Los próximos 20 días son decisivos para Venezuela. En tres días más la oposición concurrirá a las urnas, convocada por la Mesa de la Unidad Democrática, para opinar sobre tres puntos que pueden dejar al gobierno en una posición de debilidad, en caso que la adhesión a la convocatoria sea alta.
Al final de las dos semanas siguientes, el gobierno, por su parte, ha convocado la realización de una consulta, para la integración de una Asamblea Nacional Constituyente, que tendrá como finalidad redactar una nueva Constitución. Esta eventual Asamblea está integrada, desde ya, por un 50% de miembros nombrados a dedo de entre los allegados al gobierno y al Partido Socialista Unido de Venezuela, y el otro 50% resultará de asambleas de distintas organizaciones, también mayoritariamente afines al chavismo.
Si el plebiscito del próximo domingo 16 se realiza y obtiene una mayoría contundente, el gobierno de Nicolás Maduro tendrá que optar entre iniciar un proceso electoral transparente, o enfrentarse a la reacción de un pueblo enardecido, que lleva más de cien días en la calle, desafiando sin armas a la represión.
Las actitudes críticas de una parte del chavismo, opuesta a la convocatoria de una Constituyente para el próximo domingo 30 de junio, se ha hecho oír, sobre todo en la voz de la Fiscal General, una figura prominente del chavismo que ha rechazado por inconstitucional la iniciativa de Maduro, a la vez que rechaza las atribuciones anticonstitucionales que éste le confirió al Tribunal Supremo de Justicia.
En medio de este panorama, el gobierno otorga un beneficio al preso más célebre de la oposición: terminar de cumplir la condena en su casa. ¿Debilidad del gobierno? ¿Presión internacional? ¿Resultado de la presión popular, que no abandona la calle, y parece dispuesta a bloquear el país?
El gobierno ha hecho una jugada inesperada. En otras circunstancias podría haber abierto una esperanza. La libertad condicionada a Leopoldo López, cuando quedan más de 500 presos en las cárceles, en condiciones deplorables, sólo lleva a pensar en una maniobra de distracción. Las primeras palabras de Maduro fueron para enfrentar a la Fiscal General con el propio Leopoldo López. Maduro se quita el lazo argumentando que Luisa Ortega Díaz fue quien dio la orden de encarcelarlo, y no él. Como en un juego de carambola, López tenía que golpear a la estructura de la oposición, en la figura de Henrique Capriles. Este no tardó en aclarar que no habían elecciones de por medio, por tanto no tenía ningún motivo para participar de ninguna disputa por el liderazgo dentro de la MUD. Si algo ha demostrado la MUD en estos tres meses de desobediencia y protesta ante el gobierno ha sido coherencia, y liderazgo para conducir un día tras otro a la ciudadanía sin provocar ningún incidente que pudiese dar pie a la respuesta bestial de las fuerzas de seguridad.
Resulta demasiado llamativo que Maduro, que sólo ha practicado maniobras de dilación y engaño en la convocatoria a todas las elecciones que se debieron convocar este último año, de buenas a primeras se haya convencido que con la liberación de Leopoldo López conseguiría frenar la iniciativa de la MUD, que de triunfar instalaría en el país, de hecho, un poder que contaría con el apoyo popular suficiente como para exigir a las Fuerzas Armadas que asuman su papel de defender la Constitución de 1999.
Pero eso podría resultar de una ingenuidad mayor a la de Caperucita Roja.
El pasado 9 de julio, la abogada Rocío San Miguel, defensora de Derechos Humanos, presidenta de la ONG Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada Nacional, hizo unas declaraciones que pone sobre la mesa la verdadera trama del asunto Venezuela, y que cuestiona cualquier visión optimista que se pueda tener en estas circunstancias. A pocos días de ambas convocatorias de consulta, una el próximo sábado, la otra en 15 días, una banda de forajidos entra a la Asamblea Nacional, con los diputados en sesión, ante la mirada de la guardia que, supuestamente, debía protegerlos, repartiendo piñas y garrotazos entre los representantes de la ciudadanía. ¿Y la reacción internacional? Indignada, por supuesto. ¿Algo más? No, sólo eso.
¿Qué sostiene en pie a esa fuerza prepotente que ha desconocido el orden constitucional, y agredido de forma tan violenta a toda institución del Estado que no se pliegue a las órdenes del gobierno?
Desde 2005, Chávez comienza una purga dentro de las Fuerzas Armadas, y aumenta la presencia de asesores cubanos a todos los niveles de la fuerza. En ese momento empieza a escucharse en los cuarteles la consigna: “Patria, Socialismo o Muerte”, con el fin de apartar a los incómodos de las Fuerzas Armadas. “Posteriormente se hicieron cinco reformas legales de la ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, la más reciente fue acometida por Maduro, que inserta, entre otras cosas, el concepto de unión cívico-militar”, opina Rocío San Martín.
Chávez no pudo hacer todos los cambios que quería en las Fuerzas Armadas. Por ejemplo, la creación de la Milicia Nacional Bolivariana, que al final acabó como un cuerpo auxiliar, integrado por militares retirados y una milicia territorial. “Ningún otro sector en el país ha sido sometido a tantas reformas legales”, dice la presidenta de la ONG Poder Ciudadano.
Pero todo puede sonar a hueco si no se coloca en este puzle la obsesión de Chávez, que tanto halagó a Fidel Castro: Que Cuba y Venezuela acabaran siendo la misma cosa. En esa fantasiosa recreación de las guerras de independencia que tanto conmueven a Maduro, de las que conserva los antorchados que se cruza en el pecho, y en el verbo ampuloso, la unión de Cuba y Venezuela en una sola nación fue el sueño de Chavez. Raúl Castro, inclusive, refiriéndose a la alianza entre Cuba y Venezuela dijo: “Cada vez somos la misma cosa”.
En 2004-2005 Chávez controlaba la producción petrolera de Venezuela, y la manejaba a su antojo. Toda la economía de Venezuela era el petróleo, un bien fundamental para la economía de cualquier país latinoamericano. A Chávez le faltaba asegurarse el poder de las armas. Por esos años comienza el trasiego de militares para realizar los cursos de Estado Mayor en Cuba, y con el fin de homologar las normativas y capacidades de ambas Fuerzas Armadas. Los ocho comandantes que ostentan el poder de fuego de las Fuerzas Armadas Bolivarianas son integrantes de la generación 1987, la primera generación en viajar a Cuba. Esta mutación se ha venido haciendo a lo largo de los años, sin que la información pudiese traspasar la barrera del dinero procedente del petróleo venezolano. Hoy en día, la mayor riqueza minera está bajo el control de las Fuerzas Armadas Bolivarianas. Esto tiene su correspondencia en la isla de Cuba, donde los principales recursos económicos están en manos militares. El general Vladimir Padrino López, es ministro del Poder Popular para la Defensa, Comandante Estratégico Operacional de la Fuerzas Armada Nacional Bolivariana y, por si fuera poco, el presidente de Mamimpeg (Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas). Las FANB son, en la actual coyuntura, un actor demandante, que busca expandir sus negocios y su influencia sobre la economía de Venezuela. El principal del ejército y principal de todo lo que puede producir alguna ganancia es una misma persona. Contra eso pelean los jóvenes venezolanos, tapándose con unos pedazos de madera.
Mientras tanto, el tiempo se agota, el apoyo internacional se vuelve humo, y de no mediar un liderazgo capaz de hacer que la posible victoria de la oposición en las urnas consiga el milagro de apartar a Maduro del poder, horas muy difíciles esperan a Venezuela y al resto de América Latina.
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