el término discurso en el sentido de Lacan en el Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, o sea el especial lazo social que se da entre los hablantes y el poder y la verdad.
Antes vamos a volver a la afirmación de Perry Anderson a propósito de la cancelación del debate de ideas en la URSS después de la muerte de Lenin.
La ideología pasa a ser ritual, deja de estar referida a la realidad, su función es justificar el régimen y sus políticas. Por ejemplo a mediados de los 80 todavía la URSS se autodefinía como una sociedad que había completado la construcción socialista y estaba a la puertas del comunismo.
En ese marco se da lo que Frederic Jameson en Las ideologías de la teoría dice a propósito de la pérdida del valor de referencia del símbolo. Se produce una regresión de lo simbólico a lo imaginario, y el discurso y sus significantes -marxismo, leninismo, centralismo democrático, etc.- pierden su función de poder simbolizar la realidad y sólo esconden los deseos de los hablantes.
Hay una sola fuente del poder, del saber y de la verdad: el titular y emisor de ese discurso. Lacan dice que es singular ver como de una doctrina que instauró Marx en torno a la lucha de clases haya surgido un discurso que coloca el todo-saber en un lugar que lejos de esclarecer, hace todavía más opaco e imposibilita lo que está en juego, a saber, la aparición en el movimiento histórico, como tal vez esperábamos, de lo que constituye la verdad.
- XI) Conclusiones
Más allá de todas estas discusiones y desde una postura que reivindica el método marxista y el ideal socialista y a la distancia de 100 años de la revolución de Octubre, el gran logro de esta experiencia fue el de haber sido realmente existente y haber colocado la alternativa de la construcción de una sociedad socialista, la promesa de una sociedad superior, en el orden del día de la humanidad. Más allá de su caída, que pone de manifiesto sus falencias, el autoritarismo y la falta de arraigo en la masas, se destacan en sus logros el haber derrotado al nazi fascismo, haber construido desde el atraso una gran potencia, posibilitar el acceso a la cultura y a las necesidades básicas de millones de seres humanos, haber equilibrado al imperialismo occidental y haber ayudado y alentado procesos anticoloniales.
Tuvo dos resultados inesperados. Preparó el posterior y actual desarrollo capitalista de Rusia y China y obligó al capitalismo en la competencia de los sistemas a asumir elementos de la planificación y del estado de bienestar. Su colapso fue seguido por la ofensiva neoliberal y sucesivas crisis de la economía mundial, lo cual no avala la tesis de Fukuyama de la victoria automática del capitalismo. Muchos de los factores contra los que se levantaron los rusos siguen presentes y eso, entre otros factores, hace que los 100 años de Octubre convoquen la atención y la imaginación a través del mundo. Visualizar qué elementos de ese pasado siguen vigentes para rechazar a la vez a los dogmas y la resignación escéptica ha sido el objetivo de esta ponencia.
Estimularnos a trazar los nuevos caminos y asumir los debates inconclusos es el mejor legado que nos deja la Revolución de Octubre. 100 años después no se detiene la lucha por el socialismo.
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