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La revalorización de menospreciadas obras cinematográficas Por Carlos Acevedo

La revalorización de menospreciadas obras cinematográficas    Por Carlos Acevedo
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Este setiembre retorna, ya en su cuarta edición,” Dale al tracking”, un ciclo organizado por la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay (ACCU), que apunta a revalorizar algunos filmes que llegaron a nuestro país “directo para video”, mote otrora estigmatizante. Además, cabe destacar que algunas de estas obras no se estrenaron en salas cinematográficas no por su escasa calidad fílmica, sino por problemas de distribución, o se exhibieron pero sin la adecuada difusión, aunque sí llegaron a un público más amplio en formato VHS.
Para aquellos que nacimos en las últimas tres o cuatro décadas del siglo pasado, el nombre del ciclo trae inmediatas evocaciones adolescentes. En las videocassetteras hogareñas, el “ tracking” era una perilla o dispositivo que servía, más que nada cuando los cabezales del aparato o la cinta estaban sucios, para ajustar la imagen y que no se vieran líneas o no se oyeran distorsiones de sonido. Dicho mecanismo, en ocasiones infructuoso, constituye recuerdo ineludible cuando uno rememora aquellas jornadas de sábado o domingo viendo dos, tres y hasta cuatro películas, que se alquilaban el viernes en el videoclub y se devolvían recién el lunes o el martes siguiente.
La llegada del videocassette o “Video Home System” (VHS) constituyó una revolución para los espectadores y un problema para los dueños y distribuidores de salas cinematográficas, ya que les quitó parte de su público. El videoclub se transformó en el nuevo templo de toda una generación de cinéfilos, aunque muchos de ellos nunca abandonaron las salas.
Numerosos cines debieron cerrar sus puertas, transformándose en estacionamientos, locales comerciales o templos religiosos y algunos se reconvirtieron en salas pornográficas, debido al advenimiento del nuevo formato.
En esta oportunidad, “Dale al tracking” presenta ciertos cambios con respecto a las ediciones anteriores. El evento se desarrollará en el Cine Universitario (Canelones 1280), y, en vez de desplegarse durante un fin de semana de corrido, como en ocasiones precedentes, la programación se distribuirá a lo largo de todo el mes, constando de cinco funciones que se alternarán entre viernes y sábados. Cada función será presentada, como es habitual, por un socio de ACCU.
El programa incluye “Laberinto”, que se exhibirá el sábado 2 de septiembre y será presentada por Diego Faraone, “Tormenta arrolladora”, que podrá verse el viernes 8 de septiembre y será presentada por Martín Imer, “Motorama”, que se proyectará el sábado 16 de setiembre y será presentada por Agustín Acevedo Kanopa, “Semáforo rojo”, que podrá apreciarse el viernes 22 de septiembre, siendo presentada por Juan Recuero, y finalmente
“Carretera al infierno”, que se exhibirá el sábado 30 de septiembre. La presentación estará a cargo de Mariángel Solomita.
Haciendo un somero repaso de estas cinco películas, hallamos ignotos filmes, que luego serian revalorizados como bizarras joyas de culto, e incluso algún clásico.
“Laberinto”, (Labyrinth, Jim Henson, 1986), es uno de esos casos de un filme que con el tiempo fue recuperado del olvido, no sólo por su significado para una generación tan nostálgica como la ochentera, sino también por sus evidentes valores cinematográficos y por la actuación del emblemático David Bowie.
Dirigida por Henson, reconocido creador de Los Muppets, es una ficción musical que narra la historia de una chica que queda al cuidado de su pequeño hermanastro y, sin saberlo, invoca a una entidad que rapta al niño. Luchando contra el tiempo, la protagonista deberá adentrarse en un fantástico universo repleto de extrañas criaturas, teniendo como principal antagonista a Jareth, el rey de los goblins, interpretado por el polifacético artista David Bowie.
El segundo filme del ciclo, “Tormenta arrolladora”, (Rolling Thunder, John Flynn, 1977) es un drama bélico, una suerte de mixtura entre “Rambo, primera sangre” y “El vengador anónimo”. La película narra la peripecia de un soldado que retorna a su pueblo luego de haber sido secuestrado y brutalmente torturado en Vietnam. Sin embargo, el proverbial reposo del guerrero no dura demasiado, ya que una enardecida pandilla irrumpe en su hogar para robarle, asesinando en el proceso a su esposa e hijo. Lógicamente, el punto culminante de este opus de dudosa calidad llegará cuando el ex combatiente concrete su tan ansiada venganza.
El tercer largometraje, “Motorama”, (Barry Shils, 1991), es una curiosa película de carretera de aventuras, protagonizada por un niño que roba un auto para recorrer el país buscando ocho cartas que le harán ganar una insólita y millonaria suma. En este surrealista filme, el joven se topará con un puñado de extraños personajes.
“Semáforo rojo” (Cani arrabbiati, Mario Bava, 1974), la cuarta película de la nómina, es un policial dirigido por uno de los maestros italianos del terror. Bastante alejado de su truculento registro habitual, Bava narra la tensa historia de tres criminales que, tras perpetrar un robo, toman de rehén a una familia con la intención de cubrir su escape hacia las afueras de Roma.
La quinta y última película del ciclo, “Carretera al infierno” (The hitcher, Robert Harmon, 1986), nos adentra en un electrizante relato de suspenso, en el que un joven recoge en la autopista a un individuo que le confiesa haber cometido un homicidio. Luego de que el muchacho logra que tan macabro personaje abandone su vehículo, se establecerá entre ambos una pesadillesca persecución.

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