No se trata sólo de Trump, de Donald Trump. El problema va más allá y es más profundo. No se circunscribe exclusivamente a la cuestión partidista y electoral; no sólo se trata de Joe Biden. Sino que es una regresión más profunda y angustiante. También va de economía, y de guerra.
Una serie de sucesos agendados para este momento político han comenzado a precipitarse, buscando generar un nuevo clima de enfrentamiento a nivel de toda la sociedad. Esta crispación no se reduce a una grieta política, sino a establecer una precaria convivencia democrática, inestable y tensa, incluso violenta, precarizada. El debate dejando lugar a la descalificación, a la práctica patoteril en las redes sociales que es donde les ha funcionado mejor, y a la planificación ofensiva de la intolerancia versus la pastoril paciencia de unos demócratas costumbristas, que presumen que las normas solitarias del derecho son suficiente instrumento para enfrentar la barbarie de estos tiempos. Es la creencia bucólica de que los textos de los padres fundadores de los Estados Unidos son suficientes para enfrentar los desmanes como los del pasado 6 de enero que estuvieron a poco de terminar en un golpe de estado.
Rescatemos de la frágil memoria, del vértigo informativo, algunos aspectos de ese traumático 6 de enero de la era Trump: consciente éste de que su derrota era inevitable e inminente, meses antes y sin ningún recato ni vergüenza, desarrollaba a través de apariciones en medios de comunicación “tradicionales”, en las redes sociales, y en cuanta otra forma de difusión, un plan de confusión e indignación, para generar ese particular estado de ánimo, el adecuadamente necesario para lograr su mejor implementación.
De las audiencias públicas que se llevaron a cabo por parte de la comisión especial de la Cámara de Representantes que ha investigado el asalto al Capitolio de los Estados Unidos el día 6 de enero de 2021, se conoció con precisión cómo el expresidente Trump presionó, sin éxito, al vicepresidente Mike Pence, para que asumiera él también un papel protagónico en su estrategia de anular las elecciones presidenciales del 2020. A Pence se le exigía que, según una peregrina interpretación jurídica, el vicepresidente de los Estados Unidos, por sí y ante sí, podría bloquear unilateralmente la certificación de la elección. Es decir, que debía asumir sobre sus hombros la responsabilidad de generar un quiebre institucional al impedir el traspaso institucional. Una teoría, tan antojadiza y absurda, que sólo John Eastman, abogado de Trump, podía enunciar y cuyas consecuencias sólo recaerían, ante el fracaso, en Mike Pence. Pero los abogados de la Casa Blanca, o sea, los propios abogados de la Presidencia, y el equipo jurídico de Pence, rechazaron contundentemente.
Pero aún a consciencia de que el plan era ilegal, Trump lo intentó. En esas audiencias, varios testigos ratificaron que tanto el propio Pence y hasta el abogado que concibió el ardid, Eastman, insistieron ante Trump que el plan era inconstitucional y que violaba la ley federal.
Por las dudas, el mismo Eastman que lanzaba esas ocurrencias sin sustento legal, o más aún, claramente golpistas, tramitaba frente a Rudolph Guliani su inclusión en una lista de eventuales beneficiarios del indulto presidencial, por si algo salía mal, toda vez que se intentara el golpe institucional-electoral y se frustrara. Obviamente, ante la comisión legislativa Eastman, que no recibió ningún indulto, se negó a responder todas las preguntas tendientes a esclarecer su rol en la trama, y se acogió reiteradamente “a las protecciones de la Quinta Enmienda”.
Otra de las documentadas conclusiones a las que ya ha llegado la comisión especial, es que en todo momento la multitud siguió las indicaciones de Trump. No sólo se reunieron coincidentes testimonios, con detalles, sino también varios videos. Incluso en uno de ellos se ve a un agitador leyendo un tuit de Trump con un megáfono, dirigiéndose a los convocados. Se trata de un audio muy especial y revelador, pues ese tuit de Trump criticaba severamente a Pence por anunciar que no anularía los resultados de las elecciones de 2020, al tiempo que el propio vicepresidente encabezaba la sesión conjunta del Congreso para certificar la victoria de Joe Biden, y así ser acreditarse como presidente electo de los Estados Unidos.
Hay otro momento clave ya esclarecido, y que pone en evidencia las presiones de Trump sobre el vicepresidente Pence, quien finalmente dio muestras de su decidida voluntad democrática, el celo constitucional que preservó la institucionalidad. Se constató, gracias a la existencia de un video, que el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, expresando a viva voz que había sido Pence quien ordenó a las tropas de la Guardia Nacional que reprimieran a los violentos invasores, pero que funcionarios de confianza de Trump le señalaron que él debía informar que esas ordenes habían salido de decisiones presidente.
Las cloacas del golpismo
Estos son algunos, ni siquiera los más graves, hechos que se han ido esclareciendo del día 6 de enero, día del intento de golpe de estado. Cuando estos testimonios terminen de ordenarse, y las fotos y videos relacionarse, habrá quedado al desnudo una de las páginas más tristes de la democracia estadounidense.
El trabajo de la comisión parlamentaria ha sido exhaustivo, ha reunido testimonios, recopilado elementos gráficos, audios y videos, donde concluirá con un relato cronológico intenso de los distintos escenarios en los que se desarrolló el intento de quiebre institucional. Incluso ya ha documentado certeramente cómo una parte del propio equipo presidencial se negó a secundar a Trump en esta estrategia. También su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner le expresaron al derrotado presidente que no existía ninguna situación irregular y mucho menos “un robo electoral”.
Pero la ambición de Donald Trump, aún sumergido en la derrota e intentando algún ardid, tuvo tiempo y oportunidad para una insólita acción de recaudación de fondos postelectoral, que sumó millones de dólares. El discurso soliviantado de Trump tampoco descuido la campaña de fondos que llevó adelante, y hasta último momento, el comité de acción política reeleccionista.
En esas cloacas, también aparece con especial dinamismo Rudolph Giuliani. Toda su organización profesional abocada a la acción propagandista, y según numerosos testimonios coincidentes, a base de fake news. Entre otros, el testimonio de Jason Miller, portavoz de Trump, quien reveló que Giuliani “había bebido demasiado”, “estaba definitivamente intoxicado”.
Y ahora, campaña, comisión y conclusiones
La labor aún inconclusa de la Comisión del 6 de enero ha sido implacable y cuidadosa. No obstante, los ataques de Trump han recrudecido a medida que se prueban hechos y ya a poco de emitirse sus conclusiones, pero aún sin saber qué aconsejará. En su furia verbal, Trump la ha calificado de “burla a la justicia” y “parodia de juicio”. Agregó, casi como resumen, que “el comité….se burla de la justicia”.
Pero los tiempos políticos son, esencialmente, insensatos. La eficaz labor investigativa de la Comisión ha demandado un tiempo por demás prolongado, aunque quizás necesario para la compleja labor que le desafiaba, especialmente, el cuidado de sus formas. Y es que no sólo se le vino encima una guerra, la de Rusia y Ucrania, no sólo una situación económica, que aunque heredada, ya era delicada y se ha vuelto aún más difícil. Finalmente, se viene a mezclar con tiempos prelectorales. Una mezcla de situaciones en las que se cruzan muchas pasiones y más intereses.
La irrupción, aunque desprestigiada, de Donald Trump en el circuito político no es una buena señal de la institucionalidad democrática estadounidense. Voces de las magistraturas, del Congreso y de la prensa, coinciden en advertir que no perseguir penalmente a Trump significa enviar una señal de impunidad para aquellos que han atentado y en el futuro atenten o intenten destruir o avasallar las instituciones democráticas estadounidenses. Ya Trump y su estrecho círculo han comenzado a ensayar un nuevo discurso: “la izquierda está armando cada rama del gobierno contra el presidente Trump”. Inmediatamente le han replicado desde la Comisión del 6 de enero: “La opinión de la Corte también incluye una advertencia: que la falta de responsabilidad podría preparar el escenario para que se repita el 6 de enero». Este mensaje lleva la firma del presidente del comité, Bennie Thompson, demócrata de Mississippi, y la vicepresidenta, Liz Cheney, republicana de Wyoming.
Hoy la preocupación se centra en el rol del Departamento de Justicia, que para muchos, tanto demócratas como republicanos, no ha dado muestras de estar a la altura de las circunstancias. El punto es que se espera una acción más decidida sobre aquellos leales a Trump que se niegan a acudir a la Comisión. Y son varios….
Hay muchas cuestiones fundamentales en juego para la democracia estadounidense. No sólo Trump, no solo Biden. También la economía y aún más, la guerra. Demasiados asuntos trascendentes, vitales, como para que se escondan en las cloacas del 6 de enero.
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