Lenguaje inclusivo de la IMM- yo- nuevos dos metros por Cristina Morán
Ese “yo” en el título de esta columna bien puede convertirse, en “nosotros” o en “ustedes” o en “todos” pero nunca en todEs o en lEs o en nosotrEs el inventado lenguaje inclusivo rechazado por la Real Academia y que la resolución 2940/10 de la Intendencia Municipal de Montevideo transforma en preceptivo algo así, más o menos o menos más como “obligatorio” para tareas administrativas Me resulta importante decir el día en que estoy escribiendo, porque por ejemplo, si esto del lenguaje inclusivo de la Intendencia (¡ay, Daniel, ay Christian, que han hecho!) desaparece entre esta noche y el jueves lo escrito no tendría sentido. Así que les cuento que para mí hoy es lunes, cuando en realidad es jueves y… ¡basta! se me está complicando. Voy a pasar a los “dos nuevos metros”. La semana anterior recibimos con alegría la noticia de la reapertura de las piscinas de las termas, del festival de rock, de los shows musicales en distintos establecimientos, de la insistencia en los protocolos para bares y restaurantes entre lo que destacamos, por ejemplo, cuatro personas por mesa, la higiene del local, del personal, del público asistente, el control de fiebre, el alcohol en gel (que suele ser bastante pegajoso) y todo lo que fuimos aprendiendo en los largos días de confinamiento, los que le siguieron aflojando algo la tensión de los primeros días, los domingos de sol invitando a salir, la buena noticia por parte de la Intendencia de la rambla peatonal y casi al mismo tiempo 18 de julio también peatonal en los horarios que todos conocen, el insistente pedido por parte del Ministerio de Salud Pública, del Sinae y de Presidencia de la República en el uso del tapaboca y el mantener distancia, en principio de un metro (¿o lo soñé?) y luego de un metro y medio.
Pero el hecho es que frente a las buenas noticias mencionadas y siempre en medio de la expectativa por la reapertura de los teatros y poder, al fin, estar en escena apareció, sorpresivamente, un video intenso de presidencia de la República con la exhortación a mantener una distancia de dos metros. Inmediatamente pensamos en el transporte público donde, sentados o de pie, esos dos metros son una utopía porque si nos ubicamos mentalmente en ese ómnibus o más fácil viéndolo en los informativos comprobamos que nunca se pudo mantener distancia de ningún tipo a lo que hay que sumar el transporte interdepartamental y los automóviles de cualquier persona que viaje al menos con un pasajero. Con respecto al teatro y/o al cine siempre se manejó la idea de una butaca ocupada y otra no. Con los dos metros que piden los spots de presidencia serán, digo yo, ¿no? una butaca ocupada y dos libres es decir menos público y menores posibilidades de trabajo. Y en los restaurantes lo de cuatro personas por mesa dejaría de ser una realidad. Y si hay que esperar manteniendo dos metros de distancia entre personas la mayoría continuaría esa espera en la calle al “fresquito” de lo que resta de julio y lo que viene del mes de agosto. Entonces a una que es muy “mayorcita” las cosas se le complican y pretende que alguien se lo explique así como tampoco entendió aquello de aislar a los abuelos, a los “viejos”, a los adultos mayores sin la posibilidad de ver a sus hijos y nietos porque una piensa que faltó ingenio o voluntad, por parte de quienes esto decidieron, para encontrar una solución para las visitas a los hogares, residenciales o geriátricos o “casas de salud” como más les guste llamarlos y evitar o alivianar la soledad y el sufrimiento del alma de esos abuelos. Los abandono. Se terminó mi espacio. Hasta la próxima. Que seas feliz. Ahora y siempre.
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