El pasado domingo 19, fue reenviado uno de los tantos mensajes que cruzan whatsapp de una parte a otra del mundo, con el pedido amable: “Hazlo circular, si no te molesta”, y un breve epígrafe como apostilla a Antonio Machado, que actúa como provocación: “Sin caminantes hay camino”. Lo que circuló el pasado domingo por las redes aparecía firmado por Vicente Lahera, catedrático de Fisiología del Departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.
La cadena, firmada por este reconocido catedrático, da cuenta del despido de 108 investigadores que trabajaban en cáncer, párkinson y alzhéimer, despedidos del Centro de Investigación Príncipe Felipe, en Valencia. A la denuncia de los despidos se le agregaba que el Centro de Investigación había “invertido” 3 millones de euros en un campeonato de golf, otros 15 en una inversión inmobiliaria en las torres de Calatrava, que, al final, no se construirían, y, por si fuera poco despilfarro, El Centro de Investigación había comprado en un precio simbólico la empresa Valmor Sport, dedicada a la Fórmula 1, haciéndose cargo de su deuda de 30 millones de euros.
Tratando de descubrir la verdad de este sinsentido se puede ver que los despidos habían sucedido en el año 2011, 6 años atrás, y que tras la reorganización, en la actualidad, el Centro cuenta con 133 funcionarios, de los que 106 son científicos. Vicente Lahera aclara que los datos eran ciertos pero que no había sido el autor de los mensajes que todos los años circulan cada vez que se aproxima la fecha mundial de Lucha Contra el Cáncer.
Este tipo de información, en la que se mezclan elementos aislados, algunos verídicos, otros de difícil comprobación, con nombres que dan apariencia de verosimilitud a la noticia, inunda las redes, y generan estados de opinión desalentadores. Se ha detectado que desde medio centenar de países sale a diario información de este tipo por vía de las redes sociales.
Cuando el 30 de octubre de 1938, Orson Welles, transmitió su “Guerra de los mundos” a través de la radio de la Columbia Broadcasting había advertido, al principio de la audición, que se trataba de la adaptación radial de la novela del mismo nombre de H.G.Welles. La advertencia volvió a ser reiterada a los 40 minutos, pero el caos se había apoderado de los Estados Unidos, donde alrededor de 12 millones de personas siguieron la transmisión, y otras tantas, simplemente, se hicieron presa del pánico. La audición de Orson Welles comenzaba con un supuesto baile en el hotel Meridian Plaza, interrumpido abruptamente para dar la noticia urgente de que se habían detectado numerosas explosiones en el planeta Marte. La información se interrumpió y la radio continuó transmitiendo el baile. Las noticias volvieron a interrumpir la música, a medida que las supuestas naves extraterrestres se acercaban a la Tierra. Aquella primera aclaración inicial de que se trataba de una obra de ficción simplemente no había sido oída ni tomada en cuenta por quienes la oyeron. Tampoco la que se reiteró a los 40 minutos. El caos y los daños fueron enormes.
El 12 de febrero de 1949, un fenómeno muy parecido se repitió en radio Quito, Ecuador, con una adaptación parecida a la de Orson Welles. Otra vez un locutor interrumpe una audición musical en vivo para dar la noticia de que un objeto volador inidentificado volaba sobre las islas Galápagos, a lo que más tarde se le agregó el descenso de un plato volador en los alrededores de Quito. La puesta en escena incluía audio en segundo plano con órdenes militares, a lo que supuestos periodistas, enviados a la zona del desembarco extraterrestre, distorsionaban sus voces hablando a través de una lata. El caos que esto causó fue acrecentado por noticias repicadas por uno y otro lado que anunciaban la presencia en cierta zona de un supuesto gas venenoso que había provocado numerosas muertes. La versión quiteña de “La guerra de los mundos” duró menos que la de Nueva York, unos 20 minutos hasta que el público se dio cuenta de la farsa y el control volvió a la ciudad, pero quedaba algo todavía por pasar. Una multitud furiosa se acercó al edificio El Comercio, donde funcionaba la radio y el diario de ese nombre, y comenzó a arrojar todo tipo de objetos contra el edificio. Las llamas se acrecentaron al tomar fuego el aceite de la imprenta, y todo el edificio comenzó a arder. Al descubrir que se trataba de una broma, la policía no actuó y tampoco los bomberos. En el incendio murieron 5 personas, y los daños no fueron cubiertos por la póliza del seguro.
La intervención de grupos más o menos organizados es notoria en internet, haciendo circular de forma continua noticias como las del Centro de Investigación Príncipe Felipe, de España. En es.gizmodo.com/50 hay una recopilación de las 50 imágenes falsas que se volvieron virales en 2016, desde una foto en la que se puede ver a Marilyn Monroe y James Dean juntos, en la terraza del hotel Ambassador de Nueva York, cuando Marilyn ya había muerto, hasta una supuesta Frida Kahlo sosteniendo un arma, en actitud guerrera, cuando, en realidad es un montaje fotográfico, de dudosa intención, creado a partir de una modelo en idéntica pose.
Una de las fotos que se viralizó este año fue la de un pequeño niño abrazando a su hermana menor, en actitud protectora. Esta foto fue retuiteada 6617 veces, y marcadas como favorita en 7345 ocasiones. Se la atribuyó a la guerra civil en Siria, también a conflictos en Birmania, y, últimamente, al terremoto de Nepal. En realidad, la foto había sido tomada por el fotógrafo vietnamita Na Son Nguyen, en 2007, durante una recorrida por la provincia de Ha Gang, en la pequeña aldea de Can Ty. Cuenta el fotógrafo que encontró a la niña llorando frente a una casa mientras sus padres trabajaban en el campo cercano. Según el fotógrafo, la niña parecía asustada de ver personas extrañas. Un niño se le acercó y la abrazó para tranquilizarla. Esa es la foto que luego se atribuyó al “Niño héroe de Siria”, o al desastre del terremoto de Nepal.
No se trata de una acción deliberada para causar un perjuicio a alguien sino la comodidad de hacer uso del trabajo intelectual de un profesional para cualquier propósito. Hay un debate moral respecto a las fuentes, no ya por la omisión de los derechos de autor sino porque tiene que ver con las pequeñas mentiras que pueden estar haciendo de la realidad un queso de inmensos agujeros.
Orson Welles monta una coartada legal al anunciar antes de que la música del baile en el hotel Mediterranean comenzase a sonar en la CBS, aclara que te trata de una dramatización, pero no deja de ser una treta legal. La música irrumpe como poco después irrumpe la noticia de las explosiones en el planeta Marte. Lo mismo sucede con la noticia de que fueron removidos los investigadores del Centro de Investigaciones Principe Felipe. La aclaración del catedrático Vicente Lahera, de la Complutense de Madrid, fue hecha, pero lo que había sucedido en Valencia seis años atrás no era la noticia de ese día. De estas pequeñas tretas está plagada la información, ahora potenciada por internet.
Las redes sociales se han vuelto un fenómeno de apariencia democrática, donde las grandes empresas periodísticas tienen poco que hacer. También las grandes empresas de la información tienen como cometido editorializar la visión de las élites, y eso no impide que conozcamos a través de ellas parte importante de los acontecimientos.
Ser David es lo que ha movido la lucha del chico contra el grande, esquivando en esa encrucijada ética a buena parte de la verdad; ayudando a fabricar algo parecido a la verdad, como conveniencia táctica. Ser una alternativa a ese enorme poder da poder, que también al chico tienta y seduce, y le permite vivir su momento heroico.
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