Home Política La renguera del perro por Ruben Montedonico
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La renguera del perro por Ruben Montedonico

La renguera del perro por Ruben Montedonico
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Confieso que por alguna cuestión de sensibilidad me inclino a tener sumo cuidado, hasta silencio, para referirme así a aquellos que cursan una enfermedad o fallecen. Creo que está bien porque si previamente los califiqué con argumentos negativos, desfavorables u hostiles, callarme es para no mentir o no incurrir en lugares comunes como “se espera su recuperación” -en caso de enfermedad- o afirmar que “se perdió a alguien de clara influencia” en su medio -si de un deceso se trata.

De alguna manera por eso pasé -supongo que le ocurrió igual a otros- cuando me enteré de la súbita e inopinada noticia de que Donald Trump tenía coronavirus. Pensé, para mis adentros que a algunos negacionistas de exposición pública, que comparten grandes responsabilidades como él, les había sucedido lo mismo; hasta imaginé qué pondría como un posible titular (“Cuando la pandemia nos alcance”). Recordaba en ese momento al presidente brasileño Jair Bolsonaro y al premier estadunidense-británico Boris Johnson, pero me callé.

Sin embargo, no puedo seguir sin decir nada frente a las dudas que hoy asaltan a millones: ¿de verdad era un peligroso Covid19 del que se contagió el septuagenario excedido de peso y enormes responsabilidades que quiere renovar? Casi como si fuera una visita de inspección ingresó y salió del hospital castrense, curado, sonriente, haciendo proclamas tan electorales como irresponsables y tras haber cumplido en su internación con un paseo en camioneta para saludar desde donde se encontraba a seguidores que lo aclamaban.

Hubo quien entendió que se trataba de un milagro; otros lo sospecharon con la hechura de un superhumano de los cómics; yo comparto la idea de que aprovechó la circunstancia para incrustarse en una instancia comicial de la que saldría reelecto.

Lo que por fin haya sido el tipo de malestar que orilló a la internación- incluida la eventual dramaturgia o la exageración de un malestar común, un tanto pasajero- no hizo que el sujeto, presidente de la nación central del capitalismo, dominador de la escena internacional (no única, pero sí estruendosa), modificara su actitud sobre la pandemia, aunque él gobierna un país de alrededor de 330 millones de habitantes y es corresponsable por más de 215 mil  muertos y unos 8 millones de contagiados, según cifras de hace 5 días.

Pronto recordé que la derecha -con respuestas locales- siempre estará en la acera de enfrente de las grandes mayorías y por eso alguna vez escribí aquí que quien anda con perros debe aprender a ladrar. Trump no incurre en la desvergüenza de la dictadura boliviana, que a unos días de las elecciones generales incoa una denuncia contra el candidato que está primero en las encuestas. El dudoso (y frustrado) magnate toma de pretexto una convalecencia peculiar, como es la suya, para escurrir el bulto y eludir la confrontación con el oponente demócrata y deja -por ahora- sólo un debate, al final de la campaña, donde se podrá mostrar atemorizante, fanfarrón, golpeador y como un “valiente” (sin argumentos) buscando acortar la ventaja que le lleva Biden, al que espera que el Colegio Electoral derrote.

A la imagen de superhéroe que se le adosó a su vertiginosa e inexplicable cura, posteriormente se le anexó la declaración de que ya no contagia y el festejo por la resolución que libera a Álvaro Uribe en Colombia de la prisión domiciliaria, queriendo demostrar que EE.UU. conoce las peripecias de sus socios.

Su remedo, impuesto con autoritarismo en la Casa Blanca, intentó expandir la creencia entre los colaboradores de que la pandemia era una cosa menor que procedía de una herramienta maligna del arsenal de China: mientras se desconoce el origen del coronavirus, no ocurrió esto con los contagios que se propagaron entre diversas jerarquías del entorno de Trump.

Algunas palabras del presidente desde el hospital indujeron a conjeturar que por fin había entendido lo serio y grave que para su país y el mundo era la enfermedad, pero rápidamente regresó a la posición de minimizar el tema a pesar de lo desolador de las cifras, a exigir una vacuna antes de las elecciones o por lo menos de fin de año, a retomar la campaña reeleccionista y demostrar que sigue con su actitud de no responsabilizarse por la salud de las personas que habitan el territorio que gobierna.

Si acaso entró con Covid al nosocomio, recibió -según reportes médicos-tratamientos en etapa de estudio, no autorizados a enfermos, en tanto otros están fuera del alcance de la mayoría de quienes padecen los efectos de la pandemia. Lo primero le habría sido administrado a un sujeto de la tercera edad que no se ajusta a ningún tratamiento, en situación supuestamente ambulatoria, reunido esto como sumatoria de irresponsabilidades, de riesgo para él y quienes están expuestos a su contacto, salvo que todo o en parte sea una mise en scène teatral, con destino de montaje, donde la estructura se dispuso para procurar acarrear más votos a la candidatura del republicano.

En medio del desorden y la atracción mediática que generó la situación presidencial, que abarcó su hospitalización, cuando de ella hoy se dan círculos concéntricos con sus seguidores y especulaciones de otros, Trump actúa con un “aquí no ha pasado nada, sólo hubo una breve interrupción” (que le permitió descansar un poco). En tanto, está en curso su “normalidad previa”, como se puede observar por las decisiones de no declinar temporalmente la jefatura del Estado y con el alta retomar la campaña, decidiendo eludir una segunda confrontación directa.

Es entonces que a la distancia se me aparece el viejo Vizcacha para repetirme un consejo que le dio a los hijos de Martín Fierro y que sirve de título para este apunte. Es por eso que a los descreimientos que tengo acerca de muchos gobernantes -sin apostar por una teoría conspirativa, pero coincidiendo, en el caso, con cuestiones sobre brujas (que las hay las hay, aunque no se crea en sus acciones) le agrego esta “perla” preparada por Washington con sobreabundancia de arte dramático.

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