El lunes pasado fue el acto por el día de los trabajadores.
Nos resultó muy parecido a una misa, pagana, pero misa al fin.
Aclaremos que la participación no fue la de una celebración tipo la
de San Cono, sino más bien una procesión de parroquia de barrio.
Está claro que el fin de semana largo y el clima influyeron, pero…
Analicemos la organización de la ceremonia cuasi religiosa.
En el estrado estaban sentados los “cardenales” del proletariado.
En la platea en inmaculadas sillas blancas: obispos y embajadores.
Y más atrás de pie nomas, el bajo clero, monaguillos y feligreses.
Los oradores y sus discursos son un capítulo aparte para examinar.
Como siempre estuvo el infaltable “Nuncio” caribeño de la Central
de Trabajadores Cubanos que dio el mensaje del apóstol Raúl.
Luego vino una monja vareliana que hizo hincapié en el próximo
advenimiento del Espíritu Santo del 6% para obtener la salvación.
A continuación subió al púlpito una miembro de la orden de los
Panes y Vinos Populares (PVP) con una fogosa arenga sobre
ángeles y demonios digna de una verdadera Novicia Rebelde.
Y por último un sumo sacerdote practicó un exorcismo masivo
al grito de: ¡Fuera Satán de América Latina! ¡Fuera!, ¡Fuera!
Bueno, dejando ironías de lado, el acto del Pit Cnt fue pobre.
Y no estamos hablando de cantidad de gente sino de mensajes.
Tan pobre fue que nos hizo extrañar aquellas viejas declaratorias.
La central sindical es un protagonista demasiado importante en la
vida nacional para dejar pasar esta oportunidad de marcar rumbos.
Si se repiten viejas consignas es bravo provocar nuevos ímpetus.
¿No tiene nuestro movimiento obrero propuestas innovadoras?
¿No se propone atraer a las nuevas generaciones de laburantes?
¿No es imprescindible explicar la importancia de la sindicalización
para que se logren más derechos y mejores trabajos para todos?
Cuando el pensamiento de cambios profundos en el país está tan
venido a menos, ¿no es tarea del PIT-CNT ser un catalizador?
Urge una autocrítica del movimiento sindical, porque hay muchas
fallas y la credibilidad es fundamental para mantener la unidad.
Y sobre todo, aflojen con las misas, Uruguay es laico por excelencia
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