Parto de dos premisas: “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente”. Marc Bloch, “Introducción a la historia”; “El ser social es lo que determina la conciencia”. Carlos Marx, “Prólogo a la crítica de la economía política”. O sea, según cómo se vive, se piensa.
Me baso en la experiencia militante en el Partido Socialista (1954 a 1965), el Movimiento de Unificación Socialista Proletario (1965 a 1968) y principalmente en el Movimiento Marxista y sus antecedentes (1968 a 1975). Después de la amnistía (1985) participé en diversas organizaciones políticas, dentro de las cuales destaco la de Tendencia Marxista-Corriente de Izquierda en los 90. Y de militante estudiantil (en el liceo Zorrilla, en Preparatorios, y en el Instituto de Profesores Artigas) y docente en la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria.
El 2020 ha sido un año de ofensiva de derecha, de “neo fascismo” según diversos autores. De allí que para vencerlo es imperioso conocer el pasado de las últimas décadas del siglo XX, de avance del fascismo dependiente, régimen que reorganizó el bloque burgués dominante en beneficio del capital financiero, intentó destruir la organización de las clases explotadas y aún más, des ideologizarlas de contenido clasista. Aquel fascismo dependiente y este “neo fascismo” no son iguales, pero representan a intereses comunes.
Pacheco, Bordaberry y la dictadura fascista
Al fallecer el Presidente Gral. Oscar Gestido, le sucede Jorge Pacheco Areco (6 de diciembre de 1967). Las Medidas Prontas de Seguridad son una constante de su gobierno, decretadas para arrestar, torturar y asesinar a centenares de opositores. Gobierno que decía defender “la democracia” y “nuestro estilo de vida”, que en la práctica sustituyó la democracia liberal del batllismo por una dictadura represiva apenas encubierta por un parlamento dócil y complaciente. Y tras “el abuso” (fuga de más de cien tupamaros de la cárcel de Punta Carretas) encargó la represión a las FF.AA. La tregua preelectoral decretada por el MLN en su accionar armado la demoró.
La oligarquía impuso esa dictadura represiva en un proceso que requirió acostumbrar a las masas y a la reestructura de su aparato policíaco-militar para aplastar toda resistencia. Proceso contradictorio del que formaron parte las elecciones de 1971, que intentaron devolver la “imagen liberal” al régimen, sin lograrlo en tanto el Directorio del Partido Nacional las calificó como el “fraude del siglo”, denunciando que hubo más votos que votantes, ya que se le otorgaron al Partido Colorado 35.000 votos extras, quebrándose la tradición respetuosa del sufragio. La maniobra otorgó la victoria al perdedor Juan María Bordaberry, sucesor de Pacheco, frente a quien fuera ganador, Ferreira Aldunate. En dichas elecciones se aplicó por primera vez la obligatoriedad del voto y estuvieron plagadas de violencias derechistas.
El gobierno de Bordaberry sustituyó las “medidas de seguridad” por el “estado de guerra”, y profundizó la represión, al punto que la prensa internacional lo comparó con las más bárbaras dictaduras fascistas, como la de Brasil. Los instructores provinieron de la CIA y del DOPS (Departamento de Orden Político Social), se formaron Escuadrones de la Muerte, que combinaron su accionar con el aparato policial y militar. Pero si bien la tendencia del régimen fue hacia el fascismo dependiente hubo capas de la oligarquía y sus agentes políticos -como Ferreira Aldunate- que no admitieron ese fascismo y hablaron del “decaimiento del poder civil”, temiendo lo que ocurrió, que el régimen se volviese también contra ellos.
La guerra se declaró contra la “subversión”, y se dirigió principalmente contra el Movimiento de Liberación Nacional (MLN- Tupamaros) por ser la organización más fuerte y porque su enfrentamiento armado y búsqueda de tomar el poder, lo convirtieron en el principal enemigo inmediato. Sin embargo, muchos secuestrados, torturados, asesinados, desaparecidos, no pertenecieron al MLN. Por ende, vale analizar mejor cuáles son las causas de esa guerra.
Las causas de la guerra del gobierno de Bordaberry
Esas causas residen en el antagonismo de las clases sociales que ya no se puede mantener en el marco del parlamentarismo, del diálogo y de la “paz social”.
Los países dependientes, deformados por el imperialismo, han pagado con pobreza y miseria las super ganancias de los grandes monopolios extranjeros. La oligarquía dominante (latifundistas, grandes industriales, banqueros y comerciantes) jamás intentó un desarrollo capitalista independiente. Así, pasadas las condiciones favorables de posguerra, Uruguay -como otros países dependientes- o rompía con el imperialismo o se doblegaba y aumentaba la dependencia. Y su oligarquía para no perder su poder por completo, se mantuvo como socia menor del imperialismo, que redobló la dependencia del comercio exterior, invirtió sus capitales en bancos, tierras e industrias y aumentó el endeudamiento externo por vía del FMI, BID, etc. De ese modo, el programa de la oligarquía consistió en aumentar sus ganancias y las de los monopolios imperialistas, mediante la super explotación de los trabajadores y la expropiación de grandes sectores de capas medias de la ciudad y del campo. Pero en tanto la oligarquía sabía que esa política empujaría a los perjudicados a la lucha y al enfrentamiento, sustituyó el diálogo por el garrote y la tortura. Y tendió a la desaparición de la división de los tres poderes clásicos del estado burgués liberal, manteniendo un parlamento y una justicia que se convirtieron en fantoches del Ejecutivo y de las Fuerzas Armadas.
Así, los intereses de la oligarquía opuestos al interés general del pueblo, condujeron a la guerra y a la fascistización. Guerra que tiene -tal como fue prevista por escasos militantes y organizaciones políticas- sus marchas y contramarchas hasta que las clases populares se apoderen del poder, iniciando una fase de transición, nacional y popular, primera fase de la revolución socialista.
Del “gran acuerdo nacional” a la supuesta pacificación
Bordaberry recogió la política de Pacheco, que significó la redistribución de la riqueza en beneficio de la oligarquía. Su primera medida, la devaluación del peso, seguida de dos
“minidevaluaciones”, fueron síntomas de la inflación galopante, en medio del estancamiento de la producción, de la carestía general, del desabastecimiento de artículos de primera necesidad, tanto para la industria como para el consumo popular. El aumento del 20% de los salarios privados y las míseras promesas presupuestales a los estatales, fueron bofetadas a los trabajadores.
Y como no pudo hacer ninguna concesión económica ni frenar el malestar general, incluso entre sus propias filas (Cámara de Industria, Comercio, etc.), inicialmente procuró desviar la atención diciéndose amenazado por un “golpe a la brasileña” o con las “presiones militares”, al tiempo que procuró unificar al bloque burgués dominante contra la “subversión”. Finalmente, la reaparición del accionar armado del MLN el 14 de abril de 1972- de ejecuciones de connotados fascistas en respuesta a torturas padecidas por sus militantes- le permitió a Bordaberry, declarar la “Guerra Interna” y vencer en tres meses. Además, intentar el “Acuerdo Nacional” de las tendencias burguesas, apuntando contra los sindicatos, la enseñanza, las organizaciones y partidos populares.
Las “amenazas” esgrimidas por el gobierno surtieron efecto en todas las fuerzas burguesas y también en el Frente Amplio, quienes intentaron colaborar si el gobierno admitía pequeñas reformas, como las propuestas por Ferreira. El F.A. llegó a pedir que no hubiera “terceros excluidos”, que el país necesitaba del esfuerzo común. ¡Como si peones y latifundistas, trabajadores y monopolistas pudieran estar unidos! En suma, pronto se diferenciaron una “oposición” que sirvió a la contrarrevolución y un abanico de posiciones revolucionarias. Pero el gran “Acuerdo Nacional” pronto se dejó de lado. Los fascistas no estaban dispuestos ni siquiera a desmantelar el Escuadrón de la Muerte. Y ganaron tiempo para avanzar en su camino.
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