Han transcurrido 19 días desde que asumió el nuevo gobierno. Apenas unos pocos días de los 1806 que tiene por delante el actual Presidente hasta el día que tenga que entregar el cargo a su sucesor. Aquella imagen de la que los uruguayos nos enorgullecimos: Vázquez y Lacalle Pou bajando por la escalera del mausoleo tomados del brazo, puede ser de los tantos mitos que han marcado, como mojones, la hipocresía nacional.
La historia de los partidos políticos uruguayos tiene que ver con tres cuartas partes de un siglo de enfrentamientos armados, con la discordia y la hipocresía de buenos vecinos, que durante la mayor parte de su vida transcurren –transcurrimos- sin poder tolerar las diferencias. La política partidaria ocupa un espacio desmesurado en nuestra vida personal y social. Por un tiempo muy breve pareció que esa patología desaparecería con el regreso de la democracia. Silvio Rodríguez y Pablo Milanés cantando en la Intendencia de Montevideo, la noche en que festejamos el 1ro de marzo de 1985. 24 años después el panorama no puede ser más desolador, del punto de vista social y hasta institucional.
El pasado lunes 16, en un programa periodístico televisivo, estaban presentes: Mario Bergara, José Bayardi, y el flamante senador Sergio Botana, que parecía haberse bajado de la diligencia para acudir al programa. Para decir poco: se lo comieron en dos panes, con el reincidente latiguillo de la suba de impuestos. Botana no parecía tener voz, no llegaba al micrófono que tenía prendido de la solapa. A 16 días de haber asumido el gobierno, la actual oposición parece haber descubierto la cáscara de banana perfecta. Si doña Maruja suma los meses desde el último ajuste de salarios, le va a dar 12 meses, a partir del cual se había fijado el anterior aumento de tarifas públicas. Pero el Dr. Vázquez, por más agarrado del brazo que fuera del actual Presidente, se negó a subirlas en diciembre, como era habitual. En consecuencia, la suma de las tarifas públicas de OSE, UTE y ANTEL, aumentaron, a los 15 meses, un 10.33% de promedio. Doña Maruja vuelve a tomar el lápiz y anota un dato que escuchó esa tarde en la radio, cuya fuente es el Instituto Nacional de Estadísticas, divulgado por la Presidencia de la República: La inflación acumulada de los últimos 15 meses, coincidente con el período en que las tarifas se mantuvieron planchadas fue 13.10%. La maestra jubilada restó y le dio una diferencia 2.77%, a favor de la inflación. Es decir, los precios de las empresas estatales que el gobierno saliente no quiso ajustar estaban por debajo de lo que los ciudadanos, realmente, tienen que pagar por vía de la inflación. ¿Dónde está el aumento de los impuestos? Doña Maruja lo comentó en el almacén, tapabocas mediante, pero el bolichero se encogió de hombros. “¿Y qué va a hacer doña Maruja?, no oyó lo que dijo Lucía: ‘Estos próximos 5 años van a ser palo y palo’, póngale la firma, mire que ella, todos los días, toma mate con el patrón, si sabrá”.
También, en estos 19 días, se empezaron a acumular las denuncias contra la Policía. Lo del tipo de los machetes en la plaza de San José, lo del empleado municipal en ruta 5, que lo balearon en una pierna, que nunca sucedió, y otras tantas denuncias de malos tratos. Cuando el semanario salga a la calle habrán pasado apenas 19 días. La Policía salió a hacer lo que Bonomi no quiso hacer en 10 años. En el 2005, cuando el Frente Amplio recibió el gobierno, había 5.6 homicidios cada 100 mil habitantes, según la página del Ministerio del Interior. El crimen comenzó a crecer, nunca volvimos a aquella cifra, y la última medición, en 2018, indica que se produjeron 11.8 crímenes cada 100 mil habitantes. Eso quiere decir que en 2018 sólo había 3 países en peores condiciones que el nuestro: Brasil y Colombia (ambos, reduciendo la criminalidad), y Venezuela, que sólo crece en su tasa delictiva. De estar entre los 4 países de la región mejor calificados pasamos a estar entre los 4 peores de América Latina. Pero ese dato es viejo. Lo no oficial es que ya estamos en 2do. lugar, sólo superados por Venezuela. Ese es el panorama con que se tiene que enfrentar la población día tras día, y es, seguramente, lo que le hizo perder la elección al Frente Amplio.
En un país civilizado, y teniendo en cuenta la peligrosísima coyuntura que estamos atravesando, Bergara y Bayardi tienen la escasa sensibilidad de agrandar el impacto que va a tener ese 2% de descuento que se les quita a las tarjetas de débito, y al 4% a las de crédito que de 9% pasarán al 5% cuando se utilicen en restaurantes. En todo caso, la violación de una promesa electoral en materia de impuestos, pudiera llegar a ser censurable, y también discutible, porque, así como el gobierno retira un beneficio para estimular la actividad gastronómica, también ha anunciado que mantendrá el actual precio del gasoil, con el fin de estimular la actividad agropecuaria, el verdadero motor del país.
A 19 días de haber asumido el gobierno parece, por lo menos irrespetuoso meter la chicana del aumento de impuestos cuando la situación que ha creado la pandemia de coronavirus no hace más que empezar. ¿Alguien puede adivinar cuál será el saldo final para nuestro país? ¿Bergara sabe cuál será la cotización del dólar a fines de 2020? El mundo entero está atravesando una situación imprevisible, y los uruguayos no deberíamos hacer otra cosa que estar preocupados, y actuar con grandeza de espíritu. Todo se alteró, desde el fútbol hasta el flujo turístico, y desde la recaudación de los grandes espectáculos hasta la incertidumbre sanitaria. Demasiados problemas juntos. Habla mal de la izquierda que en momentos como estos sume más dudas a la ciudadanía.
Si lo del aumento de tarifas fue el incumplimiento de una promesa, esperemos que el gobierno recuerde bien otra de las promesas que también hizo en la campaña electoral: Auditar todo el Estado, de una punta a la otra.
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