España estuvo mucho tiempo fuera de las instituciones europeas que construyeron sociedades prósperas, y en la que los principios siguen siendo, más o menos, aquellos que Robespierre pronunciara ante la Asamblea Nacional el 5 de diciembre de 1790. Más de dos siglos después, esos principios siguen protegiendo vidas, sueños e instituciones de buena parte del mundo. Libertad, igualdad y fraternidad fueron parte de una corriente por la que peleó Artigas y los patriotas orientales que comenzaron a enraizar, también en nuestra tierra.
Francisco Franco fue aliado de Hitler y Mussolini, pero este gallego taimado tuvo, además, los reflejos suficientes para sobrevivir a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, sin duda que ayudado por la conflictividad de la guerra en sí, y por una serie de vacíos legales, que paso a paso se van llenando. El caso de la última dictadura militar argentina es un ejemplo. El procesamiento de la Junta Militar y de innumerables oficiales denunciados por sus víctimas, sentaron un precedente de tal magnitud que la situación calamitosa en que los Kirchner la dejaron no ha convocado a los militares como a lo largo de toda la historia argentina. La incorporación de España a la Unión Europea ha traído como consecuencia que se haya convertido en una de las democracias más activas en la UE, tanto en el Parlamente Europeo como en la Comisión Europea y demás instituciones representativas.
El actual gobierno español ha sorprendido con su política de apoyo a la creación de un estado palestino y de rechazo a la política punitiva hacia la comunidad palestina por parte del gobierno de Netanyahu. Este sesgo ha sido denunciado como un intento por parte del gobierno de Sánchez de equiparar a Hamás con el Estado de Israel. Pero no es solo Pedro Sánchez. El Tribunal Penal Internacional ha librado, pocos días atrás, una orden de detención contra el primer ministro israelí, su ministro de Defensa, y la plana mayor de Hamás. Ese es el enfoque que le había dado el gobierno de España al rechazar las graves violaciones a los derechos humanos, tanto por los sucesos del 7 de octubre pasado protagonizados por Hamás como por la desmedida y cruel represalia por parte del gobierno de Netanyahu. Lo que de bárbaro tiene el actual gobierno israelí afecta a su propia nación, que de víctima el 7 de octubre pasó a ser el verdugo de la población civil palestina, con un saldo de 70 mil vidas.
En ese sentido, España está señalando que los dos demonios son, en la realidad, uno solo. Hamás y el gobierno de Netanyahu que forman una dupla indecente sin lugar en un mundo regido por el Derecho y una conciencia humanista. La decisión del TPI de decidir la detención de los principales responsables militares y políticos de esa dupla, es una medida ejemplarizante que puede traer consecuencias beneficiosas en un mundo que comienza a estar harto de subterfugios nacionalistas. Hoy es Netanyahu y Yahya Sinwar, mañana pueden ser Trump y Maduro. La guerra es un capricho demasiado caro como para firmar un cheque en blanco.
El pasado lunes 27, llegó al aeropuerto de Madrid el presidente Volodímir Zelenski para firmar un acuerdo de cooperación en materia de seguridad, con un alcance de 10 años. Este borrador de un acuerdo definitivo ha tenido algunos detractores pero la presencia del jefe de Estado español, al pie de la escalerilla ha sido la imagen más fuerte que pudo haber dado España en cuanto a su compromiso de apoyo a Ucrania: «En estos momentos tan terribles que padecen”, ha dicho el monarca durante el almuerzo en honor del mandatario ucraniano en el Palacio Real, «Ucrania sabe que seguirá contando con España y confiamos que con el resto de sus socios internacionales durante el tiempo que sea necesario». Pero no solo se quedó en reiterar su apoyo donde hay un Estado que se defiende y otro que invade sino un compromiso para la reconstrucción del país, y el juicio que algún día se abrirá a los responsables de los crímenes de lesa humanidad. Felipe VI sostuvo que para alcanzar una «paz integral, justa y duradera, es esencial la retirada completa, inmediata e incondicional de todas las fuerzas rusas del territorio de Ucrania dentro de sus fronteras internacionales.» Felipe VI también ha denunciado que Rusia ha llevado a cabo desde el inicio de la «agresión» bombardeos continuados contra objetivos civiles, quebrantando flagrantemente el Derecho Internacional Humanitario y ha cometido numerosas atrocidades, crímenes que de ninguna manera deben quedar impunes.
Quizás esta definición sea el mayor compromiso que un país pueda asumir porque el único mecanismo eficaz para solucionar lo que está pasando hoy es garantizar que los responsables sean sometidos a la jurisprudencia internacional cuando acabe la guerra. Putin ya sabe que, hoy, no puede pisar ningún país de los que hayan adherido al Estatuto de Roma de 1998, pero puede moverse libremente por una serie de países amigos. El futuro queda librado a otras variables, que no le aseguran una impunidad eterna. Si el consenso de los países que han repudiado la guerra de agresión se extiende a más países ya no solo incomodará al protagonista de una agresión actual sino que condicionará el apoyo de sus actuales aliados.
El acuerdo de intenciones firmado el pasado lunes 27 entre Ucrania y España consolida la presencia española entre los países de una parte del mundo donde el camino a una sociedad sujeta a Derecho se ve con más claridad. Los remanentes del pasado seguirán incidiendo en el comportamiento cívico de la mayoría de los países adheridos a convenios internacionales pero no se puede esperar a que todos estén convencidos de las ventajas de cumplir con los acuerdos y en propiciar un clima favorable a la cooperación internacional para resolver los problemas acuciantes de la humanidad.
Cuando en 1939 Alemania invadió Checoslovaquia y Polonia, la mayor parte de los países europeos razonaban como los actuales dirigentes de SUMAR o PODEMOS, Donald Trump o Víctor Orban, ese razonamiento se vuelve una fría hipocresía cuando las víctimas, desde hace más de dos años se producen solo sobre una de las partes y caen sobre Ucrania 3000 bombas por mes.
España ha tomado una decisión, y adelantó cuál será la que tome una vez acabada la guerra. Eso es lo que afirmó el Jefe de Estado ante Zelenski. Cuando la memoria falle será bueno leer los documentos de hoy para recordar quiénes en Iberoamérica le habían advertido a Putin que acabaría siendo condenado por los crímenes que sus fuerzas armadas cometen hoy, en nombre de nada concreto, salvo la imagen de un oscuro espía de la era soviética.
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