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La miopía de la política exterior derechista por Hugo Acevedo

La miopía de la política exterior derechista  por Hugo Acevedo
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Las expresiones del Presidente de la República Luis Lacalle Pou en la reciente cumbre de la CELAC, de abierto repudio a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, revelan el errático rumbo de la política exterior uruguaya, que no contempla los equilibrios de la geopolítica de poder global.

Si bien es conocida la postura histórica del Partido Nacional y del oficialismo con respecto a los gobiernos de cuño socialista, las reflexiones del primer mandatario revelan su absoluta falta de comprensión del actual contexto histórico, que requiere superlativa prudencia tratándose de un país pequeño como Uruguay.

Hoy, la realidad es totalmente diferente a la de 1961, cuando Cuba fue expulsada de la OEA por mandato de Estados Unidos y con el apoyo del gobierno blanco de la época.

En efecto, tras el descongelamiento de la Guerra Fría y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, nació una nueva bipolaridad cuyas potencias rectoras son Estados Unidos y China.

¿Puede en esas circunstancias concebirse que los gobiernos uruguayos conservadores sigan aferrados a los mismos dogmas del pasado en una situación tan diferente?

En ese contexto, las palabras de Lacalle Pou, que tanto revuelo despertaron en ámbitos diplomáticos y en la clase política uruguaya, son, sin dudas, una verdadera burrada propia de un Jefe de Estado que no está preparado para representar un país en el extranjero, porque carece del asesoramiento y los conocimientos necesarios para hacerlo.

El episodio revela la improvisación del gobierno multicolor y que el presidente carece de consejeros idóneos en materia de política exterior, quienes debieron advertirle que no cometiera el desaguisado de agraviar a naciones hermanas latinoamericanas.

Por más que nadie ignora que los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua tienen modelos de gobernabilidad diferentes y no son democracias de cuño liberal burgués como el nuestro, no es conveniente exponerlos públicamente al escarnio para hacerle un mandado a Estados Unidos.

Lacalle parece ignorar que la propia CELAC, en cuyo ámbito vertió esas infelices expresiones, ha reclamado reiteradamente el fin del bloqueo comercial a Cuba que rige desde hace sesenta años y el cese de sanciones contra Venezuela, por razones humanitarias que trascienden consideraciones meramente políticas.

También parece desconocer, porque no sabe donde está parado, que China- nuestro principal socio comercial- ha pedido el cese de las sanciones punitivas contra la isla y hasta le brindó ayuda y apoyo para enfrentar la pandemia, al igual que en el caso de Venezuela.

¿Cómo pretende Lacalle Pou conciliar esa postura de abierta beligerancia contra los tres países latinoamericanos aludidos, con un eventual Tratado de Libre Comercio con el gigante asiático?

Es presumible que luego de esas paupérrimas declaraciones, el gobierno de Pekín repiense su decisión de seguir adelante con el proceso de acercamiento a Uruguay, en el marco de su intención de suscribir un TLC.

Como es notorio, China está enfrentado a Estados Unidos en una furiosa guerra comercial y por el liderazgo mundial del planeta y ese aspecto, ciertamente no menor, debería ser contemplado al momento de mover las piezas del ajedrez diplomático.

Actualmente, casi el 30% de las exportaciones uruguayas tiene como destino el mercado chino y los siguientes socios en el ranking comercial de nuestras ventas al exterior son Brasil, con un 15%, la Unión Europea, con un 14%, Estados Unidos, con un 7%, y Argentina, con un 5%.

Es decir, USA es el cuarto socio comercial de Uruguay y las transacciones con la potencia del Norte representan menos de la cuarta parte de los productos que compra China.

Desde ese punto de vista, una postura oficial de Uruguay tan afín y obsecuente con el imperio, no sería vista con demasiada simpatía por la gran potencia de Lejano Oriente, que representa el primer mercado a nivel mundial, porque allí habitan casi 1.400 millones de potenciales consumidores, demandantes de alimentos y materia primas, los dos principales rubros de exportación de nuestro país.

El segundo aspecto, que no tiene una connotación comercial pero sí ideológica, son las definiciones políticas, que revelan las ambigüedades de un gobierno multicolor atado con alambres.

En efecto, es público y notorio que en China, que es un país socialista –en el cual conviven la economía de mercado con una fuerte presencia interventora del Estado- no rige un sistema republicano como el que todos conocemos y valoramos.

Sin embargo, como no hay gobiernos amigos sino socios como tantas veces lo han proclamado los miembros del gobierno, el país se ha abstenido inteligentemente de denunciar eventuales violaciones de derechos humanos y falta de garantías democráticas en la nación oriental.

El oficialismo también reveló sus contradicciones cuando no invitó a Cuba, Venezuela y Nicaragua al acto de asunción de Luis Lacalle Pou como presidente y, en cambio, si convocó a la dictadora boliviana Jeanine Áñez, cómplice del Golpe del Estado contra el presidente constitucional socialista Evo Morales y hoy encausada en su país por la comisión de delitos durante el ejercicio de su mandato autoritario e ilegal. El gobierno también hizo causa común con Israel,  jamás repudió la invasión, ocupación y anexión de territorios en Oriente Medio y menos aun el genocidio perpetrado contra el pueblo palestino. La política exterior de este contubernio derechista que nos gobierna está teñida por la ineptitud y los prejuicios ideológicos, que hipotecan los intereses nacionales.

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