Algunos hechos ocurridos en estos días llaman a la reflexión.
Diversos temas de diferentes áreas generaron acción y reacción.
El conflicto de los funcionarios de Ancap por su servicio médico,
el famoso horno sin uso de ochenta palos verdes y los cuarenta
imprescindibles jardineros de la petrolera estatal son algunos.
El cuestionamiento al novel director de limpieza de la Intendencia
de Montevideo por sus subordinados y el reclamo tuitero del Fata
Delgado por actuar en el Teatro Solís y la respuestas inmediatas de
las jerarquías frente a estas dos situaciones, muestran actitudes.
La unánime aprobación del proyecto de ley sobre femicidio y la
inmediata explicación de connotadas feministas de que no es
solución, sino que es un mensaje a la sociedad, es otra prueba.
La sesión de la Junta Departamental para cambiar el nombre de la
Defensoría del Vecino por otro más inclusivo, es el premio mayor.
¿Dónde están yendo nuestros dirigentes políticos?
¿Aceptan mantener privilegios de las corporaciones sindicales?
¿Van a transar con cualquier reivindicación para evitar conflictos?
¿Votaran todas las reivindicaciones para no enfrentar lobbies?
¿Se someterán a presiones publicadas por las redes sociales?
En política muchas veces para defender el interés general hay que
saber decir que no y pagar el precio que conlleve esa negativa.
Gobernar es convencer pero también gobernar es decidir.
Y cualquier decisión va a dejar a alguien descontento, porque toca
intereses y no se puede quedar bien con dios y con el diablo.
No es sano gobernar para la tribuna aunque reditúe electoralmente.
Nuestros políticos citan mucho a Churchill y aquella famosa frase:
“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar
en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”
Sería bueno que lo practiquen para no caer en simple demagogia