1983 fue un buen año dentro del panorama de la música popular uruguaya, y donde, pese a todo, a la censura y a la ausencia de libertades individuales, se continuaba editando discos, actuando y creando. Es el año del lanzamiento de SEGUNDOS AFUERA de Jorge Galemire y el año del debut discográfico del trío TRAVESÍA: Estela Magnone, Mariana Ingold y Mayra Hugo (Ayuí, 1983). Un trío femenino, sí: en plena dictadura y en medio del movimiento masivo de “Canto Popular” donde, más allá de la omnipresencia masculina encima del escenario (salvo excepciones), las propuestas musicales pasaban no precisamente por el de la introspección y la sutileza de un proyecto como el de TRAVESÍA. Tanto Magnone, como Mariana y Mayra no encajaban en los parámetros de artistas “combativas”, materia prima de aquellos festivales multitudinarios con marchas estudiantiles importantes de por medio. La música de TRAVESÍA estaba alimentada por otra corriente estética, más vinculada a la música “culta” y a lo experimental. Provenientes, las tres, de carreras corales y de estudios serios de música contemporánea, su búsqueda y apetencia eran otras. Su aparición oficial en disco se da en SIEMPRE SON LAS CUATRO (Jaime Roos, Orfeo, 1982), quedando inmortalizadas en los coros “celestiales” de “Quince abriles”. Enseguida serán requeridas para trabajar con Eduardo Mateo en CUERPO Y ALMA (Sondor 1984) y en SEGUNDOS AFUERA. Pero es Jaime Roos quien se interesará en producir un disco de ellas, y con la coproducción de Carlos da Silveira, se pondrá a trabajar en el álbum. En el ambiente nacional no existían precedentes de un trío musical compuesto solo por mujeres, que sí había – con los parámetros históricos en los que se pueda medir – en la vecina orilla. Ahí aparecen en los años 80, algunos grupos femeninos como BAY BISCUIT (conformado entre otras por Fabiana Cantilo), más vinculado al teatro sicodélico y a la comedia; o ROUGE, donde participaba la guitarrista y cantante María G. Epumer. Pero un grupo que trabajara los arreglos vocales más “raros” como TRAVESÍA, en el país y la región, no existía. El material del disco habla por sí solo. En estas canciones no hay baile, fiesta o consignas políticas. Y es una de las causas, quizá, entre otras, de por qué el disco se mantuvo bajo un manto de olvido durante décadas.
Sin dudas, los productores decidieron mantener el sonido orgánico del trío, partiendo de la premisa de que no era un proyecto de alcance popular y que, aunque se cambiara el juego, los arreglos o la estética, igualmente no contarían con una gran repercusión. Se hizo lo que se pudo con la clara intención de dejar un documento y el sello Ayuí contribuyó a plasmarlo. La paleta del disco es de tonalidades bajas. Y hay una explicación; y es este un tema apasionante. Cruzábamos la recta final de la dictadura y se estaban conociendo los crímenes y las desapariciones de ciudadanos en Uruguay y la región, además del desastre económico y cultural que atravesábamos. Algunos importantes músicos -montevideanos en su mayoría-empezaron a utilizar el lenguaje musical, más precisamente, lo armónico-melódico para representar el momento sociopolítico, más allá de lo textual y/o poético. Estos músicos influyeron, indudablemente, en las jóvenes artistas. Hablamos de Fernando Cabrera, Leo Maslíah, Daniel Magnone o Jorge Lazaroff, por ejemplo. La música de un grupo como MONTRESVIDEO -¬quizá el molde de TRAVESÍA- es un ejemplo o las intensas canciones del disco debut de Maslíah (CANSIONES BARIAS, Ayuí 1980); las más antisistema de aquel período. Ese “color” musical, tendiendo al gris, era lo que vivenciábamos y conscientemente o no, aquellos músicos componían de esa forma. Un ejemplo de esto es el inicio del álbum. “En este momento”, con música de Bernardo Aguerre y texto de Fernando Cabrera, es el dibujo social más elocuente. La música -aire de “marcha camión”, cargada de melancolía – habla por sí sola, con una línea melódica que no es otra cosa que angustia contenida. El texto de Cabrera insiste con romper algo (¿la tiranía?), y “matar al capitán” (sorprendente verso que se les pasó a los milicos); de “luchar con olas”, con la “fuerza de mil marineros”. Obvia metáfora de lo que ocurría justo “en ese momento”. Los productores dirigieron la grabación con un paquete restringido de horas, y de ahí, el despojamiento del trabajo. Y Roos y da Silveira trabajaron desde lo técnico y lo logístico, sin meter mano en los arreglos, con el concepto claro de que sonara como sonaba en vivo. Aquí aparecen canciones que serían el fuerte del repertorio solista de Estela, como “Andenes” y “Carbón y sal”. Y hay alguna otra, injustamente dejada de lado, y que me parece un punto alto del disco, como “Los Domingos”, hermosa balada con texto de Eduardo Darnauchans. Cabrera aportó “Para”, que sería el estreno en disco de esta canción escrita directamente para el trío. Además, una virginal e íntima versión de “Claros”, clásico de la dupla Galemire-Darnauchans. Igualmente, el fuerte del disco descansa en los arreglos de voces, donde por fortuna abunda el unísono. Y la manera de emitir el canto es “plano”, huyendo de vibrato y la entonación solemne. TRAVESÍA fue un hermético y bello proyecto que sirve como muestra de lo que se hacía en aquella década tan fermental y a la vez tan compleja, donde lo artístico, sin saberlo, le estaba ganando la pulseada al presente político y aún más, al tiempo.
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