Por Germán Wettstein
Retorno a Uruguay tras dos meses de convivencia con mis compatriotas venezolanos. No voy a escribir sobre lo obvio que presentan los corresponsales en los informativos, dedicados sobre todo al catastrofismo noticioso. Quiero hacer conocer testimonios del diario vivir, incluyendo las repercusiones de las medidas de gobierno sobre el espíritu y el cuerpo de sus habitantes.
Evito nostalgias de mi propio pasado feliz de venezolanidad, cultivadas en familia durante veinte años, y de los sucesos ocurridos en ese lapso. Porque la Venezuela de hoy no tiene parámetros comparativos con ninguna otra Venezuela.
Me limito a sintetizar con la mayor objetividad -la que mi propia dignidad me permite- el impacto existencial resultante de asumir simultáneamente a dos países, a dos patrias entrañables enfrentadas ambas en un solo territorio. Paso a explicar qué caracteriza a cada una de esas dos patrias.
La Venezuela empoderada
Refiere a aquella parte de la nación bolivariana convencida de su propio poder. Su amplitud y diversidad es grande: autoridad, omnipotencia, influjo, autocracia, preponderancia; pero también energía, empuje, pujanza, ambición, soberanía.
Si no re reconoce y acepta que tales virtudes son compartidas por muchos y ejercitadas a diario por quienes tienen el mando, habrá una equivocación de origen. Porque la existencia de tales factores resulta para conservar y acrecentar el poder y retroalimentar el proceso.
Sobre todo si se consolidan gracias a un liderazgo rígido, centrado en la persona del Presidente Nicolás Maduro. Un liderazgo que también retroalimenta gracias al manejo discrecional de sus intervenciones frecuentes en las cadenas de televisión y radio –en trece diferentes emisoras simultáneamente- . Ese encadenamiento oratorio a toda opción visual o auditiva para quienes no acceden al cable, levanta al mismo tiempo adhesión y resistencia, afirmación y negación. Y se conforma entonces la condición de líder, único por el momento.
¿En qué se fundamenta ese liderazgo? Sin duda en la siembra exitosa de las ideas de Hugo Chávez, el presidente inolvidable. Pero también, opino yo, en la presencia física de Maduro. Porque es un hombrón de dos metros de alto, con voz sonora y siempre agresiva, para regocijo de las masas masificadas.
Siembra aquella del Comandante Chávez -hay que reconocerlo y admirarlo- que alcanzó a las fuerzas armadas, sorprendentes socios de un gobierno de izquierda, progresista y revolucionario.
Es lamentable que el énfasis predominante de esa oratoria (de Maduro pero también de Diosdado Cabello y de Tarek El Aissami) recurra a una enumeración de adjetivos descalificativos. Luis Almagro ocupa el primer lugar en insultos, pero no le van en zaga Lilian Tintori, Ramos Allup, Capriles Radonsky y Julio Borges. Desde luego que el imperialismo de Estados Unidos recibe lo que merece, pero al reiterarse cada día y a toda hora termina por convertirse en un clisé o un desgastado eslogan.
Y es lamentable, además, porque su devaluación arrastra consigo a los numerosos logros de los gobiernos bolivarianos, de Chávez y de Maduro. Cito uno, que viví de cerca en el lapso de mi estadía: la entrega de la vivienda número un millón quinientos mil, entregadas en usufructo, completamente nueva, a otras tantas familias en todo el país.
La Venezuela subordinada
Si el núcleo duro que sostiene a los bolivarianos se calcula en 20%, los subordinados suman 80%. Y no llegan a ser una mayoría eficiente por varios motivos.
Por el costo de la vida, afectada por una inflación que ronda el 800% anual. A continuación enumero precios de los productos que yo pagué y consumí allá en bolívares: arroz 4500, azúcar 4000, carne 9000, queso 4000, harina de trigo 4000, café 6000, cebollas 3000, tomates 2900, (todos por un kilo); aceite 5500 el litro, una Coca Cola de dos litros 5000. Y el ron que no puede faltar, 11000 bolívares la botella.
Por la dificultad de acceder a los insumos antes citados se recurre a los revendedores –bachaqueros- pagando hasta 2600% el precio por encima de los regulados. ¿Cómo cubrir ese gasto con ingresos que promedian los 150.000 bolívares por mes (40000 de pensión más 110000 de cesta ticket)
El enorme esfuerzo gubernamental de crear los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (sic), es mirado con escepticismo: se sospecha que la distribución (se vende a 10000 bolívares la caja) va a depender de la definición política o ideológica del beneficiario.
La dependencia a los insumos importados hace que el arribo de contenedores a los puertos del país, sea equivalente a la llegada de los Reyes Magos. “En La Guaira se han recibido más de 4000 contenedores y a Puerto Cabello arribaron 10000 con productos de primera necesidad.” (Correo del Orinoco, 14/3 pág. 25). “Un total de 550 contenedores con alimentos para las CLAP, arribaron procedentes de Veracruz, México”. (Ultimas Noticias, 28/3 pág. 8). Es fácil entender que un atraso en la llegada de harina de trigo genera una limitante grave para producir pan; y nuevas largas colas para una población que ya sustituyó las arepas de maíz por pan canilla.
La consecuencia previsible de tantos problemas, es el deterioro de la situación económica y social del país. Así lo denunció la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela, con base en la encuesta sobre condiciones de vida del venezolano en 2016: “La pobreza alcanzó al 81,8% de los hogares y 51,5% con pobreza extrema. Las familias han perdido capacidades para mejorar su situación”. (Semanario Zeta, Caracas, 17/3).
Por encima de todo lo anterior existe un macro mecanismo de subordinación: ese “vivir bajo amenaza” vuelto habitual en una sociedad que se militarizó de manera creciente y sostenida en el último decenio. Una sola cifra: el presupuesto del Ministerio de Defensa supera nueve veces al del despacho de Alimentación. (El Nacional, 26/3, pág. 2). Una exhortación nacionalista para obtener el Carnet de la Patria se convierte en una imposición velada, a la cual se adhiere por seguridad y no por convicción.
Se preguntará el lector: ¿no hay respuesta popular a tantas situaciones de subordinación? Sí las hay. Las más dramáticas de las últimas semanas es morir protestando a cielo abierto. Sin embargo yo opino que la más triste resulta de la diáspora de venezolanos, convertidos súbitamente en emigrantes. La Universidad Simón Bolivar (privada pero no bolivariana) tras prolijo estudio, estima que ya se han ido dos millones y medio de venezolanos, de los cuales 250.000 son profesionales en edad activa. Una brecha difícil de cerrar y con consecuencias imprevisibles, en el mediano y largo plazo. Estos venezolanos trashumantes constituyen una potencial red trasnacional de apoyo –de medicamentos y dólares sobre todo- para quienes no se van del país, porque no pueden o no quieren irse…por ahora. El gobierno responde a los espíritus contestatarios: “Aquí no se habla mal de Chávez”, rezan pequeños carteles en todos los organismos públicos. Pero, ¿se podrá hablar mal de Maduro?
En busca de la Venezuela chévere
Hoy día parece utópico hacerlo, pero ya sabemos que la utopía es como el horizonte, y a él también se llega; en este caso porque esta necesariamente dentro de las fronteras de la propia patria. Es horizonte nos incluye a todos los latinoamericanos, porque somos corresponsables de asegurar un futuro digno para la patria de Bolívar, nuestra patria. Además, porque debemos evitar que el magno proyecto de Hugo Chávez Frías –crear el Socialismo del Siglo Veintiuno- se frustre o sea enterrado por las manipulaciones mediáticas.
Como ya habrá advertido el lector, no he dedicado un solo párrafo a los tiras y aflojas juridicistas internos o internacionales. Porque el gran desafío que le toca enfrentar a la Vino Tinto es entre hermanos. Ojala que el señor presidente Nicolás Maduro Moros, que como el Comandante Eterno sabe recurrir bien a las referencias históricas y literarias, recuerde a José Hernández y su Martín Fierro en el canto 32 Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de ajuera.
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